IDENTIDAD GASTRONÓMICA EN LA
FRONTERA MÉXICO-BELICE: TRADICIÓN,

FUSIÓN Y TURISMO CULTURAL

GASTRONOMIC IDENTITY ON THE

MEXICO
-BELIZE BORDER: TRADITION, FUSION,
AND CULTURAL TOURISM

Br. Majiba Jamilie Juan

Universidad Vizcaya de las Américas,
México
pág. 9872
DOI:
https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i3.18659
Identidad Gastronómica en la Frontera México-Belice: Tradición, Fusión y
Turismo Cultural

Br.
Jamilie Juan Majiba1
jamiliejuan_98@hotmail.com

https://orcid.org/0009
-0004-0382-0175
Universidad Vizcaya de las Américas, campus Chetumal

Chetumal, Quintana Roo
. México
RESUMEN

En la región fronteriza del sur de Quintana Roo (México) y el norte de Belice confluyen tradiciones
culinarias ancestrales y dinámicos procesos de fusión cultural. Este artículo presenta una investigación
cualitativa basada en una revisión sistemática de literatura académica (2019-2024) para analizar la
identidad gastronómica de esta zona, considerando la herencia maya-mestiza, las influencias
afrocaribeñas, británicas y de otras culturas, y el papel de la gastronomía en el turismo cultural
sostenible. Los hallazgos revelan que, pese a la rica tradición maya y mestiza que perdura en platillos e
ingredientes locales, la oferta gastronómica contemporánea ha incorporado sabores foráneos creando
una cocina híbrida única. Sin embargo, persisten desafíos en la valorización turística de esta identidad:
en destinos consolidados predomina aún una gastronomía estandarizada sin rasgos locales definidos. Se
discute cómo iniciativas recientes desde festivales gastronómicos hasta rutas culinarias buscan
rescatar y promover las expresiones culinarias tradicionales como motor de turismo cultural sostenible,
fortaleciendo la identidad regional y diversificando la economía local. Finalmente, el artículo compara
estos resultados con estudios previos y propone líneas futuras de investigación sobre la integración de
prácticas culinarias autóctonas en estrategias de desarrollo turístico sustentable.

Palabras clave: gastronomía maya, fusión culinaria, turismo gastronómico, identidad cultural, quintana
roo

1
Autor principal
Correspondencia:
jamiliejuan_98@hotmail.com
pág. 9873
Gastronomic Identity on the Mexico
-Belize Border: Tradition, Fusion, and
Cultural Tourism

ABSTRACT

In the border region of southern Quintana Roo (Mexico) and northern Belize, ancestral culinary

traditions and dynamic processes of cultural fusion converge. This article presents a qualitative study

based on a systematic review of academic literature (201
92024) analyzing the gastronomic identity of
this area, considering Maya
-Mestizo heritage, Afro-Caribbean, British, and other cultural influences, as
well as the role of gastronomy in sustainable cultural tourism. Findings reveal that despite the rich May
a
and Mestizo traditions still present in local dishes and ingredients, contemporary culinary offerings have

incorporated foreign flavors, creating a unique hybrid cuisine. However, challenges persist in promoting

this identity for tourism, as established
destinations still predominantly offer standardized cuisines
lacking distinct local characteristics. The article discusses how recent initiatives
from gastronomic
festivals to culinary routes
aim to rescue and promote traditional culinary practices as drivers of
sustainable cultural tourism, thereby strengthening regional identity and diversifying the local economy.

Finally, the article compares these results with previous studies and proposes future research directions

for integrating indigenous culinary p
ractices into sustainable tourism development strategies.
Keywords
: maya gastronomy, culinary fusion, gastronomic tourism, cultural identity, quintana roo
Artículo recibido
11 junio 2025
Aceptado para publicación:
30 junio 2025
pág. 9874
INTRODUCCIÓN

Las fronteras son espacios de intercambio cultural intenso, y la frontera entre México y Belice no es la
excepción. El sur de Quintana Roo y el norte de Belice conforman una región con una diversidad étnica
e histórica notable, reflejada en su comida. La importancia económica y cultural del turismo en esta
zona va en aumento, lo cual enmarca la relevancia de su gastronomía local. Quintana Roo es uno de los
líderes turísticos de México, captando en 2024 más del 44% del turismo internacional del país. En 2024
el estado recibió alrededor de 21 millones de turistas y una derrama económica de 20 mil millones de
dólares, aunque tradicionalmente la mayor parte de esta actividad se concentra en el norte (Cancún,
Riviera Maya), quedando el sur con un desarrollo más moderado. No obstante, destinos sureños como
la Grand Costa Maya (Chetumal, Bacalar, Mahahual) están emergiendo: tan solo en 2022 esa región
recibió en conjunto más de 1 millón de visitantes, y Bacalar Pueblo Mágico famoso por su laguna
cerró 2023 con alrededor de 234 mil turistas. En Belice, el turismo es igualmente crucial, aportando
cerca del 46% del PIB nacional. Tras la reapertura pospandemia, Belice reportó 467 mil llegadas de
turistas internacionales en 2023, recuperando un 93% de sus niveles pre-pandemia. Aproximadamente
uno de cada cuatro beliceños trabaja en el sector turístico, lo que evidencia la magnitud de esta industria
en la vida económica y sociocultural del país.

Dentro de este contexto, la gastronomía local juega un papel estratégico tanto en la identidad cultural
como en la competitividad turística regional. La cocina tradicional de la frontera México-Belice está
profundamente enraizada en la herencia maya y mestiza. Desde tiempos prehispánicos, los mayas de la
península de Yucatán (que abarca Quintana Roo y el norte de Belice) basaron su alimentación en el
maíz, frijol, calabaza, chile y otras especies nativas, prácticas que aún perduran en comunidades rurales.
La colonización española e inmigraciones mestizas aportaron técnicas e ingredientes (como carnes
domesticadas, especias europeas) que se amalgamaron con la cocina maya, dando origen a platillos
mestizos tradicionales. En Belice, la presencia de poblaciones mestizas yucatecas muchas asentadas
en el norte beliceño desde el siglo XIX introdujo platos como tamales, escabeche de pavo y otras
recetas de raíz yucateca que hoy son consideradas parte de la cocina beliceña cotidiana. Paralelamente,
la influencia afrocaribeña ha sido determinante en la identidad culinaria beliceña: la cultura garífuna
(de ascendencia afro-indígena caribeña) legó platos como el hudut (sopa de pescado con coco y plátano)
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y técnicas de cocción con coco y especias tropicales, mientras que la comunidad criolla beliceña
popularizó el emblemático Rice and Beans (arroz con frijoles en leche de coco con pollo guisado y
plátano frito), hoy considerado plato nacional de Belice. De hecho, Rice and Beans es uno de los
platillos más ofertados como “auténtica comida beliceña” para turistas y locales por igual. Otras etnias
presentes, como los menonitas (de origen germano-holandés) y las diásporas china e india, también han
contribuido con productos agrícolas (lácteos, quesos, vegetales) y guisos que enriquecen el mosaico
gastronómico regional.

A pesar de esta riqueza multicultural, la literatura sugiere que Belice no desarrolló históricamente una
“alta cocina” nacional unificada, sino una amalgama de tradiciones diversas. No fue sino en años
recientes que chefs e investigadores han comenzado a trazar la identidad culinaria beliceña como tal,
reconociendo la mezcla única de influencias mayas, africanas, británicas, caribeñas y norteamericanas
que la componen. Por ejemplo, Spang (2019) documenta cómo en la Belice poscolonial se está forjando
una cocina nacional mediante la innovación sobre platos tradicionales, en un proceso de
autoidentificación culinaria (Spang, 2019). En el caso de Quintana Roo, la gastronomía local comparte
raíz maya con Yucatán y Campeche, pero también ha sido moldeada por la condición fronteriza e
inmigración. La cocina quintanarroense, especialmente en la zona sur, es el resultado de la fusión entre
la tradición peninsular (p. ej., pescado tikinxic, queso relleno, tamales colados), la influencia caribeña-
beligeña (p. ej., el uso del coco, recetas de arroz con frijol, estofados criollos) y la llegada de habitantes
de otras regiones de México que incorporaron sus propias recetas.

Esta complejidad le confiere a Quintana Roo una riqueza culinaria multicultural, aunque históricamente
no se había posicionado con una identidad gastronómica tan definida como la de Yucatán. Un estudio
anterior de Güemes-Ricalde y Ramírez-Cordero (2012) señalaba que la zona carecía de una identidad
gastronómica claramente percibida por el turista, pues la gastronomía local no era entonces un motivo
principal de visita ni se diferenciaba suficientemente dentro del mercado turístico. Esa investigación,
realizada hace más de una década, concluyó que, aunque existía diversidad de sabores por las mezclas
maya, inglesa y criolla en Chetumal, no se había consolidado un producto turístico gastronómico
distintivo.
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En los últimos años, no obstante, el panorama parece estar cambiando. A nivel global, el turismo
gastronómico se ha posicionado como uno de los segmentos de mayor crecimiento dentro del turismo
cultural. Los viajeros contemporáneos buscan experiencias culinarias auténticas como forma de
acercarse a las culturas locales de México, reconociendo el valor cultural de sus cocinas regionales,
impulsó la declaratoria de la cocina tradicional mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad (UNESCO 2010), lo que ha motivado políticas de rescate gastronómico en diversas
entidades. Quintana Roo, en línea con esta tendencia, estableció en 2017 el Comité de Fomento a la
Gastronomía para valorizar la diversidad culinaria estatal y desarrollar el turismo gastronómico de
manera sostenible. Dicha iniciativa alineada con la Política de Fomento a la Gastronomía nacional y
la guía de la OMT para desarrollo del turismo gastronómico busca coordinar al sector público, privado,
académico y social en torno a este objetivo. La visión es consolidar a Quintana Roo como un destino
competitivo por su autenticidad culinaria, calidad de insumos locales y la fusión única de sabores que
ofrece.

En este contexto, el presente artículo explora cómo las prácticas culinarias tradicionales en la frontera
México-Belice se han preservado, transformado o fusionado, y de qué manera pueden promoverse
dentro de estrategias de desarrollo turístico sostenible. Se parte de un enfoque interdisciplinario que
concibe la gastronomía como patrimonio cultural vivo y recurso turístico con potencial de generar
desarrollo local. Tras la introducción, se detalla la metodología de revisión empleada. En la sección de
resultados y discusión, se abordan: (a) la continuidad y adaptación de la gastronomía tradicional maya-
mestiza; (b) los procesos de fusión culinaria con influencias externas (afrocaribeñas, británicas,
globales) evidenciados en la literatura reciente; y (c) el papel de la identidad gastronómica en el turismo
cultural sostenible, incluyendo iniciativas actuales en la región. Finalmente, se presentan las
conclusiones, reflexiones críticas en comparación con estudios previos y recomendaciones para futuras
investigaciones.

METODOLOGÍA

La investigación adoptó un enfoque cualitativo, mediante una revisión sistemática de literatura
académica publicada en los últimos 5 años (2019-2024) relacionada con la gastronomía y turismo
cultural en el sur de Quintana Roo y norte de Belice.
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Se definió una estrategia de búsqueda en bases de datos y repositorios académicos (Scopus, SciELO,
Redalyc, Dialnet, Google Académico), utilizando palabras clave en español e inglés: “gastronomía
tradicional”, “Quintana Roo”, “Belice”, “cocina maya”, “turismo gastronómico”, “fusión
culinaria”, “sostenible”, entre otras. Asimismo, se incluyeron fuentes institucionales relevantes
(informes turísticos, planes de desarrollo) para obtener datos contextuales actualizados.

La búsqueda inicial arrojó aproximadamente 80 referencias potenciales. Se aplicaron criterios de
inclusión: (1) estudios centrados en gastronomía de la región en cuestión o regiones culturalmente afines
(Península de Yucatán, Caribe centroamericano); (2) investigaciones sobre turismo cultural, desarrollo
sostenible y patrimonio gastronómico; (3) publicaciones entre 2018 y 2024 (con excepciones puntuales
de obras seminales previas usadas para contexto histórico). Tras una lectura exploratoria de títulos y
resúmenes, se seleccionaron 30 fuentes para revisión a texto completo. Cada fuente fue evaluada en
cuanto a su relevancia y calidad (privilegiando revistas arbitradas e informes oficiales). Finalmente, se
incorporaron al análisis 24 referencias clave que abordan de manera complementaria los ejes de
tradición culinaria, fusión cultural y turismo sostenible.

La técnica de análisis fue sintético-interpretativa, propia de la revisión cualitativa. Se elaboraron
matrices temáticas para extraer de cada fuente las principales ideas, hallazgos y evidencias empíricas
relacionadas con: (a) características de la gastronomía tradicional (ingredientes, platos, prácticas
culturales); (b) dinámicas de cambio o fusión (nuevas influencias, globalización, intercambios
transfronterizos); (c) vínculo con el turismo cultural (productos turísticos, percepciones de turistas,
iniciativas de promoción). La información se trianguló entre fuentes de diferentes tipos (estudios de
caso, encuestas turísticas, análisis históricos, políticas públicas) para identificar convergencias y
divergencias.

Es importante señalar que, al tratarse de una revisión de literatura, este estudio no involucró trabajo de
campo directo sino el análisis crítico de hallazgos ya publicados. No obstante, para enriquecer la
discusión, se incorporan datos cuantitativos recientes del sector turístico (por ejemplo, estadísticas de
llegadas de turistas, aportes económicos) obtenidos de fuentes oficiales, a fin de contextualizar la
importancia de la gastronomía en la región.
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La validez de los resultados se sustenta en la diversidad y calidad de las fuentes examinadas, mientras
que la confiabilidad se procuró mediante la sistematización rigurosa del proceso de búsqueda y
selección bibliográfica descrito.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

La base culinaria de la región México-Belice está cimentada en la milenaria cocina maya, enriquecida
posteriormente por la influencia mestiza. Los hallazgos de la literatura confirman que muchos platillos
y técnicas tradicionales siguen vigentes, particularmente en ámbitos domésticos y celebraciones locales,
aunque han experimentado adaptaciones con el tiempo. En las comunidades mayas rurales de Quintana
Roo persiste el sistema de la milpa (policultivo de maíz, frijol, calabaza, chile), del cual se derivan
preparaciones fundamentales como las tortillas de maíz nixtamalizado, los atoles, el pochuk (carne
asada al estilo maya) y diversos tipos de tamales envueltos en hoja de plátano. Estos alimentos
representan una continuidad cultural importante y su elaboración suele involucrar saberes transmitidos
generacionalmente, a menudo protagonizados por mujeres conocidas como cocineras tradicionales.

Del lado beliceño, la población mestiza (principalmente en los distritos norteños de Corozal y Orange
Walk) conserva igualmente platos heredados del Yucatán decimonónico. Tamales con masa de maíz y
rellenos de pollo o cerdo condimentados con achiote, envueltos en hojas de plátano, son comunes en
fiestas y rituales familiares tanto en Quintana Roo como en Belice. Variantes locales como el bollo
beliceño (una especie de tamal sin relleno servido con caldo) muestran adaptaciones de la fórmula
maya/yucateca a ingredientes disponibles localmente. Otro plato compartido es el escabeche, una sopa-
caldo de origen colonial español hecha con pollo, cebolla, orégano y chile habanero; en el norte de
Belice es un platillo festivo típico que refleja la fusión de técnicas españolas (el escabechado) con
sabores mayas locales.

La influencia española y mestiza se aprecia también en el uso de condimentos como el achiote (especia
maya adoptada en la cocina colonial para adobos como el de la cochinita pibil) y en la introducción de
carnes de ganado y cerdo que enriquecieron la dieta tradicional basada antes en aves de corral y caza
silvestre. Platillos emblemáticos de la península de Yucatán, como la cochinita pibil (cerdo marinado
en achiote y naranja agria, cocido en horno de tierra) o el queso relleno (queso holandés Edam ahuecado
y relleno de picadillo), también forman parte del acervo gastronómico de la zona sur de Quintana Roo.
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En Chetumal, por ejemplo, el queso de bola (Edam) importado históricamente vía Belice se incorporó
al gusto local al grado de crear platillos únicos: el queso relleno estilo chetumaleño y las marquesitas
(crepas crujientes rellenas de queso Edam rallado y otros ingredientes) se convirtieron en delicias
callejeras típicas de la ciudad. Este caso ilustra cómo un ingrediente traído por el comercio internacional
en la época colonial y poscolonial se adoptó con orgullo en la gastronomía regional enriqueciendo la
identidad local.

A pesar de la globalización de hábitos alimentarios, diversas fuentes destacan esfuerzos por preservar
las prácticas culinarias tradicionales. Por un lado, existen iniciativas comunitarias y gubernamentales
para documentar y revalorizar recetas ancestrales. Por ejemplo, el gobierno de Quintana Roo publicó
recetarios como “La cocina cotidiana de Quintana Roo” recopilando platos mayas típicos. En Belice,
organizaciones culturales promueven programas de transmisión intergeneracional de la cocina garífuna
y maya, conscientes de que la modernización amenaza algunos conocimientos. Un caso emblemático
es el ingrediente llamado chaya (Kale maya o espinaca Maya), planta nutritiva consumida
tradicionalmente en la región. Griffith & Griffith (2021) encontraron que la chaya, abundante en huertos
locales y con profundas asociaciones culturales (usada incluso como remedio medicinal por las
abuelas), rara vez se presenta a los turistas como parte de la oferta gastronómica beliceña.

Esto se debe en parte a que es vista como “comida de pueblo” o asociada a lo indígena y silvestre, frente
a platillos más comercializables como el rice and beans. No obstante, la chaya está resurgiendo
tímidamente en algunos menús turísticos por su reputación de “superalimento” saludable. Los autores
sugieren que reintegrar ingredientes tradicionales como la chaya en la gastronomía turística podría
ayudar a revitalizar el patrimonio culinario y diversificar la experiencia cultural ofrecida al visitante.
Este análisis evidencia un dilema común en la región: ciertos alimentos autóctonos han quedado
marginados en la oferta al turista, bien por consideraciones de mercadotecnia o por percepciones locales
de estatus, lo que implica riesgo de pérdida cultural, pero a la vez una oportunidad de revalorización
mediante la innovación culinaria.

Otro aspecto de preservación son las fiestas y rituales donde la comida típica juega un rol central. En
comunidades maya-mestizas del sur de Quintana Roo se siguen celebrando vaquerías, novenas y rituales
católicos sincréticos donde se preparan mucbipollos (tamales grandes de Día de Muertos) y atoles
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tradicionales, reforzando la transmisión de recetas. Del lado beliceño, el
Garifuna Settlement Day (19
de noviembre) es un feriado nacional en el cual la comunidad garífuna muestra con orgullo su cultura
a través de la música punta y platillos tradicionales como la darasa (similar a un tamal de plátano) y la
machuca (puré de plátano verde con leche de coco y pescado) ofrecidos tanto a locales como a turistas.
Estos eventos de patrimonio vivo actúan como vehículos de preservación culinaria, a la vez que atraen
visitantes interesados en sumergirse en la cultura local. Cabe resaltar que la cultura garífuna (lengua,
danza y música) está reconocida por UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad desde
2001, lo que le ha dado mayor visibilidad internacional (UNESCO, 2001). Aunque la designación no
abarca específicamente la gastronomía, ha contribuido a un renovado orgullo por todas las expresiones
culturales garífunas, incluida su cocina, alentando emprendimientos de turismo cultural en aldeas
garífunas a lo largo de la costa beliceña.

En síntesis, la gastronomía tradicional en la frontera México-Belice sobrevive como un legado vivo que
combina raíces mayas prehispánicas y aportes coloniales mestizos, conservado en buena medida en
ámbitos domésticos y festivos. No obstante, algunos elementos han quedado relegados frente a la
modernización. La revisión sugiere que rescatar y poner en valor estos saberes culinarios sin
desvirtuarlos es fundamental para afianzar la identidad gastronómica regional. Iniciativas de
documentación, festivales y rutas gastronómicas (que se discuten más adelante) señalan un camino
positivo para lograrlo, siempre que se realicen con la participación activa de las comunidades portadoras
de ese conocimiento.

Procesos de fusión e influencias culinarias externas

Además de sus sólidas raíces tradicionales, la cocina de esta región fronteriza se caracteriza por ser
altamente fusionada, resultado de múltiples intercambios culturales a lo largo de la historia y, más
recientemente, de la globalización turística. La literatura reciente describe a Chetumal (capital de
Quintana Roo) como un “punto de encuentro” gastronómico entre la riqueza culinaria local (Maya-
Caribe) y la incursión de cocinas internacionales, lo cual ha originado una gastronomía híbrida que
refleja tanto tradiciones locales como influencias externas. Dicha hibridación se manifiesta en varios
niveles:
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Influencia caribeña y británica: Durante el período colonial y del siglo XX, Chetumal y Belice (entonces
Honduras Británica) mantuvieron un activo flujo comercial y migratorio. Esto introdujo al sur de
Quintana Roo ingredientes del Caribe inglés que no eran comunes en otras partes de México. Por
ejemplo, el consumo de plátano macho frito como acompañante de platos fuertes característico de la
dieta caribeña se incorporó en Chetumal claramente por influencia beliceña, al igual que el uso
extensivo de leche de coco en arroz y guisos. Platos como el rice & beans con pollo guisado que
mencionamos antes, típicos de Belice, cruzaron la frontera y hoy en día pueden encontrarse en
restaurantes de Chetumal frecuentados por locales y visitantes de Belice, reforzando la noción de una
gastronomía compartida en la zona.

Según destaca una fuente turística, “la influencia de la cocina criolla beliceña es muy importante y
emblemática [en Chetumal], con platillos tales como el rice & beans con pollo adobado y plátanos
fritos”. Esto ha contribuido a distinguir la culinaria de la zona sur de Quintana Roo de la del centro/norte
del estado, dándole un matiz caribeño particular. Por otro lado, la presencia histórica británica en Belice
dejó huellas más sutiles en la cocina. Si bien la gastronomía beliceña es mucho más cercana a la latino-
caribeña que, a la inglesa, algunas costumbres como el gusto por el o recetas de repostería (pay de
carne, pudines) se filtraron en menor medida. Más influyente fue la migración de las Indias Occidentales
Británicas: comunidades de otras islas caribeñas trajeron platillos de sus países (por ejemplo, curries
jamaicanos, pastel de plátano) enriqueciendo el crisol beliceño.

Influjos globales recientes: La expansión del turismo internacional en la zona ha acelerado la
incorporación de cocinas extranjeras en la oferta local. Góngora Villanueva (2025) identificó que en
Chetumal las cocinas internacionales con mayor impacto en años recientes han sido la caribeña, la
mediterránea y la asiática, resultado tanto del gusto de turistas como de la experimentación de chefs
locales. Por ejemplo, varios restaurantes han introducido ceviches de inspiración peruana, sushi y pad
thai asiáticos, o pizzas y pastas italianas, adaptándolos con ingredientes locales como chile habanero,
piña o mariscos del Caribe. La adopción de técnicas globales desde el wok asiático hasta parrillas
estilo barbecue estadounidense junto con productos regionales ha dado lugar a creaciones fusión. Entre
los ingredientes internacionales destacados en la “nueva cocina” chetumaleña están la piña, mango y
aguacate (frutas tropicales apreciadas en gastronomías de fusión) que se combinan con mariscos locales
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y condimentos orientales, según el estudio citado. Los beneficios de esta tendencia, de acuerdo con los
entrevistados por Góngora, incluyen la diversificación de la oferta gastronómica de la ciudad y la
atracción de un público más amplio y cosmopolita. Sin embargo, también se señalaron retos, como la
adaptación del paladar de la clientela local a sabores foráneos y el alto costo de importar ciertos insumos
exóticos. Esto refleja que la fusión no está exenta de tensiones: encontrar el equilibrio entre innovar y
conservar la esencia local es un desafío permanente.

Fusión e identidad gastronómica: Un aspecto crítico discutido en la literatura es cómo impacta esta
fusión en la identidad gastronómica regional. Por un lado, la globalización ha impulsado la creatividad
culinaria y posicionado a Chetumal, por ejemplo, como un destino gastronómico emergente con una
cocina de autor fusionada. Por otro lado, existe el riesgo de desplazar u oscurecer los sabores autóctonos
detrás de modas internacionales. Rueda et al. (2019, citado por Góngora, 2025) advierten que una
incorporación acrítica de tendencias globales puede conducir a una “gastronomía sin identidad” si no
se vincula con la cultura local. Precisamente, autores como Piñón Vargas (2021) argumentan que la
gastronomía debe manejarse no solo como componente cultural sino como herramienta de marketing
territorial, pero con autenticidad; es decir, aprovechando la fusión para enriquecer la identidad y no para
homogeneizarla (Piñón Vargas, 2021, citado en Góngora, 2025).

En Quintana Roo, lamentablemente, por años predominó en las zonas turísticas una oferta gastronómica
estandarizada orientada al turista masivo, con platos “tex-mex” o internacionales simplificados
nachos, fajitas, tacos duros estilo americano, etc. que poco tenían que ver con la tradición local. Esa
oferta mal interpretada respondió a una lógica de mercado inmediato, pero dejó de lado la identidad. En
contraste, estados vecinos como Yucatán capitalizaron su patrimonio culinario creando rutas
gastronómicas y vinculando sitios arqueológicos con degustaciones de comida regional, lo cual les ha
dado mayor reconocimiento como destino cultural. La buena noticia es que en la última década
Quintana Roo ha tomado conciencia de esta situación y ha iniciado el camino para reivindicar su cocina
regional en la experiencia turística.

Un factor que facilita la fusión positiva es el perfil multicultural de la propia población local. Quintana
Roo es un estado joven que recibió migrantes de todo México y otros países (Cuba, EE. UU., Europa)
durante el boom turístico de Cancún y el desarrollo de Chetumal como capital.
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Según el Comité de Fomento a la Gastronomía, estos habitantes “han hecho que la gastronomía local
adquiera una enorme riqueza multicultural fusionando sus conocimientos”, dotando a la cocina
quintanarroense de un carácter único.

Un ejemplo urbano: en Chetumal coexisten fondas que sirven estofado de cola beliceño, taquerías de
cocina yucateca, puestos de ceviche al estilo Mahahual, y restaurantes de chefs jóvenes que mezclan,
por decir, mariscos locales en preparaciones de curry tailandés. La identidad culinaria de la ciudad se
está configurando, así como una identidad mestiza contemporánea, donde lo mestizo ya no es solo la
mezcla hispano-indígena tradicional, sino un mestizaje global: indígena, africano, europeo, asiático.
Algunos entrevistados en estudios señalaban que esta diversidad es un punto fuerte, pero al mismo
tiempo reconocían que el turista promedio no identifica claramente un “platillo quintanarroense”
emblemático más allá de los genéricos de la península. Esto indica que todavía hay trabajo por hacer en
delimitar y promover cuáles son esos sabores distintivos de la frontera México-Belice que podrían
convertirse en marca de identidad.

La literatura sugiere algunos candidatos a platillos emblemáticos fronterizos surgidos de la fusión: el
pescado estilo Chetumal (similar al tikinxic yucateco pero preparado con influencias caribeñas), el pollo
al curry beliceño (plato criollo adoptado en Quintana Roo), o incluso el ya mencionado rice & beans
que es símbolo de hermandad culinaria transfronteriza. Asimismo, productos locales como la miel de
abeja melipona, endémica de la región maya, se están retomando como ingredientes gourmet en la alta
cocina de hoteles ecoturísticos y con potencial para rutas de turismo gastronómico especializadas. Un
artículo propone precisamente desarrollar una ruta alimentaria en Quintana Roo que recupere
expresiones culinarias tradicionales (como la meliponicultura, cultivo de la milpa, cocina maya) para
diferenciarlas de la oferta homogenizada de los enclaves turísticos convencionales. Esta estrategia
fortalecería la identidad local y ofrecería al visitante una experiencia auténtica, contrarrestando la
dilución cultural que trae la globalización sin control.

En conclusión, la frontera México-Belice exhibe un intenso proceso de fusión culinaria donde
convergen influencias indígenas, mestizas, afrocaribeñas y globales. Lejos de ser algo negativo, esta
fusión puede verse como una extensión natural del mestizaje histórico de la zona, siempre que se logre
equilibrar innovación y tradición.
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Los esfuerzos actuales de chefs y promotores turísticos deben orientarse a enfatizar ese valor híbrido
auténtico: es decir, presentar la cocina regional como lo que es diversa y en constante evolución pero
anclada en sus raíces culturales. De esa forma la fusión no diluye la identidad, sino que la redefine de
manera inclusiva.

Gastronomía y turismo cultural sostenible

La intersección entre gastronomía e industria turística en esta región ofrece grandes oportunidades para
un desarrollo sostenible, a la vez que plantea retos significativos. Los resultados de la revisión
evidencian consenso en que la gastronomía puede ser una poderosa herramienta de turismo cultural: un
recurso que añade contenido histórico y sensorial a la experiencia del visitante, fomentando un contacto
más auténtico con el destino. Sin embargo, para que ello redunde en sostenibilidad, es necesario
gestionar adecuadamente dicho recurso, asegurando beneficios para las comunidades locales y la
preservación del patrimonio culinario. A continuación, se discuten los principales hallazgos sobre el rol
actual y potencial de la gastronomía en el turismo cultural de la frontera México-Belice.

Gastronomía como atractivo turístico: Tradicionalmente, el sur de Quintana Roo no era visitado por
motivos gastronómicos, pero esto está cambiando. Cada vez más turistas que llegan a Chetumal, Bacalar
o Belice buscan algo más que paisajes: desean probar sabores locales genuinos. Las agencias de viaje
han comenzado a incluir en sus itinerarios experiencias culinarias, como recorridos por mercados
locales, clases de cocina maya en comunidades rurales o degustaciones de ron y chocolates artesanales
beliceños. En Belice se ofertan paquetes de turismo cultural que combinan visitas a sitios mayas con
almuerzos tradicionales en aldeas menonitas o garífunas. Estas vivencias permiten al turista incorporar
el lugar visitado a través del paladar”, como señala Everett (2009) en el concepto de turismo culinario
experiencial (citado en Griffith & Griffith, 2021). Además, el turismo gastronómico tiende a distribuir
mejor el gasto en la economía local, ya que involucra pequeñas empresas (fondas, cocineras locales,
productores) y promueve la compra de insumos locales, alineándose con objetivos de sostenibilidad.

En el caso de Quintana Roo, las autoridades han reconocido este potencial. El Plan Maestro de Turismo
Sustentable Quintana Roo 2030 destaca al turismo gastronómico como estrategia de diversificación
para que destinos emergentes del sur ofrezcan algo distinto al tradicional turismo de sol y playa. Por
ello se han apoyado eventos como el Festival Gastronómico del Caribe Mexicano, cuya 4ª edición
pág. 9885
(2025) se realizó en Bacalar reuniendo a representantes de todos los destinos del estado. En este festival
se exhibió “lo mejor y más auténtico” de la gastronomía quintanarroense, desde los antojitos mayas
(como panuchos, salbutes) hasta productos agropecuarios de comunidades mayas (miel melipona, coco,
cacao) en un tianguis del Mayab. Esta clase de eventos no solo atrae turismo interno y de países vecinos,
sino que refuerza en la población local el valor de su patrimonio culinario. Del lado beliceño, iniciativas
como el Belize International Food and Music Festival (lanzado en 2022) buscan posicionar al país como
destino gastro-cultural, promoviendo tanto platos autóctonos (serré, tamales, parrilladas criollas) como
la innovación de chefs beliceños contemporáneos. Son pasos importantes hacia la consolidación de una
marca gastronómica regional.

Sostenibilidad sociocultural: Un turismo gastronómico sostenible debe empoderar a las comunidades
locales como protagonistas. En la literatura se resalta la importancia de involucrar a las cocineras
tradicionales, agricultores y pequeños emprendedores en la cadena de valor turística. Un ejemplo citado
es el de cooperativas de mujeres indígenas que ofrecen talleres de cocina maya a turistas, como ocurre
en algunas aldeas de Toledo (Belice) y Felipe Carrillo Puerto (QRoo). Estas actividades generan
ingresos directos a las familias, a la vez que sirven para mantener vivas recetas ancestrales. Asimismo,
productos orgánicos locales desde la miel melipona hasta especias locales como la pimienta maya
(x’catal) pueden encontrar mercado entre turistas conscientes, incentivando prácticas agrícolas
tradicionales amigables con el medio ambiente.

Los proyectos de turismo comunitario en la Zona Maya de Quintana Roo integran visitas a milpas,
demostraciones de fabricación de tortillas y degustaciones, complementando la oferta de turismo de
naturaleza y arqueología. Esto responde al llamado de la UNESCO y otros organismos de utilizar el
patrimonio gastronómico como vector de desarrollo sostenible: al salvaguardar técnicas culinarias
tradicionales se protege también la biodiversidad agrícola (variedades locales de maíz, por ejemplo) y
se refuerza la identidad. Torres Oñate et al. (2018) subrayan que la gastronomía, al ser motivación de
viaje, contribuye a afianzar la identidad cultural de los destinos y genera un círculo virtuoso donde
cultura y economía se potencian mutuamente. En la frontera México-Belice, con tantas culturas
conviviendo, el turismo gastronómico bien planificado puede fomentar el orgullo multicultural y el
entendimiento intercultural.
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Por ejemplo, turistas mexicanos que prueban comida garífuna o turistas norteamericanos que aprenden
sobre la cocina maya durante su viaje, se llevan una apreciación más profunda de la diversidad cultural
de la región, reduciendo prejuicios y ampliando horizontes.

Retos y consideraciones: No obstante, la consolidación de la gastronomía como herramienta de turismo
cultural sostenible enfrenta desafíos. Uno de ellos es evitar la folclorización o trivialización de la cultura
culinaria al presentarla al turista. Debe cuidarse la autenticidad de las experiencias: que las
demostraciones culinarias y degustaciones no se conviertan en simples espectáculos
descontextualizados, sino que conserven el significado para la comunidad. Otro reto identificado es la
formación de recursos humanos locales en gastronomía. Para elevar la calidad sin perder raíz, hacen
falta chefs y guías locales capacitados tanto en técnicas culinarias profesionales como en conocimiento
del patrimonio cultural. A este respecto, se han comenzado a impartir talleres y diplomados en
universidades regionales sobre rescate de la cocina tradicional y cocina sostenible, lo cual es una buena
práctica para fortalecer.

La infraestructura es otra área para atender: en poblaciones pequeñas (p. ej., Mahahual, comunidades
rurales) se requiere mejorar instalaciones sanitarias, de almacenamiento de alimentos, y logística para
recibir grupos de visitantes, sin lo cual es difícil aprovechar su potencial gastronómico. Por último, la
promoción inteligente es clave. Algunos autores sugieren que la región aún carece de una imagen
gastronómica definida frente al exterior. Se podría diseñar una campaña de promoción conjunta
México-Belice destacando la gastronomía fronteriza como un atractivo único por ejemplo, creando la
“Ruta del Sabor Maya-Caribe” que incluya paradas en restaurantes típicos de Chetumal, mercados
beliceños, hogares mayas, etc. De hecho, los recientes esfuerzos de turismo binacional entre Quintana
Roo y Belice, como el Pase de Movilidad Turística y campañas de mercadotecnia cruzada, ofrecen una
plataforma ideal para integrar la gastronomía. Voceros turísticos señalan que un turismo bien gestionado
puede ser “ese puente que necesitamos para unir culturas”, y la comida es quizás el elemento cultural
más accesible y disfrutado para lograrlo.

En términos de sostenibilidad ambiental, conviene mencionar que promover la gastronomía local suele
implicar favorecer productos de kilómetro cero, de temporada y técnicas tradicionales de bajo impacto,
lo cual reduce la huella ecológica de la actividad turística.
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Por ejemplo, el uso de leña en fogones con control adecuado, la pesca artesanal para suministrar
pescados frescos a restaurantes locales, o la agroforestería maya (que combina árboles y cultivos) para
proveer insumos, son prácticas que podrían revalorizarse con apoyo del turismo gastronómico,
contribuyendo a la conservación del entorno.

Comparación con estudios previos: Si comparamos la situación actual con la descrita por Güemes-
Ricalde y Ramírez (2012) hace una década, se observa un avance importante. Aquellos autores
indicaban que no existía una identidad gastronómica muy marcada en la zona ni esfuerzos sólidos por
posicionarla turísticamente. Hoy, aunque persisten áreas de mejora, vemos iniciativas concretas:
festivales, comités, integración en planes estratégicos, creación de productos turísticos gastronómicos
incipientes. La identidad gastronómica de la frontera, antes difusa, comienza a articularse alrededor de
la idea de “fusión con raíces”, es decir, una cocina mestiza contemporánea orgullosa de sus diversos
orígenes. Sin embargo, estudios actuales como Griffith & Griffith (2021) aún evidencian que ciertos
elementos tradicionales (como la chaya) siguen subutilizados en el discurso turístico. Esto sugiere que
la transición hacia un turismo cultural plenamente sostenible a través de la gastronomía está en proceso
y no exenta de contradicciones.

CONCLUSIONES

La identidad gastronómica en la frontera sur de México con Belice es un entramado complejo tejido
por siglos de historia compartida, intercambios y adaptaciones. Lejos de constituir una tradición
culinaria estática, en esta región la gastronomía es dinámica: conserva un fuerte núcleo maya-mestizo
a la vez que incorpora influjos afrocaribeños, británicos y globales, reflejando la realidad multicultural
de sus pueblos. Este estudio, a través de una revisión exhaustiva de la literatura reciente, confirma que
la zona posee una herencia culinaria rica y diferenciada con platos, ingredientes y técnicas propias
aunque históricamente no siempre se le dio visibilidad ni se le aprovechó como atractivo turístico.

En años recientes se advierte un cambio de paradigma. Tanto México como Belice reconocen ahora que
la gastronomía es parte integral de su patrimonio cultural y un factor de competitividad turística. En el
sur de Quintana Roo y norte de Belice en particular, se están sentando bases para promover un turismo
gastronómico cultural sostenible. Las acciones van desde la organización de festivales y rutas
gastronómicas hasta la integración de la cocina local en campañas de promoción binacional.
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Estas iniciativas buscan rescatar las prácticas culinarias tradicionales para evitar que se pierdan ante
la estandarización global y estimular la innovación con identidad, es decir, fomentar una fusión
culinaria que sume valor cultural en vez de restarlo.

Los hallazgos discutidos evidencian múltiples beneficios potenciales: revalorizar la identidad y el
orgullo locales, diversificar la economía de comunidades rurales a través de microemprendimientos
gastronómicos, prolongar la estancia de turistas interesados en experiencias auténticas, y propiciar un
intercambio cultural más profundo entre visitantes y residentes. Asimismo, vincular la gastronomía con
el turismo sostenible puede coadyuvar a la conservación de conocimientos tradicionales (por ejemplo,
técnicas agrícolas como la milpa o recetas rituales) y de la biodiversidad (variedades endémicas de
plantas alimenticias), cumpliendo así con una doble misión cultural y ambiental.

No obstante, la revisión también pone de relieve desafíos importantes. Uno de ellos es la gestión
adecuada de la autenticidad: existe el riesgo de comercializar la cultura culinaria de manera superficial
si no se involucra genuinamente a las comunidades portadoras. Otro desafío es la educación y
capacitación: para ofrecer calidad turística sin sacrificar identidad, se requiere formar personal local
que sea a la vez conocedor de sus tradiciones y capaz de innovar. La infraestructura en destinos
emergentes es otro punto para mejorar, al igual que la articulación de esfuerzos público-privados en una
estrategia coherente de turismo gastronómico regional. Aún persiste cierta fragmentación en la
promoción: por ejemplo, mientras Yucatán se vende claramente a través de su cocina, Quintana
Roo/Belice deben trabajar en construir una narrativa gastronómica convincente (posiblemente conjunta,
dada su cercanía cultural).

Este estudio, de carácter exploratorio y documental, abre diversas líneas futuras de investigación. Una
prioridad es realizar estudios de campo sobre las percepciones de turistas respecto a la gastronomía
local en Chetumal, Bacalar, Belice, etc., para medir qué tan reconocida y valorada es y qué experiencias
buscan (dando continuidad a encuestas como las de Güemes-Ricalde & Ramírez en 2012, pero
actualizadas a 2025). Igualmente, son necesarios trabajos etnográficos en comunidades para
documentar con mayor profundidad las recetas tradicionales en riesgo de olvido y las visiones de sus
portadores sobre el turismo; por ejemplo, ¿qué opinan las cocineras mayas o garífunas del turismo
gastronómico?, ¿cómo quieren ellas que se presente su cocina al mundo?
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Otra línea relevante es evaluar el impacto socioeconómico concreto de iniciativas de turismo
gastronómico que ya operan (festivales, rutas, talleres) en términos de generación de empleo local,
preservación cultural y sostenibilidad ambiental. Esto permitirá afinar dichas iniciativas con base en
evidencia. Finalmente, sería valioso un estudio comparativo con otras fronteras o regiones
multiculturales (p.ej., la frontera México-Guatemala, o el Caribe insular) para identificar buenas
prácticas de desarrollo turístico gastronómico que pudieran replicarse o adaptarse en la frontera México-
Belice.

En conclusión, la identidad gastronómica fronteriza México-Belice está en proceso de consolidación,
alimentada por tradición y fusión a partes iguales. Si se logra integrar esta identidad en el modelo de
turismo cultural de manera respetuosa y creativa, la región puede convertir su diversidad culinaria en
una ventaja competitiva y, más importante aún, en un vehículo de desarrollo sostenible que beneficie a
sus comunidades y enorgullezca a sus habitantes. La mesa está servida; corresponde ahora a actores
locales, autoridades, academia y sector privado seguir trabajando de forma colaborativa para que cada
platillo típico, cada historia detrás de una receta y cada sabor heredado encuentren su justo lugar en el
panorama turístico y cultural del siglo XXI.

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