pág. 6457
INTRODUCCIÓN
El desarrollo psicomotor infantil es un proceso dinámico y fundamental durante los primeros años de
vida, sentando las bases para la salud cognitiva, social y emocional a largo plazo (1,2). A nivel global,
se estima que millones de niños, especialmente en países de bajos y medianos ingresos, no alcanzan su
pleno potencial de desarrollo, lo que perpetúa ciclos de desventaja (2,3). La nutrición, particularmente
durante los primeros 1000 días desde la concepción, juega un papel crítico e insustituible en este
proceso, influyendo directamente en el crecimiento y la maduración cerebral (4–6). Estudios realizados
en contextos latinoamericanos, como Perú, Chile y Bolivia, han subrayado la interconexión entre el
estado nutricional y los resultados del desarrollo psicomotor, donde la desnutrición crónica y las
carencias de micronutrientes continúan siendo desafíos significativos (2,7).
A pesar del consenso sobre la importancia de la nutrición, la literatura presenta ciertas brechas y
resultados divergentes. Si bien la lactancia materna se asocia consistentemente con beneficios en el
neurodesarrollo y mejores habilidades sociales y de comunicación (1,5–7), la evidencia sobre el impacto
específico de ciertos micronutrientes presentes en la leche materna, como la vitamina B6, carotenoides
o selenio, es aún limitada y adolece de heterogeneidad y riesgo de sesgo en los estudios existentes (4).
En cuanto a la suplementación, los hallazgos no son uniformes; por ejemplo, un estudio en Perú no
encontró una asociación robusta entre la suplementación general con hierro y micronutrientes y un
desarrollo psicomotor adecuado, aunque sí observó un efecto positivo de la vitamina A en un subgrupo
específico (2), lo que contrasta con la expectativa general sobre el rol esencial de estos nutrientes (6).
Además, la efectividad de las intervenciones nutricionales y de estimulación parece variar
considerablemente; mientras algunas estrategias integrales y suplementos nutricionales orales han
mostrado resultados prometedores en poblaciones específicas con desnutrición o riesgo de crecimiento
(8,9), otras intervenciones de base comunitaria no han logrado el impacto esperado en el desarrollo
infantil o el crecimiento en contextos como India rural y Pakistán (3). A esto se suma la influencia de
factores ambientales, como la exposición prenatal a metales, que puede impactar negativamente el
neurodesarrollo (10).