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En consecuencia, la violencia bipartidista en Colombia se manifestó en un conflicto armado entre
partidos políticos de larga data y otro de reciente ingreso a la vida política, dejando miles de muertos
por todo su
territorio, sumiéndose en la misma devastación de país, debatiéndose en un estado de naturaleza de
todos contra todos. Este escenario dio paso a un período de guerra civil no oficial, caracterizado por la
actuación de bandas armadas partidistas denominadas “chulavismo” (Palacios, 1999)3 .
En esta línea histórica de la violencia bipartidista se ha planteado también, el papel de la Iglesia frente
a los partidos conservador y liberal, la religión católica pareciera asociada al partido Conservador, de
hecho, el laureanismo o ultraconservadurismo, rechazaban para la época, la democracia liberal, quienes
pregonaban que el ser Liberal y católico era discordante y que los conservadores, eran los amos totales
de la identidad y tradición religiosa del país. En este sentido, Gutiérrez, (2019) narra como el accionar
político de algunos sectores de la Iglesia, llegaron inclusive en algunos momentos, negar los
sacramentos a los liberales.
Autores como Umaña Luna et al… (1962) plantean la violencia bipartidista en el contexto del Caribe
Colombiano como de menor intensidad, en comparación con los Andes centrales -Tolima, Huila, Cauca,
Santanderes, Boyacá y Cundinamarca. Sin embargo, la problemática de la violencia bipartidista y sus
consecuencias en el norte de Colombia fueron profundas, departamentos como Córdoba, Sucre, Bolívar,
Atlántico, Magdalena y Cesar, fueron afectados, porque tocó a campesinos, intelectuales, lideres
políticos, modos de subsistencias, valores y principios sociales, generando desplazamiento,
concentración de la tierra, migraciones, proletarización, migración, bandolerismo, gamonalismo y
nacimiento de grupos armados ilegales.
Córdoba se desarrolló dentro de una economía de hacienda, caracterizada por la explotación y la
exclusión social, lo que restringió el acceso a la tierra para los pequeños campesinos. Esta situación
propició disputas locales, conflictos agrarios y violencia rural, derivando en la lucha por el control
territorial y la formación de grupos armados.
Como consecuencia, se intensificaron el desplazamiento forzado de opositores, las masacres y los
asesinatos selectivos de líderes políticos y campesinos.