Efectos de la transferencia de estereotipos sociales mexicanos en la publicidad de medios digitales dentro del contexto urbano antes y durante la pandemia covid-19

 

Dra. Olivia Ortega Sosa

v[email protected]

 

Dr. Miguel �ngel Rubio Toledo

[email protected]

 

Dr. Alberto �lvarez Vallejo

[email protected]

 

Universidad Aut�noma del Estado de M�xico

Toluca - M�xico

 

RESUMEN

Las identidades sociales se conforman en la constante construcci�n de los rasgos particulares que hacen de las regiones espacios f�sicos y simb�licos diferenciados. En M�xico, la identidad sincr�tica desde la precolombina hasta la moderna contin�a edific�ndose con los estereotipos utilizados por la publicidad �hoy digitalmente mediada� cuyas contratransferencias al inconsciente colectivo lo vuelven susceptible a anomias sociales desde los intercambios simb�licos. As�, el objetivo del presente art�culo parte de tres categor�as como principios: estereotipos e identidad como principios te�ricos, publicidad en medios digitales como principio emp�rico y la etnograf�a en el contexto urbano como principio etnometodol�gico. Las estrategias metodol�gicas se suscriben mediante los argumentos vinculantes que versan sobre la transferencia publicitaria de estos estereotipos sobre su inconsciente colectivo, teniendo como conclusi�n el modo en que �stos se vuelven referencia y aspiraci�n, obligando al individuo �tica y moralmente a perseguir valores, costumbres, y aspectos, que son artificiales o ajenos, obtenidos de las referencias de anhelos de otras culturas.

 

Palabras clave: identidad; espacio urbano; publicidad; M�xico

 

Effects of the transfer of Mexican social stereotypes in the advertising of digital media within the urban context before and during

the covid-19 pandemic

 

ABSTRACT

Social identities are conformed by the constant construction of the particular features that make the regions physical and symbolic differentiated spaces. In Mexico, the syncretic identity from the pre-Columbian to the modern ages continues to be built with the stereotypes used by advertising �now digitally mediated� whose contratransferences to the collective unconscious make it susceptible to social anomies from symbolic exchanges. Thus, the goal of this article starts from three categories as principles: stereotypes and identity as theoretical principles, advertising in digital media as an empirical principle and ethnography in the urban context as an ethnomethodological principle. The methodological strategies subscribe through the binding arguments that are about the advertising transfer of these stereotypes regarding their collective unconscious, having as conclusion the way they become reference and aspiration, forcing the individual ethically and morally to pursue values, customs, and aspects, which are artificial or alien obtained of the references of wishes of other cultures.

 

Keywords: identity; urban space; advertising; Mexico

 

 

 

Art�culo recibido:03 marzo 2022

Aceptado para publicaci�n: 20 marzo 2022

Correspondencia: [email protected]

Conflictos de Inter�s: Ninguna que declarar

 

 

 

 

 

 

1.      INTRODUCCI�N

El estudio de la identidad y sus derivaciones en estereotipos sociales han representado en los �ltimos a�os un eje a trav�s del cual la comprensi�n de la sociedad cierne su representatividad. En este tenor, la identidad del mexicano simboliza un compendio de creencias y etapas de desarrollo colonial, revolucionario y posrevolucionario, que, como ep�tome, se une para crear un mestizaje, un pastiche de ideas y sentimientos.

El resultado de este mestizaje da un vuelco a partir de la segunda mitad del siglo XIX, en donde la complicada situaci�n del desarrollo capitalista orill� a realizar dif�ciles modificaciones econ�micas, incluso geogr�ficas (Venta de la Mesilla 1853), dichas reorganizaciones instaron al mexicano a la b�squeda de nuevos horizontes y por lo tanto diferentes formas de vida y colectividades (Navarrete, 2011).

Como parte del aspecto referencial, en conjunto, el pa�s representa una amalgama de culturas, lo que m�s tarde Jos� Vasconcelos llamar�a la �raza c�smica�[1], una ideolog�a de la �quinta raza� o �raza c�smica� producto de las colonizaciones y la consecuente uni�n entre ib�ricos e ind�genas. Aunque en la actualidad el texto es fuertemente criticado por su contenido discriminatorio, no cabe duda que signific� en su momento (1925) un acercamiento al estudio de la identidad mexicana.

Por otra parte, el concepto de �raza c�smica� puede estar vinculado con lo que Bonfil (1990) llama la �desindianizaci�n�, la cual �[�] se cumple cuando ideol�gicamente la poblaci�n deja de considerarse india, aun cuando en su forma de vida lo siga siendo. Ser�an entonces comunidades indias que ya no saben que son indias� (Bonfil, 1990, 80).

Resulta interesante apelar a los s�mbolos y costumbres t�picas que se aferran al mexicano ind�gena (que ya no se considera as�) y que llevan consigo en el lugar de residencia. En el caso de la ciudad, su presencia no ha pasado inadvertida. Representa para la clase privilegiada lo que llaman �los nacos�, una extra�a criatura que habita en las vecindades de la Ciudad de M�xico, �[�] al que se atribuyen gustos y actitudes que ser�an una grotesca imitaci�n del comportamiento cosmopolita al que aspiran las �lites� (Bonfil, 1990, 89), es decir, en t�rminos de Bonfil (1990) el ciudadano �desindianizado�.

Dichos comportamientos cosmopolitas con toques aspiracionales tienen que ver con el llamado �american way of life� y el contexto de clase media que ofrecen los Estados Unidos de Am�rica, sobre todo desde el aspecto publicitario. Un modo de vida que menoscaba las ra�ces mesoamericanas motivando a dicha cultura ancestral a introducirse en una transculturaci�n que aboga por la mezcla de ideas relativas a dos formas de pensamiento (estadounidense y mexicano). La publicidad, en este sentido, apela a la utilizaci�n de c�nones cercanos al ideal anglosaj�n que deteriora la cultura mexicana at�vica releg�ndola de cierta manera a un segundo plano dentro de la cotidianidad.

Como parte de la publicidad, la necesidad de �transferir� aquellas emociones o bien suscitarlas en cierto contexto, se hace necesario poseer una gran compresi�n humana. El psicoan�lisis es una de las vertientes publicitarias m�s utilizadas en este rengl�n. La transferencia, como uno de los rasgos principales del presente art�culo se puede conceptualizar, siguiendo a Grinberg et al., (1968) desde el punto de vista psicol�gico como un proceso de adjudicaci�n de afectos y emociones del pasado de un sujeto en otro sujeto del presente, transmitiendo sentimientos o cualidades experimentados en el pasado, por lo tanto, es una repetici�n de prototipos basados en la vida actual del individuo. Siendo el concepto vinculado directamente con las relaciones humanas, para efectos del presente trabajo, se pretende resignificar dicha aproximaci�n al extrapolar el t�rmino hacia los medios digitales.

La conformaci�n del escenario social de desarrollo responde a una serie de categor�as que, tanto por separado como en conjunto, ilustran de mejor manera los procesos de identidad del mexicano y la publicidad alrededor de su construcci�n diaria. La sintaxis que explica la uni�n de varios conceptos que, vinculados podr�an no tener una similitud, basa sus principios en la etnometodolog�a y la antropolog�a digital, siendo �stos, recursos mediadores dentro de las categor�as que explican los procesos identitarios en M�xico, la publicidad y la manera de analizarlos.

2.      ESTRATEGIAS METODOL�GICAS O MATERIALES Y M�TODOS

El presente art�culo va a utilizar categor�as para delimitar los aspectos inherentes al tema. Las categor�as en un texto dan la pauta de los fen�menos o elementos a analizar en un proyecto de investigaci�n. Con el fin de revisar a cabalidad cada una de ellas, el presente art�culo busca mostrar c�mo las mismas pueden ser abordadas desde diferentes perspectivas:

  Primera categor�a: Transferencia de estereotipos sociales mexicanos (Ausubel, Cervantes, Larousse, Lippman, Real Academia Espa�ola, Tajfel)

  Segunda categor�a: Publicidad de medios digitales (Adorno, Habermas, J�dar)

  Tercera categor�a: Contexto urbano (Aug�, Garc�a Canclini, Lefebvre, Real Academia Espa�ola, Valera y Pol).

2.1. Primera categor�a

Identificando los primeros conceptos, el estereotipo �[�] se define generalmente en t�rminos de un consenso de opini�n concerniente a los rasgos que se atribuyen a ese grupo� (Tajfel, 1984, 143), por lo que un individuo puede dar referencias detalladas del comportamiento de un colectivo. Igualmente, para que un estereotipo pueda ser considerado �estereotipo social�, se hace necesario un consentimiento compartido por ciertos grupos de la sociedad a trav�s de medios efectivos de comunicaci�n, lo cual resulta vinculante al sistema hegem�nico de producci�n de valor. Tal es caso de la publicidad y la imagen social publicitada.

Seg�n el diccionario Larousse (2010) �El estereotipo re�ne rasgos de repetici�n inmotivada, autom�tica e inadaptada a las situaciones sociales, de palabras, movimientos o actitudes� (Larousse, 2010, 422), por tal motivo, tambi�n puede llegar a considerarse falso, sobre todo el fomentado en la publicidad del mercado capitalista. Los mexicanos, como ciudadanos de un mundo globalizado, siguen y fomentan estereotipos, o sea, adoptan comportamientos falsos inconscientemente: religiosos, ideol�gicos, sociales, siendo los medios publicitarios una plaza f�rtil para el llenado de estos estereotipos, que idealizan �ticas y est�ticas de diversa �ndole, tales como modelos de actuar o parecer, masculinos o femeninos, j�venes o viejos, blancos, mestizos �o ind�genas�, entre otros, y que particularmente anuncian productos que est�n dirigidos a promover el consumo.

Otro autor relacionado con el estereotipo, es Walter Lippmann (2003), siendo de los primeros en mencionar este vocablo en pro del entendimiento de un concepto hasta ese entonces no descrito en su totalidad. El enfoque de Lippmann incluye la cotidianeidad y las im�genes que se forman en la mente. Dichas im�genes tienen que ver con el hecho de detectar ciertas caracter�sticas en los dem�s, y que se relacionan con lo ya conocido. Son los peque�os signos, los encargados de recrear una imagen mental en el sujeto que inmediatamente vincular� con su bagaje memorial (Lippmann, 2003).

Este bagaje memorial, encuentra su centro en la sociedad. Volviendo a Tajfel (1984), las pautas que propician el an�lisis del estereotipo social incurren en los procesos cognitivos por los que pasa, como por ejemplo el contexto social en que se enmarca. Tajfel menciona que:

[�] en el caso de los estereotipos sociales, el �contexto social� se refiere al hecho de que los estereotipos mantenidos en com�n por un gran n�mero de personas proceden de, y son estructurados por las relaciones entre los grandes grupos o entidades sociales. El funcionamiento y el uso de los estereotipos es el resultado de una �ntima interacci�n entre esta estructuraci�n contextual y el papel de los mismos en la adaptaci�n de los individuos a su medio ambiente social (Tajfel, 1984, 174).

El �medio ambiente social� influye en el funcionamiento de los estereotipos a nivel social. Para ello se aboca tanto a la conservaci�n de ideolog�as y las acciones sociales en su nombre, como a la manera de interacci�n entre diferentes grupos de forma positiva sin menoscabo a su cosmovisi�n (Tajfel, 1984). Siguiendo de nueva cuenta al Larousse: �Un estereotipo es un clich�, concepci�n simplificada y com�nmente aceptada por un grupo sobre un personaje, aspecto de la estructura social o determinado programa social� (Larousse, 2010, 422), por lo que los estereotipos son productos de los diversos ambientes: familiar, local, de regi�n y pa�s, y conllevan una paradoja estructural: la aspiraci�n de ser y parecer.

En M�xico, en cuesti�n de estereotipos, hablar de mexicanos es hablar de una idiosincrasia, no generalizable, aunque se posean rasgos comunes. Los rasgos comunes pueden ser encontrados en s�miles cinematogr�ficos, ejemplo de ello es �Tint�n� y Pedro Infante, estereotipos de la publicidad cinematogr�fica de la �poca del cine de oro mexicano; otro ejemplo ser�a el �charro mexicano�, todav�a difundido en los medios digitales, y que continua en el imaginario social; incluso los estereotipos son representados en las series exhibidas v�a streaming, donde los mexicanos son ahora vistos con la apariencia y conducta t�pica de los narcotraficantes famosos. Por otra parte, un importante personaje: �Tres Patines�, querido pillo del programa �La tremenda corte� estrenado en 1941, representa un estereotipo cubano de la sociedad capitalista de la dictadura de Batista que influy� de sobremanera en el contexto mexicano de la �poca dada las relaciones de hermandad entre Cuba y M�xico. Por lo que los rasgos del mexicano vienen dados por una hibridaci�n de formas de pensamiento que moldean su comportamiento.

El desarrollo del estereotipo mexicano como totalidad se encuentra a partir de una serie de peculiaridades que lo hacen ser y parecer �nico, aun cuando se trata de diversas versiones del �mexicano� a trav�s de la historia y del lugar geogr�fico. As�, la formaci�n del estereotipo social mexicano, alude a una evoluci�n que involucra el impacto de diferentes culturas en donde la idea del antepasado mesoamericano identificado en el mestizo vigente, opaca el discurso del �ind�gena actual� que funge como sin�nimo de atraso. Constituye entonces un entramado que regula el desarrollo de la identidad mexicana desde varios puntos neur�lgicos semejando un rizoma que act�a como agente cohesionador del mestizaje cultural mexicano.

Enti�ndase pues, al estereotipo social mexicano como aquel relacionado con la identidad continua, misma que se ha ido forjando desde la �poca de la Conquista y que involucra elementos como el ind�gena, el espa�ol y por consiguiente el mestizo, as� como procesos de transformaci�n social y cultural tales como la Independencia, la Revoluci�n, las invasiones francesas y estadounidenses, entre otros; entes que fungen como com�n denominador de la actualidad mexicana, y que encarnan el mestizaje cultural y la idea del �blanqueamiento� social (Cervantes, 2009), muy arraigado a las pr�cticas publicitarias en M�xico.

En cuanto al estereotipo social mexicano y la transferencia[2], su t�rmino es de origen psicol�gico, siendo que la uni�n de estos dos conceptos da lugar a un nuevo constructo cognitivo: transferencia identitaria, que, en la voz de la sociolog�a, adquiere caracter�sticas ligadas a la psicolog�a social.

Para hablar de transferencia de identidad se hace necesario primeramente conceptualizar el t�rmino Transferencia, que, seg�n la Real Academia Espa�ola significa: �la acci�n y efecto de transferir�. Ya desde el punto de vista psicol�gico se promueve como: �Evocaci�n de los afectos y emociones de la infancia que se produce en toda relaci�n humana, y con m�s intensidad en la psicoterapia� (Real Academia Espa�ola, 2017).

Transferencia es tambi�n, un concepto cognitivo. La construcci�n de conocimiento consiste en transferir el entendimiento y la experiencia a conocimiento nuevo. Tambi�n, en la transferencia de conocimiento se expresa la creatividad (Ausubel, 1998). En todo caso, en la transferencia se expresan los estereotipos sociales, la asimilaci�n de un rol social o pr�ctica social. De tal suerte, con la informaci�n de los �multimedios� �convertida en �postverdad�� �sta se transfiere a la conformaci�n de los estereotipos actuales. Desde un jugador de f�tbol (estereotipo difundido por el anteriormente mencionado multimedio), hasta la tradici�n nacionalista de nombrar a cada a�o con alg�n personaje hist�rico como sucede en periodos de gobierno. Por ejemplo, el a�o 2019 le correspondi� al General Emiliano Zapata, nombrado caudillo de la Revoluci�n Mexicana, siendo promovido en los multimedios, y por lo tanto un estereotipo, pasando de ser considerado como uno de los grandes personajes guerrilleros, a ser ornamento de camisetas y gorras. Esto permite suponer, que se transfieren prototipos, como las profesiones, pero tambi�n se transfieren los estereotipos, como prototipos falsos.

Siendo que la transferencia de identidad promueve la aceptaci�n del individuo de ciertos roles sociales con los que se identifica mediante un bagaje emocional e hist�rico que tiene desde su infancia. El sujeto posee una carga sentimental que viene desde su pasado y la transfiere a elementos de roles sociales en el presente aceptando estilos y formas de vida acordes con los criterios impuestos por la sociedad, es decir, la construcci�n vinculante de su propia �tica.

Dicha transferencia se observa en el estereotipo social mexicano desde su cotidianidad. En el contexto urbano, precisamente en el contexto publicitario, el ser individual transfiere su bagaje emocional, familiar y sus afectos hacia el ente representado en la publicidad, confiriendo de poder simb�lico lo representado y por lo tanto el anuncio publicitario contratransfiere[3] el significado a su vida diaria, siendo que muchos de ellos menoscaban la identidad del mexicano al promover estereotipos totalmente ajenos a su idiosincrasia.

2.2. Segunda categor�a

La segunda categor�a versa sobre la publicidad en medios, siendo este el contexto donde se desarrolla la transferencia de identidades al nivel del estereotipo social. Para Habermas (1994), la publicidad parte del hecho que ha de ser opini�n p�blica para aquellas esferas de la sociedad burguesa. Tal y como menciona �[�] la publicidad pertenece espec�ficamente a la �sociedad burguesa�� (Habermas, 1994, 43). La hegemon�a implantada por unos pocos representa el hecho de que la publicidad haya evolucionado en lo que hoy conocemos como la masificaci�n de la ilustraci�n, en donde la masa no representa un p�blico cr�tico de lo que se le presenta, sino un consumidor a ultranza de la industria cultural desde la perspectiva de Adorno (1968).

Los medios digitales en donde se desarrolla la publicidad tienen que ver con el desarrollo de la comunicaci�n. Siguiendo a J�dar (2010):

La influencia ejercida por los medios inform�ticos en todos los procesos y fases de la comunicaci�n de los medios actuales abarca el registro, la manipulaci�n, el almacenamiento y la distribuci�n de la informaci�n, ya sea en forma de textos, im�genes fijas o en movimiento, sonido o construcciones espaciales. Por consiguiente, igual que la energ�a fue el motor de la Revoluci�n Industrial, la informaci�n es el eje sobre el que gira esta revoluci�n tecnol�gica (J�dar, 2010, 2).

Los medios digitales han venido a revolucionar las formas de comunicaci�n, permitiendo m�ltiples maneras de interacci�n que sobrepasan fronteras, por lo que la publicidad se vale de todos los medios, sobre todo de estos para sacar ventaja sobre usuarios potenciales. La evoluci�n de los medios tambi�n ha contribuido a la evoluci�n de la sociedad, su adaptaci�n a la Era Digital y a los nuevos medios de comunicaci�n dentro del contexto urbano.

2.3. Tercera categor�a

La tercera categor�a involucra el contexto urbano, se basa en las formas de intercambio simb�lico que se propician en el espacio urbano. El contexto urbano, ll�mese urbanismo como aquel �conjunto de conocimientos relacionados con la planificaci�n y desarrollo de las ciudades� (Real Academia Espa�ola, 2017), funge como escenario de pr�cticas sociales en donde el uso de los medios digitales se hace cada vez m�s frecuente. Siguiendo a Valera y Pol (1994), afirman que la relaci�n del individuo y su entorno parten de un �di�logo� simb�lico en donde surge el intercambio de significados sociales entre el contexto y el sujeto permitiendo un sentido de pertenencia. De esta manera, los elementos del entorno no solamente se consideran f�sicos, sino que adquieren un sentido simb�lico y social, esto es, la base de la identidad colectiva.

La interacci�n se da principalmente por el sentido de apropiaci�n en donde el individuo se apropia del entorno al modificarlo f�sica o simb�licamente, incorporando en su bagaje emocional, sentimientos o bien actitudes relacionadas con el espacio que habita (Valera y Pol, 1994). Ello permite suponer, la manera en que los procesos de construcci�n simb�lica del espacio social son la otra parte de la construcci�n de la identidad colectiva.

As�, la transferencia simb�lica en el espacio urbano, mediante los medios digitales se centra cada vez m�s en la globalizaci�n redefiniendo por ende el sentido de pertenencia o identidad en donde el contexto urbano se convierte en un contexto global fungiendo la ciudad como escenario de nuevas tecnolog�as.

Siguiendo a Garc�a (1995), en su libro �Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalizaci�n�, se refiere al espacio p�blico o urbano como espacio de interacci�n tecnol�gica. Menciona al autor Jean-Marc Ferry asumiendo que: �[�] Lo p�blico es el �marco medi�tico� gracias al cual el dispositivo institucional y tecnol�gico propio de las sociedades posindustriales es capaz de presentar a un �p�blico� los m�ltiples aspectos de la vida social� (Ferry en Garc�a, 1995, 27).

Por lo asumido bajo la mirada de este autor, lo p�blico resulta ser el �medio de comunicaci�n� en donde el individuo puede interactuar con lo que le rodea, con la sociedad, con el desarrollo, y por ende con el esquema globalizador actual.

El espacio urbano debe entenderse como un producto social, resultado de las relaciones, las experiencias y el intercambio social suscitado (Lefrebvre, 2013), en el mismo, el ciudadano se desarrolla. Siguiendo a Lefebvre (2013), �ste clasifica el espacio urbano de tres maneras: el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido. El primero de ellos tiene que ver con la cotidianeidad, y el uso de los flujos de personas y mercanc�as en la ciudad. El segundo tiene que ver con los expertos, los planificadores (planificaci�n urbana), y las formas de descomposici�n y limitaciones impuestas al espacio. Por �ltimo, se trata del espacio de lo simb�lico e imaginativo, en donde el sujeto desarrolla sus posibilidades dentro del contexto urbano.

Este �ltimo tipo se asocia directamente con el lugar antropol�gico, siendo el espacio de desarrollo y de sentido del habitante. Son lugares que se pueden identificar, relacionar y poseen una fuerte carga hist�rica. Es el lugar que cobra sentido en los individuos y ostentan un elemento vinculante entre el ciudadano y el lugar que habita (Aug�, 2000).

Desde la publicidad, el lugar antropol�gico, el lugar de desenvolvimiento del individuo est� vinculado con el �espacio publicitario�, siendo que �ste �[�] se aplica indiferentemente a una porci�n de superficie o de tiempo �destinada a recibir publicidad en los diferentes medios� (Aug�, 2000, 88), estando los medios digitales directamente relacionados con el espacio de intercambio social. Dentro de este universo publicitario concurren una serie de estereotipos que condicionan al individuo de manera cultural y social. Aunque de forma ambigua, el lugar antropol�gico coadyuva a la relaci�n del habitante y su territorio, afectando su forma de dirigirse (Aug�, 2000). Por lo que la manera de actuar del individuo est� directamente relacionada con el espacio que habita y vive cotidianamente.

El contexto urbano desde el principio de la pandemia se ha reconfigurado en un espacio vac�o, el residuo de una vor�gine espacial que enmarca lo social y simb�lico, resignificado como una plaza p�blica digital. Si antes la interacci�n se daba a nivel macro urbano, en estos momentos, el lugar antropol�gico se ci�e a los medios digitales como puntos de reuni�n y socializaci�n relegando el contexto urbano real a espacio no habitado de tr�nsito, donde se observa una disminuci�n del intercambio simb�lico entre los ciudadanos, adem�s de un espacio breve de comercializaci�n de bienes para la vida cotidiana sin mayor interacci�n.

Ahora bien, es bueno destacar que, dada las caracter�sticas sociales del ciudadano, adem�s de los alicientes provocados por el surgimiento de nuevas vacunas, en este a�o 2021, se ha estado apostando por un regreso a la �normalidad� que involucra de nueva cuenta una socializaci�n cara a cara, claro est�, siguiendo aquellas medidas de protecci�n, pero que significa un nuevo reto a lo antes conocido como: Interacci�n urbana.

2.4. Metodolog�a

Las teor�as anteriormente planteadas alrededor del estereotipo social, su trasferencia identitaria, la publicidad y el contexto urbano vislumbran dos modos de reconocer los datos durante la coyuntura epidemiol�gica actual y darles seguimiento, ellos son: la etnometodolog�a y la antropolog�a digital. El primero de ellos funge como herramienta para el discernimiento de los estereotipos sociales mexicanos, siendo que la etnometodolog�a �[�] es el estudio de los m�todos y pr�cticas que las personas normales emplean para descodificar el mundo, darle un significado, llevar a cabo cualquier acto� (Corbetta, 2007, 333), es decir, es el modo de darle representaci�n y configurar la sociedad y la cotidianidad.

La segunda se relaciona con el hecho de referirse a los medios digitales dentro de la publicidad, la antropolog�a digital en este sentido resulta otra herramienta metodol�gica, la cual, como una variante de la antropolog�a social, se enfoca en lo comercial y privado. En este caso, involucra los aspectos tecnol�gicos y epistemol�gicos del mundo digital donde tambi�n se puede observarel uso de la red representando un reflejo de las relaciones offline[4]. Casi con un estilo pan�ptico, la antropolog�a digital analiza las relaciones entre internautas[5]. Los nuevos modos de consumo, as� como la construcci�n de la cotidianidad (De Colsa et al., en Matus, 2014), representan, en primera instancia la reafirmaci�n de las manifestaciones diversificadas de una misma sociedad.

2.5. Cotidianidad y etnometodolog�a

El an�lisis de la cotidianidad, desde la etnometodolog�a, permite establecer un v�nculo entre el estereotipo social y la publicidad que influye directamente en su construcci�n cotidiana, es decir, la cotidianidad desde las actividades diarias del hombre. Siguiendo a Heller (1985):

El hombre nace ya inserto en su cotidianidad. La maduraci�n del hombre significa en toda sociedad que el individuo se hace con todas las habilidades imprescindibles para la vida cotidiana de la sociedad (capa social) dada. Es adulto el capaz de vivir por s� mismo su cotidianidad (Heller, 1985, 41).

La lucha diaria con la rutina muchas veces hace preguntarse al individuo su existencia en el mundo, mirando con simplicidad el hecho de la cotidianidad. La vida cotidiana es diversa, se trata de una constante lucha de decisiones diarias. La pragm�tica reina en el estadio de la cotidianidad del sujeto, las determinaciones se vuelven pragm�ticas, y por lo tanto una constante.

Lo diario y lo cotidiano comienza por la familia, en los peque�os grupos humanos que dictan las actividades del d�a a d�a. Puede ser visto en el entorno urbano, en la unicidad y las acciones individuales del hombre, convirti�ndolo en un ser irrepetible (Heller, 1985). No obstante, en la actualidad, esa irrepetibilidad se convierte en un fen�meno complejo. La globalizaci�n y la �repetici�n de c�nones� han permeado las individualidades haciendo de ellas �muchedumbres� cotidianas.

Este concepto, m�s identificable antes de la pandemia, sufri� un cambio sustancial al instaurarse un estado de cuarentena mundial, en donde la cotidianidad tuvo que ser adaptada a los nuevos procesos sociales sufridos en las ciudades y por lo tanto un mayor auge de la alienaci�n.

La cotidianidad y la alienaci�n est�n interrelacionadas, una interpretaci�n de la vida cotidiana que se encuentra en constante mediatizaci�n. Representa la cosificaci�n del individuo y la consecuente abstracci�n. Es ah� donde entra la publicidad, el medio de manipulaci�n cognoscitivo m�s directo que act�a dentro de la �alienaci�n cotidiana�:

[�] no tener necesidad alguna de una ideolog�a activa, de contentarse con una peque�a inculcaci�n cotidiana y permanente, situada al ras de la vida cotidiana misma, en los peri�dicos, en la televisi�n y en el resto de los medios de comunicaci�n. Es esta lenta aclimataci�n la que hace de esta imposici�n una nueva forma de violencia[6] (Gregory, 2009, 36).

Esta nueva forma de violencia, de manera simb�lica, involucra la imposici�n de modos de vida que intervienen la cultura. Por otro lado, si bien, antes de la pandemia, la alienaci�n estaba presente como ejemplo de Alter ego, durante el contexto del COVID-19 en las ciudades, se gest� un fen�meno globalizante que re�ne a los sujetos en una perenne conexi�n virtual, en donde el comportamiento del individuo cambia seg�n el contexto donde se encuentre, permiti�ndole ser parte de una situaci�n o un grupo social (incluso si parad�jicamente no pertenece), es decir, el individuo se convierte en un simulador de su realidad ante el otro si dicha simulaci�n lo beneficia a nivel social, emocional, incluso econ�micamente.

En este sentido, el cambio de contexto tambi�n cambi� la forma de expresi�n cotidiana simb�lica. Lo que antes se declaraba como una simulaci�n en donde la comparaci�n con otros se proporcionaba de manera espont�nea, y la imitaci�n de c�nones ajenos a los propios en suelo mexicano pod�a ser m�s palpable, en la actualidad, de cierta manera se relegan a un segundo plano.

Para comprender mejor dicho argumento se debe hacer hincapi� en el concepto de vida aspiracional y consumismo.

El modo de vida aspiracional tiene que ver con el consumismo. Siguiendo a (Bauman, 2007):

[�] la sociedad de consumidores implica un tipo de sociedad que promueve, alienta o refuerza la elecci�n de un estilo y una estrategia de vida consumista, y que desaprueba toda opci�n cultural alternativa; una sociedad en la cual moldearse a los preceptos de la cultura de consumo y ce�irse estrictamente a ellos es, a todos los efectos pr�cticos, la �nica elecci�n un�nime aprobada: una opci�n viable y por lo tanto plausible, y un requisito de pertenencia (Bauman, 2007, 78).

La repetici�n de estereotipos asociados con un modo de vida aspiracional se asocia con el rechazo a la cultura �tnica, a lo diferente y que no tiene cabida en el �mundo real�. El sentido de pertenencia se da al demostrar a los dem�s el acoplamiento con el h�bitat donde viven, en donde la exhibici�n de las �ltimas tendencias en moda y gadgets dan sobre-aviso del tipo de persona que el individuo puede aparentar ser. El sujeto se convierte entonces en un gran simulador de su realidad al disfrazarla con elementos que adornen su cotidianidad.

El fin del consumo se vuelve una �inversi�n�, el sujeto especula para poder tener cabida en la sociedad moderna, o bien, la sociedad l�quida � tomando las palabras de Bauman acerca de la posmodernidad �, la moda se vuelve ef�mera, cambiante, y por lo tanto la sociedad se convierte en una masa corp�rea que aspira a la homogeneizaci�n de gustos y tradiciones �prestadas� de otra colectividad.

Dicho consumo durante este tiempo, si bien sufri� modificaciones incluso disminuy�, no carece de prop�sitos con los cuales dotar al ciudadano mexicano de una identidad globalizada y consumista. Desde el aumento de ventas de mascarillas, hasta la obsesi�n por la limpieza y productos de primera necesidad adaptables a la nueva coyuntura.

2.6. Medios digitales en la era global

La liquidez del estado puede encontrar su mejor plaza en los medios digitales y la revoluci�n de formas de comunicaci�n, permitiendo m�ltiples maneras de interacci�n que sobrepasan fronteras. La evoluci�n de los medios tambi�n ha contribuido a la evoluci�n de la sociedad y su adaptaci�n a la Era Digital y a los nuevos medios de comunicaci�n.

Para comprender mejor el tema de los medios digitales, se debe hablar primeramente de aquellos medios que propiciaron lo que hoy conocemos como la cultura de red. Pensar en la cultura actual como aquella que est� siendo constantemente �[�] mediatizadas por el ordenador� (Manovich, 2006, 4). Sin embargo, aquellas invenciones que propiciaron el uso tecnol�gico moderno, se alejan de cierta manera de la realidad inform�tica hoy vivida.

Cabe se�alar que para llegar a comprender el surgimiento de los medios digitales debe se�alarse lo que se conoce como �nuevos medios�, siendo estos, parte de dos caminos, que, a trav�s de la historia se unieron para dar vida a las nuevas tecnolog�as. Ellos son las tecnolog�as de la inform�tica y la medi�tica.

Dichos elementos tuvieron su comienzo en el siglo XIX, en la invenci�n del daguerrotipo, un invento de Louis Daguerre que data de 1839, en donde se reproduc�a la realidad a trav�s de un rudimentario procedimiento fotogr�fico. La parte medi�tica estaba naciendo entonces al recortar un pedazo significativo de la materialidad y llevarlo a un soporte. En cuanto a las tecnolog�as inform�ticas, Charles Babbage, unos a�os antes, en 1833, dise�� una m�quina con peculiaridades similares a las caracter�sticas de las computadoras actuales. La misma funcionaba a base de tarjetas perforadas las cuales eran procesadas con el fin de efectuar operaciones que se escrib�an en una memoria para ser posteriormente impresas (Manovich, 2006), una haza�a a la cual las sociedades deben su actual informatizaci�n.

Siguiendo a Manovich (2006): �Los medios de masas y el proceso de datos son tecnolog�as complementarias que aparecen juntas y se desarrollan codo a codo, haciendo posible la moderna sociedad de masas� (Manovich, 2006, 5). Resulta interesante apelar a la �poca que ambos inventos fueron desarrollados: durante la Revoluci�n Industrial, una nueva era que marcar�a el surgimiento de las sociedades de masas y con ellas, la necesidad de nuevos modos de producci�n acordes con la demanda.

La peculiaridad que representan los medios digitales en la globalizaci�n apela al sentido com�n ciudadano. Se vive en una constante batalla por la �atenci�n� y la �aceptaci�n�. Los que publican en Facebook, Twitter y dem�s redes sociales buscan la ciberaceptaci�n (cultura del �like�), la que condiciona su autoaceptaci�n ante el mismo y los dem�s.

La publicidad, dentro de sus aristas propone una serie de opciones entre productos u objetos medi�ticos que afirman su papel preponderante en las decisiones cotidianas. Para ello, no solo se vale de viejas artima�as relacionadas con simplemente repetir, cual aguja hipod�rmica[7] aquellas �verdades a vender�. Actualmente se presenta a los consumidores como una gama de opciones para la modificaci�n o bien mejora del producto presentado.

El consumidor se convierte de este modo en prosumidor. La noci�n de prosumidor responde a la proactividad que demanda la econom�a informacionalista actual, la cual encierra el ep�teto: globalizante. La estructura social actual depende de las redes de informaci�n y con ello se consolidan empresas como Google o Facebook (Meta), en donde se transforman los consumidores en productores y viceversa, dando paso a los prosumidores, aquellos individuos que no s�lo consumen, sino que muchas veces, involuntariamente producen.

Con el fin de poder dar significado a los objetos medi�ticos que se presentan, los nuevos medios recurren a la transcodificaci�n, es decir, la transformaci�n a nuevos formatos, informatizando por ende el conocimiento y sustituyendo el lenguaje por aquel relacionado con el ordenador, reconceptualizando la cultura (Manovich, 2006). La interactividad en este tenor permite la elecci�n de rutas diferentes para el consumidor, los nuevos medios se involucran en la cultura del usuario brindando nuevos caminos para el consumo.

De igual manera, los deseos vienen regidos por funciones cerebrales. Lo mismo sucede con los medios y su interacci�n con el usuario, en donde las im�genes son desencadenadas como secuencias con ciertos efectos visuales para lograr una interacci�n con el consumidor. Parte de este fen�meno est� registrado por Freud, en donde la psicolog�a cognitiva puede ser equiparable a la superposici�n de im�genes. De igual manera, el psic�logo norteamericano Edward Titchener, ya lo visualizaba en las ideas abstractas, que consideraba como fotomontajes sobre varias percepciones las cuales son m�s claras en el aspecto social, y m�s borrosas en el aspecto individual (Manovich, 2006).

Es decir, los pensamientos individuales recreados a partir de las percepciones cotidianas son exteriorizadas mediante los nuevos medios. Las representaciones interiores se convierten en un pedazo de la esfera p�blica como parte del principio de interactividad, el cual es uno de los principales dentro de los medios digitales.

Si bien la identidad de un pueblo supone el c�mulo de culturas particulares de las regiones. Producto de la pandemia, la identidad se convierte en sub-identidades, las cuales han encontrado una plaza homog�nea dentro del ciberespacio donde se comparten miedos, incertidumbre y por lo tanto el sector publicitario ha debido perecer o reinventarse mediante un proceso de re-interpretaci�n del sentir colectivo online.

2.7. Medios digitales en M�xico

La capacidad de conexi�n global actual da fe de la gran aldea global que se est� gestando desde hace a�os. En cuanto a M�xico, no representa una excepci�n dentro del r�gimen de conectividad global. En el a�o 2011 el �ndice de conectividad en M�xico alcanz� el 27.2 % (Contreras, 2011), en la actualidad, y despu�s del confinamiento debido a la pandemia del COVID-19 esta cifra ha subido hasta el 76.3% (Asociaci�n de Internet MX & The Competitive Intelligence Unit, 2021), una diferencia del 49.1% en 10 a�os, lo que representa una mayor introducci�n de nuevos procesos comunicativos en la sociedad mexicana, abriendo las puertas de la tecnolog�a a nuevos consumidores.

Tomando en cuenta que M�xico es el pa�s con mayor cantidad de poblaci�n de habla hispana contando con 126,014,024 de habitantes (INEGI, 2021), de los cuales 86.8 millones consume Internet (Asociaci�n de Internet MX y The Competitive Intelligence Unit, 2021), la introducci�n de nuevos medios digitales ha tomado en el pa�s una plaza en constante desarrollo que, con la llegada del virus COVID-19, dispar� su uso no s�lo con motivos recreativos sino especialmente para el trabajo a distancia.

Esta nueva vor�gine tecnol�gica trae consigo nuevos h�bitos de consumo que responden a las tendencias globales de moda, y con la pandemia, un nuevo estilo de vida regido por los dispositivos m�viles. Aunque el uso de los mismos est� cada a�o proliferando, la televisi�n sigue teniendo gran dominio sobre el usuario. Seg�n la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales hecha por el Instituto Federal de Comunicaciones (IFT) en 2016, un 96% de la poblaci�n encuestada dec�a tener al menos un televisor en su casa, siendo la mayor�a de ellos con contenidos de televisi�n abierta (Riquelme, 2018).

A pesar de que los medios televisivos a�n siguen teniendo preferencia entre los mexicanos para el consumo medi�tico, el uso de nuevas formas de comunicaci�n ha permitido a la industria publicitaria optar por nuevos mercados que cada vez m�s extendidos. Este consumo a ultranza media entre la publicidad de anta�o y las nuevas formas de darse a conocer, poniendo en la tela inform�tica todas aquellas posibilidades mercantilistas.

En este sentido, la publicidad, como parte fundamental de la opini�n p�blica y por a�adidura del sistema de valores, apela a la venta de la imagen como estandarte del consumo. El an�lisis de una imagen est� claramente apoyado en la imagolog�a. Un autor que retoma a la imagolog�a es el escritor checo Milan Kundera (2009), en su libro �La inmortalidad�, Kundera (2009) aporta un sentido diferente a este neologismo. Visto desde una perspectiva de comparaci�n entre la ideolog�a (sobre todo de vertiente comunista) y la imagolog�a, el autor reduce el significado a aquel fen�meno que, tal y como menciona:

[�] crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tiene corta duraci�n y cada uno de los cuales es r�pidamente reemplazados por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones pol�ticas y preferencias est�ticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos (Kundera, 2009, 89).

Cabr�a preguntarse entonces si la nueva Imagolog�a alrededor del virus COVID-19 ha cambiado la forma de comportamiento a nivel social. Kundera, relaciona la imagolog�a con agencias publicitarias, dise�adores, incluso hombres de Estado que proyectan una conducta comunicativa verbo-corporal expresando, en el caso de la publicidad, un ideal de vida o bien un ideal de persona.

3. RESULTADOS Y DISCUSI�N

En el caso de la publicidad en medios digitales dentro del contexto urbano mexicano, la conceptualizaci�n de la Imagolog�a no se encuentra exenta de discusi�n. La imagen es lo que m�s vende, el imaginario global alrededor de la publicidad forma parte de la realidad cotidiana. M�s, el hecho de reducir a estereotipos sociales la publicidad e impregnarse del �ciudadano de a pie� requiere un conocimiento mucho m�s profundo del imaginario mexicano. Como bien se sabe hay dis�miles marcas, existen dis�miles consumidores, dotar a cada uno de ellos con un rostro y una ideolog�a resultar�a una tarea por dem�s tit�nica.

Y entonces llega la pregunta: �C�mo puede reducirse el c�mulo de individualidades al amplio espectro publicitario actual? La respuesta es clara: no se puede. Lo m�s cercano a la satisfacci�n individual recae en el mismo consumidor y la forma en que convierte el producto consumido en parte de su vivencia y de su cotidianeidad, lo hace suyo, lo transforma dependiendo de su contexto y lo resignifica a trav�s de un proceso de transferencia y contratransferencia que involucra emociones que alberga desde la ni�ez y que transfiere al objeto de consumo que, dicho sea de paso, proyecta una aparente innovaci�n de formas y usos mediante la tecnolog�a objetual. Es la interacci�n lo que define el actuar del estereotipo, los patrones que sigue y su cosmovisi�n.

La caracter�stica transversal de la publicidad, permite interactuar con el p�blico desde diversos niveles y plataformas, y los medios digitales se han convertido en un arma para su proliferaci�n, sobre todo con las nuevas generaciones de consumidores. Los roles de imitaci�n mediante la representaci�n de aquel �objeto de deseo� representa un sistema mucho m�s complejo de lo que Lasswell[8] en 1948 pens� cuando instituy� un modelo para la comunicaci�n de masas. El sistema publicitario ha optado por la utilizaci�n de redes, las cuales no presentan centros, trabajan bajo los nodos, los cuales contribuyen a los objetivos de la red. Se encuentran en constante reconfiguraci�n dependiendo de su funci�n y procesan los flujos (los flujos conectan los nodos) estableciendo una cooperaci�n (Castells, 2000).

Dicha cooperaci�n tiene que ver con el hecho de que la publicidad se vale de su mutabilidad para conocer al consumidor. Interact�a de tal manera que dicho consumidor se sienta parte del desarrollo del producto, fen�meno que durante la pandemia ha debido reinventarse y comulgar con mayor empat�a con el usuario. La actualidad y el contexto circundante representa la inmaterialidad, el conocimiento sobre el usuario con respecto a un producto se hace palpable cuando �ste media comunicativamente entre su contexto social y el producto final. Siendo que los medios digitales en este caso funcionan como una herramienta dedicada a la constante acumulaci�n de conocimiento que, sin tener un resultado predeterminado, no da respuesta aparente a las dis�miles problem�ticas que puedan presentarse en la sociedad, sino que funciona como un conglomerado de posibles t�cticas que forman parte del capital cognitivo capaz de trazar una estrategia intercomunicativa que permita vender.

3.1. Contexto urbano

La intercomunicaci�n se da principalmente por el sentido de apropiaci�n en donde el individuo se apropia del entorno al modificarlo f�sica o simb�licamente, incorporando en su bagaje emocional, sentimientos o bien actitudes relacionadas con el espacio que habita (Valera y Pol, 1994).

As�, la transferencia simb�lica en el espacio urbano, mediante los medios digitales se centra cada vez m�s en la masificaci�n de la globalizaci�n redefiniendo por ende el sentido de pertenencia o identidad en donde el contexto urbano se convierte en un contexto global fungiendo la ciudad como escenario de nuevas tecnolog�as.

Es necesario se�alar, a partir de los argumentos de Foucault (1987) sobre el estulto, que los sujetos de los grupos sociales no ostentan una voluntad totalmente libre, sino que se puede apreciar su subordinaci�n a condiciones externas, mediadas por los contenidos y la publicidad de los medios masivos y sus posibilidades hegem�nicas de comunicaci�n, dislocando la realidad concreta hacia su realidad subjetiva. En este sentido, Lipovetsky se�ala que:

[�] lejos de circunscribirse a las relaciones interpersonales, la seducci�n se ha convertido en el proceso general que tiende a regular el consumo, las organizaciones, la informaci�n, la educaci�n, las costumbres. La vida de las sociedades contempor�neas est� dirigida desde ahora por una nueva estrategia que desbanca la primac�a de las relaciones de producci�n en beneficio de una apoteosis de las relaciones de seducci�n (Lipovetsky, 2000, 17).

Siguiendo a Garc�a (1995), en su libro Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalizaci�n, se refiere al espacio p�blico o urbano como espacio de interacci�n tecnol�gica. Menciona al autor Jean-Marc Ferry asumiendo que: �[�] Lo p�blico es el �marco medi�tico� gracias al cual el dispositivo institucional y tecnol�gico propio de las sociedades posindustriales es capaz de presentar a un �p�blico� los m�ltiples aspectos de la vida social� (Ferry en Garc�a, 1995,27).

Por lo asumido bajo la mirada de este autor, lo p�blico resulta ser el �medio de comunicaci�n� en donde el individuo puede interactuar con lo que le rodea, con la sociedad, con el desarrollo, y por ende con el esquema globalizador actual. No obstante, es menester subrayar a partir de Foucault (2003), quien sugiere la existencia de un �diagrama de un poder que act�a por el efecto de una visibilidad general� (Foucault, 2003, 177), esto es, implica una cartograf�a de rizomas con posibilidades estrat�gicamente (des)vinculantes, pero en apariencia generoso y autopoi�ticamente construidas, donde la raz�n es el control pan�ptico para la transformaci�n de los individuos.

Ahora bien, Garc�a Canclini expresa una preocupaci�n fehaciente de la expansi�n de la ciudad y la interacci�n simb�lica del ciudadano con su entorno cotidiano. Si bien, el texto fue editado en 1995 a las puertas de una revoluci�n tecnol�gica que comenzaba a gestarse, ya se pod�an vislumbrar en este aspecto un desarraigo urbano. Garc�a afirma que: La desintegraci�n de la ciudad generada por la expansi�n demogr�fica y de la mancha urbana disminuye [�] los usos compartidos de los espacios p�blicos. [�] Esa desconexi�n entre los habitantes [�] es �compensada�, [�] por los enlaces massmedi�ticos (Garc�a, 1995, 88).

Dichos enlaces en 1995 estaban compuestos en su mayor�a por el uso de la televisi�n, la radio, y el video. No obstante, el desarraigo urbano sigue su curso coexistiendo con el uso de las nuevas tecnolog�as que transforman la manera de interacci�n de la sociedad y el movimiento urbano. La moci�n citadina no ser�a posible sin el individuo, en caso del presente texto, sin los estereotipos sociales mexicanos.

Ahora bien, producto de la pandemia, se ha venido a resignificar el espacio p�blico simb�lico en el espacio digital. Si bien antes de ella, el espacio digital era un espejo de la �cotidianidad� urbana de diversos estereotipos, en estos momentos se convierte pr�cticamente en el �nico h�bitat posible para la comunicaci�n y por ende el desarrollo de la identidad se ve ensimismada en el imaginario social.

Los estereotipos tienen que ver con el imaginario social en donde diariamente se desenvuelve. El conjunto de psiques que ostenta el pueblo mexicano, da fe de varias fisionom�as, los individuos son tan variados como extensa es la poblaci�n mexicana. El estereotipo social mexicano dentro del contexto urbano se hace p�blico, palpable. Las modas imperan de manera fortuita y dan paso a nuevos modos de ver la vida y el contexto en donde el individuo se desarrolla. Lo p�blico resulta ser el �medio de comunicaci�n� en donde el individuo puede interactuar con lo que le rodea, con la sociedad, con el desarrollo, y por ende con el esquema globalizador actual.

Ocurre entonces una transferencia desde el contexto urbano real a lo digital, el estereotipo social mexicano, convertido en subestereotipos que crean redes tem�ticas seg�n sus afinidades, comparte su cotidianidad de manera virtual, lo que ha conllevado a una evoluci�n de la identidad mexicana, hoy propuesta desde una identidad global donde media un fen�meno com�n: el virus COVID-19 y, por ende su resignificaci�n en contexto urbano real traslapado al �urbanismo digital� donde sus principales actores se desenvuelven cotidianamente.

4.      CONCLUSI�N O CONSIDERACIONES FINALES

La evoluci�n del estereotipo social dentro del contexto urbano mexicano actual se vuelve parte de la masa, de la cotidianidad y la colectividad. El escenario urbano, el cual sufre actualmente una transformaci�n vertiginosa, no solo f�sica, sino principalmente social �dadas las condiciones resultantes de la pandemia�, donde se desarrolla el individuo se convierte parte de su anatom�a, de su accionar diario, siendo su medio, el intercambio simb�lico entre el sujeto y aquellos que lo rodean.

El modelo bajo el cual la naci�n mexicana se desarroll� a partir de la Conquista responde a un modo occidentalizado de ver el mundo. El choque de culturas permiti� la aculturaci�n de una colectividad subyugada bajo el influjo de otra radicalmente diferente en donde la sociedad mexicana de la actualidad se rige seg�n los preceptos anglosajones impuestos a raz�n de la moda.

Todo este compendio de modas fortuitas responde a la �alienaci�n�, un elemento de la cotidianidad que involucra el deseo de enajenarse y del cual la publicidad ha tomado protagonismo al vender �estilos de vida�, muchos de ellos (por no decir todos) aspiracionales.

En cuanto al contexto mexicano, la publicidad en medios tiene mucho que ver con el seguimiento de conceptos ajenos a la cultura ancestral mexicana. Lo for�neo se toma como propio, y se acepta como lo culturalmente correcto. El deterioro simb�lico se observa en los roles sociales que cobran profunda importancia a nivel perceptual (est�tica) y conductual (�tica) en la estructura urbana y en el tejido sociocultural.

El desarrollo de la publicidad en M�xico responde entonces a todo un entramado que llega a nuestros d�as con una fuerza brutal, arrastrando colectividades enteras (a causa de la globalizaci�n entre otros) hacia la imitaci�n de c�nones ajenos a los propios, propiciando anomias sociales (estereotipos) que, de manera parad�jica, son promovidas por los mismos medios y los mismos grupos sociales a trav�s de la producci�n y el consumo de las formas y los contenidos de los sujetos en las contratransferencias creadas por los prosumidores. Las plataformas medi�ticas urbanas ostentan la condici�n de crear realidades o imaginarios colectivos que parecen verdades �dado su car�cter de aparente respuesta�, de otorgar la posibilidad de crear imaginarios que son aceptados socialmente casi tal y como aparecen (como realidades concretas), cuya condici�n de verosimilitud suele trastocar y dislocar las caracter�sticas de vida de las sociedades hacia el consumo como fin �ltimo y fundamento de bienestar.

Dicho en otras palabras, la publicidad y sus medios virtuales urbanos otorgan la posibilidad de crear estereotipos sociales mexicanos aspiracionales (contratransferencia), con la aparente posibilidad de rechazarlos al mismo tiempo por su carga discriminatoria (transferencia), con cargas simb�licas �ticas y est�ticas hegem�nicas. Se generan as�, condiciones para la existencia de un inconsciente colectivo susceptible a anomias sociales a partir de los intercambios simb�licos, volvi�ndose referencia y aspiraci�n, obligando a los grupos sociales �tica y est�ticamente a perseguir sistemas de valores, usos y costumbres, apariencias y conductas que son artificiales o ajenos y obtenidos de las referencias de anhelos de otras culturas.

5.      LISTA DE REFERENCIAS

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[1] El concepto de �raza c�smica� rescata lo mejor de la mezcla de razas (ib�rica e ind�gena) para dar pie a una raza superior. La idea del mestizo se convirti� en un ideal de naci�n que sobrepas� las fronteras mexicanas llegando eventualmente a parte de Am�rica Latina. En M�xico, supuso una doctrina bajo la que por muchos a�os represent� la caracter�stica esencial de la cultura nacional (Sol�rzano-Thompson & Rivera-Garza, 2009).

 

[2] La transferencia es un tema muy arraigado al psicoan�lisis y es cuando, seg�n Freud ocurre un traslado de cierto afecto de una representaci�n a otra (Amorrortu editores S.A., 1991). Siguiendo a otros autores como Grinberg (1968) representa un proceso de adjudicaci�n de afectos y emociones del pasado de un sujeto al presente. Se transmiten entonces sentimientos o cualidades vividas en el pasado hacia el presente, es una repetici�n de prototipos pasados en la vida actual del individuo, siendo el concepto vinculado directamente con las relaciones humanas.

[3] �Contratransferir� se refiere al hecho de responder a la transferencia de afectos. El paciente transfiere mientras el psicoanalista contratranfiere. A-B (Transferencia) B-A (Contratransferencia).

 

[4] Offline, palabra de origen anglosaj�n que representa en espa�ol �fuera de l�nea� o �fuera de la red�

[5] Existe en M�xico una agencia llamada Antropomedia, dedicada a la antropolog�a digital con aplicaci�n al marketing y a los negocios, entre sus principales servicios se encuentra el de ofrecer soluciones cualitativas a empresas que requieren un mayor impacto en sus usuarios.

 

[6] Refiri�ndose a la violencia simb�lica de Bourdieu, como una forma de manipulaci�n de masas, en donde el oprimido acepta de manera voluntaria el car�cter opresor hacia su persona, quedando en un estadio de violencia consensuada.

[7] La Teor�a de la Aguja Hipod�rmica, presentada originalmente por Lasswell (1971) alentada por el paso de las dos guerras mundiales y el inter�s de llegar a las masas de manera efectiva, nos acerca al efecto que producen los medios de comunicaci�n en las masas. La teor�a afirma como los mensajes llegan al receptor en forma de �inyecci�n� en donde se inocula el contenido del mensaje cual aguja hipod�rmica y por lo tanto crea una respuesta en torno a lo que se transmita.

[8] El modelo de Lasswell de 1948 describe el acto de comunicaci�n con las siguientes preguntas: �Qui�n dice que?; �En qu� canal?; �A qui�n?; �Con que efecto? Dicho modelo resulta �til para el an�lisis de contenido presentado por los medios, as� como el papel tanto de las audiencias como de los emisores comunicacionales.