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LA VIOLENCIA BIPARTIDISTA EN EL CORREGIMIENTO
DE CALLEJAS, TIERRALTA, CÓRDOBA-COLOMBIA,
PARA LOS AÑOS 1950-1953
BIPARTISAN VIOLENCE IN THE DISTRICT OF CALLEJAS,
TIERRALTA, CÓRDOBA, DURING THE YEARS 1950–1953
Luis Fernando Muñoz Hernandez
Universidad de Cordoba, Colombia
Carmen Auxiliadora Ortega Otero
Universidad de Cordoba, Colombia
Dominga Ines Lambraño Babilonia
Universidad de Cordoba, Colombia
pág. 6412
DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i5.19999
La Violencia Bipartidista en el Corregimiento de Callejas, Tierralta,
Córdoba-Colombia, para los Años 1950-1953
Luis Fernando Muñoz Hernandez1
lfmunozh@correo.unicordoba.edu.co
https://orcid.org/0009-0007-4147-0534
Universidad de Cordoba
Colombia
Carmen Auxiliadora Ortega Otero
carmenortega@correo.unicordoba.edu.co
https://orcid.org/0000-0003-4981-7102
Universidad de Cordoba
Colombia
Dominga Ines Lambraño Babilonia
dilambranobabilonia@correo.unicordoba.edu.co
https://orcid.org/0009-0002-3216-0220
Universidad de Cordoba
Colombia
RESUMEN
Este artículo presenta una aproximación sobre los acontecimientos de la violencia bipartidista ocurrida
en el corregimiento de Callejas, municipio de Tierralta (Córdoba, Colombia) entre el periodo
comprendido de (1950-1953), una etapa en el que las confrontaciones entre liberales y conservadores
transformaron la vida social y política de la región. Para su desarrollo, se empleó un enfoque cualitativo
apoyado en el método de estudio de caso, el cual permite comprender fenómenos sociales de manera
detallada y matizada desde la perspectiva de los actores involucrados (Creswell & Poth, 2018). En este
tenor, la estrategia metodológica incluyó entrevistas semiestructuradas y encuestas dirigidas a cinco (5)
participantes seleccionados mediante muestreo intencional y no probabilistico, lo que posibilitó
recuperar relatos de primera mano y testimonios intergeneracionales sobre los hechos. Los resultados
evidencian que la violencia en Callejas estuvo determinada por la polarización política, la exclusión
social, la concentración de tierras, el abandono estatal y el control territorial ejercido por actores
armados. Estos factores consolidaron un escenario de represión y resistencia que aún permanece inscrito
en la identidad histórica y cultural del territorio.
Palabras clave: violencia bipartidista, callejas, Tierralta, memoria colectiva
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Autor principal.
Correspondencia: lfmunozh@correo.unicordoba.edu.co
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Bipartisan Violence in the District of Callejas, Tierralta, Córdoba, During
the Years 1950–1953
ABSTRACT
This article presents an approach to the events of bipartisan violence that took place in the district of
Callejas, municipality of Tierralta (Córdoba, Colombia) between 1950 and 1953, a period in which
confrontations between Liberals and Conservatives transformed the social and political life of the
region. For its development, a qualitative approach supported by the case study method was employed,
which allows for a detailed and nuanced understanding of social phenomena from the perspective of
the actors involved (Creswell & Poth, 2018). In this regard, the methodological strategy included semi-
structured interviews and surveys conducted with five (5) participants selected through intentional and
non-probabilistic sampling, which made it possible to recover first-hand accounts and intergenerational
testimonies about the events. The results show that violence in Callejas was determined by political
polarization, social exclusion, land concentration, state abandonment, and territorial control exercised
by armed actors. These factors consolidated a scenario of repression and resistance that remains
inscribed in the historical and cultural identity of the territory.
Keywords: bipartisan violence, callejas, Tierralta, collective memory
Artículo recibido 05 setiembre 2025
Aceptado para publicación: 09 octubre 2025
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INTRODUCCIÓN
La violencia política en Colombia ha estado marcada por una profunda polarización bipartidista entre
los partidos Liberal y Conservador. A lo largo de los siglos XIX y XX, esta división desencadenó una
serie de conflictos armados que culminaron en eventos como la Guerra de los Mil Días (1899-1902) y
la época de La Violencia (1946-1958). Durante este último período, el país sufrió una escalada de
asesinatos, masacres y desplazamientos forzados, dejando una huella indeleble en su historia (Palacios,
1999).
Autores como Umaña Luna, Fals |Borda, & Guzmán Campos, (1962)2 exponen el duro sufrimiento de
los colombianos producto de la crueldad hegemónica entre partidos políticos, desde 1930 y su
agudización desde 1948, periodo nombrado “violencia siniestra”, caracterizada por un comportamiento
social sin sentido, patológico, brutal, aberrante, embadurnado en una crisis moral y de inculpaciones
partidistas, quedando inserta, en un número de víctimas incalculables y de acciones indescifrables.
Así, la represión social, posibilitó el surgimiento de guerrillas liberales durante el periodo de la
violencia. Durante estos años, el Estado persiguió a militantes de ambos partidos, lo que incentivó la
formación de guerrillas liberales y otros movimientos armados, hasta la consolidación del Frente
Nacional (1958-1974), pacto entre liberales y conservadores para alternarse el poder, que puso fin al
conflicto partidista, pero excluyó a otras fuerzas políticas, facilitando el surgimiento de nuevas
guerrillas. Este período dejó una huella profunda en la política y la sociedad colombiana, influyendo
en conflictos posteriores, como la lucha entre el Estado y grupos insurgentes.
Las complejidades por el reparto del poder, más el clima político nacional de polarización, agudizó las
problemáticas sociales, económicas y morales, haciendo imperante llamar a la unidad y neutralidad, a
pesar del ambiente tenso y complejo, “la degradación de la cultura política y la violencia desatada desde
el magnicidio de Gaitán, no hicieron más que propiciar un ambiente social caldeado de sangre y
enconados odios fratricidas enmarcados dentro de una preferencia política” (Acevedo, 2013).
2
2
Umaña Luna, E., Fals Borda, O., & Guzmán Campos, G. (1962). La Violencia en Colombia Tomo I. Bogotá: Peguin
Random House
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En consecuencia, la violencia bipartidista en Colombia se manifestó en un conflicto armado entre
partidos políticos de larga data y otro de reciente ingreso a la vida política, dejando miles de muertos
por todo su
territorio, sumiéndose en la misma devastación de país, debatiéndose en un estado de naturaleza de
todos contra todos. Este escenario dio paso a un período de guerra civil no oficial, caracterizado por la
actuación de bandas armadas partidistas denominadas “chulavismo” (Palacios, 1999)3 .
En esta línea histórica de la violencia bipartidista se ha planteado también, el papel de la Iglesia frente
a los partidos conservador y liberal, la religión católica pareciera asociada al partido Conservador, de
hecho, el laureanismo o ultraconservadurismo, rechazaban para la época, la democracia liberal, quienes
pregonaban que el ser Liberal y católico era discordante y que los conservadores, eran los amos totales
de la identidad y tradición religiosa del país. En este sentido, Gutiérrez, (2019) narra como el accionar
político de algunos sectores de la Iglesia, llegaron inclusive en algunos momentos, negar los
sacramentos a los liberales.
Autores como Umaña Luna et al… (1962) plantean la violencia bipartidista en el contexto del Caribe
Colombiano como de menor intensidad, en comparación con los Andes centrales -Tolima, Huila, Cauca,
Santanderes, Boyacá y Cundinamarca. Sin embargo, la problemática de la violencia bipartidista y sus
consecuencias en el norte de Colombia fueron profundas, departamentos como Córdoba, Sucre, Bolívar,
Atlántico, Magdalena y Cesar, fueron afectados, porque tocó a campesinos, intelectuales, lideres
políticos, modos de subsistencias, valores y principios sociales, generando desplazamiento,
concentración de la tierra, migraciones, proletarización, migración, bandolerismo, gamonalismo y
nacimiento de grupos armados ilegales.
Córdoba se desarrolló dentro de una economía de hacienda, caracterizada por la explotación y la
exclusión social, lo que restringió el acceso a la tierra para los pequeños campesinos. Esta situación
propició disputas locales, conflictos agrarios y violencia rural, derivando en la lucha por el control
territorial y la formación de grupos armados.
Como consecuencia, se intensificaron el desplazamiento forzado de opositores, las masacres y los
asesinatos selectivos de líderes políticos y campesinos.
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Estos factores, estrechamente ligados a la pobreza, el abandono estatal y la parcialización política de la
Iglesia católica, sentaron las bases para la consolidación de grupos guerrilleros y paramilitares en las
décadas de 1980 y 1990.
Ante las realidades de la violencia bipartidista en Colombia, resulta indispensable proponer estudios de
caso que ofrezcan elementos para comprender la dinámica del conflicto en sus múltiples territorios. La
mayoría de investigaciones sobre la violencia bipartidista se han concentrado en experiencias del
interior del país, particularmente en regiones andinas, dejando en un segundo plano la complejidad de
lo ocurrido en la Costa Colombiana.
Esta omisión ha invisibilizado un sinnúmero de episodios locales, entre ellos los desarrollados en
territorios como el corregimiento de Callejas, en el municipio de Tierralta, departamento de Córdoba,
donde la violencia bipartidista marcó profundamente la vida comunitaria y dejó huellas aún vigentes en
la memoria colectiva (Fals Borda, 1986; González, 2014).
En este sentido, el estudio de la violencia bipartidista en Callejas constituye un aporte fundamental para
comprender cómo estas dinámicas se enraizaron en contextos periféricos ubicados en territorios de la
Costa Caribe y en específico en zonas rurales del departamento de Córdoba, configurando escenarios
de exclusión política, control territorial y disputas por el poder que posteriormente facilitaron la
emergencia de grupos armados al margen de la ley. Estas dinámicas se inscriben dentro de una
racionalidad capitalista y de preservación del poder que ha obstaculizado históricamente la construcción
de una paz estable y duradera en Colombia (Pécaut, 2001; Sánchez & Meertens, 1983). Así, Callejas
no solo refleja la intensidad de la confrontación bipartidista en la Costa Caribe, sino que también permite
comprender la continuidad de lógicas de violencia que han atravesado al país desde mediados del siglo
XX hasta la actualidad.
Para dar cuenta de los factores sociopolíticos que suscitaron la violencia bipartidista en el corregimiento
de Callejas, Tierralta (Córdoba), durante los años 1950-1953, se plantearon tres grandes apartados que
exponen la temática en cuestión; el primero, aborda los antecedentes sociales encontrados en el área de
estudio, los cuales giran en torno a las condiciones económicas precarias, la exclusión social y la
ausencia de apoyo estatal; el segundo, exhibe los antecedentes políticos del conflicto y sus impactos,
vinculados a la polarización partidista, el accionar de gamonales y la influencia de la Iglesia; y el tercero,
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presenta la memoria histórica a partir de los sentires, pensares y haceres de la comunidad, expresados
en relatos orales, representaciones simbólicas y prácticas de resistencia frente a la violencia.
METODOLOGÍA
La investigación se estructura acorde con los direccionamientos del método estudio de caso; este
método permite comprender de forma profunda un fenómeno social dentro de su contexto real, a través
de la integración de múltiples fuentes de información y la interpretación de los significados construidos
por los actores implicados (Creswell & Poth, 2018). Para su aplicación, se parte del contacto directo
con la comunidad, lo que posibilita recoger de manera detallada las vivencias, narrativas, memorias e
interpretaciones que las personas construyen sobre los fenómenos que afectan su realidad. El método
del estudio de caso permite analizar en profundidad una unidad específica, con el propósito de
comprender sus características, dinámicas y significados particulares (Hernández, Sampieri &
Mendoza, 2018), este enfoque metodológico requiere que el investigador recoja información a partir de
entrevistas, observaciones y documentos, con el fin de captar los sentidos profundos de los procesos
sociales.
El proceso metodológico da respuesta al objetivo planteado. En primera instancia se efectuó una
revisión de información secundaria en libros, artículos académicos, documentos oficiales y estudios
previos sobre la violencia bipartidista en Colombia, con el fin de contextualizar los hechos ocurridos en
el periodo de (1950-1953). Posteriormente, se implementaron entrevistas semiestructuradas como
principal técnica de recolección de información, aplicadas a sobrevivientes y descendientes de familias
afectadas. Este instrumento, de acuerdo con Villareal & Cid (2022) Se caracterizan por su dinamismo
y adaptabilidad, además de su operatividad y viabilidad en la aplicación, lo que favorece a una
interacción dialógica posibilitando la co-construcción de significados y la interpretación situada de los
saberes. La población objeto de estudio correspondió a los habitantes del corregimiento de Callejas que
conservaron memorias sobre la violencia bipartidista. La muestra estuvo conformada por cinco (5)
personas, seleccionadas de manera intencional, bajo los siguientes criterios de: i) vínculo directo o
familiar con los hechos de violencia, ii) residencia prolongada en la comunidad, iii) disposición para
participar en la reconstrucción testimonial, y iv) edad entre 70 y 90 años, lo que garantizó la pertinencia
de los relatos obtenidos.
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Tabla 1. Criterios de selección y tamaño de la muestra
Población
Criterios de selección
Tamaño muestral
Habitantes de Callejas
(sobrevivientes y
descendientes)
Vínculo directo o familiar con los
hechos de violencia bipartidista.
Residencia prolongada en la
comunidad. - Disposición a participar
en la reconstrucción testimonial.
Edad entre 70 y 90 años.
(5) cinco habitantes
Fuente: elaboración propia, 2025
Es importante señalar que la selección de la muestra respondió al tipo de investigación y a los
lineamientos metodológicos propios de los estudios cualitativos. El propósito de este trabajo no se
centró en extrapolar los hallazgos a una población mayor, sino en profundizar en la riqueza y pertinencia
de la información aportada por los participantes (Martínez, 2012). En coherencia con ello, se optó por
un muestreo no probabilístico de carácter intencional. (Flick, 2014).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Dinámicas de la violencia bipartidista en Callejas, Tierralta-Córdoba (Colombia) durante el
periodo (1950-1953): problemáticas políticas y sociales.
El corregimiento de Callejas, hasta mediados del siglo XX, operaba bajo lógicas propias de la vida
campesina tradicional: economía de subsistencia, redes vecinales de ayuda mutua, intercambio laboral
y cooperación en las actividades agrícolas. Estas prácticas respondían a necesidades productivas y
funcionaban como mecanismos de cohesión social, legitimación cultural y regulación local tácita (Fals
Borda, 1986). En tales contextos, el territorio no era simplemente un recurso, sino un espacio simbólico
compartido que sostenía identidades colectivas y mantenía viva la memoria comunal de pertenencia.
No obstante, este orden comunitario fue profundamente tensionado cuando la violencia bipartidista se
extendió al ámbito rural. En el caso de Córdoba, aunque la confrontación tenía raíces nacionales en la
polarización liberalconservadora, en las localidades estas dinámicas adquirieron matices propios:
emergieron arreglos de poder local, actores intermediarios y formas adaptadas de dominación que
instrumentalizaron la lógica partidista para consolidar control social, económico y simbólico (Pécaut,
2001).
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Los gamonales, aliados al bipartidismo, impusieron su autoridad mediante el uso de la violencia e
integraron estructuras clientelares que les permitieron reproducir su influencia política y territorial
(Sánchez & Meertens, 1992). De este modo, la violencia en Callejas no fue únicamente un fenómeno
externo, sino que se internalizó en las relaciones sociales locales, fragmentando prácticas comunitarias
que antes estaban basadas en la solidaridad y la cooperación.
Desde la violencia en Colombia se advierte cómo el “estado de excepción”, entendida desde esa
sensación de peligro constante y miedo latente se vuelve parte de la normalidad en la vida cotidiana de
las comunidades afectadas (Jimeno, Varela & Castillo, 2012). En este ambiente, la sospecha, el rumor,
la autocensura y la aceptación resignada de riesgos se integraron en las prácticas comunes. El territorio
físico dejó de ser inocente: caminos, veredas, iglesias o plazas devinieron en mapas simbólicos cargados
de afiliación política, donde circular implicaba definiciones, asistir a un evento religioso suponía una
declaración inadvertida y ser visto en espacios “equivocados” podía tornarse peligroso (Uribe de
Hincapié, 2001).
En varias regiones como el Bajo Cauca y el Magdalena Medio, se documenta cómo bandoleros y grupos
armados operaban bajo alianzas tácitas con élites locales, actuando como brazo coercitivo del poder
político regional (Molano, 2015). Ciertos líderes rurales incluso evolucionaron de bandoleros sociales
a actores armados con capacidad de influir en la gobernabilidad local, mediando entre comunidades y
estructuras partidistas (Holguín, 2015).
En Callejas, esta transformación significó que la filiación política dejara de ser simplemente una
preferencia ciudadana y se convirtiera en un marcador estructural con implicaciones directas en la vida
cotidiana. Ser identificado con un partido, o incluso abstenerse de hacerlo, podía determinar desde el
acceso a servicios y recursos hasta la seguridad personal. Ello generó rupturas profundas en las
relaciones de vecindad: la confianza cedió paso a la sospecha, los intercambios tradicionales quedaron
condicionados por lealtades partidistas y la cooperación empezó a estar mediada por miedos y lealtades
impuestas.
Los relatos orales recogidos en la comunidad ilustran con fuerza estas fracturas. Un campesino mayor
recordaba:
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“Uno ya no sabía en quién confiar. Antes los vecinos venían y se ayudaban para la siembra o la
cosecha, pero después, si usted invitaba a alguien, corría el riesgo de que lo señalaran de liberal o de
conservador. Yo vi familias enteras que dejaron de hablarse por miedo a que una palabra mal dicha
se convirtiera en amenaza. El compadrazgo se volvió sospechoso, y hasta el saludo en la plaza podía
costar caro”. (Entrevista Callejas, 2025). Este testimonio refleja cómo la solidaridad, que antes fluía
de manera espontánea, comenzó a fragmentarse bajo la lógica de pertenencia partidista. En muchos
casos, las decisiones colectivas dejaron de tomarse horizontalmente y pasaron a estar supeditadas a
líderes locales con vínculos políticos o con capacidad coercitiva.
En este sentido, se evidencia una reconfiguración profunda del espacio social: la vida común se organizó
bajo criterios políticos, no solo sociales; la comunidad tradicional fue atravesada por una nueva
territorialidad partidista; y las instituciones locales como parroquias, juntas de vereda, cabildos y
comenzaron a operar con lógica sectaria. En este tenor, lo comunitario fue politizado, y ese proceso
transformó no solo el qué se hacía, sino también el cómo se vivía y habitaba el territorio (Pécaut, 2001).
Impactos de la violencia bipartidista en la vida comunitaria de Callejas, Tierralta-Córdoba,
(Colombia): desplazamientos, rupturas y resistencias.
Durante décadas, la producción académica sobre la violencia en Colombia se ha concentrado en un
relato eminentemente andinocéntrico, privilegiando los escenarios del Tolima, Antioquia, Valle del
Cauca o Cundinamarca, donde la confrontación liberal-conservadora alcanzó altos niveles de
confrontación y visibilidad mediática (Pécaut, 2001; Oquist, 1978). Este enfoque ha tendido a
invisibilizar el papel de regiones periféricas como el Caribe, reduciendo su experiencia a notas
marginales o como un “eco” de lo que ocurría en el centro político del país. En contraposición, el caso
de Callejas, en Tierralta, Córdoba, muestra que el Caribe no fue un escenario secundario, sino un espacio
donde la violencia bipartidista adquirió matices específicos y dejó profundas huellas en la vida
comunitaria. De ahí la importancia de una lectura de la violencia desde la perspectiva de la
desandinización, es decir, un desplazamiento de la mirada académica hacia territorios no andinos que
también sufrieron los impactos de la polarización partidista.
En Callejas, la violencia se expresó en tres niveles entrelazados: desplazamientos forzados, rupturas
comunitarias y resistencias sociales.
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El primero de estos impactos, el desplazamiento, fue una consecuencia inmediata del recrudecimiento
de la violencia. Numerosas familias campesinas se vieron forzadas a abandonar sus parcelas, dejando
animales, cosechas e incluso sus viviendas, ante amenazas directas de bandos opuestos o de gamonales
locales que instrumentalizaron el conflicto bipartidista como mecanismo de control social y territorial.
En los testimonios recogidos en la región se recuerda como; cuando mataron a los primeros liberales
en el camino de Tierralta, muchos salieron de noche, dejando hasta los animales. Era irse o morir
(Entrevista Callejas, 2025).
Este tipo de relatos orales evidencian que el desplazamiento representaba la pérdida material, pero
también, la ruptura simbólica con un territorio cargado de identidad y pertenencia.
El segundo impacto fue la fragmentación del tejido social y de las redes de confianza comunitaria. La
filiación partidista, que en otros contextos podía reducirse a una preferencia electoral, en Callejas se
transformó en un factor determinante para el acceso a recursos, la seguridad personal y la supervivencia
cotidiana. Investigaciones previas han señalado cómo en distintas regiones de Colombia la violencia se
“internalizó” en las propias comunidades, transformando las relaciones vecinales en espacios
atravesados por la sospecha y la desconfianza (Jimeno, Varela & Castillo, 2012). En Callejas, las
decisiones colectivas dejaron de tomarse horizontalmente y pasaron a depender de líderes locales
vinculados a los partidos, quienes se convirtieron en mediadores entre la comunidad y las estructuras
políticas o armadas. De este modo, los cabildos, las juntas de vereda e incluso las parroquias fueron
permeadas por la lógica partidista, consolidando una nueva territorialidad política que impregnó la vida
cotidiana.
Como lo expresó un habitante en entrevista: “Antes nos reuníamos entre vecinos para resolver
cualquier cosa, como arreglar un camino o decidir sobre las siembras; eso se hacía entre todos. Pero
después, si no estaba el del partido, no se podía hacer nada. Uno tenía que esperar que el jefe político
diera la palabra, y hasta la misa se volvió cosa de partido: si usted no era del color correcto, lo miraban
mal en la iglesia” (Entrevista Callejas, 2025).
En cuanto al tercer impacto, tuvo lugar la emergencia de resistencias campesinas y movimientos
sociales que dieron continuidad a una tradición de lucha por la tierra en Córdoba.
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En este punto resulta fundamental destacar el liderazgo de Juana Julia Guzmán, (1892–1975) pionera
en la organización campesina y sindical en el Caribe. Su figura representa la intersección entre la
violencia bipartidista y la resistencia social: mientras el conflicto desestructuraba comunidades, líderes
como ella articulaban procesos de defensa de la tierra, de visibilización de la mujer campesina y de
construcción de espacios colectivos de educación y organización, incluso en escenarios de represión
y exclusión (Archila, 2008).
Figura 1: Fotografía de Juana Julia Guzmán
Fuente: Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas
A la vez, en los relatos, la memoria comunitaria resalta la gran figura de Vicente Adamo,
reconociéndolo como uno de los fundadores de Callejas. En este sentido, Adamo, simboliza cómo las
comunidades rurales del Caribe, lejos de desaparecer frente a la presión de la violencia, lograron
reorganizarse y proyectar nuevos procesos de arraigo territorial. (CEDINCI, s.f, 2020).
Figura 2: Fotografía de Vicente Adamo
Fuente: Diccionario Biográfico de las Izquierdas Latinoamericanas.
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En esta línea de ideas, Juana Julia junto con Vicente Adamo, lideraron las llamadas “tomas de tierra”
en territorios como Loma Grande, Canalete y el propio Callejas, consolidando así prácticas de
resistencia frente al latifundio y al despojo de tierras. Estos episodios se convirtieron en hitos
fundacionales de la organización campesina regional y en referentes de memoria colectiva.
Posteriormente, su vinculación a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) permitió
que su experiencia y estrategias de movilización se transmitieran a nuevas generaciones de campesinos,
fortaleciendo procesos de organización, defensa territorial y reivindicación de derechos (Banco de la
República, s.f, 2023). Este tipo de liderazgos confirman que la violencia se puede concebir como
catalizador de transformaciones en las formas de habitar y de resistir el territorio, articulando memoria,
organización social y lucha por la tierra como elementos centrales de la historia local. (Porto-Gonçalves,
2010).
La memoria histórica como escenario de resistencia y dignificación en Callejas, Tierralta,
Córdoba durante el periodo (1950-1953)
Las memorias de la violencia bipartidista en Callejas constituyen un registro del sufrimiento
experimentado por las comunidades campesinas, pero también funcionan como un recurso colectivo
para transmitir aprendizajes y mantener viva la conciencia histórica frente a los intentos de olvido.
Recordar es un acto de resistencia que permite nombrar lo ocurrido y darle un lugar en la historia (Jelin,
2002). La memoria, en este sentido, no puede comprenderse como un ejercicio neutral: cada relato
refleja decisiones, silencios y formas de interpretar el pasado que responden a las tensiones y dinámicas
propias de la comunidad.
Las huellas de los años cincuenta quedaron inscritas en el territorio y en las personas, moldeando una
identidad colectiva atravesada por la desconfianza, la incertidumbre y la búsqueda de protección frente
a la violencia. Como expresó un habitante de Callejas:
Lo que nos quedó de aquellos tiempos fue la costumbre de hablar poco, porque uno nunca sabía quién
escuchaba” (Entrevista Callejas, 2025). Este tipo de relatos evidencian cómo el recuerdo se convirtió
en un mecanismo de autocuidado y, al mismo tiempo, en un legado que condicionó las formas de
relacionarse dentro de la comunidad.
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Aun así, la memoria en Callejas no se limita a la evocación del dolor, dado que, con el paso de los años,
se ha transformado en un espacio para transmitir valores y aprendizajes que fortalecen la vida
comunitaria. Esto se evidencia en las familias, donde los mayores han insistido en la importancia de
cuidar la tierra, mantener la solidaridad vecinal y aprender a resistir frente a las adversidades. Este
proceso refuerza la idea de que la memoria social es una construcción colectiva en permanente
transformación, y en este contexto ha sido resignificada como una herramienta que impulsa la
convivencia y el sentido de pertenencia (Jelin, 2003).
Los procesos comunitarios desarrollados en la actualidad demuestran que la memoria histórica en
Callejas es un punto de encuentro entre el pasado y el futuro. No se trata únicamente de narrar hechos
dolorosos, sino de comprenderlos como una base para generar transformaciones sociales. En este
camino, es relevante mencionar el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), cuya misión es
recuperar y preservar los testimonios de las víctimas, garantizando así el derecho a la verdad y la
reparación simbólica, de este modo, el deber de la memoria es un compromiso del Estado con las
víctimas y la sociedad, orientado a reconocer las huellas del conflicto y a evitar su repetición. (CNMH,
2013).
Por consiguiente, el trabajo de la memoria no queda confinado a un esfuerzo aislado, sino que se articula
con un marco institucional que respalda, dignifica y protege esas voces locales. En tal sentido, en
Callejas, la memoria histórica se ha convertido en un espacio donde los recuerdos del pasado dialogan
con el presente, permitiendo que la comunidad reflexione sobre sus experiencias y las transforme en
aprendizajes colectivos. Este proceso ha contribuido a fortalecer la identidad local, fomentar la
solidaridad entre vecinos y generar prácticas de convivencia que proyectan un futuro más consciente y
armonioso. Con ello, la memoria deja de ser solo un registro del pasado para convertirse en una
herramienta viva, capaz de promover la cohesión social, la resiliencia comunitaria y la transmisión de
valores fundamentales a las nuevas generaciones. Asimismo, los relatos de supervivencia y resistencia
permiten reconocer los efectos de la violencia en lo individual, en la vida social y cultural de la región.
Entonces, la memoria se configura como un recurso que guía a la comunidad hacia la reconciliación y
la construcción de un proyecto común, donde la dignidad y la esperanza se consolidan como pilares
para enfrentar los desafíos del presente y del futuro.
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CONCLUSIONES
El análisis de la violencia bipartidista en el corregimiento de Callejas, municipio de Tierralta (Córdoba),
durante los años 1950-1953, permitió visibilizar las dinámicas políticas, sociales y culturales que
marcaron profundamente la vida de la comunidad. Este estudio de caso puso en evidencia que, más allá
de un fenómeno nacional de polarización entre los partidos Liberal y Conservador, la violencia adquirió
matices particulares en los territorios periféricos, configurando escenarios de control territorial,
exclusión social y desestructuración de los lazos comunitarios.
En primer lugar, se constató que la polarización partidista y la instrumentalización del poder local por
parte de gamonales consolidaron estructuras clientelares que reproducían la desigualdad y la
subordinación. La concentración de tierras, la precariedad económica y la ausencia de presencia estatal
acentuaron un panorama de vulnerabilidad que, en combinación con el abandono institucional, propició
la emergencia de dinámicas violentas que se internalizaron en las prácticas sociales cotidianas. La
filiación política dejó de ser una preferencia electoral para convertirse en un marcador de identidad que
condicionaba la vida, la seguridad y la pertenencia comunitaria.
En segundo lugar, los testimonios recopilados evidenciaron la ruptura del tejido social, la confianza
entre vecinos, que antes se sustentaba en relaciones de cooperación y ayuda mutua, fue reemplazada
por la sospecha, el miedo y la fragmentación.
La vida comunitaria se reorganizó bajo una territorialidad política en la que las decisiones colectivas y
las instituciones locales como parroquias, juntas de vereda o cabildos quedaron permeadas por la lógica
partidista. Esta transformación afectó tanto la estructura organizativa de la comunidad como los
significados culturales y simbólicos asociados al territorio, que pasó de ser un espacio de identidad
compartida a convertirse en un escenario de disputa y riesgo.
No obstante, el estudio permitió reconocer que, en medio de la represión y el desarraigo, surgieron
expresiones de resistencia y lucha campesina que han dejado un legado en la memoria colectiva de la
región. Figuras como Juana Julia Guzmán y Vicente Adamo encarnaron liderazgos que articularon
procesos de organización social y defensa de la tierra, aportando a la consolidación de movimientos
campesinos que trascendieron el ámbito local para incidir en escenarios regionales y nacionales.
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Estos liderazgos revelan que la violencia, aunque desestructuró comunidades, también fue catalizadora
de procesos de resiliencia y reorganización, donde la memoria se convirtió en herramienta de
dignificación y resistencia.
Finalmente, el estudio pone de manifiesto la necesidad de descentrar los análisis históricos y sociales
de la violencia en Colombia, desplazando la mirada exclusiva sobre los territorios andinos hacia las
regiones periféricas como el Caribe. La experiencia de Callejas demuestra que estas zonas no fueron
escenarios marginales, sino espacios donde la violencia bipartidista dejó huellas profundas y donde, a
pesar del abandono estatal, se configuraron dinámicas de resistencia que siguen siendo relevantes para
comprender la historia reciente del país. En este sentido, visibilizar y reconocer las memorias de
comunidades rurales constituye un paso esencial para avanzar hacia una paz duradera, incluyente y con
justicia social. Así, el caso de Callejas se erige como un episodio particular de la violencia bipartidista
y como un espejo de los múltiples territorios olvidados de Colombia, donde la violencia, la resistencia
y la memoria siguen entretejiéndose en el presente. Esta investigación, por tanto, contribuye a resaltar
la urgencia de integrar estas memorias en los procesos educativos, académicos y políticos, con el fin de
dignificar a las víctimas y construir colectivamente un horizonte de país en el que prevalezca la vida, la
justicia y la paz.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Acevedo, J. (2013). La degradación de la cultura política en Colombia. Editorial Universidad Nacional.
Archila, M. (2008). Idas y venidas, vueltas y revueltas: Protestas sociales en Colombia, 1958-1990.
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