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pedagógicos inclusivos. Estos programas deben ser flexibles, contextualizados y sostenidos
institucionalmente, de modo que atiendan las necesidades específicas del profesorado y fomenten su
papel como mediadores críticos del aprendizaje.
En segundo término, se recomienda fortalecer las políticas institucionales de acceso equitativo a la
infraestructura tecnológica, contemplando tanto dispositivos como conectividad, plataformas y soporte
técnico-pedagógico. El acceso debe ser concebido no sólo como disponibilidad material, sino como
parte de una cultura digital compartida, que promueva el uso ético, colaborativo y creativo de las TIC.
Asimismo, se sugiere incorporar el pensamiento crítico digital y la alfabetización informacional como
ejes transversales en los planes de estudio, garantizando que los estudiantes desarrollen competencias
para gestionar, evaluar y transformar la información en conocimiento.
Finalmente, se plantea la necesidad de establecer mecanismos de evaluación formativa y participativa
del impacto de las TIC, integrando las voces de docentes, estudiantes y actores institucionales, con el
fin de retroalimentar los procesos de innovación y asegurar su alineación con objetivos formativos.
Considerando las limitaciones y alcances del presente estudio, se identifican diversas líneas de
investigación que pueden profundizar y ampliar la comprensión del fenómeno estudiado. Una primera
línea sugiere estudios comparativos entre programas académicos o instituciones, para analizar las
variaciones en el uso de TIC según contextos socioculturales, perfiles institucionales y modelos
pedagógicos.
Una segunda línea relevante apunta a explorar los procesos de co-construcción del conocimiento en
entornos digitales, indagando cómo se configuran las interacciones educativas, los roles entre docentes
y estudiantes, y las prácticas colaborativas emergentes en plataformas virtuales. Este enfoque puede
beneficiarse del análisis de comunidades de práctica y de teorías del aprendizaje conectado.
Asimismo, se propone profundizar en la intersección entre inclusión digital y equidad educativa,
abordando las brechas estructurales que inciden en la participación efectiva de grupos tradicionalmente
excluidos (por razones socioeconómicas, de género o discapacidad). Estas investigaciones podrían
articularse con marcos de justicia social y educación crítica, aportando evidencia para el diseño de
políticas de equidad tecnológica.
Finalmente, se recomienda avanzar en el estudio de indicadores de calidad educativa mediados por TIC,