APLICACIÓN DE UN MODELO DE REGRESIÓN
LINEAL MÚLTIPLE PARA EVALUAR LA
SUSTENTABILIDAD EN INSTITUCIONES
EDUCATIVAS

APPLICATION OF A MULTIPLE LINEAR REGRESSION
MODEL TO ASSESS SUSTAINABILITY IN EDUCATIONAL
INSTITUTIONS

Carlos Mario Martinez Izquierdo

Tecnologico Nacional de Mexico Campus Villahermosa

Juana María Morejon Sanchez

Tecnologico Nacional de Mexico Campus Villahermosa

Brissa Roxana De Leon De Los Santos

Tecnologico Nacional de Mexico Campus Villahermosa

Adrian Perez Vazquez

Tecnologico Nacional de Mexico Campus Villahermosa
pág. 1623
DOI:
https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i6.21182
La inteligencia artificial generativa y el rol del docente en la enseñanza

Weimar Orlando Portillo Legarda
1
weimar.portillo.inforac@est.upel.edu.ve

https://orcid.org/0009-0004-4072-4799

Universidad Pedagógica Experimental
Libertador UPEL

Venezuela

Gustavo Adolfo Olaya Gomez

upeldoctoradoeducacion2023@gmail.com

https://orcid.org/0009-0002-8146-4589

Universidad Pedagógica Experimental
Libertador UPEL

Venezuela

Yadry Yurley Rojas Barajas

yadryrojas@outlook.com

https://orcid.org/0009-0005-2237-2141

Universidad Pedagógica Experimental
Libertador UPEL

Venezuela

Omar Trochez Medina

omartmedina02@gmail.com

https://orcid.org/0009-0002-3353-0318

Universidad Pedagógica Experimental
Libertador UPEL

Venezuela

Juan David Diaz Garcia

jdaviddiaz@hotmail.es

https://orcid.org/0009-0003-4178-1472

Universidad Cuauhtémoc Aguascalientes

Caquetá Florencia

RESUMEN

La irrupción de la inteligencia artificial generativa (IAG) ha transformado radicalmente los procesos
educativos al permitir la creación automática de textos, imágenes, códigos y otros contenidos. Este
trabajo analiza su impacto en la enseñanza, con énfasis en el rol docente, particularmente en contextos
rurales de América Latina donde persisten desigualdades tecnológicas. El objetivo principal es
comprender cómo la IAG puede integrarse de manera crítica, ética y pedagógica en la educación. Se
defiende la tesis de que la IAG no sustituye al docente, sino que exige una reconfiguración de su rol
como mediador del conocimiento, facilitador de aprendizajes y formador ético. En el desarrollo se
examinan las oportunidades que la IAG ofrece para personalizar el aprendizaje y dinamizar la
enseñanza, junto con los riesgos asociados al uso acrítico, como el plagio, la desinformación o la
dependencia tecnológica. También se abordan los retos éticos, pedagógicos y de equidad, especialmente
en zonas con baja conectividad o escasa formación docente. Se destaca la necesidad de formar
educadores que comprendan y guíen el uso responsable de estas tecnologías, la IAG representa una
poderosa herramienta educativa, pero su valor depende del compromiso del docente como agente
transformador. La tecnología no reemplaza el juicio, la empatía ni la vocación: los docentes son
insustituibles.

Palabras clave:
inteligencia artificial generativa, ética digital, educación digital, tecnologías educativas
1
Autor principal
Correspondencia:
weimar.portillo.inforac@est.upel.edu.ve
pág. 1624
Generative artificial intelligence and the role of teachers in education

ABSTRACT

The emergence of generative artificial intelligence (GAI) has radically transformed educational

processes by enabling the automatic creation of texts, images, code, and other content. This work

analyzes its impact on teaching, with an emphasis on the role
of the teacher, particularly in rural contexts
in Latin America where technological inequalities persist. The main objective is to understand how GAI

can be integrated critically, ethically, and pedagogically into education. The thesis defended here is tha
t
GAI does not replace the teacher; rather, it requires a reconfiguration of their role as a mediator of

knowledge, facilitator of learning, and ethical guide. The development examines the opportunities that

GAI offers to personalize learning and energize
teaching, along with the risks associated with uncritical
use, such as plagiarism, misinformation, or technological dependency. It also addresses ethical,

pedagogical, and equity
-related challenges, especially in areas with low connectivity or limited teacher
training. The need to train educators who understand and guide the responsible use of these technologies

is emphasized. GAI represents a powerful educational tool, but its value depends on the teacher’s

commitment as a transformative agent. Technology
cannot replace judgment, empathy, or vocation:
teachers are irreplaceable.

Keywords:
generative artificial intelligence, digital ethics , digital education , educational technologies.
Artículo recibido 20 octubre 2025

Aceptado para publicación: 15 noviembre 2025
pág. 1625
INTRODUCCIÓN

En los últimos años, la educación ha comenzado a experimentar una transformación profunda,
impulsada por el vertiginoso desarrollo tecnológico. Dentro de este proceso, la inteligencia artificial
(IA) ha emergido como una de las principales fuerzas disruptivas, alterando no solo la forma en que
accedemos al conocimiento, sino también la manera en que lo construimos, compartimos y evaluamos.
Una de las ramas más revolucionarias de esta disciplina es la inteligencia artificial generativa (IAG), un
tipo de tecnología que no se limita a procesar información o tomar decisiones, sino que tiene la capacidad
de crear contenido original desde textos y códigos hasta imágenes, música y simulaciones complejas a
partir de algoritmos avanzados entrenados con enormes volúmenes de datos.

La aparición de la IAG en la vida cotidiana ha sido repentina y generalizada. Herramientas como
ChatGPT, Copilot, DALL·E o Gemini se han popularizado rápidamente en múltiples ámbitos, desde la
industria y la medicina hasta la investigación científica y por supuesto, la educación. Baeza (2021)
señala que en el contexto educativo, estas tecnologías abren nuevas posibilidades para la personalización
del aprendizaje, la automatización de procesos administrativos, la generación de materiales didácticos y
el acompañamiento a estudiantes en tareas complejas. Su alcance ha llegado incluso a zonas rurales y
remotas donde, gracias a la conectividad básica, algunos docentes han comenzado a experimentar con
estos recursos para enriquecer sus clases y superar la falta de infraestructura tradicional.

Sin embargo, esta integración no está exenta de tensiones y preguntas profundas. En regiones como
Valparaíso, Caquetá, o zonas similares en América Latina, donde las condiciones materiales de la escuela
son precarias, la llegada de la inteligencia artificial representa un desafío más que una solución
inmediata. El contraste entre una tecnología altamente sofisticada y un sistema educativo que aún lucha
por garantizar lo básico, genera una paradoja que merece ser analizada. ¿Puede una herramienta de alta
tecnología ser útil en un entorno con carencias tan profundas? ¿Cuál es el rol del docente frente a estas
innovaciones? ¿Existe el riesgo de que la IAG desplace el pensamiento crítico o que se utilice de forma
acrítica, reproduciendo inequidades?

Estas preguntas se vuelven aún más urgentes al considerar que la velocidad con la que la tecnología
avanza suele superar la capacidad de adaptación de los sistemas educativos, especialmente aquellos
ubicados en contextos rurales, marginados o desfinanciados. La figura del docente, por tanto, adquiere
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una relevancia central: es él o ella quien debe mediar entre los beneficios potenciales de la inteligencia
artificial y los objetivos pedagógicos, culturales y sociales que se persiguen en cada contexto.

El problema central que motiva esta investigación gira en torno a la tensión entre el desarrollo acelerado
de tecnologías basadas en inteligencia artificial generativa y la preparación real del sistema educativo y
particularmente del cuerpo docente para integrarlas de manera significativa, crítica y ética en los
procesos de enseñanza y aprendizaje. Esta tensión se agudiza en contextos rurales, donde se combinan
la brecha digital, la falta de formación docente especializada y las condiciones estructurales de exclusión
social que dificultan la innovación pedagógica.

El problema no radica únicamente en el acceso a la tecnología aunque este sigue siendo un desafío
estructural sino en la falta de criterios pedagógicos sólidos para su uso, la escasa alfabetización digital
crítica tanto en docentes como en estudiantes, y la amenaza de que estas herramientas sean utilizadas
como sustitutos de procesos educativos que deben ser profundamente humanos, reflexivos y
colaborativos. Además, se observa una tendencia preocupante hacia el uso utilitarista y superficial de
estas tecnologías, centrado más en la eficiencia que en el sentido educativo.

Clogher (2020), enunció que:

En este contexto, el papel del docente se vuelve ambiguo: mientras algunos sectores celebran las
posibilidades de la IAG como herramientas de apoyo, otros alertan sobre la deshumanización del
proceso educativo, la pérdida de autonomía intelectual del estudiante y el debilitamiento del juicio
crítico. (P.12)

Así, el problema se manifiesta en múltiples planos: ético, pedagógico, formativo, tecnológico y social.
¿Está el profesorado preparado para enfrentar estos cambios? ¿Cómo se puede garantizar un uso
pedagógicamente pertinente y éticamente responsable de la IAG, especialmente en contextos rurales?
¿Qué riesgos existen si este proceso no es acompañado desde una mirada crítica e inclusiva?

A partir del contexto descrito y del problema identificado, se propone la siguiente tesis central: La
inteligencia artificial generativa representa una oportunidad poderosa para enriquecer los procesos
educativos, pero su impacto real y transformador dependerá de la capacidad del docente para ejercer un
rol crítico, ético y pedagógico que integre estas tecnologías en función de las necesidades, realidades y
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valores del contexto educativo, especialmente en zonas rurales donde la desigualdad digital plantea
desafíos únicos.

Esta tesis sostiene que la IAG no debe ser comprendida ni como una amenaza que desplace al docente
ni como una solución mágica que resuelva los problemas estructurales de la educación. Más bien, debe
ser abordada como una herramienta que, en manos de educadores conscientes y bien formados, puede
potenciar la creatividad, la inclusión, la participación de los estudiantes y la formación ciudadana. Para
ello, se requiere repensar el rol docente no desde la obsolescencia, sino desde el liderazgo pedagógico,
la actualización profesional y el compromiso ético.

Justificar esta investigación es esencial, especialmente en un momento histórico en el que las decisiones
que tomemos respecto al uso de la inteligencia artificial tendrán consecuencias duraderas en el modo en
que concebimos la educación y el conocimiento. El desarrollo vertiginoso de la IAG ha desbordado la
capacidad de muchos sistemas educativos de responder con prontitud y con criterios formativos claros.
La ausencia de marcos normativos, de formación docente específica y de una reflexión pedagógica
estructurada sobre su uso crea un vacío peligroso que puede ser llenado por el pragmatismo tecnológico
o por la inercia del mercado.

Ernst (2020) menciona que desde una perspectiva educativa, la investigación se justifica en la necesidad
de dotar a los docentes especialmente en contextos rurales de herramientas críticas para tomar decisiones
pedagógicas informadas frente a la tecnología. No se trata de resistirse al cambio, sino de encauzarlo
con ética, inteligencia y sensibilidad social. Además, abordar esta temática permite visibilizar las
desigualdades tecnológicas que afectan a miles de comunidades educativas en América Latina, donde
las promesas de innovación deben ser confrontadas con las realidades del territorio.

Desde un punto de vista académico, esta investigación busca aportar a la construcción de un marco
teórico y metodológico que permita evaluar de manera más integral el impacto de la IAG en la
educación, y en particular en la figura del docente como agente clave del proceso. La revisión crítica de
la literatura, el análisis de experiencias en terreno y la reflexión epistemológica sobre la naturaleza del
aprendizaje mediado por tecnología son dimensiones que enriquecen no solo este trabajo, sino también
el debate pedagógico más amplio.
pág. 1628
Finalmente, en términos éticos y sociales, la justificación radica en la necesidad urgente de proteger el
sentido humanista de la educación. Frente a una narrativa que exalta la eficiencia tecnológica, es
imprescindible recordar que la escuela sigue siendo un espacio de encuentro, de formación del
pensamiento crítico y de construcción de ciudadanía. No se puede ceder ese terreno a los algoritmos sin
una profunda reflexión sobre lo que se gana y lo que se pierde.

El objetivo general de este trabajo es analizar el impacto de la inteligencia artificial generativa en la
educación contemporánea y, particularmente, en el rol docente, con énfasis en los desafíos,
oportunidades y tensiones que surgen en contextos rurales como los de Colombia y América Latina.

DESARROLLO

En el desarrollo de la tesis se afirma que la inteligencia artificial generativa (IAG) representa una
revolución en la forma en que accedemos, producimos y compartimos el conocimiento, pero su impacto
real en la educación dependerá del rol protagónico del docente como mediador crítico, ético y
pedagógico de estas herramientas, especialmente en contextos con desigualdades estructurales como las
zonas rurales de América Latina.

¿Qué es la inteligencia artificial generativa?

La inteligencia artificial generativa es una subdisciplina de la inteligencia artificial que se especializa
en la creación autónoma de contenidos nuevos a partir de grandes cantidades de datos. A diferencia de
los sistemas tradicionales de IA, que se centran en clasificar, predecir o reconocer patrones, los modelos
generativos tienen la capacidad de producir texto, imágenes, música, código e incluso simulaciones.

Granada (2023) afirma que:

Esta habilidad no se basa en la repetición mecánica, sino en el análisis profundo de patrones y la
generación probabilística de respuestas, basadas en algoritmos complejos como las redes neuronales
profundas y los modelos de lenguaje como los de tipo transformer. (P.11)

Su llegada ha supuesto una disrupción significativa en múltiples campos, y la educación no es la
excepción. Herramientas como ChatGPT, Bard o Copilot ya se utilizan para crear material educativo,
resolver problemas, asistir en traducciones y redactar documentos complejos. Su capacidad para generar
contenido inmediato, flexible y adaptado ha cambiado profundamente la dinámica de enseñanza-
aprendizaje. Sin embargo, esta revolución tecnológica plantea interrogantes fundamentales sobre el
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sentido de la educación, la autoría del conocimiento y el papel irremplazable del ser humano en los
procesos formativos.

Ventajas y límites de la IAG en el ámbito educativo

Uno de los principales beneficios de la IAG es su capacidad para democratizar el acceso al
conocimiento. Muchas de estas herramientas son gratuitas o cuentan con versiones accesibles para
comunidades con pocos recursos. En lugares con limitada oferta educativa, la posibilidad de acceder a
una IA que resuelva dudas traduzca contenidos o redacte ensayos puede representar una ventana al
mundo. Para docentes en zonas rurales, como en la región amazónica de Colombia o en los andes
peruanos, puede ser una aliada para suplir la falta de recursos físicos y bibliográficos.

No obstante, esta accesibilidad también conlleva desafíos importantes. La IAG no posee conciencia, ni
valores, ni comprensión del mundo. Opera sobre la base de patrones estadísticos y datos históricos, que
muchas veces reflejan sesgos culturales, lingüísticos o ideológicos. Así, un estudiante que consulte una
IA puede recibir una respuesta incorrecta, parcial o incluso discriminatoria, si no cuenta con una guía
crítica que le permita interpretar esa información.

Además, el uso sin mediación de estas herramientas puede fomentar la dependencia, el plagio o el
empobrecimiento del pensamiento creativo. Si los estudiantes aprenden a resolver todo con un clic, ¿qué
lugar queda para la investigación, la curiosidad o el error como parte del aprendizaje? Aquí entra en
juego el rol esencial del docente como mediador, evaluador y formador ético.

El nuevo rol del docente en la era de la IAG

Contrario a la visión alarmista que plantea que los docentes serán reemplazados por máquinas, la llegada
de la IAG ha revalorizado su papel. Lussi (2023) dice que: La enseñanza ya no puede limitarse a la
transmisión de contenidos, porque estos están disponibles en múltiples formatos digitales. Lo que hace
único al educador es su capacidad para interpretar, problematizar y dar sentido al conocimiento.

El docente actual debe ser un guía crítico, capaz de integrar herramientas tecnológicas en función de
objetivos pedagógicos claros. Es quien determina cuándo una IA puede enriquecer una clase, y cuándo
puede empobrecerla. Es quien acompaña al estudiante a distinguir entre creación propia y producción
automatizada. Es, además, el responsable de educar en el uso ético de estas herramientas.
pág. 1630
En tiempos donde es posible generar un ensayo en segundos o traducir un texto sin comprenderlo, la
formación en honestidad académica, pensamiento original y respeto a la autoría se vuelve indispensable.
La ética digital debe ser un eje transversal en la enseñanza, y los docentes son quienes deben liderar esta
formación, no solo en sus estudiantes, sino también en las familias y comunidades educativas.

Transformaciones en la pedagogía y la evaluación

La presencia de la IAG en el aula ha obligado a repensar no solo el contenido, sino también las
metodologías pedagógicas. Ya no basta con asignar tareas repetitivas o memorísticas, que una IA puede
resolver en segundos. Hoy más que nunca se valoran los procesos de aprendizaje, la participación, el
trabajo colaborativo y la aplicación creativa del conocimiento.

Polo (2023) menciona que:

La evaluación tradicional, basada en pruebas estandarizadas o ensayos escritos, pierde sentido si no
puede diferenciar entre el trabajo humano y el generado por una máquina. Por ello, muchas instituciones
están optando por metodologías activas como proyectos interdisciplinarios, portafolios, debates,
simulaciones o laboratorios de innovación. (P.3)

Estas metodologías no solo dificultan el uso no ético de la IA, sino que además desarrollan competencias
clave como la resolución de problemas, la comunicación, la colaboración y el pensamiento crítico.

Otro aspecto fundamental es la personalización del aprendizaje. La IAG permite adaptar los contenidos
a los ritmos, estilos y necesidades individuales de cada estudiante, algo que antes era impensable en
aulas masificadas. Sin embargo, esta personalización no debe ser ciega ni automatizada. Es el docente
quien debe diseñar rutas de aprendizaje significativas, considerando el contexto sociocultural del
estudiante y sus trayectorias personales.

Desigualdad digital: una barrera estructural

Si bien la IAG puede ser una herramienta de inclusión, también corre el riesgo de profundizar las brechas
existentes. En regiones rurales de Colombia, por ejemplo, muchas escuelas carecen de acceso a internet,
dispositivos adecuados o formación docente en tecnologías. En estos casos, hablar de inteligencia
artificial puede sonar utópico o ajeno a las realidades cotidianas.

Aquí el rol del Estado es insustituible. No se puede exigir innovación educativa si no se garantiza la
infraestructura mínima. Se requieren políticas públicas que inviertan en conectividad rural, dotación
pág. 1631
tecnológica y capacitación docente. Pero también es necesario promover una cultura tecnológica que
respete los saberes locales, que valore la oralidad, la interculturalidad y las formas comunitarias de
aprendizaje.

La tecnología no debe ser impuesta como un modelo homogéneo, sino adaptada a los territorios, con
participación de los actores educativos. En este sentido, los docentes rurales son clave: conocen sus
comunidades, sus lenguajes, sus sueños. Con el apoyo adecuado, pueden convertir la IA en una
herramienta para fortalecer la identidad, rescatar la memoria y construir futuro.

Implicaciones éticas y reflexiones pedagógicas

La implementación de la IAG en educación obliga a plantear preguntas de fondo: ¿Qué entendemos por
aprender? ¿Qué significa enseñar en tiempos de algoritmos? ¿Qué tipo de ciudadanía queremos formar?
La IA no es neutral. Está programada por seres humanos, alimentada con datos que reflejan nuestras
historias, nuestros errores y nuestras desigualdades. Usarla de forma crítica implica cuestionar sus
supuestos, detectar sus sesgos, exigir transparencia en sus procesos y, sobre todo, no delegar en ella la
responsabilidad del juicio pedagógico.

Sabater (2022) dice que en un mundo donde la información abunda, la tarea educativa es formar criterio.
Por lo tanto se debe enseñar a distinguir lo verdadero de lo falso, lo útil de lo banal, lo justo de lo injusto.
Y eso no lo puede hacer una máquina. Solo un docente con conciencia ética, formación sólida y
compromiso humano puede acompañar ese proceso. Además, es urgente que las instituciones educativas
formulen marcos de uso ético de la IAG. No basta con prohibir su uso: hay que enseñar a usarla bien.
Las reglas deben construirse con participación de estudiantes, profesores, directivos y familias, para que
sean pertinentes y sostenibles.

Hacia una educación humanista y tecnológica

La educación del siglo XXI no debe elegir entre tecnología y humanidad. Debe integrarlas en una visión
pedagógica que reconozca la potencia de las herramientas digitales, pero sin renunciar al sentido
profundo de educar: formar personas libres, críticas, éticas y solidarias. La IAG puede ser una aliada
poderosa para diversificar metodologías, ampliar el acceso al conocimiento y personalizar el
aprendizaje. Pero solo si es usada con criterio, con ética y con pedagogía. En este contexto, el docente
no es un obstáculo al cambio, sino su principal impulsor. Es quien puede transformar un algoritmo en
pág. 1632
una experiencia significativa, una respuesta automática en una pregunta profunda, una herramienta
tecnológica en una oportunidad de vida.

Para que esto sea posible, se requiere invertir en formación docente continua, repensar los currículos,
garantizar el acceso equitativo a la tecnología y fomentar comunidades de aprendizaje donde los
educadores puedan compartir experiencias, innovar juntos y construir saberes colaborativos.

El futuro de la educación no está escrito por algoritmos, sino por educadores conscientes

En la encrucijada histórica que atraviesa la educación contemporánea, la inteligencia artificial generativa
ha irrumpido como un nuevo oráculo del conocimiento. Puede escribir poesía, resolver ecuaciones,
diseñar arte y simular conversaciones humanas. Pero en medio de este torbellino de avances, una verdad
se impone con fuerza inquebrantable: el corazón de la educación sigue siendo profundamente humano.

No es la tecnología la que define la calidad de una educación, sino el propósito con el que se la utiliza.
No es la velocidad con que se responde una pregunta lo que revela sabiduría, sino la profundidad con
que se formula. Y no es la sofisticación de una herramienta la que cambia vidas, sino la presencia de un
maestro que cree en el poder transformador del conocimiento.

El docente no está en vías de extinción: está en pleno proceso de evolución. Su rol ya no es el de guardián
del saber, sino el de sembrador de sentido. Es quien enseña a hacer preguntas cuando todos se conforman
con respuestas. Es quien inspira cuando la inercia invita a copiar. Es quien recuerda que detrás de cada
cifra hay una historia, detrás de cada algoritmo hay una ética, y detrás de cada estudiante hay un universo
en construcción.

La inteligencia artificial, por sí sola, no educa. No guía. No sueña. Solo los humanos sueñan. Solo los
educadores son capaces de ver en un niño o una niña rural sin conexión a internet, pero con ojos
encendidos por la curiosidad un potencial que ninguna máquina puede predecir. Solo el maestro o la
maestra que camina dos horas por la vereda para llegar a una escuela sin electricidad comprende que
educar es un acto de rebeldía frente a la exclusión, y de esperanza frente al abandono.

Hoy, más que nunca, se requiere una pedagogía del coraje. Una pedagogía que no le tema a la tecnología,
pero que tampoco se arrodille ante ella. Que la comprenda, la cuestione, la adapte y la humanice. Una
pedagogía que forme sujetos críticos, no consumidores pasivos de contenidos generados por sistemas
pág. 1633
opacos. Una pedagogía que abrace la innovación, pero que no pierda su brújula ética. Porque el riesgo
no está en que la IA piense por nosotros, sino en que dejemos de pensar por nosotros mismos.

El verdadero sentido de la educación no está en acumular datos, sino en cultivar sabiduría. No está en
responder exámenes, sino en transformar realidades. No está en aprender a utilizar una herramienta, sino
en preguntarse para qué, para quién y con qué consecuencias. Y ese cuestionamiento ese fuego de la
conciencia solo puede ser encendido por un ser humano con vocación pedagógica.

En las próximas décadas, vendrán nuevos modelos de IA, más rápidos, más potentes, más precisos. Pero
ninguna tecnología será capaz de reemplazar la mirada de un docente que confía en su estudiante, ni el
silencio compartido de un aula donde nace una idea, ni la voz que dice: “Tú puedes, yo te acompaño”.

Por eso, el desafío no es preparar a los docentes para que compitan con la inteligencia artificial, sino
para que lideren su integración con sabiduría, ética y visión social. Porque lo que está en juego no es
solo el acceso a herramientas, sino el futuro mismo de la humanidad.

Y ese futuro no será escrito por las máquinas, sino por las manos de quienes enseñan a amar el
conocimiento, a cuestionar el mundo y a imaginar lo imposible. Si el siglo XXI será recordado como la
era de la inteligencia artificial, que también lo sea como la era del renacimiento del rol docente: el
guardián del juicio, el arquitecto del pensamiento, el faro en medio de la niebla digital. Porque donde
hay un maestro comprometido, hay una revolución silenciosa en marcha. Y esa, ninguna máquina podrá
detenerla.

CONCLUSIONES

La inteligencia artificial generativa no es el fin de la educación tal como la conocemos, sino la
posibilidad de reinventarla. Es una llamada a repensar qué, cómo y para qué enseñamos. Es una
herramienta poderosa, pero su impacto dependerá de las decisiones humanas que la rodean.

Velez (2022) dice que: Los docentes son los verdaderos arquitectos de este cambio. No solo deben
aprender a usar la IAG, sino a enseñarla con responsabilidad, a contextualizarla, a problematizarla.
Deben liderar una educación que sea tecnológicamente innovadora, pero profundamente humana.

En última instancia, el verdadero desafío no es tecnológico, sino pedagógico y ético. ¿Queremos una
educación que automatice el conocimiento o una que libere el pensamiento? La respuesta está en manos
de quienes educan. Y allí, la figura del docente sigue siendo insustituible.
pág. 1634
La evidencia muestra que la IAG actúa como una tecnología de apoyo capaz de automatizar tareas
cognitivas y procedimentales, pero no puede reemplazar el juicio pedagógico, la sensibilidad ética ni la
comprensión contextual del docente. Su incorporación exige una reconfiguración del rol docente hacia
funciones de mayor complejidad, tales como la curaduría de contenidos generados por IA, la orientación
crítica del estudiante y la mediación ética en el uso de herramientas digitales. En consecuencia, la
presencia del docente sigue siendo indispensable para garantizar aprendizajes significativos, pertinentes
y humanizados, particularmente en contextos vulnerables donde la guía personal adquiere mayor
relevancia.

La IAG permite personalizar el aprendizaje, diversificar materiales didácticos y dinamizar las
experiencias educativas; sin embargo, estos beneficios solo se materializan cuando el docente es capaz
de evaluar la calidad, pertinencia y veracidad de los contenidos generados. El uso acrítico puede derivar
en prácticas de plagio, desinformación, dependencia tecnológica y superficialidad cognitiva. Por ello, la
formación docente debe orientarse no solo hacia la alfabetización digital, sino hacia una alfabetización
crítica en IA, que incorpore criterios de ética digital, verificación de información y reflexión sobre
sesgos algorítmicos.

La inteligencia artificial generativa transforma la educación, pero es el docente quien le da verdadero
sentido. Su criterio, ética y sensibilidad convierten la tecnología en una herramienta para el aprendizaje
y no en un sustituto. En cada contexto, especialmente el rural, el maestro sigue siendo guía insustituible.
Mientras haya educadores comprometidos, el futuro seguirá siendo profundamente humano.

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