LECTURA INTERPRETADA DEL HEMOGRAMA
EN PEDIATRÍA: ENFOQUE ACTUALIZADO Y
APLICACIONES CLÍNICAS

INTERPRETED READING OF THE COMPLETE BLOOD

COUNT IN PEDIATRICS: AN UPDATED APPROACH AND

CLINICAL APPLICATIONS

Isaac David Arana Varela

Investigador independiente, Colombia

Sheyla Hazel Sotomayor Cruz

Investigador independiente, Colombia

Jesús Emilio Muñoz Correa

Investigador independiente, Colombia

Lina Marcela Sánchez Ibarra

Investigador independiente,
Colombia
Melissa Quintana Castillo

Investigador independiente, Colombia
pág. 17603
DOI:
https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v9i5.21276
Lectura Interpretada del Hemograma en Pediatría: Enfoque Actualizado y
Aplicaciones Clínicas

Isaac David Arana Varela
1
https://orcid.org/0009-0000-1441-8609

Isaacdavidarana@gmail.com

Investigador Independiente

Colombia

Sheyla Hazel Sotomayor Cruz

sheyla2093@hotmail.com

https://orcid.org/0009-0002-4164-7727

Investigador Independiente

Colombia

Jesús Emilio Muñoz Correa

jesusmunoz-10@hotmail.com

https://orcid.org/0009-0006-8384-5835

Investigador Independiente

Colombia

Lina Marcela Sánchez Ibarra

Lina.marcelasanchez02@gmail.com

https://orcid.org/0009-0008-5154-7336

Investigador Independiente

Colombia

Melissa Quintana Castillo

melissaquincast@gmail.com

https://orcid.org/0009-0004-1612-3387

Investigador Independiente

Colombia

RESUMEN

El hemograma es una de las pruebas de laboratorio más utilizadas en pediatría para evaluar el estado de
salud en general y detectar patologías hematológicas e infecciosas. Históricamente, su interpretación ha
evolucionado desde los recuentos manuales hasta la automatización, permitiendo análisis rápidos y
precisos. Sin embargo, persisten desafíos en la interpretación adecuada en pacientes pediátrico, esta
revisión narrativa tiene como objetivo proporcionar herramientas y un enfoque actualizado para su
correcta interpretación en estos pacientes, integrando ámbitos fisiológicos y patológicos. Un
entendimiento profundo de los valores normales por edad, junto con la aplicación clínica de algoritmos
y apoyo de pruebas adicionales, permite distinguir estos cambios; se propone desarrollar flujogramas
para el abordaje, orientado según los hallazgos de los valores referencia del hemograma, incluyendo
herramientas complementarias, permitiendo mejorar la precisión y eficiencia diagnóstica.

Palabras clave: hemograma, pediatría, análisis de sangre, interpretación diagnóstica

1
Autor principal
Correspondencia:
Isaacdavidarana@gmail.com
pág. 17604
Interpreted Reading of the Complete Blood Count in Pediatrics:

An Updated Approach and Clinical Applications

ABSTRACT

The Complete Blood Count (CBC) is one of the most frequently utilized laboratory tests in pediatrics

for the general assessment of health status and the detection of hematological and infectious

pathologies. Historically, its interpretation has evolved fro
m manual cell counts to automation, allowing
for rapid and precise analyses. Nevertheless, challenges persist regarding its appropriate interpretation

in pediatric patients. This narrative review aims to provide practical tools and an updated approach for

the correct interpretation of the CBC in this patient population, integrating both physiological and

pathological aspects. A profound understanding of age
-specific reference values, coupled with the
clinical application of algorithms and support from addit
ional tests, is crucial for distinguishing between
these changes. We propose the development of flowcharts for the diagnostic approach, oriented by the

CBC findings and incorporating complementary tools, thereby enhancing diagnostic accuracy and

efficiency
.
Keywords
: complete blood count, pediatrics, blood analysis, diagnostic interpretation
Artículo recibido 25 setiembre 2025

Aceptado para publicación: 25 octubre 2025
pág. 17605
INTRODUCCIÓN

El hemograma completo o conteo sanguíneo total (CST) constituye una herramienta diagnóstica
esencial en la práctica clínica pediátrica. Esta prueba, de bajo costo y amplia disponibilidad, ofrece
información cuantitativa y cualitativa sobre las tres líneas celulares de la sangre periférica eritrocitos,
leucocitos y plaquetas, así como sobre la concentración de hemoglobina y diversos índices eritrocitarios
y plaquetarios que reflejan el estado funcional del sistema hematopoyético(Shimoni et al., 2019). Su
adecuada interpretación permite detectar precozmente alteraciones hematológicas y orientar el
diagnóstico diferencial de enfermedades infecciosas, inflamatorias, nutricionales o neoplásicas, muchas
veces antes de que se manifiesten clínicamente(Sun et al., 2023).

En la edad pediátrica, el análisis del hemograma implica desafíos interpretativos particulares. Los niños
sanos experimentan cambios fisiológicos dinámicos en sus parámetros hematológicos a lo largo del
crecimiento, lo que refleja la maduración progresiva del sistema inmune y de la médula ósea. Por
ejemplo, el recién nacido presenta una eritrocitosis y hemoglobina elevadas, atribuibles a la hipoxia
relativa intrauterina y la necesidad de adaptación posnatal. Durante los primeros meses de vida ocurre
una anemia fisiológica del lactante, resultado del descenso transitorio de la eritropoyesis y de la mayor
afinidad fetal por el oxígeno. Posteriormente, entre los 6 meses y los 5 años, se observa una linfocitosis
relativa fisiológica, que gradualmente da paso a la neutrofilia del niño mayor conforme se estabiliza la
inmunidad adaptativa(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

Estas oscilaciones fisiológicas hacen imprescindible la utilización de rangos de referencia pediátricos
específicos por edad y sexo, a fin de evitar errores de sobrediagnóstico o subdiagnóstico(Ware, 2020).

La correcta lectura del hemograma requiere, por tanto, un enfoque clínico integrador. No debe
interpretarse como un resultado aislado, sino en el contexto del estado general del paciente, los
síntomas, los hallazgos físicos y la historia reciente de infecciones o tratamientos farmacológicos.
Alteraciones sutiles, como una leucocitosis moderada con desviación a la izquierda o una
trombocitopenia leve, pueden ser el primer indicio de patologías graves como sepsis bacteriana,
leucemia aguda o anemia hemolítica autoinmune, cuyo reconocimiento temprano mejora de manera
significativa la supervivencia y el pronóstico(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024). En otras ocasiones,
los patrones hematológicos característicos por ejemplo, microcitosis e hipocromía en la anemia
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ferropénica o linfocitos atípicos en infecciones virales orientan al clínico hacia la causa subyacente con
alto valor predictivo(Ware, 2020).

En la práctica diaria, el hemograma no solo cumple una función diagnóstica, sino también de monitoreo
terapéutico y pronóstico, siendo útil para evaluar la respuesta a tratamientos como la suplementación
con hierro, la quimioterapia o la antibioticoterapia prolongada. En entornos con recursos limitados, su
disponibilidad inmediata lo convierte en una herramienta indispensable para la estratificación inicial
del riesgo y la priorización de intervenciones(Leach, 2014).

En consecuencia, la presente revisión narrativa tiene como propósito ofrecer un análisis integral,
actualizado y basado en la evidencia sobre la interpretación del hemograma en pediatría. Se abordarán
los fundamentos fisiológicos del desarrollo hematológico, los patrones clínico-laboratoriales más
relevantes en las distintas edades y las estrategias analíticas que optimizan la toma de decisiones
diagnósticas y terapéuticas en el paciente pediátrico, contribuyendo así a una práctica clínica más
precisa, racional y orientada al pronóstico.

Breve recuento histórico

Los primeros intentos de cuantificar células sanguíneas datan de 1852, cuando Karl Vierordt describió
un método manual para contar eritrocitos en diluciones conocidas de sangre sobre portaobjetos(Verso,
1971). Posteriormente, la invención del hemocitómetro por Malassez en 1874 facilitó el conteo
microscópico estandarizado, mientras que las tinciones de Romanowsky y Ehrlich hacia fines del siglo
XIX permitieron diferenciar morfológicamente los tipos leucocitarios(Coller, 2015).

Las técnicas automatizadas inician en la década de 1920 para la medición de hemoglobina, y en 1929
Maxwell Wintrobe introdujo el hematocrito y definió los índices eritrocitarios (VCM, HCM, CHCM)
que aún se emplean como base de la clasificación de anemias(Coller, 2015; Verso, 1971). Un hito
crucial fue el principio de Coulter, patentado en 1953 por Wallace H. Coulter, que utilizó la impedancia
eléctrica para contar células de forma rápida y precisa(DeNicola, 2011). Los contadores Coulter
comercializados a partir de 1956 revolucionaron la hematología al agilizar el recuento automatizado de
glóbulos rojos, blancos y plaquetas(Verso, 1971). En 1970, la incorporación de análisis por dispersión
óptica permitió automatizar también la fórmula leucocitaria diferencial(Coller, 2015).
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Desde entonces, los analizadores hematológicos automatizados de múltiples parámetros se han vuelto
ubicuos en laboratorios clínicos, reduciendo la necesidad de conteos manuales, representado un avance
significativo en el diagnóstico pediátrico, permitiendo mayor rapidez, precisión y estandarización en
la obtención de resultados, reduciendo la variabilidad asociada al factor humano(Doig & Zhang, 2017).
Esto ha facilitado la detección temprana de alteraciones hematológicas en niños y ha optimizado la toma
de decisiones clínicas; no obstante, el examen microscópico del frotis sanguíneo sigue siendo
indispensable para corroborar hallazgos anormales y detectar células atípicas que el contador
automático podría no distinguir(Leach, 2014).

Estado actual

En las últimas décadas, múltiples estudios han refinado los intervalos de referencia hematológicos
pediátricos y los criterios diagnósticos de las distintas citopenias y citosis en niños, reconociendo que
condiciones como la anemia nutricional siguen siendo altamente prevalentes a nivel global, sobre todo
en países de bajos ingresos, afectando aproximadamente al 40% de los menores de 5 años; por lo tanto
su detección temprana es crucial para prevenir secuelas neurocognitivas(Wang et al., 2022). Las guías
clínicas enfatizan la importancia de interpretar el hemograma en contexto, ya que supuestos valores
normales pueden variar según factores étnicos, geográficos y del estado inflamatorio del niño(Weiss et
al., 2019). A pesar de estos avances, persisten brechas de conocimiento, entre ellas: la subutilización de
índices eritrocitarios más allá del VCM en la práctica general, la interpretación errónea de desviaciones
leucocitarias por no considerar la edad, la falta de adherencia a guías en la evaluación de citopenias, y
la poca integración de nuevas tecnologías en la ruta diagnóstica(Rashwan et al., 2022).

Conceptos básicos del hemograma y fundamentos de interpretación

El Hemograma Completo ofrece un perfil cuantitativo exhaustivo de las tres líneas celulares sanguíneas
principales, junto con parámetros cualitativos esenciales. Esta prueba diagnóstica abarca:
Serie Roja (Eritrocitos): Incluye la cuantificación de eritrocitos, la concentración de hemoglobina y el
hematocrito.
Serie Blanca (Leucocitos): Determina el recuento total de leucocitos y su recuento diferencial,
especificando la distribución de las distintas subpoblaciones celulares.
Serie Plaquetaria: Evalúa el recuento de plaquetas y sus parámetros asociados(Simson, 2013).
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Además, el HC incorpora índices eritrocitarios calculados (VCM, HCM, CHCM y RDW), los cuales
confieren una dimensión cualitativa fundamental al caracterizar el tamaño, la morfología y el contenido
de hemoglobina de los eritrocitos. La interpretación del hemograma consiste en analizar cada parámetro
en relación con los valores de referencia ajustados por edad, sexo y contexto; así mismo para identificar
desviaciones de la normalidad y correlacionarlas con posibles causas fisiológicas o patológicas(Sun et
al., 2023). Entre los conceptos fundamentales tenemos:

Recuento de eritrocitos (RBC): Expresado en millones por microlitro, informa la cantidad de glóbulos
rojos circulantes. Un recuento elevado (Eritrocitosis o poliglobulia) puede ser relativo como es el caso
de la hemoconcentración por deshidratación o absoluto como en la policitemia verdadera, cardiopatías
congénitas cianóticas, síndrome de apnea del sueño severo, o en residentes a gran altitud.
Fisiológicamente puede ser alto en neonatos y está disminuido en anemias de diversa
etiología(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

Hemoglobina (Hb): nos muestra la concentración de Hb en sangre entera (g/dL), parámetro más
utilizado para definir anemia. Se considera anemia cuando la Hb está por debajo del rango normal para
edad/sexo (usualmente <P2.5), por el contrario hablamos de policitemia cuando esta se encuentra
elevada(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024). Su importancia clínica radica en que al ser el transportador
de oxígeno por excelencia, guarda relación con la capacidad de oxigenación tisular; sin embargo, su
valor debe interpretarse con precaución en estados de hidratación alterada (Hemodilución puede
enmascarar anemia, hemoconcentración puede simular policitemia)(Ware, 2020).

Hematocrito (Hto): corresponde al porcentaje de volumen sanguíneo ocupado por glóbulos rojos. Los
valores altos (Hto >60%) sugieren policitemia; por el contrario un Hto bajo refleja anemia o
sobrehidratación, es sensible a los cambios agudos de volemia(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

Volumen corpuscular medio (VCM): se le atribuye al tamaño promedio de los eritrocitos, en
femtolitros (fL). Cuando está disminuido indica microcitosis, típico de anemias por deficiencia de hierro
o talasemias; cuando se encuentra elevado refleja macrocitosis, visto en anemias megaloblásticas,
anemia aplásica, síndrome de Down, hipotiroidismo u otras condiciones. En recién nacidos el VCM es
más alto y desciende durante la infancia temprana hasta 7085 fL, aumentando gradualmente luego en
la niñez(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).
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Hemoglobina corpuscular media (HCM): es la cantidad promedio de Hb por eritrocito, en picogramos
(pg). Se correlaciona con el VCM; valores bajos se asocian a hipocromía (Eritrocitos pálidos) típico de
ferropenia; valores altos pueden verse en macrocitosis acentuada(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024;
Weatherall, 2010).

Concentración de hemoglobina corpuscular media (CHCM o MCHC): hace referencia a la
concentración de Hb dentro de los eritrocitos, en g/dL. Si está reducida indica hipocromía (Ferropenia
avanzada, talasemia); por el contrario si se encuentra aumentada, no sugiere esferocitosis hereditaria
o artefactos(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024; Weatherall, 2010).

Amplitud de distribución eritrocitaria (ADE o RDW): Es la desviación estándar o coeficiente de
variación del tamaño de los eritrocitos, expresada en porcentaje. Los valores normales oscilan entre
11.514.5%. Un RDW elevado indica población heterogénea de eritrocitos, útil para diferenciar
etiologías de anemia microcítica, ya que en deficiencia de hierro o anemia sideroblásticas suele
elevarse, mientras que en talasemia suele permanecer normal o ligeramente elevado(Aristizabal &
Bolívar Moná, 2024; Walters & Abelson, 1996).

Recuento de reticulocitos: Los reticulocitos son eritrocitos jóvenes que aún contienen restos de ARN
ribosomal, su porcentaje y número absoluto informan sobre la respuesta medular a la anemia. En
situaciones fisiológicas estables, los valores habituales corresponden aproximadamente al 1%. Un
porcentaje elevado indica eritropoyesis aumentada (Respuesta regenerativa), típica de anemias
hemolíticas o recuperación post-hemorrágica; un recuento bajo en presencia de anemia sugiere
hipoactividad medular o falta de nutrientes (Anemia arregenerativa). Para evaluar adecuadamente se
calcula el Índice Reticulocitario Corregido (IRC) que ajusta el % de reticulocitos por el grado de anemia
y el tiempo de maduración retardado de reticulocitos en sangre periférica cuando la anemia es
significativa(Agrawal & Sarode, 2017; Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

•Velocidad de sedimentación globular (VSG): Aunque no es parte intrínseca del hemograma
automatizado, con frecuencia se solicita junto con éste. La VSG es un indicador inespecífico de
inflamación, se eleva en infecciones, enfermedades inflamatorias, neoplasias, anemia; y disminuye en
policitemias y estados de hiperviscosidad. Su interpretación en pediatría se ha visto parcialmente
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relegada por marcadores inflamatorios más específicos, pero aún puede ser útil en ciertas
condiciones(Kotulska et al., 2015).

Valores normales por edad y variaciones fisiológicas en pediatría

Los parámetros hematológicos en niños cambian notablemente conforme avanza la edad, reflejando la
transición desde la vida intrauterina hacia la infancia y adolescencia. Por ello, la interpretación del
hemograma en pediatría debe siempre situar el valor obtenido en el contexto de la edad y sexo del
paciente(Dixit et al., 2022).

Anemia fisiológica del lactante: Entre las 812 semanas de vida, el lactante presenta el punto más bajo
de Hb (Nadir fisiológico), en niños a término la Hb puede caer a 911 g/dL, esto se debe a la
disminución de la eritropoyesis postnatal por mejor oxigenación y vida media corta de eritrocitos
fetales(Black & Maheshwari, 2009). Diferente pasa en los prematuros, cuyo nadir es más temprano y
profundo; Generalmente suele ser asintomática en el lactante sano y no requiere de tratamiento;
Distinguiéndose de anemias patológicas por la ausencia de otros hallazgos anormales y por un recuento
de reticulocitos bajo o normal. Tras este nadir, la médula ósea aumenta la producción y la Hb se recupera
gradualmente(Black & Maheshwari, 2009).

Linfocitosis fisiológica: Alrededor de los 69 meses de vida, conforme el sistema inmune madura, se
invierte la fórmula leucocitaria, es decir, los linfocitos pasan a ser la población predominante en el
diferencial leucocitario del lactante, alcanzando 6070% del total leucocitario, mientras que los
neutrófilos bajan a 2030%, esta linfocitosis fisiológica persiste hasta los 5 años(Almuthaybiri et al.,
2025). Alrededor de los 810 años la fórmula leucocitaria se asemeja a la del adulto, con neutrófilos
dominantes. Este fenómeno normal debe tenerse en cuenta para no sobre diagnosticar
patologías(Almuthaybiri et al., 2025).

Neutrofilia del recién nacido: Inmediatamente al nacer y en las primeras 48 horas, los neonatos pueden
mostrar leucocitosis neutrofílica parcialmente debida al estrés del parto e inflamación perinatal,
retornando a valores más bajos en la primera semana de vida, asimismo la presencia de formas jóvenes
en sangre de cordón o neonatos es relativamente frecuente(Jacob, 2016).

Edad preescolar y escolar: Desde los 2 años hasta pubertad temprana, los valores de hemograma
permanecen relativamente estables, con incrementos paulatinos(Ware, 2020).
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La Hb normal oscila entre 1213 g/dL; el VCM sube gradualmente acercándose al promedio del adulto.
El recuento leucocitario total tiende a disminuir con la edad, ya muy cercano al límite inferior del adulto
joven(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024). Las plaquetas se mantienen y es común que ante procesos
inflamatorios benignos los niños presenten trombocitosis reactiva más pronunciada que en adultos,
posiblemente por mayor sensibilidad de los megacariocitos a citocinas(Aristizabal & Bolívar Moná,
2024; Ware, 2020).

Adolescencia y diferencias por sexo: Con la pubertad, la producción de hormonas sexuales introduce
diferencias, el aumento de testosterona en varones post-púber estimula la eritropoyesis, por lo que los
varones adolescentes y adultos tienen Hb ~12 g/dL mayor en promedio que las mujeres(Pluncevic
Gligoroska et al., 2019). Paralelamente, la pérdida menstrual en mujeres jóvenes puede moderar su
nivel de Hb. Así, los valores normales de Hb en adolescentes varones rondan 1317 g/dL, mientras en
mujeres 1215 g/dL aproximadamente(Ware, 2020). En cuanto al leucograma, adopta el patrón adulto
sin mayores diferencias por sexo. Las plaquetas pueden mostrar discretamente valores medios algo
mayores en mujeres adolescentes por influencia estrogénica o variaciones cíclicas, pero en general se
mantiene para ambos(Pluncevic Gligoroska et al., 2019).

Interpretación de la serie roja: anemia, policitemia e índices eritrocitarios

La serie roja en el hemograma abarca el recuento de eritrocitos, la hemoglobina, el hematocrito y los
índices eritrocitarios, su alteración principal de interés clínico es la anemia, definida en pediatría como
Hb o Hto por debajo del límite inferior normal para la edad/sexo (Generalmente <P2.5 de distribución
poblacional), también puede encontrarse lo opuesto, policitemia(Ware, 2020).

A continuación, revisamos un enfoque sistemático para interpretar las anomalías de la serie roja,
enfatizando la clasificación de las anemias según índices y las causas más frecuentes en niños, así como
la evaluación de policitemia pediátrica:

Enfoque inicial de la anemia: Ante un hemograma que muestra Hb baja para la edad, el clínico debe
confirmar realmente la anemia, una vez confirmada, se procede a clasificar la anemia utilizando el VCM
como primer criterio, junto con la morfología eritrocitaria y el recuento de reticulocitos. Esta es una
estrategia clásica para orientar la etiología antes de recurrir a pruebas específicas(Aristizabal & Bolívar
Moná, 2024). Las categorías básicas son:
pág. 17612
Anemia microcítica hipocrómica: VCM por debajo del normal para la edad, casi siempre asociada a
hipocromía. Causas principales en pediatría: Deficiencia de hierro, talasemias y menos frecuente
anemia de enfermedad crónica o intoxicación por plomo(Sun et al., 2023).

Un algoritmo útil es utilizar índices como el RDW y el recuento de glóbulos rojos: En ferropenia
típicamente se correlaciona con un VCM bajo con RDW elevado y RBC normal o bajo; y en talasemia
minor, el VCM estará bajo pero RDW normal o poco aumentado y RBC normal o alto(Sun et al., 2023).

•Anemia normocítica normocrómica: VCM dentro del rango normal para edad, este grupo es
heterogéneo, puede incluir anemias por enfermedades crónicas o inflamatorias, en las cuales la médula
produce menos eritrocitos pese a reservas de hierro normales, se incluyen también las anemias por
pérdida aguda de sangre, fases iniciales de anemias hemolíticas antes de que aparezcan reticulocitosis
marcada, y condiciones medulares como aplasia medular leve o invasión de médula ósea (Leucemia,
mielofibrosis) que inicialmente muestran anemia normocítica(Ganz & Nemeth, 2024; Weiss et al.,
2019).

Un caso particular en niños es la anemia hemolítica autoinmune (AIHA) que puede presentarse
normocítica con evidencia de esferocitos en el frotis de sangre periférica y reticulocitos elevados, a
menudo acompañada de ictericia y prueba de Coombs directa positiva. Otra es la anemia por
insuficiencia renal crónica, donde la EPO disminuida causa anemia normocítica normocrómica
proporcional al grado de disfunción renal(Ganz & Nemeth, 2024; Weiss et al., 2019).

Anemia macrocítica: VCM por encima de lo normal, en pediatría las causas más relevantes son el
déficit de ácido fólico y/o de vitamina B12 (Anemias megaloblásticas), secundarias la mayoría de las
veces a cuadros de desnutrición severa y a síndromes de malabsorción ya sea congénito o iatrogénico.
Clínicamente suelen cursar con palidez, glositis, posible retraso ponderoestatural y de manera
característica, los déficits de vitamina B12 se acompañan además de alteraciones neurológicas(O’Leary
& Samman, 2010).

Otras causas macrocitosis en niños son la anemia aplásica (Fallo medular congénito como la anemia de
Fanconi o idiopática), síndromes mielodisplásicos pediátricos, síndrome de Down, el uso de
quimioterapéuticos y anticonvulsivantes. En la evaluación de anemia macrocítica también es útil el
recuento de reticulocitos, ya que en hemólisis activa puede haber macrocitosis ligera debido a que los
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reticulocitos elevan el VCM cuando están aumentados, por tanto, una anemia hemolítica regenerativa
intensa a veces muestra VCM algo elevado, pero en ese caso el RDW también sube y el frotis
evidenciará policromasia(Devalia et al., 2014). Esto no confunde con megaloblástica verdadera donde
el problema es nuclear y los reticulocitos no están tan altos(Devalia et al., 2014).

Policitemia en pediatría: Es menos frecuente que la anemia, se define por Hb mayor a dos desviaciones
estándar sobre la media para la edad/sexo. Característico de neonatos, especialmente hijos de madres
diabéticas, postérmino, síndrome transfusión feto-fetal en gemelos o por clampeo tardío del cordón
umbilical(Sarkar & Rosenkrantz, 2008). Esta puede ser primaria como en el caso de la policitemia vera
(mutación JAK2) es excepcional en niños. Su presencia en adolescentes sin causa aparente se considera
un signos de alarma ameritando la derivación oportuna a hematología para descartar trastornos
mieloproliferativos o variantes congénitas. La secundaria la vemos en patológicas que cursan con
hipoxia crónica como en las cardiopatías congénitas cianóticas, enfermedad pulmonar crónica severa o
pacientes que residan en grandes altitudes.(Sarkar & Rosenkrantz, 2008)

En el abordaje diagnóstico de la policitemia resulta indispensable establecer si se trata de un fenómeno
relativo o de una policitemia absoluta(Hasle, 2016). La forma relativa suele originarse por
hemoconcentración secundaria a estados de deshidratación o secundaria a quemaduras, situación en la
que se observa un hematocrito elevado en asociación con una reducción del volumen plasmático. En
contraste, cuando el volumen plasmático es normal o está incrementado, el hallazgo sugiere una
policitemia absoluta, lo que requiere una evaluación etiológica más detallada para identificar su causa
subyacente(Hasle, 2016).

Interpretación de la serie blanca: leucocitosis, leucopenia y fórmula diferencial

La serie blanca comprende el recuento total de leucocitos y la fórmula leucocitaria diferencial
(Porcentaje y/o cifras absolutas de neutrófilos, linfocitos, monocitos, eosinófilos y basófilos)(Zhang et
al., 2024). En pediatría, la interpretación de la serie blanca debe considerar las variaciones con la edad
y luego identificar desviaciones patológicas, para ayudarnos a orientar hacia infecciones, procesos
inflamatorios, reacciones alérgicas o trastornos hematológicos(Zhang et al., 2024).

Leucocitosis: se define convencionalmente como leucocitos > ~1112×10^3/μL en niños mayores de
8 años y adultos, en niños más pequeños, dado que su rango normal es más alto, se podrían usar
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umbrales un poco superiores para considerar leucocitosis(Zhang et al., 2024). Como causas comunes
tenemos:

- Infecciones bacterianas: Suelen producir leucocitosis por neutrofilia, a menudo con desviación a la
izquierda (Incremento de neutrófilos en banda o inmaduros)(Malech et al., 2020).

- Infecciones severas pueden alcanzar leucocitosis muy altas (>30×10^3) o, contrariamente, leucopenia
por consumo. Una reacción leucemoide puede ocurrir en infecciones intensas como sepsis por
Clostridium, tos ferina, algunas neumonías complicadas o uso de factores estimulantes de colonias. La
reacción leucemoide se distingue de las leucemia, por la ausencia de blastos y por ser de carácter
transitorio(Malech et al., 2020).

- Infecciones virales: Paradójicamente, muchas infecciones virales en niños pequeños cursan con
leucocitosis también, pero suelen caracterizarse por linfocitosis. Ejemplo clásico es la mononucleosis
infecciosa donde los linfocitos corresponden al 60-80% de neutrófilos; otras infecciones virales como
ejemplo por adenovirus o enterovirus pueden presentarse con leucocitosis mixta; aunque algunos virus
producen leucopenia(Malech et al., 2020).

- Otras causas de leucocitosis neutrofílica: el estrés físico intenso, las convulsiones, el uso de
corticoides, las quemaduras, las hemorragias agudas, y el estado post-esplenectomía pueden generar
episodios transitorios y reactivos de leucocitosis neutrofilia, sin llegar a ser patológico(Malech et al.,
2020).

- Leucemias y desórdenes mieloproliferativos: En la leucemia linfoblástica aguda ( LLA), la
presentación típica puede ser con la presencia de leucocitosis, pero con linfoblastos circulantes(Simonin
et al., 2019). Sin embargo, hasta ~20% de LLA debutan con leucocitos normales o incluso leucopenia,
por lo que la ausencia de leucocitosis no descarta leucemia. Siempre que haya leucocitosis persistente
inexplicada, especialmente si hay anemia o plaquetopenia concomitante, se debe descartar leucemia
mediante frotis y estudios medulares(Simonin et al., 2019).

- Neutrofilia crónica benigna: Algunos niños pueden tener recuentos leucocitarios crónicamente
elevados sin causa patológica aparente, posiblemente por variaciones individuales o antecedentes de
esplenectomía. Se confirma con estudios prolongados y descartando causas secundarias(Malech et al.,
2020).
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Leucopenia: Definida como leucocitos <4.05.0×10^3/μL a cualquier edad. Generalmente se debe a
neutropenia, dado que los neutrófilos constituyen la mayor fracción(Malech et al., 2020). Entre las
causas tenemos:

- Infecciones virales: Muchas virosis cursan con leucopenia transitoria, principalmente por neutropenia
relativa, en estos casos suele haber linfocitosis relativa, pero leucopenia global. Por lo general, es de
corta duración y resuelve en 1-2 semanas. La presencia simultánea de trombocitopenia sugiere
patologías como dengue o sepsis(Malech et al., 2020).

- Infecciones bacterianas graves: Aunque la mayoría de infecciones bacterianas presentan leucocitosis,
en sepsis avanzada o ciertas bacteriemias puede ocurrir leucopenia por consumo medular y periférico,
lo cual es un signo de mal pronóstico(Malech et al., 2020).

- Fármacos y tóxicos: Varios medicamentos pueden causar leucopenia/neutropenia en niños como
algunos antibióticos, antiepilépticos, antitiroideos, quimioterápicos citotóxicos, antiinflamatorios como
sulfasalazina, por ello, la identificación del fármaco sospechoso en la historia es clave(Rattay &
Benndorf, 2021).

- Neutropenia autoinmune primaria: con mayor frecuencia la vemos en lactantes, donde
autoanticuerpos reducen el número de neutrófilos, es de comportamiento benigno, resolviéndose de
forma espontánea hacia los 2-3 años. El niño puede tener infecciones leves recurrentes, pero no graves
generalmente. El hemograma fuera de neutropenia suele ser normal(Dale & Bolyard, 2017).

- Trastornos hematológicos: entre los principales se incluyen la aplasia medular, las leucemias, los
síndromes mielodisplásicos y las neutropenias congénitas severas. Estas últimas suelen manifestarse en
la etapa de lactancia con un conteo absoluto de neutrófilos (ANC) persistentemente inferior a 500
células/μL, lo que predispone a la aparición de infecciones recurrentes y potencialmente graves(Dale
& Bolyard, 2017).

La evaluación de leucopenia/neutropenia sigue un algoritmo diferente, se categoriza por severidad del
ANC (leve 10001500, moderada 5001000, severa <500/μL)(Zhang et al., 2024). Si es crónica, se
investiga etiología; si es aguda se considera asociada a fármacos o infecciones recientes. En todo caso,
la clínica orienta la necesidad de estudios. En neutropenias congénitas severas hay alto riesgo
infeccioso(Zhang et al., 2024).
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Linfocitosis: Es fisiológica en menores de 5 años, fuera de eso, linfocitosis marcada sugiere infecciones
virales como mononucleosis, coqueluche, también se observa linfocitosis clonal en leucemia linfocítica
crónica, pero esta enfermedad es excepcional en edad pediátrica(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

Eosinofilia: Se define como eosinófilos absolutos >0.5×10^3/μL. En pacientes pediátricos, las causas
comunes corresponden a parasitosis, alergias/atopias, reacciones a fármacos, y ciertos trastornos
cutáneos. La presencia de eosinofilia marcada (>1.5×10^3) puede indicar infección parasitaria tisular o
leucemia eosinofílica(Aristizabal & Bolívar Moná, 2024).

Monocitosis: La elevación del recuento de monocitos >~1.0×10^3/μL o >10% diferencial, puede verse
en la recuperación tras una neutropenia o infección aguda, infecciones crónicas, y en la aplasia medular.
La monocitosis moderada es común en la mononucleosis infecciosa junto con linfocitosis(DeNicola,
2011).

Basofilia: Es extremadamente rara en pediatría fuera de trastornos mieloproliferativos, a veces alergias
severas o hipotiroidismo pueden dar basófilos algo elevados, pero no suele ser clínicamente relevante
en niños(Ware, 2020).

Interpretación de la serie plaquetaria: trombocitosis y trombocitopenia

La serie plaquetaria incluye el recuento de plaquetas y otros parámetros aportados por autoanalizadores
modernos como el volumen plaquetario medio (VPM o MPV) y el ancho de distribución plaquetario
(PDW). Si bien el hemograma reporta estos valores, clínicamente la atención se centra en el conteo de
plaquetas en la mayoría de casos, para detectar trombocitopenia o trombocitosis(Aponte-Barrios et al.,
2014).

Trombocitopenia: Usualmente se define como u recuento de plaquetas <150×10^3/μL en cualquier
edad. En pediatría, las causas más comunes podemos encontrar púrpura trombocitopénica inmune (PTI)
anteriormente llamada idiopática, leucemia/aplasia medular, coagulación intravascular diseminada,
síndrome urémico hemolítico, secundaria a infecciones como sepsis bacteriana, infecciones virales,
mononucleosis infecciosa, VIH, y trombocitopenias congénitas, esta última es infrecuentes y se
manifiestan desde la etapa neonatal con sangrados(Aponte-Barrios et al., 2014). Otras causas inmunes
secundarias como lupus eritematoso sistémico juvenil, síndromes antifosfolípidos, pueden causar
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trombocitopenia autoinmune en niños mayores y adolescentes, a menudo asociado a otros
signos(Aponte-Barrios et al., 2014).

La evaluación de trombocitopenia demanda descartar pseudotrombocitopenia por agregados
plaquetarios in vitro, que en autoanalizador puede dar un conteo plaquetario bajo falso, confirmada la
trombocitopenia real, se debe descartar si hay coagulopatía o hemólisis concurrente o acompañada de
otras citopenias(Aponte-Barrios et al., 2014). En la PTI clásica, salvo la plaquetopenia todas las líneas
celulares lucen normales incluso podemos evidenciar megacariocitos en estudios de médula ósea en
caso de ser realizados. En las leucemias habrá blastos en el frotis de sangre periférica usualmente. Es
importante indagar el uso reciente de medicamentosa e identificar algunos fármacos que pueden inducir
la trombocitopenia.(Grace & Lambert, 2022)

Clínicamente, la severidad de la trombocitopenia se guía más por síntomas que por número, por debajo
de 20.000 plaquetas suelen dar petequias extensas y riesgo hemorragia, entre 20.000 50.000 leve
riesgo con traumas y por encima de 50.000 raramente sangran de forma espontánea(Grace & Lambert,
2022).

Trombocitosis: Precisa un conteo de plaquetas >450×10^3/μL. En pediatría la mayoría son
trombocitosis reactivas o secundarias, no primarias; las cuales ocurren por liberación de IL-6 y otras
citocinas inflamatorias, que estimulan la trombopoyesis, por ende es frecuente encontrarlas en
infecciones y en condiciones como la deficiencia de hierro, también puede verse en periodo post-
esplenectomía(Scherlinger et al., 2023). En caso que una trombocitosis sea muy alta (>1000×10^3) y
sostenida sin causa inflamatoria, se consideraría descartar trombocitemia esencial (Mutaciones JAK2,
MPL) Otras condiciones, como la fase de recuperación de una trombocitopenia posterior a la
administración de quimioterapia o la remisión de una púrpura trombocitopénica inmunitaria (PTI),
pueden cursar con un incremento transitorio en el recuento plaquetario(Scherlinger et al., 2023).

CONCLUSIÓN

El hemograma constituye una herramienta diagnóstica esencial e insustituible en la práctica pediátrica
moderna. Su valor trasciende la mera cuantificación de los elementos formes de la sangre, al convertirse
en un punto de partida estratégico dentro del proceso de razonamiento clínico. Lejos de representar una
prueba aislada, el hemograma funciona como un tamiz inicial que orienta al médico hacia la
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identificación temprana de alteraciones hematológicas y sistémicas, facilitando la priorización de
diagnósticos diferenciales y la planificación racional de estudios complementarios.

En pediatría, donde los parámetros hematológicos experimentan variaciones fisiológicas significativas
según la edad, la interpretación de este examen requiere un abordaje contextual, crítico y basado en la
evidencia. La correcta valoración de índices como el volumen corpuscular medio, el recuento
leucocitario diferencial o las plaquetas permite distinguir entre adaptaciones fisiológicas, procesos
infecciosos o desórdenes hematológicos incipientes, contribuyendo a una medicina más preventiva,
precisa y costo-efectiva.

El fortalecimiento de las competencias clínicas en la lectura e integración del hemograma, junto con la
incorporación de tecnologías analíticas automatizadas y bases de datos poblacionales actualizadas,
potencia su rendimiento diagnóstico. No obstante, debe reconocerse que su interpretación aislada
conlleva limitaciones inherentes, por lo que su mayor utilidad emerge al integrarse con la historia
clínica, los hallazgos físicos y otras pruebas complementarias.

Finalmente, en un contexto de medicina basada en la evidencia y de optimización de recursos sanitarios,
el hemograma sigue representando una herramienta de enorme impacto clínico y epidemiológico.
Promover su uso racional, crítico y actualizado no solo mejora la capacidad diagnóstica y terapéutica
del pediatra, sino que contribuye de manera sustancial a la detección precoz de patologías prevalentes
y al fortalecimiento de la salud integral de la población infantil.

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