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INTRODUCCIÓN
La muerte, si bien es un hecho inevitable en la experiencia humana, no deja de generar temor,
particularmente cuando se relaciona con contextos violentos o inseguros. En muchas sociedades, el
miedo a la muerte se intensifica cuando las condiciones sociales, políticas y culturales se ven marcadas
por la violencia estructural, la inseguridad cotidiana y la fragilidad institucional. En México, la
inseguridad se ha convertido en una preocupación constante que afecta la calidad de vida, la salud mental
y las interacciones comunitarias, especialmente en poblaciones jóvenes (INEGI, 2025; Vilalta, 2010).
El presente estudio aborda la percepción de miedo a la muerte en jóvenes de la comunidad de Cuitzeo,
Michoacán, en un contexto de inseguridad comunitaria. El problema de investigación surge ante la
ausencia de estudios que analicen esta relación en localidades semiurbanas o rurales como Cuitzeo,
donde los jóvenes viven expuestos a una combinación de factores que incluyen marginación, violencia
local, desconfianza institucional y desarticulación del tejido social. Aunque existe una abundante
literatura sobre miedo al crimen y violencia en zonas urbanas, hay un vacío importante en el
conocimiento sobre cómo se experimenta el miedo a la muerte en contextos comunitarios con
inseguridad persistente, pero menos visibilizada (Robles, 2014; Ariza et al., 2022).
Estudios como los de Salazar et al. (2015) han documentado que el miedo al crimen afecta
profundamente las rutinas, la movilidad, la confianza interpersonal y la salud mental. En jóvenes, este
temor se ve agravado por la falta de oportunidades, la exposición a medios que refuerzan el sentimiento
de amenaza, y el riesgo constante de ser víctimas directas o indirectas de violencia (Ojeda, 2020). En
este sentido, el miedo a la muerte no puede desligarse de su dimensión social, simbólica y emocional,
ni de la construcción cultural que cada comunidad hace de la muerte y la violencia (Bahena, 2022).
Desde la psicología y la enfermería, el miedo a la muerte ha sido abordado con instrumentos como la
Escala de Collett-Lester, que mide cuatro dimensiones: miedo a la muerte propia, miedo al proceso de
morir propio, miedo a la muerte de otros y miedo al proceso de morir de otros. Esta escala ha mostrado
buena consistencia interna y ha sido validada en poblaciones estudiantiles de ciencias de la salud
(Espinoza et al., 2011; Gutiérrez-Sánchez et al., 2024). Investigaciones recientes han demostrado su
utilidad para analizar la relación entre miedo a la muerte, ansiedad, actitud ante los cuidados paliativos
y condiciones de violencia estructural (Buscovich y La Rosa, 2022; Pincay-Aguilar et al., 2023).