Foucault y la normatividad

 

Dr. Javier Jaimes Cienfuegos

Universidad Autónoma del Estado de México UAEMex. [email protected]

 

Javier Jaimes García

[email protected]

Universidad autónoma del Estado de México. UAEMex.

 

Ana Carmen Seco Fernández

[email protected]

 Universidad Autónoma del Estado de México. UAEMex.

 

RESUMEN
Al leer a Foucault nos queda una impresión de forma inmediata: interroga a la historia para saber lo que somos. Llevando a cabo su método, el arqueológico, es como interroga a nuestras expresiones. Se tiene que apelar a los documentos del pasado no sólo para saber qué se consideraba como normal o anormal en cierto tiempo. Tampoco para saber cómo pensaban las personas sobre el sexo en los siglos pasados sino para analizar la forma por la cual conceptos como hombre, bueno o normal han ido cambiando en cuestión de pequeños periodos de tiempo y, sobretodo, explicar qué condiciones permiten esta variación, pues todo esto es el resultado de sus investigaciones.

Palabras clave: Normatividad, Filosofía, Patología.


Foucault and normativity

ABSTRACT

When reading Foucault we are left with an immediate impression: he interrogates history to know what we are. Carrying out his method, the archaeological one, is how he interrogates our expressions. You have to appeal to the documents of the past not only to know what was considered normal or abnormal at a certain time. Not to know how people thought about sex in past centuries but to analyze the way in which concepts such as man, good or normal have changed in a matter of small periods of time and, above all, explain what conditions allow this variation, because all this is the result of their investigations.
Keywords: Normativity, Philosophy, Pathology.

Artículo recibido: 05 marzo 2021

Aceptado para publicación: 10 abril 2021

Correspondencia: [email protected]

    Conflictos de Interés: Ninguna que declarar

 


INTRODUCCIÓN

La filosofía, que en buena medida se ha nutrido de los cuestionamientos de diversos postulados –la historia nos lo ha mostrado en numerosas ocasiones–, tiene como objetivo esclarecer mediante un sistema riguroso y seguro las interrogantes y verdades a medias que se han presentado en el pasado. Ésta es también la intención de la clínica: tener como característica esencial ser una respuesta a las cuestiones más profundas y más graves que el ser humano se plantea. […] la obra de Foucault interpela a la historia para saber quiénes somos; no sólo para descubrirlo sino también para tomar distancia tanto de individuaciones como de totalidades coercitivas, sabiendo que el lenguaje de Occidente participó muchas veces de la “operación racional” de segregación de lo Otro.[1]  (Miceli, 2003, p.17)

Queda clara la tendencia de nuestro autor: dar a entender que la historia, cuando menos de Occidente, se basa en la separación de aquello que se considera como “lo otro”. Desde sus primeros textos como lo son Historia de la locura en la época clásica y El nacimiento de la clínica, Foucault tiene especial interés en la forma por la cual se crean los objetos de estudio de una razón occidental que pretende separar lo que es normal de lo que no lo es (lo anormal). Durante su producción filosófica le apasionaron los márgenes que dividían a los elementos de la sociedad, de tal forma que, comenzando con sólo una recapitulación de la locura (Historia de la locura) termina analizando la forma en la que se moldean los objetos que no entran en las categorías ya establecidas (El nacimiento de la clínica). Esta es la forma a través de la cual analiza la postura del pensamiento. Siguiendo con este canon, podemos encontrar una de las acciones que desde la antigüedad han marcado el principio de grandes exclusiones: la separación del loco.

La relación entre un discurso que menciona qué es lo normal y qué no lo es se puede apreciar en cualquier momento, bastaría con asistir a un campo militar, a un centro educativo o a un hospital para apreciar la influencia de los enunciados. Las normas se encuentran listas en un manual para, claramente, saber qué sujeto obedece a los reglamentos, a la disciplina escolar o a los síntomas de la salud. En el texto Vigilar y castigar, se nos muestra la forma en la que la cultura del s. XVII administra lo que Foucault llama “cuerpos dóciles”. Ya sea el soldado, el alumno, el loco mismo, y los enfermos se encuentran inmersos en las relaciones de poder (normas, vigilancia, ubicación en un edificio) en instituciones que tienen como finalidad hacerles entrar en las categorías de la normatividad. Si se tiene a un soldado débil y torpe, se acaba por tener una máquina dispuesta a obedecer ciegamente; si se tiene a un niño travieso, se termina por hacer de él un sujeto que no sólo acumula un conocimiento en su mente, sino que además lo genera; y, por último, la figura de los enfermos, entre ellos el loco mismo, que ahora se encuentran ubicados en espacios destinados a ser de sus cuerpos el blanco del poder: encierro y castigo generalizados, disciplina y, por supuesto, la clasificación.

A (los) métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las “disciplinas”. Muchos procedimientos disciplinarios existían desde largo tiempo atrás, en los conventos, en los ejércitos, también en los talleres. Pero las disciplinas han llegado a ser en el trascurso de los siglos XVII y XVIII unas fórmulas generales de dominación. (Foucault, 2008, p.141.)

Foucault considera que cada época posee diferentes objetos de estudio no porque éstos se encuentren presentes, sino porque en diferentes épocas el lenguaje cambia, transformando también su objeto de atención. El loco no ha sido definido siempre de la misma manera, por ejemplo. Lo que se trata de analizar es precisamente cómo el lenguaje de las llamadas Ciencias Sociales ha influido en el estudio de su objeto, el hombre. Podemos leer lo siguiente al final del prefacio de Las palabras y las cosas:

Es evidente que tal análisis no dispensa de la historia de las ideas o de las ciencias: es más bien un estudio que se esfuerza por reencontrar aquello a partir de lo cual han sido posibles conocimientos y teorías; según cuál espacio de orden se ha constituido el saber; sobre el fondo de qué a priori histórico y en qué elemento de positividad han podido aparecer las ideas, constituirse las ciencias, reflexionarse las experiencias en las filosofías, formarse las racionalidades para anularse y desvanecerse quizá pronto. (Foucault, 2007, p.7)

El surgimiento de cierto tipo de conocimiento en una época cualquiera depende, en gran medida (por no decir en su totalidad), de las condiciones que en ese momento existan, de las cuales el lenguaje, entendido también como discurso, tiene mucho que ver, porque dependiendo del discurso que se utilice es la forma en la cual vamos a pensar. En este sentido aparece la relación entre nuestros conceptos, las palabras (lo decible) y las cosas (lo visible, lo que se analiza, el hombre normal y el anormal) de una época dada. Cada época posee una cierta forma de hablar y de ver a los objetos. Pero, en el terreno social, lo que importa es el tema del hombre, precisamente el objeto de los discursos sociales.

Las Ciencias Sociales, a diferencia de las llamadas Ciencias Exactas, no poseen un objeto de estudio estable, por lo tanto, han decidido “elaborarlo”. Es entonces cuando el ser humano aparece como el resultado de la relación de las fuerzas que existen (el discurso, la normatividad, las instituciones). Foucault lleva a cabo una reflexión que atraviesa instituciones tales como centros psiquiátricos, penales, clínicas de salud, el ejército, una fábrica y la misma escuela, lugares en los cuales, y a lo largo de los últimos tres siglos, sus administradores se han encargado de elaborar al hombre, llegando así a la conformación de un modelo, de un estereotipo de hombre que estará fundamentando categorías tales como normal, bueno, educado, adiestrado. Foucault nos comenta en una entrevista lo siguiente:

Se podría por ejemplo presentar un reglamento de una institución cualquiera del s. XIX y preguntar qué es. ¿Es un reglamento de una prisión en 1840; ¿de un colegio en la misma época, de una fábrica, de un orfelinato o de un asilo? Es difícil adivinarlo. Así, si usted quiere, el funcionamiento es el mismo (y la arquitectura también, en parte). ¿En qué consiste su identidad? Creo que es en el fondo la estructura de poder propia de estas instituciones la que es exactamente la misma. Y verdaderamente, no se puede decir que haya analogía, hay identidad. Es el mismo tipo de poder, se ejerce el mismo poder. (Foucault, 2007, p.80)

Es verdad que las finalidades que se persiguen son diferentes, dependiendo del edificio, como lo aclararía nuestro autor en la misma conversación. Esto porque de un lado se persigue generar productos para su venta; en otro edificio se produce conocimiento; en otro la finalidad a alcanzar es el buen comportamiento del niño que se ha rescatado de la calle, pero se tiene en común la siguiente característica: la disciplina, el obedecer a lo que en su momento sería la normatividad y los estatutos implementados para el buen funcionamiento de las mismas instituciones. Según Foucault (2008), art. 18. Comienzo de la jornada. Al primer redoble de tambor, los presos deben levantarse y vestirse en silencio, mientras el vigi­lante abre las puertas de las celdas. Al segundo redoble, deben estar en pie y hacer su cama. Al tercero, se colocan en fila para ir a la capilla, donde se reza la oración de la mañana. Entre redoble y redoble hay un intervalo de cinco minutos. art. 19. La oración la hace el capellán y va seguida de una lec­tura moral o religiosa. Este ejercicio no debe durar más de me­dia hora.art. 20. Trabajo. A las seis menos cuarto en verano, y a las siete menos cuarto en invierno, bajan los presos al patio, donde deben lavarse las manos y la cara y recibir la primera distribución de pan. Inmediatamente después, se forman por talleres y marchan al trabajo, que debe comenzar a las seis en verano y a las siete en invierno. (p.14)

Lo anterior es un reglamento de un centro penitenciario a mediados del s. XIX, pero también podría ser el reglamento de una fábrica o de una escuela como lo menciona Foucault. Y es en este punto en donde se insiste acerca de los conceptos que se emplean: normal, bueno, educado. Los conceptos deben ser implementados y se debe crear un espacio para ello.

La constitución de hombres, en este caso el paso de “vagabundo” a “hombre económico”, es una forma de “fabricar hombres” a conveniencia, no sólo de una institución sino de una economía, de una sociedad. Cuerpos dóciles, cuerpos que se amoldan a placer y conveniencia de intereses que sobrepasan los niveles de estudio para llegar al nivel económico y social. El paso del hombre anormal a un tipo de hombre normal.

Al detenerse en el análisis del discurso de la psicopatología y en el ámbito en que se produce, Foucault descubre que la propia figura del “loco” se fabrica: queda constituida precisamente como un lugar dentro del discurso psiquíatrico y “ambientada” por la institucionalidad de los asilos. Por otra parte, enfrentada a la figura del “loco”, y como su polo correspondiente, el discurso de la psicopatología crea igualmente la figura del médico, también como un lugar, en este caso privilegiado, del saber psicológico […]. Además, si se piensa que el discurso que habla de la objetividad de la “locura” implica también señalamientos acerca de la “normatividad”, es evidente que el “sujeto normal” también se constituye como un lugar dentro del discurso. Nuevamente aquí, pero ahora con el sujeto normal, vemos que el sujeto, cuya conciencia se pretende soberana, se desvanece a favor del discurso sobre la normalidad, no siendo más que un lugar en la trama de la psicopatología. (Martiarena, 1995, p.33)


CONCLUSIÓN

El hombre no existe en cuanto ser objetivo, al contrario, se fabrica; se fabrica un ser llamado hombre normal y ahora se cae en la cuenta de que esta acción implica la eliminación de lo otro, de lo anormal. Esta es la visión de Foucault, la cual es acusada de ser “antihumanista” porque quita del centro a aquel ser que fue enaltecido en las filosofías anteriores (existencialismo), pero es también el resultado de un estudio más profundo que comienza mucho antes del hombre, es decir, que inicia analizando las fuerzas que lo rodean, y es por este motivo que a nuestro autor se le encasilló en la corriente llamada Estructuralismo, aunque él mismo argumentó, en más de una ocasión, que su tarea era interrogar a la historia y al presente, y si este último se encontraba lleno de estructuralismos entonces no tenía otra opción que hablar de ellos y analizarlos.

Las categorías como son lo bueno, lo sano, y lo normal no son más que sólo formas de subjetivación, o lo que es igual, la forma en la que los individuos se clasifican en una situación dada. Y, como se ha visto, esta clasificación no es, digamos, una clasificación natural, sino artificial, propiciada por la forma en la que se estudian enfermedades, comportamientos y expresiones que no entran dentro de un canon establecido. A partir de una anomalía (las condiciones de posibilidad de emergencia de un discurso) se define lo normal, como en los casos descritos.

Es esta situación la ausencia de un objeto de estudio por parte de las Ciencias Sociales y su correspondiente elaboración (además de modelación), lo que es propio no sólo de los lugares y el tiempo descritos por Foucault (a partir del s. XVII) sino de nuestro tiempo. En realidad, nadie de nosotros es realmente lo que siente que es; al contrario, somos lo que los médicos dicen que somos, lo que los psicólogos dicen que somos, lo que nuestros familiares dicen que somos: buenos, malos, enfermos, sanos, normales, raros.

BIBLIOGRAFÍA

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Miceli, C., (2003) Foucault y la fenomenología, Buenos Aires, Editorial: Biblos,



[1] MICIELI, CRISTINA, Foucault y la fenomenología, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2003, p. 17.