pág. 7958
REPRESENTACIONES SOCIALES DE
ADOLESCENTES DE TELESECUNDARIAS DEL
ORIENTE DEL ESTADO DE MÉXICO SOBRE LA
PROHIBICIÓN DE COMIDA CHATARRA EN
ESCUELAS.

SOCIAL REPRESENTATIONS OF SECONDARY SCHOOL

TEENAGERS FROM EASTERN STATE OF MEXICO ON THE

BAN OF JUNK FOOD IN SCHOOLS

Eréndira Cárdenas Ortega

Universidad Autónoma del Estado de México

Donovan Casas Patiño

Universidad Autónoma del Estado de México

Yuridia Sánchez Repizo

Universidad Autónoma del Estado de México

Alejandra Rodríguez Torres

Universidad Autónoma del Estado de México
pág. 7959
DOI:
https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i4.19384
Representaciones sociales de adolescentes de telesecundarias del oriente del
Estado de México sobre la prohibición de comida chatarra en escuelas.

Eréndira Cárdenas Ortega
1
ere.ortega456@gmail.com

https://orcid.org/0009-0005-0460-8480

Universidad Autónoma del Estado de México

México

Donovan Casas Patiño

casas.capo730211@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-3129-9418

Universidad Autónoma del Estado de México

México

Yuridia Sánchez Repizo

ysrepizo@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-9601-7995

Universidad Autónoma del Estado de México

México

Alejandra Rodríguez Torres

aledefra2013@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-2582-0625

Universidad Autónoma del Estado de México

México

RESUMEN

Este estudio analiza las representaciones sociales que construyen adolescentes de telesecundarias rurales
del oriente del Estado de México en torno a la prohibición de comida chatarra (alimentos ultraprocesados
según el sistema NOVA) en escuelas, con el fin de comprender por qué estas políticas, pese a su
fundamentación científica, enfrentan límites en su aplicación práctica. Se desarrolló una investigación
cualitativa, de tipo exploratorio, descriptivo e interpretativo, con diseño no experimental, transversal y
observacional. La muestra, seleccionada mediante muestreo intencional, estuvo compuesta por 61
adolescentes de entre 12 a 15 años, de cuatro telesecundarias ubicadas en Amecameca, Tenango del Aire
y Ozumba. Se aplicaron entrevistas semiestructuradas validadas mediante la técnica Delphi y se
analizaron con el software Atlas.ti, siguiendo el enfoque del análisis del discurso de Van Dijk y el modelo
estructural de Abric de la Teoría de las Representaciones Sociales. Los resultados muestran que, aunque
el núcleo normativo de la prohibición se interioriza como discurso de autocuidado, persisten
significados, valores afectivos y prácticas cotidianas que legitiman el consumo por su valor simbólico,
identitario y de pertenencia. Las normas escolares conviven con estrategias de evasión, presiones de
pares y una oferta limitada de opciones saludables atractivas, lo que debilita el impacto de la medida.
La tensión entre la norma escolar y la cultura alimentaria doméstica y digital revela que las políticas
restrictivas, por sí solas, son insuficientes, y subraya la necesidad de generar entornos participativos y
culturalmente relevantes que integren a los adolescentes como actores legítimos de su propio proceso
alimentario.

Palabras clave: representaciones sociales, comida chatarra, adolescentes, política alimentaria escolar,
telesecundarias

1 Autor principal.

Correspondencia:
ere.ortega456@gmail.com
pág. 7960
Social Representations of Secondary School Teenagers from Eastern State

of Mexico on the Ban of Junk Food in Schools

ABSTRACT

This study analyzes the social representations constructed by teenagers from rural secondary schools in

the eastern region of the State of Mexico regarding the ban on junk food (ultra
-processed foods
according to the NOVA classification) in schools, aiming
to understand why these policies, despite their
scientific rationale, face limitations in practical implementation.
A qualitative, exploratory, descriptive,
and interpretative research design was employed, with a non-experimental, cross-sectional, and
observational approach. The purposive sample consisted of 61 teenagers aged 12 to 15, from four
secondary schools located in Amecameca, Tenango del Aire, and Ozumba.
Semi-structured interviews,
validated through the Delphi technique, were applied and analyzed using Atlas.ti software, following

Van Dijk’s discourse analysis approach and Abric’s structural model of the Theory of Social

Representations. The findings indic
ate that although the normative core of the ban has been internalized
as a self
-care discourse, persistent meanings, affective values, and everyday practices legitimize
consumption due to its symbolic, identity
-related, and belonging value. School regulations coexist with
evasion strategies, peer pressure, and a limited supply of attractive healthy options, undermining the

measure’s effectiveness. The tension between school rules and domestic and digital food cultures

suggests that restrictive policies alon
e are insufficient and underscores the need to create participatory,
culturally relevant environments that recognize teenagers as legitimate actors in their own dietary

processes.

Keywords
: social representations, junk food, teenagers, school food policy, secondary schools
Artículo recibido 10 julio 2025

Aceptado para publicación: 16 agosto 2025
pág. 7961
INTRODUCCIÓN

Alimentarse saludablemente continúa siendo uno de los principales retos de salud pública en México,
país que enfrenta una triple carga de malnutrición: sobrepeso y obesidad, desnutrición crónica y
deficiencias de micronutrientes (UNICEF et al., 2020). Esta problemática afecta de forma particular a
la población adolescente, que transita por una etapa decisiva en la formación de hábitos saludables
duraderos, sin embargo, estos adolescentes están expuestos a entornos obesogénicos que favorecen el
consumo de productos ultraprocesados y el sedentarismo (Machado-Rodrigues et al., 2024). No
sorprende, entonces, que el 41% de los adolescentes mexicanos presente sobrepeso u obesidad, de
acuerdo con los datos reportados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición Continua 2023
(ENSANUT 2023) fenómeno estrechamente vinculado a dichos patrones de consumo (Instituto
Nacional de Salud Pública [INSP], 2024),

Ante esta situación, el entorno escolar ha sido identificado como un espacio estratégico para intervenir,
es por ello que en marzo de 2025, el Gobierno de México implementó una política nacional que prohíbe
la venta de productos ultraprocesados en planteles de educación básica (Secretaría de Educación Pública
[SEP] & Secretaría de Salud, 2024). En donde se entiende por ‘alimentos ultraprocesados’, definidos
según el sistema NOVA como productos formulados industrialmente con múltiples ingredientes y
aditivos y que no se asemejan a preparaciones culinarias tradicionales (Braesco et al., 2022). Sin
embargo, en el lenguaje cotidiano de los adolescentes, se emplea con mayor frecuencia el término
‘comida chatarra’ para referirse, de manera general, a estos productos, dado que les resulta más común
y familiar

Sin embargo, este tipo de implementación no es reciente, pues desde 2010 el Consejo Directivo de
Servicios Educativos Integrados al Estado de México estableció reglamentos para mejorar la calidad de
los alimentos en escuelas públicas, aunque con bajo cumplimiento (Gobierno del Estado de México,
2010), alineándose con medidas similares en países como Chile o Brasil, que han tenido impacto
positivo al combinarse con educación alimentaria y oferta saludable (Locatelli et al., 2018).

A pesar de que la Secretaría de Educación Pública reportó que en el 86 % de los planteles se había
erradicado la venta de comida chatarra, estudios revisados por pares indican que antes de la reciente
prohibición estos productos estaban disponibles en aproximadamente el 98% de las escuelas mexicanas,
pág. 7962
debido a fallas estructurales en la implementación, escasa vigilancia y poca articulación con las familias
(Hugues et al., 2021; Secretaría de Educación Pública, 2025) Esto resalta la necesidad de comprender
cómo los propios adolescentes interpretan estas medidas, más allá del diseño normativo.

Este artículo deriva de una investigación cualitativa de tesis de posgrado previa, centrada en las
representaciones sociales de la alimentación saludable en adolescentes de telesecundarias rurales del
Estado de México. Aunque la prohibición de comida chatarra no fue el eje principal, surgió de forma
recurrente en las entrevistas, lo que motivó a profundizar en su análisis desde una perspectiva situada.
El trabajo de campo se llevó a cabo en cuatro telesecundarias del oriente del Estado de México,
caracterizadas por infraestructura limitada, fuerte influencia familiar en la dieta y tensiones entre lo
tradicional y lo moderno en la oferta alimentaria. (Pérez Garcés et al., 2023).

La investigación se sustenta en la Teoría de las Representaciones Sociales de Moscovici (1979) y el
modelo estructural de Abric (2001), que permite explorar los significados atribuidos a lo prohibido, así
como las actitudes, emociones y normas sociales que configuran la experiencia de esta prohibición
escolar alimentaria.

El objetivo del artículo es analizar las representaciones sociales que construyen los adolescentes en torno
a la prohibición de comida chatarra en el entorno escolar, con el fin de comprender por qué estas
políticas, pese a su fundamentación científica, enfrentan límites en su aplicación práctica, y para ello se
planteó una pregunta de investigación que guía este trabajo es: ¿Cuáles son las representaciones sociales
que tienen los adolescentes de telesecundarias rurales sobre la prohibición de comida chatarra en la
escuela?

METODOLOGÍA

Estudio con enfoque cualitativo, de tipo exploratorio, descriptivo e interpretativo, con diseño no
experimental, observacional y transversal. Su propósito fue analizar las representaciones sociales de
adolescentes en torno a la prohibición de productos chatarra en entornos escolares, a partir de sus
experiencias y discursos.

La muestra estuvo compuesta por 61 adolescentes de entre 12 y 15 años, de ambos sexos, seleccionados
mediante muestreo intencional, con base en criterios de densidad y saturación discursiva. El trabajo de
pág. 7963
campo se realizó entre diciembre de 2024 y febrero de 2025 en cuatro telesecundarias estatales de los
municipios de Amecameca, Tenango del Aire y Ozumba, en la región 1 del oriente del Estado de México.

Cómo instrumento de recolección de datos, se utilizó una entrevista semiestructurada de 20 preguntas
abiertas, elaborada de forma mixta (combinando revisión bibliográfica y asociación libre de palabras) y
validada mediante la técnica Delphi en tres rondas, con consenso de cinco expertos en sociología, salud
colectiva y adolescencia. Las categorías analíticas resultantes fueron: 1) significados y conocimientos
sobre la política, 2) prácticas de consumo en torno a productos ultraprocesados, y 3) normas, valores y
experiencias emocionales respecto a la prohibición. Se empleó también una bitácora de campo para
registrar observaciones contextuales.

Los datos se analizaron mediante el software Atlas.ti, utilizando el enfoque del análisis del discurso de
Van Dijk (2000), y se complementaron con nubes de palabras generadas en IRaMuTeQ. El marco
interpretativo se basó en la Teoría de las Representaciones Sociales de Moscovici (1979), desde el
modelo estructural de Abric (2001), que distingue entre núcleo central y periferia de la representación.

Se incluyó a estudiantes inscritos con consentimiento informado de sus tutores y asentimiento de los
propios adolescentes. Se excluyó a quienes no aceptaron participar o no estuvieron disponibles. El
estudio se condujo bajo principios éticos de confidencialidad, respeto y voluntariedad, y contó con
autorización de las autoridades escolares. Entre sus limitaciones, destaca el alcance local y la negativa
de algunas escuelas a participar.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

A continuación, se presentan los resultados y su discusión de manera integrada, organizados en torno a
las tres categorías analíticas, definidas a partir de los objetivos del estudio, en cada categoría se incorpora
una nube de palabras generada con el software IRaMuTeQ, que permite visualizar las recurrencias
léxicas así como su interpretación a la luz de la Teoría de las Representaciones Sociales de Moscovici
(1979) y el enfoque estructural de Abric (2001).

Primera categoría analítica: Significados y conocimientos sobre la prohibición de la comida
chatarra.

Entre los adolescentes entrevistados, la prohibición de productos chatarra fue comprendida como una
medida para evitar enfermedades y combatir la obesidad, frases como “es para que no nos enfermemos”
pág. 7964
o “porque hay mucha obesidad en México” evidencian una interiorización del discurso sanitario y
escolar. Este discurso normativo se alinea con estudios como el de Martínez Espinosa (2020), que
documenta cómo lo saludable se asocia con lo prescrito por alguien el cual se basa en la vigilancia del
cuerpo y en el cumplimiento de normas, una mirada normativista que no contempla las dimensiones
afectivas o simbólicas del consumo.

En este sentido, aunque el discurso institucional promueve el autocuidado, su significado es reformulado
desde una lógica juvenil, es decir, muchos adolescentes consideraron que la política es injusta,
aburrida o ineficaz, donde lo prohibido resulta más atractivo, y lo saludable no siempre es deseable
ni accesible. Esta ambivalencia entre norma y deseo ha sido reportada en estudios como el de Calvén
et al. (2023), quienes reportaron que la falta de productos saludables atractivos es el principal obstáculo
para que los adolescentes adopten hábitos alimentarios saludables, incluso más que el desconocimiento
sobre su valor nutricional.

Con respecto a los conocimientos sobre la medida, son fragmentarios: algunos mencionaron los sellos
de advertencia, pero pocos comprenden el alcance total de la regulación, en México, esto ha sido
documentado por Contreras-Manzano et al. (2022), quienes demostraron que solo un porcentaje limitado
de escolares identifica correctamente los productos regulados así como el significado del etiquetado;
con respecto a las fuentes de información, varían entre docentes, televisión y redes sociales, lo que
refleja diversos canales informativos y mediáticos.

Asimismo, se identificaron estrategias de evasión, como, por ejemplo, comprar en tiendas cercanas,
llevar este tipo de productos desde casa o intercambiarlos entre pares. Este tipo de resistencias prácticas
subrayan las tensiones entre las normas oficiales y las costumbres cotidianas, tal como señala Jodelet
(1986) una de las exponentes más importantes de la teoría de las representaciones sociales, las
representaciones sociales son sistemas simbólicos dinámicos que permiten tensionar, agenciar o
negociar los fenómenos sociales a partir de sus experiencias, emociones y contextos de vida.

La Figura 1 sintetiza estos hallazgos desde el enfoque estructural de Abric (2001). El núcleo
representacional está conformado por términos como obesidad, cuidado, malo y no engordar, que
condensan el valor preventivo. En la zona periférica destacan elementos como etiquetado, refrescos,
maestros, zanahoria, tik tok, tele, vinculados al entorno escolar y mediático. Finalmente, en los
pág. 7965
elementos contrastantes se encuentran expresiones como injusto, no va a funcionar y quién sabe, que
expresan duda, descontento o escepticismo. Esta estructura muestra cómo los adolescentes reinterpretan
la norma desde una lógica emocional y práctica, en tensión con el discurso oficial.

Figura 1.

Nube de palabras sobre los significados y conocimientos de la prohibición de comida chatarra en
telesecundarias rurales del Estado de México

Fuente: Elaboración propia (2025)

Segunda categoría: Prácticas de consumo

Los discursos de los adolescentes revelaron un patrón de consumo cotidiano de alimentos
ultraprocesados y chatarra tanto en su entorno familiar así como en el receso escolar, donde refrescos
(en especial Coca-Cola), jugos industrializados (Boing), frituras, papas, dulces y productos de marca
específica como Yakult ocupan un lugar central. Este último, asociado a recuerdos familiares y mensajes
publicitarios sobre “beneficios digestivos”, es percibido como un producto “bueno” o “nutritivo”, pese
a su alto contenido de azúcar (Lin et al., 2017), lo que muestra cómo ciertos productos logran insertarse
en el núcleo de la representación social como opciones saludables, incluso sin serlo cien por ciento.

La persistencia de estas elecciones, incluso cuando reconocen que “los refrescos y la comida chatarra
no son buenos”, coincide con hallazgos como los de ENSANUT (2023), que reportó un consumo
habitual de bebidas azucaradas en más del 90% de los adolescentes mexicanos. La preferencia por estos
productos responde tanto a su disponibilidad y contexto, así como a su carga simbólica de placer,
pág. 7966
identidad y pertenencia, una dimensión que estudios recientes vinculan con la construcción social del
gusto y la publicidad dirigida. Este último elemento cobra relevancia en el entorno digital, donde la
exposición constante a “junk-fluencers” y anuncios encubiertos en redes sociales refuerza la aceptación
de estos productos, fenómeno ampliamente documentado por autores como Potvin Kent et al. (2024),
quienes advierten que las redes sociales amplifican la publicidad de ultraprocesados a través de figuras
con las que los escolares se identifican.

Algunos elementos menos compartidos, pero igual de significativos, aparecieron representaciones
como: compra, dinero y referencias familiares las cuales reflejan cómo las rutinas domésticas y
laborales condicionan el tipo de refrigerio escolar. La falta de tiempo de madres y padres para preparar
colaciones saludables se traduce en una delegación de la elección a los adolescentes, reforzando la
autonomía en un entorno de amplia oferta no saludable. Finalmente, elementos como “saludables”, “me
gustaría” o “escucharan”, muestran que, aunque la norma alimentaria oficial no se traduce de forma
directa en sus elecciones, existe una disposición incipiente a considerar opciones distintas, siempre que
estas sean atractivas y culturalmente relevantes.

En términos de la Teoría de las Representaciones Sociales, Jodelet (1986) explica que estas prácticas no
son solo hábitos aislados, sino formas colectivas de conocimiento y sentido común que se transmiten y
legitiman en la interacción social. En este caso, la escuela se convierte en un espacio donde el consumo
de chatarras se normaliza como parte de la convivencia, el estatus y la autonomía alimentaria,
especialmente entre adolescentes mayores que manejan dinero propio.

La Figura 2 sintetiza esta configuración representacional: el núcleo central está conformado por marcas
y productos que simbolizan placer, rutina y normalidad (Yakult, Coca-Cola, Boing, papas, siempre); la
zona periférica integra factores económicos y familiares (“comprar”, “dinero”, “mamá no está”); y los
elementos contrastantes expresan interés por el cambio y la necesidad de ser escuchados. Esta
distribución evidencia que las prácticas de consumo, lejos de ser meramente alimenticias, se entrelazan
con dimensiones afectivas, relacionales y mediáticas que deben considerarse en cualquier política
pública orientada a modificar hábitos juveniles.
pág. 7967
Figura 2.

Nube de palabras sobre la categoría analítica “Prácticas de consumo”

Fuente: Elaboración propia (2025)

Tercera categoría analítica: Normas, valores y experiencias emocionales

Las ideas más compartidas y destacadas de esta categoría apuntan a que los adolescentes internalizan
normas sociales alimentarias combinadas con valores afectivos que regulan su interacción. Varios
expresaron que llevar comida “casera” o “más saludable” podía generar burlas, mientras que consumir
las golosinas populares de la cooperativa escolar les permitía integrarse y “encajar” socialmente. Esta
presión de pares refuerza normas implícitas “en el recreo, todos compran lo mismo” e inhibe prácticas
distintas, coincidiendo con lo descrito por Stok et al. (2016) sobre cómo las normas sociales en torno a
la comida estructuran la interacción y los modales en menores. Este mecanismo de burla funciona como
un recurso de control grupal que reproduce jerarquías simbólicas en las que lo industrializado y de marca
se asocia con modernidad o prestigio, mientras que lo tradicional se percibe como obsoleto o de menor
valor social, en línea con lo que advierte Bourdieu (1988) sobre el capital cultural y el gusto como
distinciones sociales.

En los elementos más flexibles y susceptibles al entorno, destacan los valores familiares y culturales
transmitidos desde la infancia, como la obediencia y el respeto a la autoridad parental (“no me dejan
comprar afuera porque dicen que me puedo enfermar” o “siempre debo terminar lo que me mandan para
pág. 7968
el recreo”). Estos relatos muestran cómo creencias y hábitos del hogar se incorporan al sistema de
valores que guía lo que se considera correcto o incorrecto comer, incluso en ausencia de los padres.

Y, por último, pero no menos importante, emergieron valores de salud y autocuidado, sobre todo en
adolescentes de etapa media y tardía, quienes mostraron orgullo al adoptar hábitos saludables “ahora
tomo agua en vez de refresco porque sé que es mejor para mi cuerpo”, aunque en ocasiones estos valores
chocan con la presión grupal. Tal ambivalencia refleja lo señalado por Gibson (2006) y Daly et al.
(2024): el significado afectivo y cultural de los alimentos puede superar a la información nutricional en
la toma de decisiones.

Las experiencias emocionales en torno a la alimentación escolar y la comida chatarra abarcaron alegría,
pertenencia y satisfacción (asociadas al receso, la convivencia y el cuidado familiar), pero también
frustración, ansiedad y vergüenza. En este caso, la burla o estigmatización por parte de los compañeros
no solo actuó como una presión para modificar o mantener hábitos, sino que impactó directamente en
el bienestar emocional de los adolescentes, afectando su autoestima y seguridad personal. Este hallazgo
coincide con estudios que documentan cómo el rechazo y la burla relacionados con la comida o el peso
pueden generar emociones negativas persistentes en niños y adolescentes (Libbey et al., 2008; Storch et
al., 2005), lo que sugiere que las intervenciones deben contemplar no solo cambios de hábitos, sino
también estrategias de apoyo emocional.

Finalmente, la nube de palabras (Figura 3) muestra cómo se comporta esta categoría
representacionalmente: en el núcleo predominan términos como “siento”, “burlan”, “recreo” y
“verduras”, que evidencian la tensión entre aceptación grupal y temor al rechazo; en la periferia,
aparecen “casera”, “desayuno” y “mamá”, asociadas a normas familiares; y como contrastantes,
expresiones de escepticismo o expectativa de cambio: “no funcionará”, “mejorar”, “igual”, que muestran
la ambivalencia entre la esperanza de transformación y la percepción de continuidad de los hábitos,
incluso bajo una prohibición oficial.
pág. 7969
Figura 3.

Nube de palabras de la categoría: Emociones, normas y valores que configuran el sentido subjetivo de
la prohibición de comida chatarra en los adolescentes.

Fuente: Elaboración propia (2025)

CONCLUSIONES

Los hallazgos de este estudio evidencian que la percepción sobre la prohibición de comida chatarra en
telesecundarias rurales del Estado de México se inserta en un entramado complejo de significados y
prácticas que trasciende la dimensión normativa. Las representaciones sociales identificadas muestran
que, aunque las normas escolares se aceptan formalmente, conviven con valores afectivos y expectativas
grupales que perpetúan el consumo de comida chatarra como marcador de pertenencia, estatus y disfrute
cotidiano. Esto refuerza que las políticas restrictivas, por sí solas, son insuficientes para transformar
prácticas ancladas en vínculos emocionales y aprendizajes socialmente compartidos.

En línea con lo planteado por la teoría propuesta, estas representaciones son procesos dinámicos que se
negocian y resignifican en la interacción social. La coexistencia de escepticismo y esperanza, así como
la tensión entre la norma escolar y la cultura alimentaria doméstica y digital, muestran la necesidad de
reconocer a los adolescentes como actores legítimos en su propio proceso alimentario.

El núcleo normativo de la prohibición ha sido parcialmente interiorizado como discurso de autocuidado,
pero persisten periferias simbólicas que legitiman el consumo por su valor emocional y práctico.
Investigaciones latinoamericanas han señalado que el cumplimiento efectivo de estas medidas depende
pág. 7970
tanto de la coherencia institucional como de la creación de entornos significativos de aprendizaje y
participación.

Una vía de investigación derivada de este estudio que resultaría interesante profundizar, sería en cómo
los roles de género, la inseguridad alimentaria y las desigualdades territoriales median la aceptación o
resistencia a este tipo de políticas, asimismo, resultaría relevante explorar longitudinalmente si las
representaciones identificadas se modifican conforme avanza la implementación de la prohibición o si,
por el contrario, se cristalizan en percepciones de ineficacia institucional. Estas preguntas abren un
campo de indagación que otros investigadores podrán retomar para construir estrategias más sostenibles
e incluyentes.

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