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La postura política del modelo crítico hace un llamado al diálogo intercultural como estrategia para
construir un proyecto social común, busca reducir las desigualdades, la sobre explotación humana y del
ambiente, el racismo y la opresión social. Sin embargo, se reconocen los retos para su implementación,
debido a la historia hegemónica que ha silenciado algunas culturas, producto del colonialismo
epistémico, económico cultural, del norte global, del imperialismo y el eurocentrismo. Según Santos
(2006) “hay aspiraciones en los oprimidos que no son pronunciables, porque fueron consideradas
impronunciables después de siglos de opresión” (p. 48), ante esto, se presenta el desafío de nutrir las
metodologías participativas, co-construidas desde los sentires, pensares y vivires de nuestros países.
Una postura ético-política implica tener una visión política clara sobre las relaciones de poder y las
hegemonías económicas y culturales impuestas en diversas áreas como el patriarcado, el colonialismo y
el capitalismo y, por tanto, la propuesta de alternativas de cambio o transformación social que busca
conseguir la universidad, en favor de sectores vulnerabilizados, marginados y excluidos por dichas
hegemonías. Esto implica decisiones claras vinculadas no solo frente al modelo económico, sino
también con los vínculos entre las personas, las instituciones, las organizaciones, el ambiente y el tipo
de impactos a los que se aspira en los distintos ámbitos: sociales, ambientales, políticos, económicos y
culturales. De ahí la exigencia de atender las dinámicas de dominación, opresión y dependencia que se
originan por las luchas de poder y las estructuras sociales (Tommasino y Cano, 2016 y Freire, 2005,
citados por Monge, 2020, p. 222).
Si se busca la emancipación del conocimiento, emerge la necesidad de romper con paradigmas
tradicionales de investigación, desde modelo de extensión crítica (MEC), para pasar a un proceso
universidad-sociedad que abrace las intersubjetividades críticas, los diálogos problematizadores,
reflexivos, horizontales, bidireccionales y participativos, procesos que permitan interacción dialógica y
constructiva entre saberes populares y científicos, desde la praxis en contexto.
Los paradigmas tradicionales de la investigación impuestos han promovido en las universidades
una oferta académica docente y de investigación desvinculada entre las áreas de conocimiento,
sujetos y territorios, así se propician formas de concebir, desarrollar y evaluar el proceso de
enseñanza aprendizaje y la gestión académica desde relaciones jerárquicas, unidireccionales y
bancarias, donde el docente y la academia fungen como único poseedor del conocimiento