DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v6i6.4048

El padre y la sexualidad en la clínica psicoanalítica freudiana

Leocadio Guadalupe Martínez Alarcón

[email protected]

https://orcid.org/0000-0003-2315-8284

 

Zenona Jezabel Hernández Leyva

[email protected]

https://orcid.org/0000-0002-7936-9964

 

Universidad Autónoma de Zacatecas

Zacatecas – México

 

RESUMEN

Este trabajo presenta dos objetivos principales: a) rastrear la manera en que ciertas vivencias de Freud fueron fundamentales en la construcción de su obra, en particular para el desarrollo del tema del padre y la sexualidad, y b) efectuar un recorrido sobre las distintas teorías freudianas acerca de la sexualidad y su vinculación con la figura paterna. Respecto a las vivencias de Freud, sobresalen sus relaciones con Charcot, Breuer y Fliess, tres personajes determinantes en su vida personal y profesional; así mismo, se analizan algunos aspectos importantes sobre la relación con su padre, y más particularmente aquello que tiene que ver con su muerte. En cuanto a la parte teórica, se revisa la teoría del trauma, para luego abordar lo correspondiente a la sexualidad infantil y los severos cuestionamientos que surgen en contra de la teoría de la seducción, la cual no será olvidada del todo por Freud. Finalmente queremos acotar que además de la obra freudiana también se recurre a otros autores que estudian la vida y obra del fundador del psicoanálisis.

 

Palabras clave: padre; clínica; sexualidad; freud; psicoanálisis.

 

 

 

 

 

 

Correspondencia: [email protected]

Artículo recibido 23 noviembre 2022 Aceptado para publicación: 23 diciembre 2022

Conflictos de Interés: Ninguna que declarar

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Cómo citar: Martínez Alarcón, L. G., & Hernández Leyva, Z. J. (2022). El padre y la sexualidad en la clínica psicoanalítica freudiana. Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinar, 6(6), 8939-8956. https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v6i6.4048


 

Father's figure and sexuality within freud's

psichoanalytical clinic work

 

ABSTRACT

This paper submits two principal objectives: a) track the way certain Freud´s experiences were fundamental in the construction of his work, particularly for the development of father´s topic and sexuality, and b) make a journey about several freudian theories about sexuality and its link with the father figure. Regarding Freud´s experiences, stand out his relationships with Charcot, Breuer and Fliess, three determinant characters in his personal and professional live; likewise, we analyze some important aspects of the relationship with his father, and more particularly that which has to do with his death. As for the theoretical part, we review trauma theory, and then infantile sexuality and severe questions that arise against seduction theory, which will not be entirely forgotten by Freud. Finally, we wish to note that in addition to Freud's work, we also resort to other authors who study life and work of psychoanalysis founder.

 

Keywords: father; clinic; sexuality; Freud; psychoanalysis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

La figura del padre en el ejercicio clínico del psicoanálisis está determinada por la forma en que Sigmund Freud inició la construcción de esta disciplina. Freud se preocupó durante toda su vida y a lo largo de su obra por desentrañar la importancia del padre en la constitución de la estructura psíquica, pero además construyó su obra a la sombra de figuras que siempre le representaron a una especie de padre. Tres personajes sobresalen en esta trama: Charcot, Breuer y Fliess. Muchos autores han analizado estas relaciones del iniciador del psicoanálisis, él mismo nos deja ver la forma en que las estableció.

Desde 1886 escribe respecto de Charcot:

Atraído por esta personalidad, pronto me limité a visitar un solo hospital y a seguir las enseñanzas de un solo hombre. Renuncié a mi eventual asistencia a otras clases luego de que me hube convencido de que en ellas, las más de las veces, había que contentarse con una bien articulada retórica (las cursivas son de Freud). (Freud, 1886, p. 8)

Según Rodrigué (1996), el apego personal de Freud hacia Charcot repercutió fuertemente en lo que después fue la aplicación clínica del psicoanálisis, pues este y sus principales discípulos (Janet y Binet) eran virtuosos en la palabra inductora del médico, labor que el psicoanálisis desarrollará como su centro de actuación. Freud reconoce en su maestro de la Salpetriere a un alguien idealizado “...de más valor que esta ganancia positiva en experiencia me parecen las inspiraciones que recibí, durante los cinco meses que residí en París, de mi continuo trato científico y personal con el profesor Charcot.” (Freud, 1886, p. 9) En otro artículo titulado Charcot, dice:

Solía mirar una y otra vez las cosas que no conocía...era un vidente...Se le oía decir que la máxima satisfacción que un hombre puede tener es ver algo nuevo, o sea, discernirlo como nuevo, y volvía siempre, en puntualizaciones una y otra vez repetidas, sobre lo difícil y meritorio de ese “ver” (la comillas son de Freud)...Se decía que era asombroso que uno pudiera ver de pronto cosas nuevas –nuevos estados patológicos- que, empero, eran tan viejas como el género humano. (Freud, 1893, p. 14)

Aquí toma gran sentido la afirmación de Rodrigué (1996), el “ver” de Charcot se convirtió en el “escuchar” y en el “analizar” de Freud. Gómez (2002) es más explícito sobre la relación Freud-Charcot:

...la amistad con él se estrechará desde que Freud le propone traducir uno de sus libros, Conferencias sobre las enfermedades del sistema nervioso, y Charcot le invita a las veladas ofrecidas en su casa, donde Freud conoce a grandes figuras médicas, intelectuales y artistas, y aprende a vencer su timidez. Pero lo que más le sedujo fue el estilo científico de Charcot en sus presentaciones de los enfermos de la Salpetriere. (2002, p. 43)

El propósito del presente artículo es analizar, por un lado, la forma en que la construcción psicoanalítica freudiana fue influida por algunas vivencias de su creador y por otro lado la importancia del tema del padre y sus entramados con la sexualidad en el ejercicio de la clínica psicoanalítica.

DESARROLLO

La influencia de Charcot sobre las concepciones teóricas y clínicas freudianas es notoria, pues aquel descubrió el papel determinante de la sexualidad en la instauración de la histeria, así como la insinceridad de los afectados por ella. Freud por su parte, en la carta fechada el 6 de diciembre de 1896, diez años después de redactado el informe de su estancia en París, y que envía a su entrañable amigo Fliess anoticiándole de sus descubrimiento sobre la histeria, hace amplia referencia a lo que de sexual tienen las causas que la provocan, hasta afirmar que el padre de la histérica juega un papel central en la constitución de la enfermedad.

Otro lugar de gran importancia de la obra freudiana que nos recuerda mucho a Charcot, es la carta enviada al mismo destinatario en fecha 21 de septiembre de 1897. En esta ocasión le comenta que no cree más en las historias que le cuentan sus pacientes neuróticas, cosa que, como él mismo dijo en su Informe ya había sido descubierta.

El segundo personaje que influye en la realización de la obra freudiana es J. Breuer, quien  era un médico de gran renombre en Viena y parece ocupar el lugar que antes ocupara Charcot después de la muerte de este. Charcot fue el iniciador del método hipnótico y quien introdujo a Freud en el mundo de la histeria. Breuer trabajó con el método catártico, del cual Freud tomó mucho para la construcción del psicoanálisis.

Al mismo tiempo que Freud interactuó con Breuer lo hizo con Fliess, con quien practicó aquello que algunos llaman su “autoanálisis”. Esta doble relación lo condujo al dilema transferencial que le decía que su corazón habría de estar dividido entre dos amos ¿Qué diferenciaba a uno de otro? Veamos lo que al respecto nos dice  Rodrigué (1996):

Freud siempre tuvo más detractores que partidarios. Se movía en una atmósfera médica hostil, al borde del ridículo. En medio de tamaño silencio, Fliess era exactamente el amigo íntimo que precisaba: buen escucha, confidente, seguro, catalizador de especulaciones. Fliess no se escandalizaba por nada. Era un corresponsal fiel, siempre dispuesto a aplaudir: en ese sentido, lo opuesto a Breuer. Las dudas crónicas de Breuer representaban una ducha fría para el ánimo de un conquistador pronto a dar el salto de gato. (Rodrigué, 1996, pp. 282-283)

Continúa diciendo que el gran conquistador se sentía herido por Breuer en razón de que este no otorgaba a sus escritos gran valor intelectual, siendo que Freud daba a los descubrimientos breuerianos un alto reconocimiento. Contrario a Breuer, Fliess poseía una erudición omnívora, comprendía los textos freudianos y le daba ideas, y era correspondido.

Mannoni (1968) nos dice que Freud aprendió mucho de Breuer, pero con él no descubrió esa parte fundamental de la transferencia que le permitió la relación con Fliess: “El saber de Breuer en materia de psicoterapia significó tal vez un aporte indispensable que suministró una útil preparación, pero fue ante la ignorancia de Fliess que Freud realizó los pasos decisivos.(p. 44)

Freud intentó elegir como padre a Breuer, éste no lo consintió dadas sus características personales y aquel respondió con acciones en que la agresión estaba en primer plano, contrario a lo ocurrido, al menos al principio, con Fliess. Probablemente el esquema de relación que vemos de parte de Freud con Fliess y Breuer, pudiera haberse observado de algún modo con Charcot si las condiciones lo hubieran permitido.

Gómez (2002) sitúa las vivencias de Freud con Fliess en relación a la historia personal de aquel, particularmente en lo que tiene que ver con su padre:

Si Freud se había vinculado homosexualmente a Fliess, como a una figura paterna, la hostilidad, hondamente sepultada, contra su propio padre no podía dejar de alcanzar al amigo...Freud acabará desprendiéndose de Fliess, cuando el resultado de su análisis se lo permita, advirtiendo entonces la incompatibilidad entre gran parte de sus concepciones. Y aunque el análisis de esa intensa relación continuará todavía durante bastante tiempo, Fliess, que tan importante papel había jugado en la prehistoria del psicoanálisis, prácticamente se esfuma en su consolidación y desarrollos. (p. 74)

¿Qué había ocurrido con Freud y su padre? En algún momento hace referencia, precisamente en una carta a Fliess, a propósito de los padres que seducen a sus hijas y que ocasionan la histeria, que tal vez su propio padre se hallara en esa condición de seductor “Después, la sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre.” (Freud, 1897, p. 301)

Pero según Rodrigué (1996), Freud no sólo percibía eso respecto de su padre, también tendría dificultad para aceptar la muerte de sus padres, pues “Es posible que “tener-que-enterrar-a-los-padres” haya sido una de las “grandes escenas temidas de Freud”. (p. 296) Este autor deduce lo anterior del hecho de que al entierro de su madre no asistió, en su lugar envió a su hija Anna, y al sepelio de Jacob, su padre, llegó tarde sin que hubiera una razón poderosa que lo justificara, despertando el enojo de la familia.

Algunos autores, entre ellos Rodrigué (1996) y Gómez (2002) afirman que el iniciador del psicoanálisis busca muchas veces reivindicar al padre, como si no quisiera nunca “enterrarlo”, pues este es un tema recurrente durante toda su obra.

A Freud no le resulta fácil llegar a la conclusión de que el padre es el causante de la instauración de la histeria. Si se recorre su obra con cierto cuidado nos podemos dar cuenta que este fue un proceso lento y difícil, esto provocado por la natural complicación intelectual, además de lo que en términos personales le implicaba. En 1896d, en La herencia y la etiología de las neurosis escribe:

Sin duda se trata de un recuerdo que se refiere a la vida sexual, pero que ofrece dos caracteres de la mayor importancia. El acontecimiento del cual el sujeto ha guardado el recuerdo inconsciente es una experiencia precoz de relaciones sexuales con irritación efectiva de las partes genitales, resultante de un abuso sexual practicado por otra persona, y el periodo de la vida que encierra este acontecimiento funesto es la niñez temprana {premiere jeunesse}, hasta los ocho a diez años, antes que el niño llegue a la madurez sexual. . . Experiencia sexual pasiva antes de la pubertad: tal es, pues, la etiología específica de la histeria.” (1896d, p. 151)

Con esto nos damos cuenta que va adelantando la participación del padre en la instauración de la histeria. En Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (Freud, 1896c), va a hacer aún más claro quienes cometen los abusos sexuales contra las niñas que posteriormente son afectadas de histeria:

Los traumas infantiles descubiertos por el análisis para estos casos graves debieron calificarse sin excepción como unos serios influjos sexuales nocivos; a veces eran cosas directamente aborrecibles. Entre esas personas culpables de esos abusos de tan serias consecuencias aparecen sobre todo niñeras, gobernantas y otro personal de servicio, a quienes son entregados los niños con excesiva desaprensión; están representados además los educadores con lamentable frecuencia. (p. 165)

Debemos agregar sin embargo, que en ese mismo año, en una carta a Fliess fechada el 6 de diciembre, dice lo siguiente: “La histeria se me insinúa cada vez más como consecuencia de una perversión del seductor; (cursivas en el original) y la herencia, cada vez más, (cursivas en el original) como seducción del padre.” (Freud, 1896a, p. 279)

Como podemos observar, se fue acercando poco a poco a una conclusión: se trata del padre, pero no se puede decir sino en privado, pues sólo se lo hace saber a su amigo objeto de sus confesiones más intimas, el equivalente a un analista. No existe constancia de que Freud hubiera confesado a nadie más que a Fliess que sus pacientes le referían que el actor de las agresiones sexuales sufridas durante la infancia era el progenitor. Lo más que llega a afirmar en aquel tiempo es lo siguiente:

Paréceme cierto que nuestros niños están expuestos a ataques sexuales mucho más a menudo de lo que uno supondría por los escasos desvelos que ello causa en los padres...Un segundo grupo lo forman aquellos casos, mucho más numerosos, en que una persona adulta cuidadora del niño ---niñera, aya, gobernanta, maestro, y por desdicha también, con harta frecuencia, un pariente próximo---introdujo al niño en el comercio sexual,...a menudo durante años. (Freud, 1896b, pp. 206-207)

En la Carta 69, dirigida a Fliess, le revela lo que había estado analizando durante varios meses: era poco creíble que acciones perversas realizadas en perjuicio de niños gozaran de tanta generalidad, en especial teniendo en cuenta que en todos esos casos debía verse en el padre el causante de tales acciones. (Freud, 1897) Esta misiva se refiere, básicamente, al momento en que él deja de creer en lo que le cuentan las histéricas al respecto de la seducción de que fueron objeto; cuando deja de lado la teoría del trauma. Aquí, de modo un poco indirecto inculpa a su propio padre. 

Es hasta 1924 en una nota agregada a pie de página en Estudios sobre la histeria ([1893-1895]), donde Freud reconoce al padre como el seductor que apareció por mucho tiempo disfrazado. La nota reza así:

Después de tantos años, me atrevo a infringir la discreción entonces observada y a indicar que Katharina no era la sobrina, sino la hija de la hospedera. Vale decir que la muchacha había enfermado a raíz de unas tentaciones sexuales que partían de su propio padre. Una desfiguración como la practicada por mí en este caso debería evitarse a toda costa en un historial clínico. Naturalmente, no es tan irrelevante para entenderlo como lo sería, por ejemplo, el traslado de un escenario de un monte a otro. (Freud, [1893-1895], pp. 149-150)

El segundo caso del que Freud hace la aclaración es el de Rosalía H., esta se encuentra en la página 183 de la obra ya citada. Del mismo modo que la anterior, fue hecha por Freud en 1924 y en nota al pie.

Esta es la primera figura de padre que el psicoanálisis nos ofrece, y corresponde a un progenitor sexuado y seductor que llega a enfermar a su hija. Aunque no se deriva de aquí que esa sea la condición inherente a todos los padres, según Freud lo aclara, tampoco debe descartarse la posibilidad de que todo progenitor arribe a tales tentaciones, como luego se verá en el complejo edípico.

Le Gaufey (1990) afirma que el tema del padre en el psicoanálisis inició con una

...doble entrada: del lado de la escena a la derecha del espectador, Freud, algo estupefacto, observa los estragos neuróticos que cuestionan sobre todo al padre en tanto que persona viva y deseante. Del lado de la escena a la derecha del actor, el mismo Freud se encuentra, en el mismo momento, observando en su propia persona el trastorno que puede ocasionar la muerte de un padre. De un lado el padre, héroe libidinal; del otro, su indestructible efigie, tallada en el mármol del duelo. (p. 67)

Se trataría de dos facetas que en Freud se muestran en un mismo tiempo: aquella en la que encuentra al padre como ese sujeto real que seduce a la hija, a quien convierte en histérica, y aquella personalísima historia que lo enfrenta al dolor de perder al padre propio, mismo que a su vez se convierte en ente indestructible.

Este pasaje es de gran relevancia, en virtud de que pasaría de convertir al padre en una figura tangible, física, a una en que empieza a ser un mito en la estructuración mental que cada sujeto se construye de ella; el padre del psicoanálisis no es la excepción. La situación empieza a tomar una forma que en la obra freudiana será de gran relevancia en el futuro. La muerte es la que convierte al padre en algo indestructible, en el fundador de aquello que al hombre le otorga la verdadera posibilidad de significárselo en toda su dimensión: el padre como un mito. Esto surgió, según nos sugiere Le Gaufey después de la muerte de Jacob Freud.

A decir del autor antes citado Freud no soporta el golpe de que esos padres seductores fueran reales. Ante un padre que más allá de las construcciones fantásticas de las histéricas es deseante con respecto de sus  hijas, el iniciador del psicoanálisis acaba salvando al padre, quitándole la pregunta moral sobre la responsabilidad, para de allí saltar a aquella que tiene que ver con la veracidad de la historia de la neurótica. Ya no se trataría, ahora, de perseguir al culpable, sino de preguntarse sobre la realidad de la historia, en otros términos, ya no es del padre real de quien hay que preguntarse, sino de si la historia de la neurótica es verdadera. Así nos explicaríamos siguiendo a Le Gaufey (1994), que Freud “salve al padre” como figura teórica, salvando al propio.

Una pregunta, a nuestro ver compleja, deja el pasaje que Freud efectúa al descreer de la histérica. Le Gaufey (1994), dice que esa pregunta podría formularse del siguiente modo: ¿qué es un padre?, pues nos encontramos en la disyuntiva de uno que seduce y otro que es colocado en el lugar de seductor gracias a la actividad libidinal del que se dice seducido.

Si a ello agregamos que esta disyuntiva tiene como un punto de partida importante la muerte del padre de Freud, se vuelve más compleja aún, promoviendo la capacidad creativa del iniciador del psicoanálisis. Pero algo se nos aparece con toda claridad; la sexualidad sigue siendo el centro del conflicto en el que participan dos seres con una relación de consanguinidad de primer grado: un padre y un hijo. No nos queda duda, algo grande se está fraguando en esta disciplina que inicia su despegue.       

En el año de 1897, según nos lo dice Rodrigué (1996), Freud realiza trabajos con una velocidad casi increíble. Ha elaborado la pérdida de su padre y los escritos que ahora construye empiezan a marcar el rumbo que posteriormente el psicoanálisis seguirá. De ese nuevo rumbo, un tema de particular importancia para el interés del presente trabajo es el de la teoría de la libido.

En este periodo Freud va a establecer relación entre los síntomas y los sueños; ambos, dice, son realizaciones de deseos; el vehículo de expresión de estos, para el caso de los síntomas histéricos, la fantasía, es de naturaleza sexual e infantil. Como bien nos lo señala Rodrigué (1996), con esta posición freudiana, la inocencia del niño ante el padre seductor queda en entredicho. El niño es ahora un ser sexuado. No está más a merced del seductor en el sentido que antes colocaba a la histérica frente a su padre.

En su interés de “salvar al padre” Freud formula, en una carta enviada a Fliess, el 21 de septiembre de 1897, una consigna que constituye el corazón de lo que luego se convertirá en el centro de la discusión, y que desmonta la idea de que el padre real es el perverso ser responsable de la instauración de la histeria. Por la forma en que comunica a Fliess su descubrimiento, y si tomamos en cuenta lo que Rodrigué (1996) menciona sobre la velocidad con que aquel se encontraba trabajando, además de la trascendencia que ese descubrimiento alcanzará en la obra freudiana, podemos decir que era algo muy elaborado en el pensamiento de su autor. Seguramente en ello habrían influido diversos factores entre los que se contarían de forma destacada los siguientes: el autoanálisis, la muerte de su padre y la elaboración del duelo; y desde luego, la experiencia clínica adquirida.

Rodrigué (1996) describe las condiciones en que se da el descubrimiento de que las histéricas mienten, en 1897. Freud tiene 41 años, atraviesa la crisis de la mediana edad de la vida, (cursivas en el original) y se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de su padre:

De vuelta de Aussie y de encargar la lápida para la tumba de su padre, el autoanálisis se instala como eje dominante, y se produce la penosa demolición de la teoría de la seducción precoz...él confía a su amigo el gran secreto que se venía “insinuando lentamente” (resaltado en el original) en los últimos meses. (p. 317)

Probablemente tenga importancia el hecho de que emprenda tales actividades e ideas después de encargar la lápida de su padre, a quien entierra definitivamente, como simbólicamente habrá de hacerlo con el padre seductor, aunque la teoría de la seducción permanezca siempre en su obra, igual que el padre como mito. En el acto de enterrar al padre se encuentra también la exculpación al padre seductor y agresivo a quien antes se habría referido.    

La forma confidencial de la carta, como en general parece que había sido el tono de estas hacia su amigo, además de su contenido, nos hacen saber que él había meditado bien: “...el gran secreto que poco a poco se me fue trasluciendo en las últimas semanas. Ya no creo más en mi “neurótica”.” (Freud, 1897, p. 301)

Para el efecto, Freud explica el primer grupo de razones que lo condujeron a semejante conclusión:

...he de presentarte históricamente los motivos de mi descreimiento. Las continuas desilusiones en los intentos de llevar mi análisis a su consumación efectiva, la deserción de la gente que durante un tiempo parecía mejor pillada, la demora del éxito pleno con que yo había contado y la posibilidad de explicarme los éxitos parciales de otro modo, de la manera habitual. (Freud, 1897, p. 301)

Sobre la primera razón que esgrime en su carta podemos decir que corrobora aquello de que el padre se encuentra inmiscuido en su cambio de carril, su análisis no avanza, y su progenitor es pieza importante en él. Las otras razones son de tipo clínico y narcisista respectivamente.

En las siguientes reflexiones confirmamos que el padre es exculpado con la misma pasión que antes había resultado culpable de seducción:

Después, la sorpresa de que en todos los casos el padre hubiera de ser inculpado como perverso, sin excluir a mi propio padre, (el resaltado es mío) la intelección de la inesperada frecuencia de la histeria, en todos cuyos casos debiera observarse idéntica condición, cuando es poco probable que la perversión contra niños esté difundida hasta ese punto. (Freud, 1897, p. 301)

Reivindica que si la perversión no está presente en el grado que las histéricas le habían enseñado, no era posible entonces sostener la etiología de la enfermedad como hasta entonces lo había hecho. Sin embargo nosotros no debemos despreciar el germen que aquí se asoma.

La perversión, en el sentido que luego Freud le da en Tres ensayos de teoría sexual, empieza a recorrer camino; pues en esta obra, la tendencia perversa, esa que en la teoría de la seducción se atribuye al padre, tendrá mucho que ver con la condición de perverso polimorfo que luego le será adosada al niño. Con sorpresa constatamos que así la perversión no solo está más extendida de lo que se podría pensar, sino que adquiere condición de universalidad en el desarrollo psíquico de los humanos; si bien la aplicación de esta contra los niños por parte del adulto no es una condición.

Veamos cómo lo dice Freud, después de describir la meta de la pulsión sexual: “En ninguna persona sana faltará algún complemento de la meta sexual normal que podría llamarse perverso, y esta universalidad basta por sí sola para mostrar cuán inadecuado es usar reprobatoriamente el nombre de perversión.” (Freud, 1905, p. 146) En la misma obra citada, dirá más adelante refiriéndose a la naturaleza del niño, en el apartado titulado: Disposición perversa polimorfa:

Es instructivo que bajo la influencia de la seducción el niño pueda convertirse en un perverso polimorfo, (el resaltado es mío) siendo descaminado a practicar todas las trasgresiones posibles. Esto demuestra que en su disposición trae consigo la aptitud para ello. (Freud, 1905, p. 173)

Ratificamos que el padre seductor deja su lugar al niño sexuado. Rodrigué (1996) lo dirá del siguiente modo:

Sucede, entonces, que después de la implosión de la teoría de la seducción, hubo una gran recuperación teórica. Freud emprendió un reagrupamiento de fuerzas, rumbo al descubrimiento de que detrás de la ficción (cursivas en el original) de la histérica se encontraba la fantasía inconsciente y la sexualidad infantil polimorfa. Además de eso, algunos elementos esenciales del “Freud de la seducción” (Comillas en el original) se encuentran traspuestos, como vimos, a las elaboraciones ulteriores de la teoría psicoanalítica. (p. 320)

Volviendo a la carta de Freud a Fliess, otra explicación aparece razonada:

...en lo inconsciente no existe un signo de realidad, de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida de afecto. (según esto, quedaría una solución: la fantasía sexual se adueña casi siempre del tema de los padres) (paréntesis en el original). (Freud, Carta 69, 1897, p. 302)

Podemos distinguir aquí dos cosas: el inconsciente, que no conoce de la realidad, permite que la histérica confunda el hecho con la fantasía, por lo tanto Freud, bajo la lógica de las explicaciones previamente vertidas da preeminencia a la fantasía sobre la realidad. La palabra de la histérica es producto de su ficción investida de afecto. Por otro lado, esas fantasías son de naturaleza sexual (a ello se referiría la investidura afectiva) y toman como objeto a los padres. Aquí encontramos el germen de lo que después  sustentará al complejo de Edipo.

Ahora podemos decir que la histérica no fue seducida, tuvo la fantasía de serlo, y luego se comporta de manera infantil acorde con aquella tendencia fantasiosa. Los niños, los primitivos y los neuróticos contienen en su actuar patrones muy similares, diría Freud posteriormente, y en todos ellos el padre está involucrado de manera importante. Hemos adelantado que de lo que se trata es de la sexualidad, sobre todo de la infantil, esa que se vehiculiza a través de las fantasías. La teoría de la seducción, inaugurada por Freud a través del conocimiento que adquiere de las histéricas, no quedará del todo enterrada. Ella ocupará un lugar central en su forma de concebir la sexualidad infantil.

Ya dijimos que Mannoni (1968) plantea que la idea de la sexualidad infantil no podía constituirse del todo mientras la teoría del trauma prevaleciera como planteamiento central en el pensamiento freudiano. Su razonamiento es lógico si entendemos que allí, el niño es concebido como inoculado de la maldad del adulto por vía de la sexualidad que se le aparece como un hecho violento que nada tiene que ver con el interés de su deseo, sino sólo como algo externo.

Rodrigué (1996) plantea:

Freud, con la caída de la “neurótica” (comillas en el original), comienza por destrozar, dislocar, barrar la vieja teoría, para reprimir, y reelaborar los fragmentos remanentes...cada uno de los ladrillos de la teoría de la seducción sufre entonces una torsión y un destino diferentes. (p. 319)

Un destino que ella sigue, si hacemos caso a la cita anterior, es el de cambiar al actor y la forma del acto mismo del seducir; pero la seducción continúa siendo importante. En el fondo, jamás Freud se olvidó de la teoría de la seducción, dice el autor recién citado, sólo cambia el sexo y las razones del seductor: del padre al hijo, de la histérica al padre.

La madre es alcanzada por las intelecciones freudianas e involucrada en ese juego de seducciones indispensables para el desarrollo psicosexual. Como figura preedípica, la madre seducirá a su hijo al prodigarle los indispensables cuidados maternos que nuestra cultura y la naturaleza le han encargado. Bien podríamos decir que al introducir Freud lo inconsciente en este camino seductor de la madre adulta y la condición temprana del niño exculpa a todos como antes lo hizo con el padre.   

Otros autores habían vislumbrado ya en la obra freudiana el cambio de seductor sin renunciar a la teoría de la seducción. Laplanche (1987) en una de sus obras lo resume magistralmente:

El padre perverso, personaje principal de la seducción infantil, deja lugar a la madre, esencialmente en la relación preedípica (cursivas en el original). La seducción es vehiculizada aquí por los cuidados corporales prodigados al niño...cada vez  que (Freud) vuelve sobre...la seducción, es siempre para agregar que la seducción materna precoz constituye en definitiva su punto de gravedad y, en ese sentido, la verdad. (pp. 122-123)

Tratando de encontrar en la obra freudiana las referencias a la seducción de la madre hacia el niño, podemos situar, primero, Tres ensayos de teoría sexual, fechado en 1905. Cuando explica la reaparición de la actividad sexual infantil, en el Retorno de la masturbación de la lactancia, nos dice que en ello influyen tanto causas internas como ocasiones (el resaltado es mío) externas.

Sobre las segundas, que son las que en este caso interesa resaltar, Freud (1905) dirá lo siguiente:

En primer término se sitúa la influencia de la seducción, que trata prematuramente al niño como objeto sexual y, en circunstancias que no pueden menos que provocarle fuerte impresión, le enseña a conocer la satisfacción de las zonas genitales, Secuela de ello es casi siempre la compulsión a renovarla por vía onanista. (p. 173)

La seducción aparece aquí como algo ocasional, tal vez porque ha descubierto ya el complejo de Edipo, lo que podría entenderse que constituyen las así denominadas por él razones internas, pues agregará que no se requiere necesariamente de la seducción para que se despierte la vida sexual del niño, basta con que las causas internas se activen para que ello ocurra. Al hacer referencia a la forma en que el niño se convierte en perverso polimorfo va a decir que aunque tiene una disposición para que eso suceda, la seducción jugará un papel fundamental.

Según Freud, al explicar la evolución de la sexualidad infantil a través del desarrollo de las zonas erógenas, la actividad sexual del niño no ha iniciado con la seducción directa o intencional, sino que ha sido la función básica de la madre la que la ha estimulado.

Así lo dirá refiriéndose al bebé y sus primeras experiencias de placer:

Su primera actividad, la más importante para su vida, el mamar del pecho materno (o de sus subrogados) no pudo menos que familiarizarlo con ese placer...El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella. (Freud, 1905, pp. 164-165)

Freud (1910) en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, ratifica la teoría sostenida en Tres ensayos de teoría sexual, al respecto dice:

Con palabras que no presentan sino una consonancia harto nítida con la descripción de un acto sexual (“y golpeó muchas veces con esa cola suya contra mis labios”) (El resaltado es de Freud), Leonardo pone de relieve la intensidad de los vínculos eróticos entre madre e hijo. No parece difícil colegir, desde esa conexión de la actividad de la madre...con el realce de la zona bucal, un segundo contenido mnémico de la fantasía. Podemos traducir “La madre me ha estampado innumerables y apasionados besos sobre la boca”. La fantasía sintetiza el recuerdo de ser amamantado y de ser besado por la madre. (p. 100)

CONCLUSIONES

Estudiar el tema del padre en la teoría freudiana es hablar de la sexualidad, porque todo hombre para ser padre tiene que estar dotado de deseo sexual y de este deseo no escapan sus propios hijos. En primera instancia, en el planteamiento freudiano de la teoría de la seducción el padre no es capaz de reprimir ese deseo y las histéricas que Freud atendía en consulta se quejaban de haber sido seducidas en la infancia, esta es la base clínica que le permite a Freud construir la teoría de la seducción. En segunda instancia, la relación del tema del padre con la sexualidad en el desarrollo de la construcción psicoanalítica freudiana está fundada en el deseo sexual reprimido por parte del padre, pero que es registrado por parte de la hija y expresado durante el desarrollo del complejo edípico como un deseo propio de la niña, y ya no del padre. El descubrimiento de la fantasía, y del deseo sexual de las histéricas permite a Freud elaborar la construcción teórica de la segunda teoría sobre la sexualidad infantil, poniendo al padre como objeto de deseo y no como sujeto desbordado en su sexualidad. En todo caso, lo fundamental, en este aspecto del descubrimiento freudiano es que todos, sin excepción, somos sujetos y a las vez objetos de deseo sexual, y el desarrollo de esta condición depende de condiciones muy particulares de cada sujeto.

Para que Freud elaborara, primero la teoría de la seducción, y luego la de la sexualidad infantil, tuvo que enfrentarse a las condiciones sociales de su tiempo, pues descubrir al padre como seductor y luego a los niños como sujetos sexuados era un atrevimiento de orden moral y ético. Creemos que para lograr tales descubrimientos fueron importantes las vivencias que descubrió en sí mismo, muchas producto de reconocer su propia condición de hombre sexuado y algunas más de sus relaciones personales, familiares, sociales e intelectuales, como de las que se ha dado cuenta en el presente artículo.

El presente trabajo nos ha permitido elucidar algunas ideas respecto de la condición del padre en la obra freudiana, reconociendo que la elaboración teórica representó para el autor un esfuerzo no sólo intelectual, sino de irrupción social crítica, como hasta hoy sigue siendo la práctica psicoanalítica. Se cumplió el objetivo de reconocer, a través de los análisis de autores distintos, la complejidad del entramado del tema del padre con la sexualidad y la teoría práctica psicoanalítica en sus inicios. Entre los límites que nos tuvimos que plantear está el de circunscribirnos a la obra freudiana, sin desconocer que sobre el tema del padre se ha producido mucho en el ámbito psicoanalítico, destacando los descubrimientos de Lacan.

Finalmente es importante resaltar que el tema del padre es vigente no solo en el análisis clínico de consultorio, sino además en la discusión social sobre el lugar que históricamente van ocupando la figura y la función paterna, que mucho tienen que ver con la forma en cómo se instauran el orden y la ley, además del lugar que ocupa en la actualidad lo masculino, sobre todo ante el debate intenso sobre la feminidad y la diversificación de los nuevos saberes sobre la sexualidad, lo que abona el terreno para futuras investigaciones.

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