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Según El Comercio (2023) y Yepez et al. (2024), Ecuador desperdicia anualmente cerca de 939
toneladas métricas de alimentos, lo que equivale a USD 334 millones, afectando tanto a productores
rurales como a consumidores urbanos, incluso en ciudades como Cuenca. En este contexto, se evidenció
la necesidad de realizar una investigación en San Bartolomé. Una visita técnica permitió constatar el
desaprovechamiento de frutas como mora, uvilla y manzana. Estas pérdidas obedecen, en parte, a la
falta de conocimientos sobre conservación y transformación de alimentos, lo que limita su
comercialización en mercados cercanos como Cuenca, Azogues o Sígsig a pesar de los ya existentes
estudios que promueven su registro (Toledo et Al, 2021)
Durante entrevistas realizadas a comerciantes del mercado local, se manifestó una disminución en las
ventas y una pérdida de interés, especialmente por parte de los jóvenes, en la comercialización de
productos agrícolas. Esta situación revela cambios en los hábitos de consumo y la urgencia de estrategias
que fomenten la valorización de los productos locales. La presidenta del GAD parroquial informó que
se están promoviendo iniciativas para diversificar la oferta, como la producción de bebidas alcohólicas
a partir de frutas autóctonas. Este tipo de propuestas busca revalorizar los cultivos de la zona, dinamizar
la economía local y ofrecer alternativas sostenibles de desarrollo.
En efecto, desarrollar productos derivados que generen valor agregado no solo fortalecería la producción
local, sino que también permitiría cumplir con estándares de calidad adecuados para su
comercialización, incentivando la innovación y el aprovechamiento sostenible de los recursos. Gómez
Pallarés (2021) invita a reflexionar sobre el impacto real del desperdicio alimentario: “para producir
esos alimentos, es necesario invertir en recursos finitos, como agua, tierras, mano de obra, energía o
nutrientes” (p. 17). En España, las pérdidas ascienden a 173 kg por persona al año.
En paralelo, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en su meta 12.3, propone reducir a la mitad
el desperdicio per cápita en el comercio y el consumo, y disminuir significativamente las pérdidas en la
cadena de producción para 2030 (FAO, 2023, p. 45). Parfitt et al. (2010) evidencian que muchas de las
estadísticas actuales sobre pérdidas postcosecha en países en desarrollo podrían estar desactualizadas o
sobreestimadas, lo que demuestra una carencia de información actualizada sobre la magnitud del
problema, especialmente en economías emergentes. El desperdicio de alimentos también está
relacionado con los cambios en los estilos de vida. Como señala Franco Cedeño (2016), las dinámicas