EL SUICIDIO Y SU MANIFESTACIÓN EN
ICONOS: UN ANÁLISIS CULTURAL
THE SUICIDE AND ITS MANIFESTATION IN ICONS: A
CULTURAL ANALYSIS
José Isaac Salazar Canales
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo – México
Santos Noé Herrera Mijangos
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo – México
Carlos Augusto Hernández Armas
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo - México

pág. 6706
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i4.19278
El suicidio y su manifestación en iconos: Un análisis cultural
José Isaac Salazar Canales1
isaacsalazarcanales17@gmail.com
https://orcid.org/0009-0001-7940-2533
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
México
Santos Noé Herrera Mijangos
psicologonoe@yahoo.com
https://orcid.org/0000-0001-6567-0986
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
México
Carlos Augusto Hernández Armas
carlos_hernandez8973@uaeh.edu.mx
https://orcid.org/0000-0003-0988-4917
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
México
RESUMEN
El suicidio continúa siendo un fenómeno complejo y estigmatizado, frecuentemente rodeado de tabúes
sociales que dificultan su abordaje abierto y reflexivo. Comprender sus determinantes personales,
socioculturales y religiosos permite identificar factores de riesgo relevantes que pueden contribuir a la
conducta suicida. Este estudio se desarrolló a través de una revisión bibliográfica con un enfoque
cualitativo, con el objetivo de analizar, desde una perspectiva psicológica y de salud pública, el aumento
en la prevalencia del suicidio en los últimos años y su impacto en poblaciones vulnerables. Asimismo,
se explora la evolución histórica del suicidio y su representación en figuras públicas famosas, cuya
visibilidad ha influido en la percepción social del fenómeno a lo largo del tiempo.
Palabras Clave: suicidio, cultura, religión, factores, famosos
1 Autor Principal
Correspondencia: isaacsalazarcanales17@gmail.com
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The suicide and its manifestation in icons: A cultural analysis
ABSTRACT
Suicide continues to be a complex and stigmatized phenomenon, frequently surrounded by social taboos
that hinder open and reflective discussion. Understanding its personal, sociocultural, and religious
determinants allows for the identification of relevant risk factors that may contribute to suicidal
behavior. This study was conducted through a bibliographic review with a qualitative approach, aiming
to analyze, from a psychological and public health perspective, the increase in the prevalence of suicide
in recent years and its impact on vulnerable populations. Likewise, the historical evolution of suicide is
explored, as well as its representation in famous public figures, whose visibility has influenced the social
perception of the phenomenon over time.
Keywords: suicide, culture, religion, factors, famous
Artículo recibido 10 julio 2025
Aceptado para publicación: 16 agosto 2025

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INTRODUCCIÓN
El suicidio representa una de las principales problemáticas de salud pública a nivel mundial,
particularmente entre la población joven. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021),
constituye la cuarta causa de muerte entre personas de 15 a 29 años, lo que acentúa su impacto en esta
etapa del ciclo vital. El término "suicidio" carece de una definición única y universal, ya que ha sido
conceptualizado de diversas maneras a lo largo del tiempo y en distintos contextos culturales.
Etimológicamente, proviene del latín Sui (sí mismo) y Caedere (matar), es decir, "matarse a uno mismo"
(Corpas, 2011).
La incorporación del término en el léxico moderno data del siglo XVII. Su primera aparición
documentada se encuentra en la obra Religio Medici, escrita por Sir Thomas Browne en 1635 y
publicada en 1642. Posteriormente, fue registrado formalmente en el Oxford English Dictionary en el
año 1651. Antes de la consolidación del término “suicidio”, se utilizaban expresiones como “auto-
asesinato” para referirse al acto de quitarse la vida, reflejando así los juicios morales y religiosos
prevalentes en épocas anteriores (Daray, Grendas, & Rebok, 2016).
El suicidio es un acto deliberado, realizado por el propio individuo, cuyo desenlace es fatal (World
Health Organization, s.f.). Entre las más de 2,000 causas de muerte registradas a nivel global, el suicidio
ocupa el puesto número 21, situándose incluso por encima del Virus de Inmunodeficiencia Humana
(VIH), considerado una pandemia desde 1983. Las tasas de mortalidad más altas por suicidio se han
documentado en regiones como Europa oriental, África subsahariana meridional y África subsahariana
central.
A escala mundial, se estima que aproximadamente 700,000 personas mueren por suicidio cada año, lo
que equivale a una muerte cada 43 segundos (OMS, 2021). Este fenómeno afecta de manera
desproporcionada a los jóvenes, quienes conforman uno de los grupos más vulnerables. Además,
alrededor del 77 % de los suicidios ocurren en países de ingresos bajos y medianos, aunque esta
proporción ha mostrado variaciones recientes, según datos de la OMS (2021).
México, clasificado como un país de ingreso medio de acuerdo con los estándares de la Organización
Mundial de la Salud, presenta una situación preocupante en términos de salud mental. Los datos
nacionales revelan que la población adolescente es la más afectada por el suicidio consumado. La

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Secretaría de Salud de México reporta que este grupo representa el 17 % del total de suicidios en el país.
La incidencia de suicidios ha mostrado un incremento sostenido, con una mayor prevalencia entre
adolescentes de 10 a 19 años y adultos jóvenes de 20 a 24 años, conforme a datos del Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI). En 2021, se registraron 1,093,210 defunciones en el país, de las
cuales 8,351 fueron causadas por lesiones autoinfligidas, lo que equivale a una tasa de 6.5 suicidios por
cada 100,000 habitantes (INEGI, 2024).
Se puede estudiar al suicido desde diferentes contextos, el primero de ellos es la perspectiva histórica y
cultural, en relación con esto, Cervantes, Hernández & Melo (2008) mencionan que:
(…) el suicidio es un fenómeno humano universal que ha estado presente en todas las épocas
históricas. Las consideraciones hacia el suicidio, la aceptación de éste e incluso la forma de
llevarlo a cabo varía a lo largo del tiempo y del espacio dependiendo de la influencia de distintos
factores (p.148).
También es posible identificar otra vertiente importante en el análisis del suicidio: el impacto que este
genera en la sociedad, sobre todo cuando el suicidio es llevado a cabo por personas que tienen influencia
en el resto de la población, lo que los convierte en suicidios socialmente relevantes. En este sentido,
resulta fundamental considerar los factores de riesgo que pueden influir en la consumación del acto
suicida, en relación a esto, Baca y Aroca (2014) mencionan que:
(…) la conducta suicida es el resultado de la interacción de diversos factores de riesgo:
familiares, psicopatológicos, biológicos y factores que protegen de esta conducta. El 90% de las
personas que fallecen por suicidio sufren una patología psiquiátrica (depresión mayor, trastorno
bipolar, abuso de alcohol-drogas, esquizofrenia y trastornos de personalidad) (p. 374).
Las investigaciones sobre el suicidio han identificado una variedad de factores de riesgo que pueden
incidir en su ocurrencia. Entre ellos se encuentran la falta de oportunidades laborales, educativas,
familiares y económicas; el consumo de sustancias nocivas para la salud, como la marihuana, el alcohol,
el LSD, entre otras; diversos tipos de violencia; el acoso escolar; el embarazo no deseado; el aislamiento
social; la pobreza; así como trastornos psicológicos y enfermedades mentales, como la esquizofrenia.
(López & Rodríguez-Arias, 2010; Gutiérrez, Vázquez, & Cardona, 2025; Casas et al., 2024).
Ante esta sustantividad, resulta ineludible reconocer que el acto suicida no es un problema de salud

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pública aislado, sino un fenómeno en constante crecimiento por las dimensiones biológicas, psicológicas
y sociales que conlleva. Por ello, es de suma importancia entender la profundidad del tema, no solo
desde las raíces, sino también a partir de la promoción integral del fortalecimiento de la salud mental, a
través de acciones para abatir el estigma al hablar del suicidio, fomentar las redes de apoyo y diseñar
políticas públicas para la prevención y atención temprana en las nuevas generaciones, todo esto desde
una mirada multidimensional que permita trasmutar los pensamientos suicidas en escucha activa; el
tormento en optimismo, y el cataclismo en una oportunidad para salvar vidas.
En este sentido, resulta pertinente destacar a cinco figuras de reconocimiento internacional que
comparten una serie de características relevantes, entre ellas, el ejercicio de múltiples disciplinas dentro
del ámbito artístico y profesional. Kurt Cobain, vocalista y líder de la banda Nirvana; Marilyn Monroe,
actriz y modelo icónica del cine estadounidense de la década de 1950; Robin Williams, actor
galardonado con un Premio Óscar por su actuación en El indomable Will Hunting; Alexander McQueen,
prestigioso diseñador de moda británico; y Avicii (Tim Bergling), reconocido DJ y productor musical,
constituyen casos emblemáticos. Más allá de sus logros y del reconocimiento alcanzado en sus
respectivas trayectorias, estos individuos comparten un elemento en común: el suicidio como desenlace
de sus vidas. No obstante, las circunstancias que los condujeron a tal decisión difieren
significativamente, abarcando factores personales, emocionales y sociales.
Con base en los párrafos previos, el presente artículo analizará el fenómeno del suicidio consumado a
lo largo de la historia, desde sus posibles causas y los factores, hasta su tendencia en crecimiento en las
regiones a nivel global, lo que marca una problemática que se encuentra en constante estudio desde
diversos ámbitos de la psicología, principalmente en la prevención o el análisis de datos. Por tal motivo,
el objetivo central de este trabajo es indagar en la toma de decisiones que llevan a la consumación del
acto suicida, desde perspectivas culturales, religiosas y sociales, y los factores de riesgo que propician
se presente un final fatal.
A lo largo de la historia la visibilidad de suicidios consumados por celebridades ha intensificado el
interés científico y académico en torno a este fenómeno. La complejidad del suicidio se ha relacionado
a factores de riesgo de índole biopsicosocial, entre ellos trastornos mentales, abuso de sustancias,
aislamiento social y condiciones socioeconómicas, los cuales son elementos clave en su comprensión.

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En este contexto, la prevención del acto suicida y su abordaje como un problema urgente de salud
pública adquieren una relevancia central, pues su difusión puede influir en la conducta de otras personas.
Este articulo busca responder a interrogantes como: ¿qué celebridades se han suicidado en las últimas
décadas y cuáles fueron los posibles factores que influyeron en su decisión de culminar con la vida?
¿Cómo interpretan las distintas religiones a del mundo el acto suicida? Y, ¿qué interpretaciones
culturales predominan en los distintos continentes hacia el acto suicida y de qué manera se relacionan
con el contexto histórico?
METODOLOGÍA
Se llevó a cabo una revisión documental digital con el objetivo de ofrecer una visión general sobre los
hallazgos disponibles en torno a la historia del suicidio, así como sobre los casos de fallecimiento de
figuras públicas famosas y los factores de riesgo asociados. La selección de fuentes incluyó estudios
que abordaran el fenómeno desde diversas perspectivas —histórica, cultural, psicológica y social— con
el fin de obtener un enfoque amplio e interdisciplinario.
Se utilizaron las bases de datos Google Académico, Scielo, National Institutes of Health, Dialnet,
Redalyc, se revisaron artículos de revistas científicas, se consideraron libros y capítulos de libros
relevantes, así como artículos de revistas en línea. Se realizaron búsquedas con palabras clave: suicidio,
conducta, historia, factores, famosos, cultura, religión, creencias. Asimismo, se examinaron las
referencias bibliográficas de los estudios seleccionados para identificar investigaciones adicionales
relevantes. Los documentos seleccionados fueron analizados de forma crítica, y los hallazgos fueron
discutidos en relación con las preguntas de investigación, considerando los principales factores de
riesgo, la influencia cultural y mediática en la percepción del suicidio.
RESULTADOS
Con base en los artículos revisados desde la perspectiva histórica, filosófica y de religión respecto al
acto suicida, es posible observar cómo las causas, efectos, dogmas, tabúes y el significado del suicidio
ha ido cambiando a lo largo del desarrollo de la humanidad y de la diversificación de la cultura, lo que
ha suscitado que la elección de terminar con la vida y las conductas suicidas sean consecuencia de una
interpretación diferente en cada época de la historia, ya sea a nivel local o internacional. Es importante
mencionar que desde la antigüedad el ser humano ha mostrado comportamientos asociados al

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autosacrificio. (Amador, 2015). En civilizaciones mesoamericanas, pertenecientes hoy en día a territorio
mexicano y en ciertas culturas andinas del antiguo Perú, concebían el acto suicida como una
representación sagrada y ritualista. Por ejemplo, en México, la forma de muerte y del dios al que se
vinculaba el suicidio, podía garantizar un destino glorioso en el más allá. De manera similar, los incaicos
realizaban sacrificios humanos que eran vistos con profunda devoción, necesarios para mantener el
equilibrio cósmico y agradar a los dioses. En ambos contextos, la muerte voluntaria podía elevar el
estatus espiritual del individuo y contribuir a la estabilidad espiritual y social de las civilizaciones.
Por lo contrario, Murray (1998) menciona que durante la edad media hubo un cambio en relación a la
idea que se tenía sobre el suicidio, pues comenzaron a intensificarse los niveles de rechazo y represión
hacia este. No solo las religiones condenaban el acto, sino que también los altos gobernantes perseguían
con severidad a quienes lo intentaban. En países como Alemania y Polonia no solo concebían al suicida
como un transgresor moral o espiritual, sino también como un infractor de la ley. Esta doble condena
dio lugar a castigos particularmente severos, entre los que se encontraban el arrastre del cadáver,
mutilación del cuerpo, inserción de estacas, inhumación en cruces de caminos, denegación de sepultura
o actos públicos de humillación, todo ello con el fin de disuadir a otros de cometer el mismo acto.
Es por ello, que este artículo científico se divide en dos apartados. El primer apartado analizará los
diferentes contextos en los que se presenta el suicidio, de acuerdo con la época y la cultura. Se aborda
de forma territorial estudiándolo por continentes y sus respectivos países para conocer la trascendencia
que ha tenido en las diferentes épocas históricas o contextos socioculturales y cómo esta ha sido clave
para su ejecución. En la segunda problemática se analizarán suicidios relevantes, que tuvieron un
impacto en la sociedad por el hecho de haber sido de importancia mediática. Además, se estudiarán los
factores de riesgo que pueden estar relacionados no solo con estos sino con el suicidio en general, con
enfoque en las conductas suicidas, el papel determinante, la relación con los diversos factores sociales,
psicológicos y familiares que inciden en la decisión de culminar con la vida, con el fin de ofrecer una
visión integral del fenómeno suicida desde una perspectiva histórica, cultural y multidisciplinaria.

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Época, cultura y significado del suicidio
A lo largo de la historia, el desarrollo de las sociedades ha estado estrechamente vinculado con la
evolución en la comprensión del comportamiento humano. Contextualizar la influencia de determinados
fenómenos sociales nos brinda un acercamiento aún mayor al entendimiento del suicidio consumado, lo
que es fundamental para identificar los constructos sociales que lo rodean y así comprender el origen
histórico del acto suicida.
Durante siglos, el suicidio ha estado en un limbo entre aprobación o rechazo (Boeri, 2002), por ejemplo,
en la antigüedad tanto en Grecia como en Roma, el suicidio, ya como término acuñado, era aceptado
por algunos como un medio honorable para poder morir y lograr la salvación inmediata después de la
muerte (Rosselli & Rueda, 2011). Para los estoicos, el suicidio representaba el triunfo que debía tener
un individuo en su vida. Otro ejemplo emblemático de esto es que en la tradición de los samuráis la
muerte era un honor, donde el Harakiri o Seppuku, era un acto que consistía en cortarse el estómago
representando el honor ante los hijos o el pueblo (Nuño, 2023).
En el continente Europeo, específicamente en Germania y Galia, regiones históricas de la antigüedad
pertenecientes hoy en día a territorio Alemán, Polaco y países de Europa central, existían pueblos
denominados “galos”, la servidumbre realizaba banquetes, con las comidas más exclusivas de esos
tiempos y los otorgaba a los comensales para después ellos matarse entre sí, lo que era considerado un
suicidio religioso, que permitía alcanzar las puertas del más allá, y evitaba que los participantes fueran
esclavos de los romanos (Lara, 2022).
Otro aspecto resaltable fue la práctica de los visigodos, quienes creían que al llegar a la etapa de la vejez
debían dirigirse a una roca, denominada monte de los ancestros, el fin de arrojarse al vacío significaba
poder morir con honor y no ser una carga para la línea familiar. (Mansilla, 2010).
Algo parecido sucedía con los Vikingos, para quienes también la vejez y la enfermedad eran causas
razonables de suicidio. Se conoce como Senicidio al Ättesupa, acto en el que los ancianos se suicidan o
recibían ayuda para cometer la consumación del acto suicida, debido al pensamiento de ser una carga
física, mental o económica para sus familias, este acto no se concebía como una acción negativa, sino
una liberación para ellos y sus familiares (Bloomberg, 2019).
Por otra parte, consideraban que el Valhalla, un salón celestial gobernado por Odín (Dios de la guerra e

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inteligencia), estaba reservado para los guerreros que morían en el campo de batalla, donde se celebraban
fiestas eternas para héroes y dioses. En esta cultura, los suicidas también recibían un trato relativamente
favorable, ya que el suicidio era visto como un acto de valentía y una forma válida de enfrentar
situaciones de vida insoportables. Esta visión estaba basada en un sistema de creencias menos rígido y
con un mayor énfasis en el honor personal (Cañas, 2002; Builes, Ramírez, Arango y Anderson, 2014;
Nagel, 2018).
Del mismo modo, esta cultura nórdica valoraba el suicidio como una práctica honorable en determinados
contextos, como el combate, la vejez o la pérdida del honor. En contraste, aquellos que no recurrían al
suicidio cuando se consideraba socialmente esperado —especialmente en situaciones de deshonra o
deterioro físico— podían ser objeto de desaprobación colectiva e incluso considerados cobardes por su
comunidad. Las sanciones no se limitaban al estigma social: las familias del fallecido podían enfrentar
la confiscación de bienes, viviendas y cultivos. Además, el castigo incluía una dimensión simbólica y
punitiva, ya que los familiares eran obligados a presenciar un acto público en el que el cuerpo del suicida
era atravesado con estacas en el pecho, en un intento por reafirmar las normas sociales y reforzar el
castigo moral (Neeleman, 1996).
En cuanto al continente asiático, en Japón, el acto suicida tenía fines religiosos y la prueba final era la
valentía. Los hombres pertenecientes a la clase Samurái debían tomar su propia espada para hacerse un
corte en el estómago y así morir, mientras que las mujeres Samurái, debían cortar su propia garganta
para culminar con su vida (Akira, 2023).
Asimismo, los kamikazes, cadetes procedentes de diferentes clases sociales y con diversas creencias
religiosas, pertenecientes a la Fuerza Aérea Imperial Japonesa, eran jóvenes de entre 25 a 35 años con
ideales patrióticos ultranacionalistas, leales al emperador, defensores del código de honor Samurái y
con un sentimiento arraigado de la sociedad japonesa al sacrificio personal o Yamatodashi. Aunque estos
pilotos kamikaze se preparaban para su "glorioso" final, muchos japoneses universitarios se enlistaron
voluntariamente al cuerpo kamikaze. Antes de llevar a cabo su última misión, los pilotos kamikaze
celebraban una ceremonia donde se les entregaba una bandera de Japón, una cinta con el dibujo del sol
naciente, y una faja tejida por mil mujeres japonesas, cada una de las cuales aportaba una puntada.
Los pilotos kamikaze completaban su atuendo con una katana y se les ofrecía una copa de sake (bebida

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alcohólica) o de té. Antes de su despegue final solían recitar un Jisei no ku, poema de despedida
tradicional, declamado por los Samuráis antes de cometer el acto suicida, en el que el estrellarse
deliberadamente contra buques de guerra era su misión final (Sadurní, 2022).
En este sentido, hacia el año 1945, la religión predominante en Japón era el sintoísmo, dentro del cual,
en ciertos sectores y contextos históricos, se promovían ideas como el culto a los antepasados y una
visión particular del sacrificio personal, que en ocasiones podía incluir una forma de desprecio por la
vida individual (Kaneko, Yamasaki, & Arai, 2009). En este marco, los suicidios y los intentos suicidas
comenzaron a incrementarse de manera significativa, al punto de generar un impacto notable en distintos
niveles de la sociedad japonesa (Atkins, 2014). Este fenómeno puede compararse, de forma contextual
y crítica, con expresiones extremas observadas en movimientos radicales contemporáneos, como ciertas
interpretaciones del islamismo radical, en los que se ha exaltado el sacrificio extremo como un acto de
devoción.
Por otra parte, en las regiones occidentales del Tíbet, que es hoy la República Popular de China, el
suicidio era visto como un acto para buscar la perfección, así como para tener la mejor herramienta para
poder huir del enemigo. En China el suicidio tiene varios conceptos culturales, ya que este también se
ha utilizado como protesta masiva, un claro ejemplo es cuando Confucio falleció sus más de 500
discípulos se arrojaron desde lo alto del mar para morir en forma de protesta (Muelas & Mangado, 2007).
Dentro de este orden de ideas, en la religión del brahmanismo en la India se concebía la idea del Nirvana,
que se refiere a la liberación de todos los males, en donde el ser humano al suicidarse es liberado de las
pruebas no superadas en la vida terrenal (Cordero, 2008). Este acto de alcanzar la liberación era común
entre los sabios que realizaban técnicas como la auto cremación, un rito en el que el dolor del cuerpo
era devaluado. En contraste, las mujeres, al morir su esposo se quemaban vivas, abrazando el cadáver
del finado en un acto de devoción absoluta (Radhakrishnan & Andrade, 2012). Hoy en día estas técnicas
continúan en el territorio hindú, donde las mujeres abrazan a sus difuntos esposos, pero lo hacen una
vez que se ha apagado el fuego.
En lo que concierne a la religión, en el continente asiático el budismo es predominante en china y la
india, donde los fieles creyentes pertenecientes al brahmanismo consideraban que las personas al
suicidarse se acercaban más a la plenitud, encontrando goce y felicidad de por medio.

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En cuanto al continente americano en México en la época prehispánica, era muy común el acto suicida,
donde los mesoamericanos ofrecían voluntariamente su cuerpo para ser sacrificados como parte de
ceremonias religiosas. El hecho se convertía en un momento de honor ante el pueblo y ante los dioses
(Johansson, 2014). Sin embargo, los sacrificios no solo ocurrían en estas ceremonias, en la cultura maya,
por ejemplo, los sacrificios también formaban parte de los juegos de pelota, donde los jugadores
ganadores eran elegidos para ser sacrificados (Santillán, 2024).
Considerando una visión divergente, en Sudamérica los sacrificios de infantes dentro del Imperio
Incaico hoy territorio del Perú, estaban dedicados al dios Inti, donde emergía la palabra “Capacocha”,
que significa poder o realeza y "Hucha", que significa culpa o pecado. El pueblo Inca realizaba el
sacrificio de niños de seis a quince años, ya que eran considerados los más puros y bellos, los elegidos
aceptaban su destino entendiéndolo como un deber y, vistiendo sus mejores prendas, eran llevados a la
montaña sagrada para ser anestesiados con alcohol y hojas de coca y posteriormente ser sacrificados
mediante un golpe en el cráneo o estrangulación. El sacrificio tenía numerosos significados que van
desde mantener contacto y respeto con su dios Inti, hasta mantener un sistema social y religioso
estructurado. Aunque esta práctica social puede ser concebida como un asesinato y no como un acto
suicida, expertos en el campo de la antropología, sostienen que estas acciones en los menores eran
aceptadas de forma voluntaria, siendo conocedores de su destino (Amador, 2015).
En épocas más recientes, al norte del continente americano, en Indianápolis, Estados Unidos de América,
Jim Jones fundó en los años 50, una agrupación religiosa denominada el “Templo del Pueblo” basada
en ideales socialistas con el objetivo de eliminar las fronteras raciales y nacionales. En 1975, él y su
comunidad creyente se vieron obligados a salir de su país por conflictos de ideales, mudándose a
Guyana, una excolonia británica, ubicada al lado de Venezuela, donde decidió fundar una localidad en
Jonestown, forjando los ideales del Templo del Pueblo (BBC News Mundo, 2023). De acuerdo con las
investigaciones, Jim Jones creó las "noches blancas", una simulación de suicidio con cianuro y
sustancias toxicas. El 18 de noviembre de 1975, el líder reunió a toda la comunidad y lanzó la frase
precedente a la muerte: "Hemos obtenido todo lo que hemos querido de este mundo, hemos tenido una
buena vida y hemos sido amados", "Acabemos con esto ya, acabemos con esta agonía". Personal que
laboraba en Jonestown comenzó a entregar frascos llenos de cianuro, la gente se lo dio a bebés y niños

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para que después más de 900 personas se desplomaran muertas, consignado como el mayor suicidio
colectivo de la historia (BBC News Mundo, 2023).
Por otro lado, dentro del cristianismo —religión predominante en el continente americano,
particularmente en América Latina— el suicidio es concebido como un acto moralmente condenable,
ya que se considera un pecado según los principios doctrinales de esta tradición religiosa. En la Biblia
se establece el mandamiento “No matarás” (Éxodo 20:13), el cual, según la doctrina cristiana, también
se interpreta como una prohibición del suicidio. Desde esta perspectiva, el acto suicida es visto como
una transgresión moral, ya que se considera que quien lo comete lo hace en un contexto de alejamiento
de Dios, asociado a la pérdida de la fe y la esperanza (Peralta, 2018). No obstante, dentro de esta misma
tradición, se reconocen excepciones históricas, como la figura de los mártires en la antigua Roma —
personas que habitaban en las catacumbas— quienes, al optar por la muerte como expresión de fidelidad
religiosa, eran considerados dignos de la vida eterna. En estos casos, el suicidio era comprendido no
como un acto de desesperación, sino como una manifestación extrema de fe.
Finalmente, en el continente africano en la región de Egipto el acto suicida era un hecho que se
proclamaba para ser liberado, este era programado y organizado por un grupo de hombres dedicados
registrar y dar continuidad hasta su culminación, se percibía como uno de los medios más agradables
para poder morir (Almánzar, 2023).
Asimismo, el continente africano cuenta con 6 de los 10 países con los más altos números de suicidios
consumados. Lesoto, un país de menos de 2,3 millones de habitantes se perfila como el primer país a
nivel global con la tasa de suicidio más alta, con un total de 87,5 muertes por cada 100,000 habitantes,
mientras que la medida mundial es de 1 por cada 100,000 (Farmer, 2024). Esa situación se debe, en
parte, a la poca o nula acción por parte de los gobernantes, la insuficiente prestación de los servicios de
salud mental, así como a la información limitada a las nuevas generaciones para abordar y prevenir los
factores de riesgo para un acto suicida, incluidas las afecciones de salud mental que actualmente afectan
a 116 millones de personas, frente a los 53 millones de 1990 (Gómez, Moya, & Castro, 2018).
Suicidios relevantes: factores de riesgo
El suicidio es un fenómeno que ha ido en aumento en los últimos años y se ha tratado de distintas formas,
relacionadas con la época, cultura, religión, economía, entre otras. De este modo, cualquier referencia

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al suicidio refleja las actitudes y prejuicios inherentes en cada sociedad en su contexto histórico (Hein,
Pandolf, & González, 2020).
Por esta razón, el suicidio continúa representando en la actualidad un importante desafío y un problema
prioritario de salud pública, particularmente entre adolescentes y adultos jóvenes, quienes presentan una
mayor vulnerabilidad a desarrollar ideación suicida e incluso a concretar el acto suicida. Esta
susceptibilidad se ve intensificada por una serie de factores biopsicosociales, entre los que destacan:
alteraciones en el sistema serotoninérgico, embarazos no deseados, comorbilidades psiquiátricas, y el
limitado acceso a servicios de salud mental (Gutiérrez & Contreras, 2008).
A nivel serotoninérgico y neurobiológico, se ha estudiado la relación que se presenta con la genética, en
la que se describe un gen transportador de serotonina y del genotipo de la enzima hidroxilasa triptófano
(TPH), generando disfunción en el sistema serotoninérgico, lo que puede causar una disposición a la
conducta suicida (Martín-del-Campo, González, & Bustamante, 2013). Sin embargo, aunque la genética
tiene un papel significativo en la predisposición a la conducta suicida, no es el único factor de riesgo
involucrado, existen muchos factores adicionales para influir en la manifestación de ideaciones suicidas.
En el caso de las mujeres que atraviesan el periodo perinatal, la situación puede volverse especialmente
compleja, ya que muchas comienzan a expresar malestar físico, agotamiento y pensamientos donde su
presencia no es requerida, alteraciones en el estado de ánimo y vínculos específicos a las condiciones
de vida particulares, donde el dolor emocional y la desesperanza se vuelven especialmente intensos para
la madre, ya sea en etapa prenatal o postnatal (Al-Halabí, García, Rodríguez, & Fonseca, 2021).
En relación a los trastornos mentales, estudios señalan que autopsias realizadas a adolescentes que
murieron por suicidio revelaron que entre el 59 % y el 91 % de ellos presentaban algún tipo de trastorno
psiquiátrico. Con frecuencia, se trataba de trastornos del estado de ánimo, los cuales podían presentarse
de forma aislada o combinados con problemas de conducta y/o consumo de sustancias. No obstante, se
ha observado que comportamientos disociales o la dependencia a sustancias también pueden constituir
factores de riesgo para la conducta suicida (Al-Halabí, García, Rodríguez, & Fonseca, 2021).
De hecho, los trastornos del ánimo, los trastornos de ansiedad y el consumo problemático de alcohol u
otras drogas son considerados factores de riesgo autónomos en relación con los intentos de suicidio.
Entre ellos, la depresión destaca como el diagnóstico psiquiátrico más comúnmente vinculado con los

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suicidios consumados (García, Barrera, & Bel, 2006).
El aumento en las tasas de suicidio podría estar asociado, al menos en parte, con las limitaciones en el
acceso a los servicios de salud pública y con la deficiente atención a los trastornos de salud mental.
Estos aspectos, que se encuentran en una situación crítica en diversos contextos, incluyen también la
escasa implementación de programas efectivos de prevención del suicidio (Tadmon & Bearman, 2023),
los cuales, en muchos casos, no reciben la atención, difusión ni recursos necesarios para impactar de
manera significativa en la población vulnerable.
Para finalizar con los factores de riesgo asociados a las conductas suicidas, es relevante mencionar que
la tristeza, los pensamientos negativos y la depresión también afectan a los íconos o celebridades más
importantes en los últimos tiempos, donde en ocasiones los desenlaces han sido fatales. A continuación,
se presentan algunas personalidades cuya vida concluyó tras haber cometido un acto suicida.
Suicidios de personajes famosos
Kurt Donald Cobain, mejor conocido como Kurt Cobain fue un músico de origen estadounidense nacido
un 20 de febrero de 1967 en Aberdeen, Estado de Washington. En los años noventa Kurt Cobain saltó a
la fama por haber sido el guitarrista, compositor y vocalista de la banda Nirvana. Durante la mayor parte
de su vida, Cobain estuvo rodeado de alcoholismo y enfermedades mentales, incluso dos de sus tíos se
suicidaron utilizando armas de fuego. Aunado a esto, en su época escolar, Kurt Cobain presencio el
ahorcamiento de un compañero de clase, así pues, el constante contacto con situaciones relacionadas al
suicido a largo de su vida, pudieron ser un factor de riesgo para que Cobain conmocionará al mundo un
5 de abril de 1994 al culminar con su vida, con una escopeta en su casa de Seattle (Mena, 2024).
Norma Jeane Mortenson, más conocida como Marilyn Monroe, fue una de las pocas mujeres en
Hollywood que fue frecuentemente subestimada y estereotipada por su imagen pública. Ella siguió
intentando alejarse de la generalización actuando en películas sensacionales en lugar de comedias, pero
restringieron su vocación actoral (Valadez, 2022). Antes de su fallecimiento, Marilyn Monroe fue
tratada médicamente por un especialista en psiquiatría, quien la medicaba con antidepresivos para
equilibrar sus emociones negativas. En este caso, Marilyn se puede adjudicar al síndrome de la “mujer
maravilla” como un factor de riesgo, pues en este la principal característica es la autoexigencia
relacionada a la belleza, autoimagen y las expectativas sociales. Marilyn fue encontrada muerta en 1962

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en su habitación después de tomar una mezcla mortal de medicamentos.
Robin McLaurin Williams, conocido en el medio actoral como Robin Williams, fue uno de los actores
y comediantes más exitosos en el cine internacional. Sin embargo, experimentó largos períodos de
soledad, los cuales pudieron contribuir a su deterioro emocional. Informes oficiales describen que
padecía trastornos psicológicos y cuadros depresivos, factores que pudieron tener relación con la
decisión de terminar con su vida en su casa de California ubicada en Paradise Cay en 2014 (Valadez,
2022).
Alexander McQueen fue un diseñador de moda británico, fundador de la casa de moda con su mismo
nombre, el 11 de febrero de 2010, a la edad de 40 años, McQueen se suicidó tomando una cantidad letal
de pastillas para dormir, cocaína y tranquilizantes para luego ahorcarse. Su última sobredosis podría
estar relacionada al dolor de perder a su progenitora, quien había fallecido solo dos semanas antes de
este suceso (Valadez, 2022).
Tim Bergling fue un DJ sueco, en el documental Avicii: True Stories de 2017 que narra su vida, se
informa que atravesó graves problemas de salud mental y física, que lo llevaron a padecer ansiedad,
depresión y adicción al alcohol, los que pudieron ser los detonantes de su suicidio, que llevó a cabo el
20 de abril de 2018, a la edad de 28 años, Avicii se suicidó autoinfligiéndose heridas con un cristal roto
(Valadez, 2022).
En las últimas décadas el suicidio consumado en celebridades ha ido aumentando significativamente,
siendo probablemente un factor para la ideación y culminación del acto suicida en la población general
(Fu & Yip, 2007), se ha visto que el suicidio en las celebridades mundiales puede influir en el
comportamiento suicida de sus seguidores o personas que buscan el mismo fin, así como en la elección
del método de suicida, su planificación y las herramientas para llegar a su consumación.
El suicidio en celebridades, no solo representa una tragedia a nivel familiar, sino que es un fenómeno
social que genera un impacto significativo en sus seguidores y en la opinión pública. La visibilidad de
estas muertes, muchas veces rodeadas de atención mediática, contribuye a abrir debates necesarios en
torno a la presión social, el estigma asociado a los trastornos psicológicos y la necesidad urgente de
estrategias de prevención. Analizar estos casos permite comprender cómo, incluso quienes parecen
tenerlo todo, pueden verse profundamente afectados por problemas de salud mental que, aunque

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invisibles para el mundo exterior, resultan determinantes en sus vidas.
DISCUSIÓN
La investigación alcanzó el objetivo de describir los contextos del suicidio, desde la época histórica y
cultura hasta el significado simbólico del suicidio consumado. Así mismo, se abordaron los suicidios
relevantes y los factores de riesgo asociados, ambas vertientes planteadas como problemáticas en esta
investigación. Los hallazgos obtenidos permitieron dar respuesta a las siguientes preguntas de
investigación: ¿Qué celebridades se han suicidado en las últimas décadas y sus posibles factores para
culminar con su vida?, ¿Cómo interpretan las distintas religiones a nivel global el acto suicida? Y ¿Qué
interpretaciones culturales predominan en los continentes hacia el acto suicida y como se relaciona con
el contexto histórico?
Gráfico 1
Fuente: Elaboración propia
La figura 1 es una síntesis del estudio del suicidio, desde la época y cultura, así como su significado con
los suicidios relevantes y los factores del riesgo. Los resultados de esta investigación tienen relación y
similitud con lo referido por Cervantes, Hernández & Melo. (2008) donde mencionan que (…) el
suicidio, un fenómeno humano, presente a lo largo de la historia, donde la percepción es según el
contexto geográfico y los factores de riesgo, que influencian al acto suicida. (p. 148).
El suicidio puede comprenderse a través de su evolución a lo largo de la historia, influida por factores

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culturales, religiosos y biológicos. Cada civilización ha otorgado un significado distinto al acto suicida,
para algunas ha significado un gesto de honor o de liberación espiritual, mientras que otras lo han visto
como un pecado o delito moral (Hein, Pandolf, & González, 2020).
En cuanto a los suicidios relevantes: factores de riesgo, Baca y Aroca (2014) mencionan que: (…) “La
conducta suicida surge de la interacción entre múltiples factores de riesgo, entre los que se incluyen
aspectos familiares, condiciones psicopatológicas, componentes biológicos y elementos protectores” (p.
374). Es importante señalar, los factores familiares, tales como antecedentes de suicidio en el núcleo
familiar, experiencias de abuso, negligencia o disfunción en el entorno doméstico, posibles
determinantes en el comportamiento suicida. Estos factores pueden influir en la formación de patrones
de afrontamiento negativos y en la percepción de apoyo. En cuanto a las condiciones psicopatológicas,
trastornos como la depresión mayor y otros trastornos psiquiátricos severos se asocian frecuentemente
con un mayor riesgo de ideación y conducta suicida. Por otra parte, los componentes biológicos
desempeñan un papel relevante en la etiología del suicidio. Alteraciones en los sistemas
neurotransmisores —especialmente en la serotonina—, predisposiciones genéticas y cambios
neuroendocrinos podrían contribuir a la disfunción emocional y conductual que predispone al suicidio.
Asimismo, los suicidios en celebridades representan una oportunidad para analizar cómo los factores
sociales y culturales interactúan en contextos de alta visibilidad pública. Plantean desafíos éticos y
comunicativos para los medios, dado que la manera en que se informa sobre estos casos puede influir
en la conducta suicida de la población general, especialmente en personas vulnerables, a través del
conocido “Efecto Werther” el cual hace referencia al fenómeno mediante el cual la exposición mediática
de reportajes sobre suicidios, particularmente protagonizados por figuras públicas, puede contribuir a
un incremento en la incidencia de conductas suicidas imitativas o contagiosas en la población general
(Philips, 1974). Por este motivo es importante analizar las implicaciones psicológicas y sociales del
suicidio en personas famosas, así como la influencia que estos casos pueden tener en la percepción
colectiva del suicidio, la salud mental y los estereotipos asociados a la figura pública. Además, se pueden
identificar factores de riesgo específicos que pueden afectar a celebridades, desde la presión mediática
hasta la exposición constante al escrutinio social.
De igual manera, el suicidio de figuras públicas puede actuar como un desencadenante para la aparición

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de ideas suicidas, tanto a corto como a largo plazo. Ante este fenómeno, se vuelve fundamental
promover la sensibilización social mediante estrategias comunitarias de prevención del suicidio.
Diversos estudios han identificado una correlación entre el fallecimiento por suicidio de personas
reconocidas públicamente y un aumento posterior en las tasas generales de suicidio. En este sentido,
Hernando (2024) señala que la Universidad de Columbia en el 2024, desarrolló un modelo
computacional que estimó un incremento de hasta mil veces en la probabilidad de que un individuo
considere el suicidio tras la muerte del actor Robin Williams en 2014. Este aumento también, reflejó en
un crecimiento estadísticamente significativo en las llamadas recibidas por la Línea Nacional de
Prevención del Suicidio. De manera similar, un análisis de datos de los Centros para el Control y la
Prevención de Enfermedades (CDC) en EE. UU. encontró un aumento del 10% en las muertes por
suicidio en los cuatro meses posteriores al fallecimiento de Williams, especialmente entre hombres de
30 a 44 años, con un notable incremento en los casos de ahorcamiento, método utilizado por el actor
(Carmichael & Whitley, 2019).
Asimismo, se ha observado que la forma en que los medios informan sobre estos casos puede influir en
la conducta suicida de otras personas, incluyendo la posible replicación del método utilizado. De hecho,
los estudios centrados específicamente en suicidios de celebridades tienden a detectar con mayor
frecuencia efectos de imitación, en comparación con aquellos enfocados en personas anónimas (Fu &
Yip, 2005).
Finalmente, en cuanto a los resultados de esta investigación, es prudente mencionar que existen
limitantes, implicaciones y consideraciones que deben ser contempladas. Este artículo de revisión se
basa exclusivamente en fuentes históricas y literatura secundaria, por lo que no incluye datos empíricos
nuevos. Esto implica que las conclusiones dependen de la calidad, disponibilidad y precisión de los
documentos y análisis previos. La interpretación de registros históricos puede verse afectada por sesgos
propios de los autores originales y las limitaciones inherentes a la documentación de épocas pasadas.
Una segunda limitante es, de igual manera, la variabilidad cultural y cronológica entre los contextos
analizados impide realizar comparaciones directas o extraer conclusiones generales sobre cómo ha
evolucionado y qué significado ha tenido el suicidio en distintas épocas. Además, la preponderancia de
fuentes provenientes principalmente de tradiciones y regiones occidentales limita la comprensión

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integral del fenómeno, dejando fuera perspectivas importantes de otras culturas y sociedades.
CONCLUSIONES
El suicidio es un problema de salud pública que afecta todos los días de manera alarmante a lo largo y
ancho del mundo lo que lo convierte en un fenómeno complejo y multidimensional que ha estado
presente a lo largo de la historia humana. Su significado, percepción y la atención que se le ha dado, han
variado de acuerdo con la época, la cultura, la religión y el contexto de cada sociedad, de manera que
ha sido considerado desde un ritual de honor hasta una manifestación de desesperanza. Además, el acto
suicida ha reflejado tanto creencias colectivas como realidades individuales.
En la actualidad, el suicidio continúa siendo un problema crítico de salud pública, especialmente entre
adolescentes y adultos jóvenes, cuya vulnerabilidad se ve exacerbada por factores biológicos,
psicológicos, sociales y culturales. A pesar del aumento en las tasas de suicidio, persiste un fuerte
estigma que impide su discusión abierta, la prevención oportuna y la intervención efectiva.
Asimismo, se destaca el impacto mediático que puede generar efectos imitativos y el papel de los medios
de comunicación en la forma en que representan el suicidio, especialmente en casos de celebridades. La
cobertura responsable, así como campañas de concientización sin sensacionalismo, son fundamentales
para evitar la normalización de estas conductas.
Es por lo anterior que los resultados de esta revisión resaltan la urgencia de fomentar estrategias de
prevención basadas en el respeto cultural, la promoción de la salud mental y la construcción de redes de
apoyo comunitarias. La educación sobre señales de alerta, el fortalecimiento de factores protectores y la
intervención temprana en contextos escolares, familiares y sanitarios son elementos clave para abordar
este fenómeno de manera efectiva.
Finalmente, se requiere de una visión estratégica de salud pública y mental que permita la coordinación
y el abordaje libre de miedos y estigmas sociales, donde el trabajo articulado con el sector salud, las
escuelas, las familias y la sociedad, respetando los diferentes ámbitos culturales, tenga como objetivo
común disminuir la presencia de conductas suicidas en los adolescentes y jóvenes adultos.
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