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para escucharlo, comunicarse amablemente y establecer una relación empática, tiene saber científico,
habilidad técnica, comportamientos y actitudes, de tal forma que cuidar exige a los profesionales de
salud emplear sus cualidades humanas: la capacidad de razonar, de sentir y demostrar empatía hacia el
paciente, incluye un compromiso científico, filosófico y moral hacia la protección de la dignidad humana
y la conservación de la vida (Beltrán, S., 2015).
En el ámbito internacional los resultados de diversas investigaciones reportan que los pacientes perciben
que las enfermeras brindan cuidado humanizado casi siempre o siempre, destacando la consideración a
los sentimientos, el apoyo físico y las cualidades de la enfermera, el apoyo emocional, la confianza, la
amabilidad y el trato personalizado (Romero-Massa, 2016; Borre, 2013; Bautista, Parra, & Arisa, 2015;
Miranda, Monje, Oyarzun, 2015). En Colombia Espinoza revisó el Cuidado humanizado por género y
servicios de hospitalización y determino que existe percepción muy baja del cuidado, que realiza el
profesional de enfermería en favor de los pacientes, percepción basada en el hecho de que solo algunas
veces se aplican los criterios para un cuidado humanizado y una adecuada calidad en la atención (Urra,
& García citados en Monje, et al, 2018).
La deshumanización ha afectado a las profesiones de la salud, la disciplina profesional de enfermería no
escapa a esta realidad, la relación enfermera-sujeto de cuidado se ha viciado, se ha invisibilizado, el
ejercicio de enfermería está centrado en funciones administrativas que obedecen a exigencias del sistema
de salud. La relación interpersonal sujeto de cuidado-enfermera(o) ante el cuidado, es la esencia de la
práctica de enfermería, éste ha estado perdiendo protagonismo en los sistemas de salud, debido a avances
en la tecnología y a barreras institucionales, esta deshumanización se puede manifestar en el actual
modelo de prestación de servicios, determinado por el sistema de relaciones económicas, que al priorizar
la relación costo-beneficio hace del ejercicio profesional una carga desgastante, limita la actividad
creativa y favorece la deshumanización de las relaciones laborales (Romero 2008, citado en Espinoza,
Enríquez, Leiva, López, & Castañeda, 2015). Es paradójico que, ante un escenario de desarrollo
científico en el ámbito de la salud, con progresos de tecnología de punta, los pacientes aún se sientan
desprotegidos ante el sistema de salud y muestren insatisfacción con el trato que se les otorga (Correa,
2016). Sin humanización la relación terapéutica no es entendida como tal, se necesita acompañar,
apoyar y percibir las preocupaciones que afectan al otro. Tratarlo como un ser humano único a quien se