DOI: https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v7i1.4980

La enseñanza moral en las aulas del siglo XXI: una perspectiva hacia metodologías activas

 

Ángel Daniel Bermeo Mera

[email protected]

https://orcid.org/0000-0003-4831-1169

Máster en Métodos de enseñanza

UEF “Cascol” – Paján – Ecuador

 

RESUMEN

El presente artículo realiza una revisión del papel de la enseñanza moral en la actualidad partiendo de su necesidad ineludible en la formación de ciudadanos justos y solidarios, tal como reza en el Currículo de Educación vigente del sistema ecuatoriano. Hace referencia a la urgente necesidad de implementar metodologías contemporáneas que coadyuven a tal propósito, dejando modelos tradicionalistas que caen en la vana repetición teórica, omitiendo el imperante rango práctico que la moral requiere en jóvenes y adolescentes del presente siglo, conocidos como nativos digitales. El artículo examina, a través de una revisión bibliográfica, el devenir de la moral en años anteriores y su estado actual, un estado frágil casi en desuso, revisa el rol del docente e invita a la reflexión con el fin de que los mismos incorporen estos modelos en sus planificaciones y actividades.

 

Palabras claves: enseñanza moral; ética; metodologías activas; rol docente; valores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Correspondencia: [email protected]  

Artículo recibido 22 enero 2023 Aceptado para publicación: 22 febrero 2023

Conflictos de Interés: Ninguna que declarar

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Cómo citar: Bermeo Mera , Ángel D. (2023). La enseñanza moral en las aulas del siglo XXI: una perspectiva hacia metodologías activas. Ciencia Latina Revista Científica Multidisciplinar, 7(1), 7480-7493. https://doi.org/10.37811/cl_rcm.v7i1.4980

Moral teaching in the 21st century classrooms: a perspective towards active methodologies

 

ABSTRACT

This article reviews the role of moral teaching today based on its unavoidable need in the formation of just and supportive citizens, as stated in the current Education Curriculum of the Ecuadorian system. Express to the urgent need to implement contemporary methodologies that contribute to this purpose, leaving traditionalist models that fall into vain theoretical repetition, omitting the prevailing practical range that morality requires in young people and adolescents of this century, known as digital natives. The article examines, through a bibliographic review, the evolution of morality in previous years and its current state, a fragile state almost in disuse, reviews the role of the teacher and invites reflection in order for them to incorporate these models in their planning and activities.

 

Keywords: moral teaching; ethics; active methodologies; teaching role; values.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN.

Hablar de que la perspectiva de la educación contemporánea ha cambiado su enfoque desde hace muchas décadas resulta redundante. No es falso que muchos autores han descrito un sinnúmero de alternativas y estrategias para mejorar la condición educativa de los alumnos durante la vigente era. Desde el constructivismo de Piaget, el aprendizaje por descubrimiento de Montessori o el abordaje de la democracia por Dewey, cada nueva metodología o modelo educativo ha centrado su atención en el alumnado, tomándolo como el verdadero protagonista de la educación, desechando el papel del maestro como “experto” y sugiriendo un rol distinto, como orientador, guía y facilitador del aprendizaje.

En cuanto al papel de la escuela del siglo XXI, Delval (2013) lo tiene claro y manifiesta que estas instituciones deben ser democráticas y tener como firme propósito la formación de individuos que actúen como ciudadanos de bien.

Ahora bien, si el abordaje de la educación actual tiende a un incremento de la investigación científica, social y una búsqueda incesante por la innovación, cabe preguntar dónde se desentrama el papel de la moral y la ética en estos nuevos modelos de enseñanza: ¿ha desaparecido de las aulas? ¿Por qué, de pronto, se han cambiado ciertas cátedras humanistas y de valores, haciendo desaparecer la importantísima presencia de la educación moral? ¿Cuál es el destino de los nuevos alumnos del siglo XXI sin el freno que puede suponer una adecuada enseñanza ética?

DESARROLLO

La moral: un antes y un después.

Las primeras enseñanzas que se plantearon hacia la sociedad sobre una instrucción formativa del carácter y la moral pueden observarse en los diálogos que el propio Sócrates sostuvo con sus discípulos y quedaron impregnados en los escritos de Platón. Gómez (2017) menciona que frases tan famosas como “Conócete a ti mismo” son un indicio certero de que la intención principal era de que el hombre conociera sus limitaciones y errores, y pueda perfeccionarse en el oficio moral. Los educadores griegos (si se les puede llamar así a los principales filósofos fundadores de escuelas) trataban de hacer denotar la importancia de que el hombre persiguiera un altruismo fuerte y ligado a la búsqueda del bien, a través del pensamiento racional.

Con el advenimiento de la escolástica se produjo una relación muy estrecha entre la moralidad y los valores cristianos. Se puede destacar los pensamientos de tres grandes filósofos en esta línea: San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino y Pedro Abelardo. El primero hacía énfasis en el problema del mal y sus consecuencias, producto de la libertad humana desviada (Cordero, 2009). El segundo, en cambio, se refirió a que la voluntad humana es capaz de ser educable, y para esto se precisa de una educación moral que moldee los hábitos del hombre (Reyes Calderón, 2015). Finalmente en Abelardo se puede entender un “intento de confeccionar una doctrina de la conciencia moral”, sujeta al individuo (Herrera, 2008). Cada uno de estos pensadores coincidía plenamente en que la persecución de una educación ética y moral era la vía para el adiestramiento de un mejor ser humano en una sociedad tan cambiante, llena de antivalores.

Llegando al Renacimiento, Venegas (2004) afirma que este período gozó de un acercamiento y formación de carácter pedagógico a través de una literatura didáctico-moral, poniendo especial atención a la construcción de este proceso, alejado, claro está, de las concepciones teológico-cristianas de la época medieval. Más tarde durante la Edad Moderna surgen otros pensadores como Descartes, quien estableció una moral provisional que se sustenta a través de una serie de principios que se ven dirigidos a conducir la conducta de las personas en relación a lo determinado socialmente de manera moderada, o a Kant quien se refirió a una moral autónoma, es decir, que sea el propio hombre que determine los fines últimos de su moralidad (Cifuentes y Torres, 2019).

En el siglo XIX y XX, con la llegada de la Revolución Industrial, se presentaron ciertos cambios significativos en cuando a la educación moral. Con Jeremy Bentham nace la idea del utilitarismo, que expresa la premisa de que la única fuente considerable de valor es aquella que permite felicidad o bienestar a la mayor cantidad de individuos. Sin embargo otros autores fueron más enfáticos en proveer de una respuesta a los actos morales a través de la práctica. Es así que nace el conocido “Manual de urbanidad y buenas maneras” de Manuel Antonio Carreño, un destacado libro que describe buenas costumbres para la juventud en diferentes contextos; Lander (2002) afirma que el objetivo del manual era instruir para que sea transmitido de generación en generación. Junto a ellos, Piaget o Vigotsky también son considerados sendos referentes de la educación moral de las últimas décadas pues sus aportes a la pedagogía han logrado definir cómo se estructura la moralidad en los más pequeños y cómo avanza a lo largo de la vida (Estrada, 2012).

Este breve recorrido permite conocer el deambular del concepto de moralidad durante varios siglos y cómo ha evolucionado hasta nuestros días. Indagar cómo ha ido cambiando permite establecer las directrices a seguir, con el fin de establecer la mejor línea de acción para promover estudiantes de bien, en medio de una sociedad caotizada, superficial y pobre en valores. Pero no es cuestión de rebosar de conceptos teóricos a los alumnos, por el contrario se necesita de un enfoque mucho más práctico que evidencie en el estudiantado la realidad moral de la comunidad en la que se encuentran insertados.

El papel de la moral en la sociedad del conocimiento.

Por Sociedad del Conocimiento nos referimos al “nuevo paradigma que pretende ser una respuesta alternativa a la problemática del ser humano en su quehacer actual” (Terrazas & Silva, 2013, p.146). Es decir, la era de las nuevas tecnologías que están al alcance de todo ser humano ha traído un sinnúmero de inconvenientes que merecen un análisis y estudio adecuado para tratar de sobrellevarlos. Para Aguilar et al. (2017) las nuevas instituciones educativas del siglo XXI deben comprender la revolución educativa de la que estamos siendo partícipes y que con planteamientos tradicionales resulta imposible el desarrollo de competencias necesarias contextualizadas a nuestra realidad.

Alvarado (2005) habla de una sociedad en constante transformación y debido a esto hace hincapié en que la educación debe estar abierta al cambio pero así mismo debe conservar sus bases filosóficas inmutables a lo largo de los tiempos. Dentro de esas bases filosóficas a las que hace mención se halla la formación integral de los ciudadanos en cuanto a principios éticos y morales que rijan su accionar. Así lo entiende Frisancho (2019) quien menciona además que una ciudadanía carente de ética corre el riesgo de volverse puro activismo sin fundamento.

Entre los cambios más significativos que ha traído la modernización de la sociedad surge el concepto de “nativo digital”, entendido como aquel que ha nacido en la era dominada por el internet y lo digital cuyo pensamiento y procesamiento de información es muy diferente al de sus predecesores (Prensky, citado en Ibarra y Llata, 2010).

Considerando esto, Olcott et al. (2015) mencionan diferentes retos o problemas de índole ética y moral que afrontan los docentes de la presente generación frente a sus educandos “nativos digitales”, tales como la identidad digital –entendida como la información brindada en la web, que permite la creación de una reputación de carácter digital-, la seguridad en la red –debido a una exposición de datos que podría caer en una suplantación de identidad-, el cyberbullying –alumnos que pueden ser víctimas o convertirse en victimarios-, el plagio escolar –considerando la vasta información al alcance en la web se hace imperante tratar este asunto-, y finalmente el abuso de las TICs que podría repercutir en conductas asociales y desencadenar en una tecnoadicción.

Por su parte Ibáñez-Martín (2013) también realiza un análisis sobre los enfrentamientos morales vigentes a los que los docentes deben dar pronta respuesta, haciendo énfasis en el exhibicionismo en la red como promoción banal de la sexualidad, la escasa alfabetización mediática por parte de los alumnos (que provoca aceptar cualquier información como cierta sin ser filtrada con anterioridad) y el anonimato en la red como incitador al odio.

Pero hablar de una educación moral sin referirnos al papel del profesorado en la actualidad sería como tratar de construir un edificio y olvidarnos de los albañiles. Está más que comprobado que en la nueva sociedad del conocimiento el rol del docente ha sido transformado de un mero observador pasivo a un líder moral y democrático (Frisancho, 2019). Sin embargo Ibáñez-Martín (2013) va más allá y afirma que no son pocos los profesores que han abandonado el verdadero oficio como trabajadores de la enseñanza y han dejado de lado la “dimensión de maestros de humanidad”; además señala la importancia de retornar a una cultura de “códigos éticos”, tan necesarios y de cuantioso valor en el contexto actual.

Toda esta reflexión hace entrever que estamos ante serios retos educativos y que la filosofía de la educación debe preparar el camino para fortalecer esa senda hacia la formación de alumnos y alumnas moralmente aceptables para una sociedad insaciable por el consumismo, narcisista a más no poder y esclava del internet. Pero para ello se precisa de nuevas metodologías en el proceso enseñanza aprendizaje que puedan tornar la moral ya no como una lección teórica más, sino como una esencial práctica cotidiana.

Metodologías activas para la enseñanza moral en las aulas.

Como se ha visto a través de la bibliografía seleccionada, enseñar moral en el presente siglo constituye un auténtico desafío para los educadores. Pero esa educación humanística debe ir contextualizada al marco del positivo desempeño de los jóvenes que aspiran servir a su sociedad de manera correcta.

No es sorpresa que hoy en día pululan en las instituciones educativas diferentes metodologías que maestros han adoptado para el acompañamiento pedagógico de sus educandos, muchas de las cuales sirven para el eficaz aprendizaje de materias de carácter científico y lingüístico, pero no inciden con tan gran impacto para la formación en valores. Tal como cuestiona Betancur (2016) si estos modelos se copian y buscan agregarse a la práctica cotidiana en las cuestiones morales y fallan, habrá sido completa responsabilidad de quienes aseguran mantener el control de estudiantes con estas herramientas en desuso. Además agrega que con el abordaje de este modelo “homogéneo” -sobre la enseñanza de lineamientos, normas y castigos del accionar moral- lo que se observa es “la ausencia de crítica y reflexión y un débil ejercicio de la razón” (p.114).

Para Puga y Peña (2015) es importante la incorporación de metodologías activas en la construcción del aprendizaje pues estas permiten que los alumnos construyan conocimiento y puedan aplicarlo en varias circunstancias de su vida. También cabe indicar que “el fin de implementar una metodología activa es potenciar el aprendizaje de los estudiantes y no otra cosa” (Universidad Central de Chile, 2017, p.5).

Tomando estas consideraciones el presente artículo expone, tras una considerable búsqueda y reflexión sostenida, el abordaje de tres principales metodologías que sirven para el tratamiento de una experiencia ético-moral mucho más práctica que teórica, dentro y fuera del aula.

El dilema moral

Mendonca (2008) manifiesta que un conflicto o dilema moral es “una situación en la que el agente tiene la obligación de aceptar una de entre dos alternativas, y ninguna de ellas prevalece sobre la otra” (p. 121). Otra idea interesante es que el dilema moral involucra algún tipo de incompatibilidad normativa, donde prevalece una especie de “plus” que promueve la indeterminación del discurso moral (Lariguet, 2010).

Uniendo estas dos ideas se puede comprender que en un conflicto moral se presenta un escenario donde el protagonista se ve inmerso en una situación compleja con dos opciones de respuesta bien equilibradas, donde debe usar el sentido crítico y una discusión interna (como bien explicaba Kant) para dar solución personal a la mencionada situación.

Las investigadoras Correa, Ramos y Robles en su publicación sobre Educación moral (2004) realizan una singular observación de la importancia de aplicabilidad de los dilemas morales para fortalecer la conciencia moral en adolescentes y establecieron algunos puntos de interés como orientaciones a la hora del planteamiento moral, resumidos en los siguientes numerales:

1.      Seleccionar temas para realizar lecturas colectivas o individuales.

2.      Fomentar y fortalecer la discusión y el diálogo sobre los temas seleccionados.

3.      Promover la autoobservación, autoevaluación y el autoconocimiento.

4.      Enfatizar la distinción entre el contenido del dilema, y la forma que se resuelve.

5.      Tratar los dilemas morales en un contexto de ambiente moral.

6.      Señalar el tipo de problema que originó el dilema.

7.      Comprender que los dilemas deben ser relevantes y comprendidos por todos.

Conjugado a esto se puede determinar los pasos a seguir para establecer una discusión de dilemas morales en el aula.

Figura 1: Pasos secuenciales para la discusión de dilemas morales. (Modificado de Correa, Ramos y Robles, 2004)

 

 

 

 

 

 

En la Figura 1 se puede observar que el primer paso es confrontar o presentar ante el alumnado el dilema moral en cuestión, luego de aquello invitar a tomar una posición entre las alternativas planteadas y hacer una reflexión crítica considerando los argumentos que fundamentan la postura tomada. Finalmente una vez escuchados los argumentos de la clase se puede mantener la posición adoptada o, si se considera pertinente, adoptar una nueva postura.

Los dilemas morales invitan al estudiantado a un enfrentamiento entre criterios y pensamientos propios y ajenos, pero sobre todo a una confrontación interna que de alguna forma garantiza conocer cómo procedería cada alumno ante determinadas situaciones y, considerando aquello, el docente puede lidiar, a través del aprendizaje basado en el pensamiento o el método socrático, con posturas anti o amorales para que por medio de la conciencia se ejerza el camino hacia una decisión ética y moralmente satisfactoria.

El Aprendizaje Servicio.

Una de las metodologías de reciente incorporación a las aulas, y que ha tenido un crecimiento sostenido en los últimos años es el “Aprendizaje Servicio”, definida como una propuesta pedagógica que unifica los procesos de aprendizaje, expresados en el currículo, y el servicio a la comunidad en un solo proyecto (Puig Rovira & Palos Rodríguez, 2006).

La importancia que tiene esta metodología en la educación moral es que permite, principalmente, involucrar a los alumnos en las necesidades de la comunidad y a su vez formar parte de la mejora social, lo que repercute en acciones morales positivas (cabe recordar que estos proyectos son de carácter netamente social y ciudadano). Además, su incorporación incentiva el trabajo cooperativo, la habilidad para la toma de responsabilidades y fortalece las relaciones inter e intrapersonales.  Lo que se precisa es que los estudiantes observen en qué pueden ayudar en el barrio o sector donde residen, iniciar en ellos una preocupación moral y buscar estrategias para erradicar o minimizar el problema suscitado.

Uno de los estudios realizados sobre cómo el Aprendizaje servicio vinculado a la educación moral puede fomentar en los alumnos el deber y la responsabilidad social fue el que expuso el Dr. John Annette (2005), donde además concluyó que esta metodología proporciona experiencias y oportunidades de aprendizaje para que los estudiantes desarrollen la virtud cívica por medio del compromiso.

Entre los beneficios que señala Mendía (2012) sobre la utilización del Aprendizaje servicio se destacan los siguientes:

§  El aprendizaje mejora el servicio: Lo aprendido se vuelca a la acción y consigue entregar un servicio de calidad a la comunidad.

§  El servicio mejora el aprendizaje. Motiva y da sentido a lo aprendido, le dota de experiencia y se generan nuevos aprendizajes.

§  Fortalece el protagonismo de los estudiantes, hacia el diseño, realización y evaluación de actividades varias que incluye a agentes externos de la comunidad educativa.

§  Promueve valores, estimula su búsqueda y la realización de una escala donde prevalezcan la moral ciudadana y la solidaridad con sus necesidades principales.

§  Fomenta la capacidad asociativa, la conciencia cívica e impulsa el emprendimiento social.

Entre las ideas que se pueden explorar con el Aprendizaje Servicio para mejorar la educación moral de los estudiantes están: la sensibilización con la comunidad (averiguar qué problemas aquejan el sector y plantear una línea de acción para solventarlos), la cooperación con actividades logísticas (que demandan esfuerzo de índole físico),  denunciar y defender (es decir, crear un espacio de participación ciudadana), compartir conocimientos (realización de cursos, tutorías, talleres), ayudar a personas vulnerables (adultos mayores, personas con discapacidad, habitantes en extrema pobreza) y obtener recursos para una ayuda especial (idear estrategias para llegar a la población y juntos colaborar).

El Aprendizaje Basado en Proyecto (ABP).

Concibiendo el abordaje del aprendizaje como un compendio integrador e interdisciplinar nace el Aprendizaje Basado en Proyectos. Maldonado (2008) menciona que un ABP es una metodología capaz de proporcionar un aprendizaje por medio de la implicación en un proyecto complejo y significativo, logrando en el alumnado el desarrollo de sus habilidades y valores. Los estudiantes toman partido de la realidad que se percibe en su alrededor y basado en ella, con la guía y orientación de su docente, elaboran un proyecto que dé solución al inconveniente encontrado. Esta metodología es didáctica e integra la teoría y la práctica fomentando el trabajo coloborativo, tanto entre sus compañeros como con sus profesores (Simó, Ferreira y Ortuño, 2016).

Para Orozco y Díaz (2018) resulta imperante la incorporación al aula de esta metodología, pues algunos métodos de enseñanza tradicionales buscan perpetuarse, generando ambientes conductistas que impiden el desarrollo de la autonomía moral. Queda claro entonces que el ABP “desarrolla una educación más moderna y actual, basada en el desarrollo cognitivo, motriz, social y moral del alumnado, para preparar a los jóvenes para la vida adulta” (León, Martínez y Santos, 2018, p.37).

Para la incorporación del ABP, con el fin de desarrollar de forma práctica una autonomía moral, en el aula, se debe partir de la presentación de una necesidad a ser cubierta, donde la principal solución sea la reflexión de carácter moral. Es aquí donde el rol de docente emerge como el motivador hacia dicha reflexión, a través de hechos puntuales a ser tratados. Por ejemplo, si se escoge como escenario la Institución educativa se pueden plantear proyectos que den solución a temas como el plagio o deshonestidad estudiantil, el acoso escolar, el desacato a profesores o autoridades, el hurto entre pares, el consumo de sustancias psicotrópicas, entre otros. También se pueden plantear proyectos que brinden una solución a problemas morales en la comunidad como la mendicidad o la explotación infantil. Sin embargo se debe reconocer que, aunque el objetivo es un proyecto de enfoque solusotivo-moral, el carácter interdisciplinar del ABP conseguirá un desarrollo de competencias y un conocimiento más integral que aquel que se da en una sola materia específica (Martín, Díaz, & Sánchez., 2015).

Siguiendo el ejemplo anterior, si se busca solucionar el problema de deshonestidad estudiantil se puede convocar a los alumnos a una campaña de concientización sobre el tema, por medio del diseño de afiches, obras de teatro, canciones, etc. Se puede impulsar una campaña en contra del acoso escolar realizando una casa abierta donde se expongan los principales problemas. Asignaturas como lengua y literatura, estudios sociales, educación para la ciudadanía, filosofía, educación artística, entre otras, podrán ser útiles para compaginar, en el currículo, el proyecto seleccionado.

Transitar desde lo teórico hasta lo práctico es una de las ventajas de implementar esta metodología en clase, pues se hará énfasis en tratar los problemas morales reales no solo como meras conceptualizaciones que quedan en el debate, sino como retos significativos que provocarán una mayor conciencia moral y repercutirán en la pronta respuesta a dichos problemas.

CONCLUSIONES.

Durante mucho tiempo la enseñanza moral ha sido esgrimida en un contexto casi nulo o muy poco representativo de la realidad en la que los dicentes se desenvuelven, lo que la ha convertido en una asignatura de relleno que no tiene el peso significativo para generar el grado de impacto que hoy los niños y jóvenes, dominados por la era de la digitalización, tanto necesitan. Y aunque no se la trate como una materia específica, su aprendizaje práctico por medio de metodologías activas contemporáneas, que han sido expuestas en líneas anteriores, llevarían al alumnado a una participación mucho más apegada a su contexto, donde pueden reflexionar sobre sus acciones morales, creando conciencia y planteando soluciones como ciudadanos de bien insertados en la comunidad. Por ende, se hace inminente la nueva concepción presentada en este artículo sobre el tratamiento de la moral en las aulas, dejando de lado las simples nociones conceptuales y acercando a los estudiantes a la practicidad del día a día. De esta forma las palabras de Benjamin Franklin se sienten con mayor peso: “Dime y lo olvido; enséñame y lo recuerdo; involúcrame y lo aprendo”.

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