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El análisis revela características específicas del abuso sexual que afecta a las niñas y que tienen
implicaciones directas para su posterior involucramiento en actividades delictivas. En primer
lugar, el abuso intrafamiliar (incesto) presenta una mayor prevalencia en niñas, con una edad
de inicio más temprana (7-8 años) comparado con el abuso extrafamiliar que afecta más
frecuentemente a los niños (11-12 años) [45]. Esta diferencia es significativa porque el abuso
intrafamiliar tiende a ser más prolongado, menos reportado y más devastador en términos de
sus consecuencias psicológicas.
"La situación habitual incestuosa suele ser la siguiente: un comienzo con caricias;
un paso posterior a la masturbación y al contacto buco genital; y, solo en algunos
casos, una evolución al coito vaginal, que puede ser más tardío (cuando la niña
alcanza la pubertad)" [46].
Las consecuencias psicológicas del abuso sexual en niñas presentan características específicas
que pueden facilitar su posterior ingreso al sistema de justicia juvenil. El 80% de las víctimas
sufren consecuencias psicológicas negativas a corto plazo, manifestándose en las niñas
principalmente como reacciones ansioso-depresivas, fracaso escolar, dificultades de
socialización y comportamientos sexuales agresivos [47]. Durante la adolescencia, estas
consecuencias adquieren particular gravedad, incluyendo riesgo de embarazo, conductas de
huida del hogar, consumo de alcohol y drogas, promiscuidad sexual e intentos de suicidio [48].
La investigación identifica factores que predicen una peor evolución en las víctimas de
abuso sexual, todos ellos particularmente relevantes para las niñas: la presencia de
sucesos
traumáticos diversos, la frecuencia y duración de los abusos, la existencia de
violación, la vinculación familiar con el agresor y las consecuencias negativas de la revelación
del abuso [49]. Estos factores crean un contexto de vulnerabilidad múltiple que puede empujar
a las niñas hacia estrategias de supervivencia que incluyen actividades delictivas.
La Comisión de los Derechos Humanos indican que el 53.9% de la población entre 0 y 17
años carece de las condiciones mínimas para garantizar el ejercicio de uno o más de sus
derechos sociales [50]. Esta situación se agrava significativamente cuando se considera la
perspectiva de género: el 45.9% de las mujeres de 0 a 17 años vivía en situación de pobreza en