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de los procesos de aprendizaje humano (Bahamón y otros, 2013). Según Pozo y Postigo (1993), la
implementación de estas estrategias no es automática, sino que requiere un control consciente, lo que
implica una planificación cuidadosa y una supervisión de la ejecución. Estas estrategias están
estrechamente vinculadas a la metacognición, es decir, al conocimiento que una persona tiene sobre sus
propios procesos mentales, y requieren un uso selectivo de los recursos y habilidades disponibles.
Para que un estudiante pueda aplicar una estrategia de aprendizaje, debe contar con alternativas que
elija en función de las exigencias de la tarea, lo que implica que no se puede aplicar una única estrategia
a todos los estudiantes. Lima (2009) destaca varias características de las estrategias de aprendizaje, que
incluyen la promoción de un aprendizaje efectivo y la capacidad de secuenciar y organizar los
contenidos de manera precisa para un mejor aprovechamiento. Estas estrategias evitan la improvisación,
brindan seguridad tanto a educandos como a educadores, y fomentan la autoconfianza y el trabajo
cooperativo. Además, dinamizan el proceso de enseñanza-aprendizaje, favorecen la participación y
socialización, y previenen la memorización mecánica del material. En este contexto, el alumno se
transforma de receptor a protagonista de su propio aprendizaje, asumiendo un papel activo en la gestión
de sus conocimientos. Aunque no existe una clasificación universal de las estrategias de aprendizaje,
algunos autores, como Román y Gallego (1994), han propuesto ciertas categorías que ayudan a entender
mejor este fenómeno:
Las estrategias para la adquisición de información se basan en el uso de habilidades de control ejecutivo,
que permiten enfocar la atención en partes específicas de un texto impreso y percibirlas de manera
selectiva. En este contexto, las preguntas intercaladas resultan efectivas para activar la atención del
lector. Por otro lado, las estrategias de codificación de información pueden incluir el uso de pares de
palabras, donde se instruye a la persona a elaborar oraciones que dependen de su propia interpretación,
lo que facilita el aprendizaje de conceptos concretos.
En cuanto a las estrategias de recuperación de información, estas permiten recordar nombres, fechas y
eventos a través de sistemas mnemónicos, utilizando, por ejemplo, imágenes de lugares familiares para
asociar y recordar temas sucesivos.
Finalmente, las estrategias de apoyo al procesamiento de la información se ejercitan al plantear
problemas y explorar diversas formas de resolución, identificando características relevantes y