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mediante observación directa y retroalimentación. Esto requiere adecuada capacitación docente y se
basa en el desempeño del estudiante (Frank et al., 2010). Por otra parte, las actividades profesionales
confiables requieren observación directa por gran cantidad de tiempo, evaluando si el aprendiz está
confiado para realizar sus tareas con autonomía y sin supervisión directa. (Ten Cate, 2005).
Por su parte, el modelo RIME clasifica el desarrollo clínico del estudiante en 4 etapas: la primera es
reportero, quien recoge y comunica correctamente información clínica, luego intérprete que se encarga
de analizar datos e hipótesis, el gestor que propone y ejecuta planes terapéuticos y el educador que busca
información activamente, educa a otros y aprende en equipo. Esta metodología es útil para los docentes
y requiere de rúbricas claras para evitar la subjetividad, además de que no mide habilidades técnicas ni
poderosas a profundidad (Pangaro, 1999).
No obstante, estos marcos han sido principalmente desarrollados en contextos médicos. Esta brecha
plantea la necesidad de adaptar y contextualizar dichos modelos al ámbito de la nutrición clínica, donde
el profesional debe integrar conocimientos científicos con habilidades de comunicación, educación
nutricional, razonamiento crítico sobre el diagnóstico clínico y las habilidades poderosas.
En el contexto de la formación universitaria en nutrición, un gran reto es moldear y trabajar estas
habilidades poderosas en los estudiantes. Según Juanes-Giraud, B. (2024) las habilidades impulsoras,
también conocidas como poderosas se consideran un conjunto de competencias y comportamientos, que
son fundamentales para el éxito laboral, y van más allá de las blandas tradicionales, ya que en este caso
son primordiales para el éxito laboral. Dentro de estas se incluyen, liderazgo, trabajo en equipo,
comunicación asertiva, conexión humana compasiva, promoción del cambio, adaptación, integridad,
resiliencia e inteligencia emocional. Todas estas destrezas se consideran esenciales para el aprendizaje
híbrido, por tanto, estas son cruciales para el éxito de la práctica clínica.
Según Gómez et al. (2020), la empatía, la comunicación efectiva, la capacidad para resolver problemas,
y la adaptabilidad son habilidades que deben ser trabajadas durante la formación del estudiante, ya que
permiten una interacción más humana y centrada en el paciente, lo cual es esencial en la atención
nutricional. Aspectos que se trabajan bajo esta metodología.
El desarrollo de estas habilidades en los estudiantes de nutrición es un aspecto clave para su formación
integral como profesionales. Como lo sugiere Torres (2022), las metodologías de enseñanza deben