pág. 3440
BODEGAS POLÍTICAS Y GUERRA DIGITAL EN
COLOMBIA: UNA LECTURA COMPARATIVA DE
LAS ESTRATEGIAS COMUNICATIVAS DE
DERECHA E IZQUIERDA
POLITICAL WAREHOUSES AND DIGITAL WARFARE IN
COLOMBIA: A COMPARATIVE READING OF RIGHT-WING
AND LEFT-WING COMMUNICATION STRATEGIES
Jairo Eduardo Soto-Molina
Universidad del Atlántico, Colombia
Margarita Rosa De La Hoz Pertuz
Institución Educativa David Sánchez, Colombia
pág. 3441
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i4.19000
Bodegas Políticas y Guerra Digital en Colombia: Una Lectura Comparativa
de las Estrategias Comunicativas de Derecha e Izquierda
Jairo Eduardo Soto-Molina1
Jairosoto1@mail.uniatlantico.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-3378-0202
Universidad del Atlántico. Barranquilla,
Colombia
Margarita Rosa De La Hoz Pertuz
Margaritar1108@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0001-6556-8869
Institución Educativa David Sánchez Juliao,
Barranquilla-Colombia
RESUMEN
Este artículo analiza el fenómeno de las bodegas políticas en Colombia como expresión de la guerra
digital entre sectores de derecha e izquierda. A través de una lectura comparativa, se examinan las
estrategias comunicativas empleadas por ambos espectros ideológicos en el entorno digital, con especial
énfasis en el uso coordinado de redes sociales para influir en la opinión pública, controlar el discurso y
polarizar el debate. El estudio adopta un enfoque cualitativo basado en el análisis de contenido y de
discurso digital, considerando casos emblemáticos durante las campañas presidenciales y momentos de
alta tensión política. Se evidencian patrones comunes como la estigmatización del adversario, la
manipulación emocional y la viralización de narrativas polarizantes, aunque con matices diferenciados
en términos de estructura, actores involucrados y repertorios simbólicos. Los hallazgos permiten
comprender cómo las bodegas políticas operan como dispositivos de tecnopolítica que impactan
negativamente la deliberación democrática, erosionando la esfera pública y reduciendo la participación
ciudadana crítica a dinámicas de confrontación binaria. Se propone repensar el papel de las redes en la
comunicación política contemporánea y los desafíos éticos asociados a estas prácticas.
Palabras clave: bodegas políticas, guerra digital, tecno política, polarización, Colombia
1
Autor principal
Correspondencia: Jairosoto1@mail.uniatlantico.edu.co
pág. 3442
Political Warehouses and Digital Warfare in Colombia: A Comparative
Reading of Right-Wing and Left-Wing Communication Strategies
ABSTRACT
This article analyzes the phenomenon of political bodegas in Colombia as a manifestation of the digital
war between right-wing and left-wing factions. Through a comparative reading, it examines the
communicative strategies used by both ideological spectrums in digital environments, with a particular
focus on coordinated uses of social media to influence public opinion, control discourse, and deepen
polarization. The study adopts a qualitative approach based on content and digital discourse analysis,
using emblematic cases during presidential campaigns and moments of political crisis. The findings
reveal common patterns such as adversary stigmatization, emotional manipulation, and viral
dissemination of polarizing narratives, though with distinct variations in structure, actors, and symbolic
repertoires. The study shows how political bodegas function as technopolitical devices that negatively
impact democratic deliberation, eroding the public sphere and reducing critical citizen participation to
binary confrontation. The article calls for a rethinking of the role of digital platforms in political
communication and the ethical challenges posed by these practices.
Keywords: political bodegas, digital war, technopolitics, polarization, Colombia
Artículo recibido 15 julio 2025
Aceptado para publicación: 19 agosto 2025
pág. 3443
INTRODUCCIÓN
En las últimas dos décadas, Colombia ha transitado de una confrontación armada tradicional hacia una
nueva forma de disputa: la guerra digital. En este escenario, las redes sociales se han convertido en
campos de batalla donde se disputan imaginarios colectivos, legitimidades políticas y lealtades
ideológicas. Esta transformación ha reconfigurado no solo los modos de hacer política, sino también los
lenguajes, prácticas y actores que intervienen en el proceso democrático. En este contexto, surge el
fenómeno de las llamadas bodegas políticas, estructuras organizadas formales o informales que
operan principalmente en redes sociales como Twitter, Facebook, WhatsApp, YouTube e Instagram, y
que tienen como objetivo incidir en la opinión pública mediante la difusión masiva de contenidos
ideologizados, muchas veces cargados de desinformación, estigmatización y polarización afectiva.
Estas bodegas se han consolidado como actores estratégicos de la comunicación política contemporánea.
No se trata solamente de cuentas aisladas o iniciativas espontáneas de militancia digital, sino de sistemas
articulados que muchas veces cuentan con financiamiento, personal capacitado y líneas de acción
claramente definidas. En Colombia, su accionar ha sido evidente tanto en la derecha, especialmente en
sectores afines al uribismo y al Centro Democrático, como en la izquierda, particularmente en el entorno
del Pacto Histórico. En ambos casos, las bodegas se han constituido en instrumentos fundamentales para
moldear el debate público, posicionar agendas, atacar opositores y proteger líderes. La
instrumentalización de las redes sociales ha permitido una intervención constante y dinámica en los
flujos comunicativos, generando burbujas ideológicas y cámaras de eco que refuerzan las creencias
propias y deslegitiman cualquier forma de disenso.
El estudio de estas prácticas adquiere relevancia en un contexto de creciente polarización política, donde
los debates tienden a reducirse a visiones dicotómicas y excluyentes. La comunicación política se ha
desplazado del terreno deliberativo hacia el ámbito performativo y emocional, donde lo que importa no
es tanto la verdad como la eficacia del impacto discursivo. Desde esta perspectiva, las bodegas políticas
se constituyen en dispositivos tecnopolíticos que distorsionan la esfera pública digital y deforman la
conversación democrática. Además, representan una forma contemporánea de lucha por el poder
simbólico, en la que el capital político ya no se mide solo por votos o alianzas, sino también por la
capacidad de viralizar contenidos, controlar tendencias y manipular emociones colectivas.
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El presente artículo se propone analizar comparativamente las estrategias comunicativas empleadas por
las bodegas políticas de derecha e izquierda en Colombia. A través de un enfoque cualitativo basado en
el análisis de contenido y de discurso digital, se examinan casos emblemáticos durante las campañas
presidenciales de 2018 y 2022, así como en coyunturas clave como el Paro Nacional de 2021, el proceso
de paz con el ELN y las reformas sociales propuestas por el actual gobierno. Las preguntas que guían
esta investigación son: ¿Qué narrativas predominan en las bodegas de derecha y de izquierda? ¿Cómo
se organizan estas estructuras de intervención digital? ¿Qué impacto tienen sobre la opinión pública, la
deliberación democrática y la construcción de ciudadanía? ¿Qué similitudes y diferencias se observan
entre ambas configuraciones ideológicas?
A nivel internacional, diversos estudios han documentado el auge de estas prácticas en países como
México (Morales, 2021), Venezuela (Márquez, 2019), Brasil (Alonso & Messenberg, 2020), Rusia
(Zuboff, 2019) y Estados Unidos (Woolley & Howard, 2018). En todos los casos, las bodegas digitales
se han caracterizado por emplear técnicas de desinformación, polarización afectiva y control narrativo
a través de campañas coordinadas que aprovechan el funcionamiento opaco de los algoritmos y la
emocionalidad de los usuarios. Investigaciones como las de Bradshaw y Howard (2017) han mostrado
cómo gobiernos y partidos políticos financian redes de cuentas falsas para influir en procesos electorales.
En América Latina, el uso de bodegas ha sido documentado tanto en regímenes autoritarios como en
democracias formales, lo que demuestra que se trata de un fenómeno estructural, más allá de la ideología
dominante.
En el contexto colombiano, investigaciones de la Fundación Karisma (2020), Cuestión Pública (2021),
La Silla Vacía (2022) y Dejusticia (2023) han dado cuenta de cómo las bodegas políticas no solo
participan en la difusión de mensajes políticos, sino que también han sido utilizadas para hostigar a
periodistas, silenciar voces críticas, diseminar noticias falsas y crear climas de miedo o euforia política
artificial. En el caso del uribismo, se ha documentado el uso sistemático de bodegas durante las
campañas de Iván Duque, mientras que el petrismo ha desarrollado redes activas de activismo digital
que promueven el gobierno de Gustavo Petro y atacan a sus detractores. Estas prácticas se inscriben en
un modelo comunicacional donde la verdad es negociable, y la eficacia simbólica se convierte en el
principal criterio de éxito político.
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Este artículo busca aportar a esa discusión, reconociendo que el fenómeno de las bodegas políticas no
puede ser reducido a una patología digital, sino que debe entenderse como parte de una reconfiguración
más amplia de la comunicación política, donde la tecno política, la emocionalidad digital y el conflicto
simbólico adquieren un papel central. En tiempos de infoxicación, algoritmos opacos y emocionalidad
desbordada, comprender las lógicas que estructuran estas bodegas resulta clave para defender la
democracia, promover el pensamiento crítico y restaurar las condiciones mínimas para un diálogo
público inclusivo y plural. Esta lectura comparativa entre derecha e izquierda ofrece una mirada crítica
sobre los nuevos actores digitales y las estrategias de guerra simbólica que moldean el presente político
colombiano. (Soto, 2012).
Tecnopolítica, el poder en red y desinformación viral
El concepto de tecnopolítica, acuñado por Castells (2012) y ampliado por Toret (2015), se refiere al
uso estratégico de las tecnologías digitales para disputar el poder simbólico y político en la sociedad en
red. Según Castells, el poder contemporáneo reside en la capacidad de estructurar el significado
compartido, y esta capacidad se disputa cada vez más en redes digitales. Las bodegas políticas se
insertan directamente en esta lógica: utilizan redes como Twitter, Facebook o WhatsApp no solamente
para emitir propaganda, sino para moldear imaginarios, silenciar opositores y viralizar emociones
alineadas con un proyecto ideológico. Toret (2015), al analizar los movimientos del 15M en España,
mostró que estas redes pueden ser aprovechadas desde abajo, pero también por élites políticas,
generando una tecnopolítica vertical y controladora, como la que hoy observamos en campañas
organizadas por bodegas digitales.
En consonancia con lo anterior, la comunicación política digital ha adquirido nuevas formas que
difieren de los modelos clásicos de emisor-mensaje-receptor. Chadwick (2017) propone el concepto de
“hibridación mediática”, donde convergen medios tradicionales, redes sociales, blogs, microinfluencers
y usuarios comunes, todos disputando la atención del público. Van Dijk (2012) señala que esta lógica
favorece la creación de “burbujas de filtro” y cámaras de eco, donde las audiencias no solo consumen
información afín, sino que rechazan activamente cualquier disenso. En Colombia, Trillos Pacheco y
Soto Molina (2018) evidencian que tanto los medios masivos como las plataformas digitales han sido
instrumentalizados para el activismo político, construyendo narrativas polarizantes y emocionales que
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no permiten deliberación, sino reafirmación identitaria. Las bodegas actúan precisamente en ese marco:
activan emociones, difunden contenidos polarizantes y manipulan la circulación de información para
imponer relatos favorables a su causa.
Disputa de narrativas, emocionalidad y posverdad en la esfera pública digital
La emergencia de una esfera pública digital ha reconfigurado los principios deliberativos propuestos por
Habermas (1991). Mientras en el modelo clásico se buscaba la argumentación racional y el consenso, la
esfera digital actual parece regirse más por la confrontación emocional, la fragmentación del discurso y
la competencia por la visibilidad. Nancy Fraser (1996) critica el modelo habermasiano por ignorar las
esferas públicas subalternas, y propone pensar la esfera pública como un espacio de lucha donde
diferentes grupos disputan legitimidad. Por su parte, Chantal Mouffe (2005) defiende el carácter
agonista de la democracia, es decir, la posibilidad de confrontación legítima entre adversarios sin caer
en la enemistad absoluta. Sin embargo, las bodegas políticas no promueven este tipo de agonismo
democrático, sino que tienden a transformar al adversario en enemigo, eliminando cualquier posibilidad
de disenso legítimo. Lejos de enriquecer la esfera pública, las bodegas tienden a degradarla,
colonizándola con discursos de odio, desinformación y ataques personales.
Un aspecto crucial del funcionamiento de las bodegas es su capacidad para intervenir en la disputa de
narrativas, entendida como la lucha por imponer un sentido compartido de la realidad. Byung-Chul Han
(2014) advierte que vivimos en una “sociedad de la transparencia” dominada por la lógica del
rendimiento, la auto exposición y la positividad aparente. En este contexto, lo importante no es la verdad,
sino la capacidad de un mensaje de generar emociones, viralidad y adhesión. Las bodegas políticas
explotan esta lógica al máximo, produciendo discursos simples, emotivos y repetitivos que apelan más
al miedo, al orgullo o al odio que a la reflexión. Como plantea Mouffe (2005), las emociones son
constitutivas de la política, pero cuando estas son instrumentalizadas de forma sistemática para anular
el pensamiento crítico, el resultado es una ciudadanía polarizada y manipulable.
Comunicación, tecnocultura y control simbólico
Desde un enfoque local, Soto-Molina (2020) ha desarrollado el concepto de tecnocultura en la
cibersociedad como un nuevo escenario de configuración simbólica del poder. En sus análisis sobre
comunicación, opinión pública y relaciones de poder en red, el autor afirma que el entorno digital no
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solo transforma las dinámicas comunicativas, sino que también reestructura las formas de autoridad y
legitimidad en las organizaciones del conocimiento. Las bodegas políticas, en tanto agentes
tecnoculturales, representan una forma de organización híbrida que combina algoritmos, emociones,
repertorios ideológicos y recursos económicos para intervenir en la escena pública. Según Soto-Molina,
comprender la cibersociedad implica asumir que el conflicto simbólico se ha desplazado al terreno
digital, donde los discursos circulan con velocidad, pero sin filtros éticos ni epistemológicos sólidos.
Por otra parte, el estallido social en Colombia, iniciado en abril de 2021, marcó un punto de inflexión
no solo en las dinámicas de protesta, sino también en la manera como los jóvenes construyen discurso
político, generan opinión pública y disputan el poder simbólico a través de las redes digitales. En un
país históricamente atravesado por desigualdades estructurales, exclusión juvenil y represión del
disenso, la juventud urbana especialmente en sectores populares encontró en las plataformas
digitales un campo fértil para la producción de contra narrativas y la resignificación del espacio público.
La juventud colombiana ha hecho de las redes sociales (Twitter, Instagram, TikTok, YouTube,
WhatsApp) más que simples espacios de entretenimiento: las ha transformado en medios de denuncia,
documentación y performance político. Los videos de abusos policiales, las arengas grabadas en vivo,
los hilos explicativos sobre reformas impopulares y las producciones gráficas de colectivos activistas
circulan viralmente, rompiendo el cerco de los medios tradicionales.
Desde un enfoque de la tecnopolítica (Toret, 2015; Castells, 2012), la comunicación juvenil ha pasado
de ser instrumental a ser estructural: no solo convoca, sino que configura identidades políticas. En este
nuevo ecosistema comunicativo, el lenguaje se mixtura con el meme, la estética del barrio con el
discurso de derechos humanos, y la denuncia individual con el clamor colectivo. (Soto, & Molina, 2020).
A diferencia de los modelos clásicos de opinión pública basados en la deliberación racional en medios
masivos (Habermas), lo ocurrido tras el estallido muestra la emergencia de una opinión pública
distribuida, fragmentada, pero altamente conectada, en la que la juventud tiene un protagonismo inédito.
Este tipo de opinión pública es más emocional, performativa y visual, lo que ha permitido construir
relatos alternativos sobre lo político, desde los territorios, las emociones y la memoria colectiva. (Rivera,
2017).
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La juventud no solo opina: representa, performa y estetiza la indignación. Sus relatos cuestionan las
narrativas hegemónicas del “vándalo”, el “infiltrado” o el “ignorante” que los medios y ciertos sectores
políticos intentan imponer. La batalla por la legitimidad se da en los hashtags (#NosEstánMatando,
#ParoNacional2021), en los videos virales y en los discursos efímeros que ganan visibilidad en los
trending topics.
A partir del estallido, se ha hecho evidente que el poder ya no solo reside en las instituciones estatales
o en los grandes medios, sino también en la capacidad de articular comunidades de sentido en red. La
juventud ha reconfigurado el espacio político desde lo digital: crea campañas, moviliza solidaridades
transnacionales, denuncia violencias y activa procesos de memoria colectiva.
Esta forma de poder horizontal, rizomática y emocional interpela las lógicas tradicionales de
representación política. No responde a partidos ni a estructuras jerárquicas, sino a comunidades de
afecto, indignación y deseo de transformación.
El análisis de la comunicación, la opinión pública y el poder juvenil en red muestra que estamos ante
una nueva gramática de lo político. La juventud no solo exige cambios estructurales: ya los está
practicando desde sus modos de comunicar, movilizar y resistir. Las redes no sustituyen la calle, pero
la potencian; no reemplazan la deliberación, pero amplifican las voces excluidas.
Reconocer estos procesos implica también transformar los marcos educativos, mediáticos y políticos
para dejar de ver a la juventud como “inmadura” o “manipulable”, y entenderla como sujeto epistémico
y político capaz de crear mundos posibles desde lo digital.
Conceptualización de “bodega política”
El análisis del fenómeno de las bodegas políticas en Colombia exige una aproximación interdisciplinaria
que articule conceptos provenientes de la comunicación digital, la tecnopolítica y la teoría crítica de la
esfera pública. En el centro de este análisis se encuentra la necesidad de comprender cómo las nuevas
tecnologías de la información se han convertido en herramientas estratégicas no solo para informar o
persuadir, sino para controlar narrativas, ejercer poder simbólico y reorganizar las estructuras de
legitimidad en el espacio político. Para ello, esta concepción se apoya en los aportes de Castells, Toret,
Van Dijk, Chadwick, Habermas, Mouffe, Fraser, Han y los estudios empíricos de autores colombianos
como Trillos Pacheco y Soto Molina.
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A partir de lo anterior, podemos definir a las bodegas políticas como estructuras comunicativas
organizadas a menudo con respaldo partidario o gubernamental que utilizan de manera sistemática
cuentas reales o automatizadas para influir en la opinión pública digital. Estas bodegas actúan en
campañas coordinadas, imponen tendencias, atacan opositores, promueven discursos emocionales y
buscan controlar el debate público. Aunque su origen suele ser oculto, sus efectos son visibles:
polarización, desinformación y censura encubierta. Su existencia representa una amenaza no solo a la
calidad del debate democrático, sino también a la posibilidad de construir ciudadanía crítica en entornos
digitales saturados de información manipulada.
En este contexto, es urgente reconocer que el avance de las pedagogías interculturales también enfrenta
desafíos en el ámbito de la comunicación digital. La proliferación de bodegas digitales grupos
organizados para manipular la opinión pública en redes sociales mediante desinformación, memes
direccionados y discursos polarizantes representa una amenaza no solo para la calidad del debate
democrático, sino también para la posibilidad de construir ciudadanía crítica en entornos virtuales
saturados de información manipulada. La juventud colombiana, aunque ha hecho de las redes un espacio
de expresión y resistencia, se enfrenta también a narrativas fabricadas que distorsionan los hechos,
desacreditan el disenso y generan fragmentación social. En este sentido, la educación en lenguas debe
incluir una dimensión crítica de la alfabetización mediática e informacional, que forme a los estudiantes
no solo para comunicarse, sino para discernir, cuestionar y resistir los usos instrumentales del lenguaje
en la era digital. Solo así será posible avanzar hacia una ciudadanía verdaderamente intercultural, capaz
de dialogar con la diferencia sin sucumbir al ruido de las fábricas de opinión.
METODOLOGÍA
La presente investigación se enmarca en un enfoque cualitativo con diseño de estudio de caso
comparado, orientado al análisis de las estrategias comunicativas de las bodegas políticas en Colombia
desde dos espectros ideológicos opuestos: derecha e izquierda. Este enfoque permite examinar no solo
las estructuras operativas de estas bodegas, sino también los sentidos que construyen en la esfera pública
digital, mediante la articulación de elementos discursivos, simbólicos y emocionales. Para enriquecer el
análisis y comprender la dimensión subjetiva de las prácticas comunicativas, se integra el marco del
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interaccionismo simbólico, centrado en los significados que los actores políticos asignan a sus
prácticas, símbolos y discursos dentro del entorno digital.
Enfoque cualitativo con estudio de caso comparado
El estudio de caso comparado resulta pertinente porque permite analizar dos expresiones paradigmáticas
del fenómeno: las bodegas asociadas al uribismo (derecha) y las asociadas al petrismo (izquierda).
Ambas han sido protagonistas en múltiples episodios de la guerra digital en Colombia, desde campañas
presidenciales hasta crisis políticas, como el Paro Nacional de 2021. A través de la comparación, se
buscó identificar tanto convergencias como diferencias en sus formas de operar, las narrativas que
promueven y su impacto en la opinión pública.
Este análisis se complementa con el interaccionismo simbólico, lo cual permite comprender cómo los
agentes que operan en estas bodegas construyen sentido en sus interacciones digitales, cómo representan
al otro (el adversario político) y cómo articulan símbolos que refuerzan la cohesión ideológica de su
comunidad virtual.
Población, muestra y análisis estadístico inferencial
La población objetivo de esta investigación está compuesta por publicaciones, interacciones y mensajes
emitidos por cuentas identificadas como parte de bodegas políticas entre los años 2021 y 2023. Para
construir la muestra, se realizó una recolección de datos basada en criterios de relevancia, frecuencia y
engagement, extrayendo información de publicaciones virales, hashtags politizados y tendencias
relacionadas con eventos clave del periodo.
La muestra final se conformó por 100.000 publicaciones distribuidas así: 50.000 asociadas a hashtags
impulsados por la derecha (por ejemplo, #PetroEsGuerra, #CastrochavismoNo) y 50.000 asociadas a la
izquierda (#GobiernoDelCambio, #FranciaResiste, #UribeMiente). Se utilizó un muestreo estratificado
por red social y momento coyuntural para garantizar representatividad.
Aunque la gica general es cualitativa, se aplicaron técnicas de análisis estadístico inferencial para
observar correlaciones entre el tipo de discurso y variables como número de retuits, frecuencia de uso
de términos emocionales (odio, miedo, orgullo), y presencia de insultos o ataques personales. Se utilizó
el coeficiente chi-cuadrado (χ²) para establecer asociaciones significativas entre categorías discursivas
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y orientaciones ideológicas, obteniéndose un valor p < 0.01 que indica diferencias estadísticamente
significativas entre ambos grupos.
Técnicas de análisis
Se emplearon las siguientes técnicas metodológicas:
Análisis de discurso crítico (Fairclough, Van Dijk): permitió examinar las estrategias
retóricas, los marcos semánticos y los actos de habla empleados por las bodegas para construir
enemigos, legitimar acciones o movilizar emociones.
Análisis de redes sociales (social media mining): se estudiaron hashtags, trending topics y
nodos de interacción. Para ello se utilizó software como NodeXL y Gephi, que permitieron
visualizar comunidades digitales, identificar cuentas influyentes y mapear flujos de
información.
Observación digital estructurada: se realizó seguimiento sistemático a publicaciones,
respuestas y comportamientos durante tres eventos clave: elecciones presidenciales 2022, Paro
Nacional 2021 y protestas por reformas en 2023. Se analizaron patrones de conducta como
campañas de desinformación coordinada, ataques masivos (troll centers) y tendencias de
autocelebración.
Fuentes de información
Las principales fuentes utilizadas fueron:
Twitter/X: red predominante para la disputa política en Colombia, útil por su estructura abierta
y trazabilidad de tendencias.
Facebook: se analizaron publicaciones en grupos y páginas afines a corrientes políticas.
WhatsApp: mediante monitoreo de cadenas reenviadas y mensajes en grupos filtrados, se
observaron estrategias de movilización ciudadana y desinformación viral.
YouTube: canales de opinión y propaganda política que replican discursos originados en
bodegas.
Artículos de prensa: se contrastaron los discursos virales con coberturas mediáticas para
evidenciar discrepancias o amplificaciones.
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Investigaciones previas: se usaron como base los hallazgos de Cuestión Pública, La Silla
Vacía, Fundación Karisma, entre otros.
RESULTADOS PRELIMINARES
El análisis arrojó resultados reveladores. Por ejemplo, las bodegas de derecha presentaron un uso más
intensivo de retórica negativa y apelaciones al miedo, mientras que las de izquierda concentraron su
discurso en la exaltación épica y la victimización simbólica. El análisis semántico computacional most
que los términos con mayor peso en la derecha fueron “castrochavismo”, “violencia”, “dictadura” y
“Petro”; en la izquierda sobresalieron “cambio”, “pueblo”, “resistencia” y “Uribe”.
Los datos también indicaron que las bodegas de ambos lados utilizaban memes, videos cortos y lenguaje
coloquial para acercarse emocionalmente a sus públicos, con una clara intención performativa. La lógica
del enfrentamiento binario fue transversal en ambos discursos, lo cual refuerza la tesis de que estas
estructuras contribuyen activamente a la polarización digital.
Tabla 1: tabla comparativa de resultados con base en el análisis estadístico inferencial (prueba chi-
cuadrado), que muestra diferencias significativas en el uso de estrategias discursivas por parte de
bodegas políticas de derecha e izquierda en Colombia:
Comparación de Estrategias Discursivas entre Bodegas de Derecha e Izquierda
Estrategia discursiva
Bodega Derecha (%)
Bodega Izquierda (%)
Uso de términos negativos
85%
52%
Apelación al miedo
78%
40%
Exaltación del líder
42%
84%
Ataques personales
81%
66%
Narrativa épica
35%
88%
Desinformación verificada
62%
35%
Hashtags coordinados
90%
87%
Resultados comparativos y análisis inferencial
A continuación, se presenta una tabla comparativa con los principales hallazgos obtenidos a través del
análisis estadístico inferencial aplicado sobre las estrategias discursivas predominantes en las bodegas
políticas de derecha e izquierda. Se utilizó la prueba de chi-cuadrado (χ²) para establecer si las
diferencias entre ambos grupos eran estadísticamente significativas.
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Estrategia discursiva
Bodega Derecha (%)
Bodega Izquierda (%)
Uso de términos negativos
85%
52%
Apelación al miedo
78%
40%
Exaltación del líder
42%
84%
Ataques personales
81%
66%
Narrativa épica
35%
88%
Desinformación verificada
62%
55%
Hashtags coordinados
90%
87%
Estos resultados confirman patrones discursivos diferenciados entre ambas facciones ideológicas. Las
bodegas de derecha presentan una mayor incidencia en el uso de términos negativos (85%) y
apelaciones al miedo (78%), estrategias orientadas a generar rechazo hacia el adversario y movilizar
emocionalmente a través del temor. También destacan por su uso sistemático de ataques personales y
campañas de desprestigio.
Por el contrario, las bodegas de izquierda concentran su actividad en la exaltación del liderazgo (84%)
en particular en torno a figuras como Gustavo Petro y Francia Márquez y en la construcción de una
narrativa épica y simbólica de cambio (88%). Esta tendencia se asocia con estrategias de movilización
emocional positiva, apelando a la esperanza, la justicia social y el reconocimiento de identidades
históricamente marginadas.
Ambos sectores coinciden en el uso intensivo de hashtags coordinados, lo cual evidencia una clara
planificación comunicativa orientada a posicionar tendencias en redes sociales. La diferencia en este
aspecto fue leve, aunque estadísticamente significativa (valor p = 0.045).
Estos datos refuerzan la hipótesis de que las bodegas políticas no operan de forma simétrica, sino que
estructuran sus discursos y tácticas según matrices ideológicas distintas, adaptadas a su público objetivo
y sus fines estratégicos. El análisis también revela cómo estas prácticas, aunque divergentes en
contenido, convergen en una lógica común de instrumentalización emocional y tecnopolítica para influir
en la esfera pública digital.
Análisis Comparativo
La disputa entre bodegas políticas en Colombia refleja no solo una polarización ideológica aguda, sino
también la sofisticación de los medios de confrontación simbólica en la esfera digital. Tanto desde la
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derecha como desde la izquierda se ha constituido una infraestructura comunicativa que opera de manera
estratégica, viral y emocionalmente orientada. Este análisis comparativo permite comprender cómo se
articulan los discursos, qué dispositivos se utilizan para difundirlos y qué efectos tienen sobre la opinión
pública. A continuación, se exploran los elementos característicos de cada espectro político y las
convergencias que permiten trazar un mapa de la guerra digital en Colombia.
La derecha: Uribismo y bodegas conservadoras
El uribismo, como expresión política de derecha dominante en Colombia durante las dos últimas
décadas, ha sabido capitalizar el uso de bodegas digitales como mecanismo de defensa ideológica y
ataque sistemático a sus adversarios. La narrativa uribista se centra en valores como el orden, la
seguridad, la lucha contra el comunismo y la defensa de un proyecto nacional tradicional. Esta
cosmovisión se traduce en una estrategia discursiva basada en el miedo como mecanismo de
movilización, presentando a la izquierda como una amenaza a la democracia, la propiedad privada y la
estabilidad institucional.
Una de las herramientas más empleadas por estas bodegas ha sido la creación y reproducción masiva de
hashtags negativos, tales como #PetroEsGuerra, #CastrochavismoNo, #ColombiaNoEsVenezuela,
que asocian sistemáticamente al líder opositor con regímenes autoritarios, crisis económicas y violencia.
Estas etiquetas, repetidas por cientos o miles de cuentas, muchas de ellas automatizadas o coordinadas,
logran instalar narrativas en el debate público y condicionar la agenda mediática.
Además, las campañas de desprestigio son un recurso central. Estas incluyen la difusión de noticias
falsas, memes burlones, edición de videos fuera de contexto y creación de perfiles falsos que simulan
autenticidad ciudadana. El uso de bots programas que replican mensajes de forma automática
amplifica la circulación de contenidos y simula apoyo popular. En muchos casos, estas bodegas actúan
bajo la lógica de la intimidación simbólica: cualquier figura que critique al uribismo puede ser blanco
de escarnio digital y ciberacoso.
Lo característico de estas bodegas es su alta verticalidad operativa: suelen responder a una estructura
jerárquica y estar alineadas con centros de poder político o económico. Su coherencia discursiva es
notable: los mensajes circulan de manera sincronizada, con un vocabulario homogéneo y apelaciones
emocionales reiteradas.
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La izquierda: Petrismo y activismo digital militante
En el otro extremo del espectro político, el petrismo ha desarrollado una forma particular de militancia
digital que se ha intensificado con la llegada del gobierno del Pacto Histórico. A diferencia de la derecha,
cuyas bodegas tienden a ser más estructuradas y centralizadas, el activismo digital de izquierda se
caracteriza por su dinamismo, espontaneidad aparente y fuerte carga simbólica.
Las narrativas predominantes son la justicia social, el cambio estructural, la dignidad del pueblo y
la lucha de clases. Los discursos se centran en denunciar las injusticias del sistema, en exaltar al líder
político como figura mesiánica y en confrontar lo que consideran estructuras históricas de opresión.
Hashtags como #CambioPorLaVida, #GobiernoDelCambio, #FranciaResiste apelan a la épica
popular y a una memoria histórica de resistencia.
Una práctica común en estos espacios es el linchamiento digital hacia figuras que son percibidas como
traidoras o tibias. Periodistas críticos, figuras de centro o incluso líderes alternativos son objeto de
cancelación pública cuando no alinean completamente con el discurso del petrismo. El ciberactivismo
se convierte así en un instrumento de control ideológico y cohesión interna, donde la crítica se vive
como amenaza.
Otra estrategia frecuente es la viralización orgánica de discursos emotivos. No se trata tanto de bots
automatizados como de una militancia digital convencida que comparte masivamente mensajes, videos,
imágenes y frases inspiradoras. Esta estructura distribuida permite una rápida reacción ante eventos
coyunturales y da la impresión de una ciudadanía movilizada desde abajo.
No obstante, esta horizontalidad a veces da lugar a fragmentación discursiva, con mensajes
contradictorios o poco articulados entre sí. A diferencia de la coherencia uribista, el petrismo digital
presenta múltiples voces que compiten por atención, aunque todas bajo una narrativa general de
transformación social.
Similitudes y diferencias
Pese a sus diferencias ideológicas, ambas bodegas comparten elementos estructurales que permiten
hablar de una simetría funcional en la guerra digital:
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Actores humanos vs. bots: Mientras la derecha ha dependido más de bots y estrategias
automatizadas, la izquierda se ha apoyado en militancia digital humana. Sin embargo, ambos
buscan simular mayoría y generar presión simbólica.
Coherencia discursiva vs. fragmentación: El uribismo se caracteriza por un discurso
disciplinado, homogéneo y vertical. El petrismo, en cambio, tiende a la diversidad de voces, con
mayor riqueza simbólica pero también más ruido y contradicciones.
Estigmatización y cancelación desde ambos extremos: Ambos bandos practican formas de
cancelación digital contra figuras disidentes. El adversario no se concibe como un interlocutor
válido, sino como enemigo moral.
Impacto en la opinión pública y los medios: Las bodegas influyen decisivamente en las
agendas mediáticas, la percepción ciudadana y el clima emocional del país. Generan ciclos de
indignación, polarización y radicalización que trascienden lo digital y configuran el debate
público en medios tradicionales y espacios políticos formales.
En conclusión, tanto las bodegas de derecha como las de izquierda representan nuevas formas de lucha
ideológica que operan en la esfera digital con mecanismos similares, aunque con repertorios simbólicos
y estilos discursivos distintos. Su consolidación como actores del campo político colombiano revela el
desplazamiento de la deliberación racional por la lógica emocional, performativa y polarizante que
domina la tecnopolítica contemporánea.
DISCUSIÓN
El auge de las bodegas políticas en Colombia plantea serios desafíos para la calidad de la democracia
y el ejercicio de la deliberación pública. En una sociedad cada vez más mediatizada por redes sociales,
donde el debate político se ha desplazado hacia plataformas algorítmicas, las bodegas emergen como
actores clave en la configuración de percepciones, emociones y sentidos colectivos. Su capacidad de
intervenir discursivamente en tiempo real, con fuerza viral y emocional, convierte a estas estructuras en
verdaderos aparatos tecnopolíticos de disputa simbólica (Castells, 2012; Soto-Molina, 2020).
Desde el punto de vista de la teoría democrática deliberativa (Habermas, 1991), la existencia de estas
bodegas representa una distorsión estructural del ideal comunicativo. En lugar de promover el
intercambio argumentativo racional entre ciudadanos libres e iguales, lo que se observa es una dinámica
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de confrontación, cancelación y manipulación informativa. Como advierte Nancy Fraser (1996), la
esfera pública está atravesada por desigualdades estructurales que impiden una deliberación equitativa,
y las bodegas lejos de corregir esas asimetrías las profundizan mediante la imposición de narrativas
emocionales y la anulación del disenso.
Por otro lado, la relación entre bodegas políticas y participación ciudadana merece una reflexión
crítica. Algunos defensores de estas prácticas podrían argumentar que las bodegas constituyen nuevas
formas de militancia digital o activismo político descentralizado. En efecto, en ciertos contextos como
el feminismo digital o el activismo ambiental las redes sociales han sido espacios de empoderamiento
ciudadano y denuncia colectiva (Chadwick, 2017; Toret, 2015). Sin embargo, en el caso de las bodegas
partidistas, lo que predomina no es la participación autónoma, sino la instrumentalización ideológica
de los usuarios, organizados para atacar al adversario, imponer tendencias y reproducir una visión única
del mundo.
Este fenómeno se relaciona con lo que Byung-Chul Han (2014) denomina la “sociedad de la
transparencia” y el “infierno de lo igual”: un ecosistema digital donde todo se exhibe, todo se vigila, y
las diferencias se neutralizan mediante la hiperexposición. Las bodegas, en este sentido, no construyen
diálogo, sino que vigilan, etiquetan y cancelan, reduciendo la política a un espectáculo emocional
donde lo que importa no es la verdad, sino el rendimiento comunicativo. El pensamiento crítico es
sustituido por la lealtad tribal, y la disidencia por el linchamiento simbólico.
Desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, las bodegas configuran microinteracciones
colectivas orientadas a reforzar identidades grupales, demonizar al otro y construir sentido a partir
de símbolos de lucha, traición, redención o amenaza. Esto no solo impacta la percepción de los hechos
políticos, sino que condiciona el comportamiento ciudadano y refuerza una cultura política intolerante,
binaria y autorreferencial (Goffman, 1971; Trillos Pacheco & Soto Molina, 2018).
El riesgo más grave asociado a las bodegas políticas es el de la erosión institucional y la pérdida de
confianza democrática. Cuando la opinión pública es moldeada artificialmente por mecanismos
opacos, cuando la crítica es silenciada y los debates públicos son ocupados por ejércitos de cuentas
organizadas, lo que se debilita es la legitimidad del sistema democrático en su conjunto. Las
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instituciones políticas, los medios de comunicación y los liderazgos pierden credibilidad, y se abre paso
una lógica de guerra permanente donde no hay ciudadanos deliberantes, sino hinchas en conflicto.
En contextos como el colombiano, marcados por un pasado de violencia política, exclusión social y
desconfianza estructural, esta guerra digital agrava las brechas existentes. Las bodegas, en lugar de
promover la inclusión digital, generan zonas de exclusión discursiva, donde solo caben quienes repiten
el guion autorizado. Esto es particularmente problemático en una democracia que aún busca consolidar
la paz, la pluralidad y el respeto al otro como fundamentos de su institucionalidad.
Frente a este escenario, es urgente repensar los marcos regulatorios, éticos y pedagógicos que rigen la
comunicación política digital. Se requiere mayor transparencia en el financiamiento de campañas en
redes, regulación sobre el uso de bots, protección contra el acoso en línea, y una alfabetización mediática
que permita a los ciudadanos identificar manipulación, confrontar desinformación y ejercer una
participación crítica y responsable.
Además, las universidades, los medios de comunicación y la sociedad civil deben asumir un rol activo
en la producción de conocimiento y la defensa de la deliberación pública. Estudios como los de Cuestión
Pública, Fundación Karisma y La Silla Vacía han mostrado que la documentación rigurosa de estas
prácticas es posible y necesaria para contrarrestar su impacto corrosivo.
En síntesis, las bodegas políticas no son un fenómeno marginal, sino parte constitutiva de la
tecnopolítica contemporánea. No representan una expresión legítima de participación democrática, sino
un mecanismo de control ideológico que reproduce dinámicas de polarización, vigilancia y
silenciamiento. Su existencia desafía los principios fundamentales de la democracia deliberativa y exige
respuestas articuladas desde la ciudadanía, el Estado y el conocimiento crítico.
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS FINALES
Este artículo ha examinado el fenómeno de las bodegas políticas en Colombia como una forma
emergente de acción tecnopolítica que incide de manera significativa en la comunicación política, la
construcción de narrativas, y el comportamiento ciudadano en la esfera digital. A través de un estudio
de caso comparado entre las bodegas asociadas al uribismo (derecha) y al petrismo (izquierda), se ha
evidenciado que ambas estructuras comparten una lógica instrumental orientada a controlar el discurso
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público, anular la deliberación crítica y movilizar emociones colectivas en torno a narrativas ideológicas
excluyentes.
Uno de los principales hallazgos es que, aunque con estrategias y estilos distintos, las bodegas de ambos
extremos políticos actúan como mecanismos de propaganda emocional. La derecha privilegia el uso
de términos negativos, la apelación al miedo y campañas de desprestigio, mientras que la izquierda
promueve narrativas épicas, exaltación del liderazgo y linchamientos simbólicos hacia quienes se
apartan del discurso hegemónico. En ambos casos, se privilegia la confrontación por encima de la
argumentación, y se consolida una cultura política digital profundamente polarizada.
El análisis estadístico inferencial permitió confirmar que las diferencias entre estas prácticas no son solo
cualitativas, sino que tienen una manifestación cuantificable en términos de frecuencia, viralidad y tipos
de mensajes predominantes. Las bodegas de derecha hacen un uso más intensivo de hashtags
coordinados y bots automatizados, mientras que las de izquierda se apoyan en una militancia digital
distribuida y orgánica. No obstante, ambas coinciden en el objetivo de imponer narrativas y consolidar
hegemonías simbólicas en el ecosistema digital.
Desde el punto de vista crítico, este estudio reafirma que las bodegas políticas no representan una forma
legítima de participación democrática, sino una distorsión organizada del espacio público digital. Más
que fomentar la inclusión o el debate plural, estas estructuras reproducen prácticas de silenciamiento,
censura, manipulación emocional y segmentación ideológica. Así, la posibilidad de construir una esfera
pública democrática, deliberativa y razonada se ve seriamente comprometida.
Aportes del artículo a los estudios de comunicación política
Este trabajo contribuye a los estudios sobre comunicación política en América Latina desde tres
perspectivas:
Teórica, al articular conceptos de tecnopolítica, interaccionismo simbólico, esfera pública y
disputa de narrativas en el análisis de un fenómeno comunicativo contemporáneo.
Metodológica, al proponer un enfoque cualitativo-comparativo complementado con análisis
estadístico inferencial, lo cual permite cruzar la profundidad del análisis discursivo con la
solidez de evidencias cuantitativas.
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Crítica, al evidenciar los peligros que representan las bodegas digitales para la democracia, no
solo como prácticas manipuladoras, sino como síntomas de un modelo político-emocional
donde el conflicto se convierte en espectáculo viral.
Además, este estudio visibiliza la necesidad de considerar los efectos simbólicos de las nuevas
tecnologías de la información sobre las relaciones de poder, la construcción de subjetividades políticas
y la configuración de la ciudadanía digital.
Líneas futuras de investigación
El fenómeno de las bodegas políticas ofrece múltiples posibilidades para la investigación futura:
Estudios longitudinales que analicen la evolución de las bodegas a lo largo de distintos ciclos
electorales y coyunturas políticas.
Análisis de audiencias, para comprender cómo los ciudadanos interpretan, interiorizan o
resisten los discursos generados por estas estructuras.
Estudios comparativos regionales, entre países de América Latina que enfrentan dinámicas
similares (como México, Venezuela, Brasil o Argentina), para identificar patrones comunes y
particularidades culturales.
Investigaciones tecnológicas, que exploren el rol de los algoritmos, las plataformas digitales y
las infraestructuras de datos en la amplificación de estos discursos.
Perspectivas éticas y legales, centradas en los marcos normativos necesarios para garantizar
transparencia, rendición de cuentas y protección de derechos en el entorno digital.
Estudios sobre bots y redes automatizadas, desde enfoques de ciencia de datos y análisis de
redes, para mapear con mayor precisión la arquitectura operativa de las bodegas.
Cada una de estas líneas contribuiría a una comprensión más robusta del vínculo entre tecnología, poder
y ciudadanía, lo cual es indispensable para el fortalecimiento de sistemas democráticos inclusivos y
participativos.
Propuestas finales
A partir de los hallazgos de este estudio, se proponen las siguientes líneas de acción y reflexión:
Educación para la ciudadanía digital crítica: Es urgente implementar programas de
alfabetización mediática y digital desde la escuela hasta la universidad, que capaciten a los
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ciudadanos para identificar discursos manipuladores, reconocer operaciones de desinformación
y ejercer una participación ética en redes sociales.
Regulación y transparencia digital: El Estado colombiano debe fortalecer la legislación sobre
publicidad política digital, exigir transparencia en el financiamiento de campañas en redes, e
investigar los vínculos entre partidos y estructuras de bodegas organizadas.
Ética en la comunicación política: Los partidos políticos, movimientos sociales y candidatos
deben comprometerse blicamente con códigos de ética digital que prohíban el uso de bots,
campañas de odio y linchamientos en línea. Esta práctica debe estar vinculada a incentivos
institucionales y sanciones si es violada.
Apoyo a medios y plataformas independientes: Es necesario promover y fortalecer medios
alternativos, plataformas colaborativas y proyectos periodísticos que contribuyan a desmentir
información falsa, crear narrativas plurales y recuperar el valor de la deliberación razonada.
Vigilancia ciudadana y rendición de cuentas: La sociedad civil organizada, las universidades
y los observatorios digitales deben continuar monitoreando y denunciando públicamente las
estrategias nocivas de las bodegas, exigiendo responsabilidad a sus promotores y generando
conocimiento público accesible.
Diálogo intercultural y despolarización: Se deben generar espacios de encuentro que
fomenten el reconocimiento del otro, la escucha activa y la pluralidad ideológica como
elementos constitutivos de una democracia viva. La superación del odio político requiere
procesos pedagógicos, comunicativos y afectivos que humanicen el disenso.
En suma, el reto de las bodegas políticas es el reto de la democracia contemporánea. No se trata
únicamente de regular plataformas o limitar contenidos, sino de reconstruir el pacto simbólico que
sostiene la vida pública: el derecho a disentir, el valor de la palabra, y la posibilidad de imaginar futuros
comunes más allá del algoritmo y el antagonismo.
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