¿Para qué evaluar? y ¿Qué evaluar? Un escenario para desarrollar competencias
Juan Alfredo Martínez Lalangui[1] https://orcid.org/0000-0003-1240-4267 Doctorando en Educación Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología UMECIT, Panamá
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Alonso José Larreal Bracho https://orcid.org/00000-0001-5449-0971 Ph.D en Educación. Universidad Metropolitana de Educación, Ciencia y Tecnología UMECIT, Panamá. Loja – Ecuador
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Este trabajo presenta una revisión de la literatura relacionada con la evaluación educativa; sin embargo, en la actualidad son muy recurrentes las preguntas ¿Para qué evaluar? y ¿Qué evaluar? Así pues, en este artículo se intentará aportar, justificadamente, diversas conceptualizaciones y reflexiones teóricas que un docente debe tener en cuenta al momento de recoger información sobre los aprendizajes adquiridos por los estudiantes, pues la evaluación no solo permite recabar información sobre lo que aprendieron los estudiantes, sino también permite a los docentes mejorar sus estrategias metodológicas brindando al estudiante una educación de calidad. Este contexto de reflexión y cambio evaluativo demanda la adquisición de nuevos paradigmas por parte de los docentes. Además, es importante mejorar la cultura evaluativa tanto en los ámbitos personal, profesional e institucional innovando el sistema educativo e introduciendo un nuevo concepto y una nueva cultura evaluativa en la que se supere la práctica centrada y tradicional que la convierte en un paradigma de control y se opte por una praxis evaluativa donde el sujeto y actor protagónico de la educación sea el estudiante. La educación, hoy en día tiene la visión de formar personas con capacidades y competencias necesarias para desenvolverse dentro de la sociedad actual.
Palabras clave: educación; evaluación; cultura evaluativa; competencias; aprendizaje.
Why evaluate? and What to evaluate? A scenario to develop competences
This paper presents a review of the literature related to educational evaluation; however, nowadays the questions are very recurring: Why evaluate? and what to evaluate? Thus, this article will try to provide, justifiably, various conceptualizations and theoretical reflections that a teacher must take into account when collecting information on the learning acquired by students, since the evaluation not only allows gathering information on what the students learned students, but also allows teachers to improve their methodological strategies by providing the student with a quality education. This context of reflection and evaluative change demands the acquisition of new paradigms by teachers. In addition, it is important to improve the evaluative culture both in the personal, professional and institutional spheres, innovating the educational system and introducing a new concept and a new evaluative culture in which the focused and traditional practice is overcome, making it a paradigm of control and an evaluative praxis is chosen where the subject and leading actor of education is the student. Education today has the vision of training people with the skills and competencies necessary to function within today's society.
Artículo recibido 20 marzo 2023
Aceptado para publicación: 05 abril 2023
En este apartado se desarrollará toda la información que fundamenta las diferentes posiciones teóricas acerca de la evaluación educativa y el desarrollo de competencias, para llevar a cabo lo antes mencionado es importante referir que el sustento bibliográfico que ofrece este trabajo se complementa en diferentes estudios e investigaciones, las cuales confrontarán algunas teorías y se observará aquellos datos importantes sobre la evaluación.
Los significados de la evaluación
La evaluación es un término que a lo largo de su historia ha sufrido importantes cambios y transformaciones. Desde el punto de vista semántico, se ha ampliado notablemente; se observa que en sus inicios sólo se refería a la valoración del aprendizaje de los alumnos en el contexto de los avances de la psicometría (medición), en una relación “objetiva” entre el evaluador y lo evaluado.
La palabra evaluación puede interpretarse también como calificación, medición, comparación, control, análisis, valoración, apreciación y juicio. De forma general, la tendencia actual es la de concebir la evaluación desde una perspectiva comprehensiva en cuanto a su objeto, funciones, metodología y técnicas, participantes, condiciones, resultados, efectos y determinantes. Guerra et al., (2012) mencionan que la evaluación manifiesta con fuerza el reconocimiento de su importancia social y personal desde un punto de vista educativo, formativo, así como para el propio proceso enseñanza aprendizaje por el impacto que tiene el modo de realizarla y la forma en que el estudiante la percibe.
Según Vergara et al., (2015) la presencia de nuevas tendencias en torno a la evaluación del aprendizaje ha traído consigo la aparición de concepciones y propuestas diversas; han surgido los términos: evaluación cualitativa, alternativa y auténtica, como abordajes sociales críticos que se disputan el predominio de las ideas y enfoques metodológicos de la evaluación, han llevado el acento a las determinaciones e implicaciones sociales y han revalidado el papel de las relaciones interpersonales al interior de las instituciones educativas y del proceso enseñanza aprendizaje.
De ahí que la evaluación se convierte en una nueva cultura de participación, de carácter progresivo, que evoluciona continuamente. Entre otros aspectos comprende la acción de carácter empírico y los conocimientos relacionados con las prácticas, tradiciones y creencias que subyacen en la desempeño de los actores. Un aspecto que permite hilvanar ambos componentes y que sirve de plataforma para guiar los procesos, son los valores, que orientan la actuación desde niveles más abstractos.
Siendo la evaluación una construcción social, interesa de modo especial la promoción de dos tipos de valores: valores de carácter universal y valores para el desarrollo humano. Los primeros facilitan la convivencia social e incluyen: el respeto, la solidaridad, la justicia y la libertad. Los segundos: capacitación y desarrollo integral, conocimiento permanente, dirección participativa, estética y creatividad.
González (2016) señala la evaluación como la actividad cuyo objetivo es la valoración del proceso y resultados del aprendizaje de los estudiantes a los efectos fundamentales de orientar y regular la enseñanza para el logro de las finalidades de la formación. Esta definición privilegia un enfoque cualitativo y holista de la evaluación y destaca su rol formativo, como esencial entre las demás funciones planteadas por otros autores. Considera que es inherente al proceso enseñanza aprendizaje por permitir regular y orientar. La evaluación del aprendizaje es un proceso continuo que de una u otra manera repercute en la calidad de la educación, en la cual intervienen factores como el ritmo y estilo de aprendizaje de los estudiantes, creatividad del docente, tipo y calidad de los instrumentos evaluativos aplicados y sistematicidad en el control y valoración de las competencias y desempeño de los estudiantes. Por otro lado, según (Espinoza, 2021) este proceso permite al docente la retroalimentación punto de partida para la implementación de estrategias didáctico-metodológicas adecuadas con la finalidad de superar las dificultades académicas detectadas a través del proceso educativo.
Evaluación de los aprendizajes significativos.
El contexto impuesto por la globalización ha generado nuevas demandas a todo el sistema educativo y con ello, la necesidad de innovar y reformular las prácticas pedagógicas y evaluativas. Ríos (2017), así; las competencias surgen como una respuesta a la necesidad de articular positivamente los saberes desde su carácter holístico, con las capacidades que los sujetos deben poseer para enfrentar el mundo laboral; con esta premisa el presente ensayo tiene como objetivo analizar la influencia del impacto de las competencias docentes en el desarrollo de la educación significativa.
Uno de los grandes problemas que enfrenta la evaluación hoy, es evidenciar lo aprendido. Sobre todo, cuando se desea recabar información de los aprendizajes adquiridos por los estudiantes, lo que exige estar en posesión de significados claros, precisos, diferenciados y transferibles. Surge entonces, la imperiosa necesidad que las prácticas evaluativas en concordancia con la planificación curricular de aula centren su prioridad en los conocimientos de tipo conceptual y procedimental (Salazar, 2012).
De acuerdo con (Arias et al., 2019) la evaluación educativa constituye un medio moderador de la enseñanza, mediante ella se puede catalizar acuerdos didácticos que faciliten la mediación y adquisición de conocimientos, así como, realizar ajustes a la diversidad de necesidades, capacidades e intereses del estudiantado a través de reorientaciones que permitan instaurar preceptos válidos y aplicables a futuras evaluaciones contextualizadas y enriquecedoras, para que sean convergentes con el real cumplimiento de su primordial función formadora como es consolidar aprendizajes.
Por otra parte, Albornoz (2018), considera que, la evaluación educativa está direccionada a la búsqueda continua del mejoramiento académico y desempeño docente; esta postura es compartida con Gil et al., (2017), quienes expresan que la evaluación educativa está centrada en los efectos de la evaluación del sistema y la particularidad individual de los estudiantes, dando paso para que, el profesorado eleve su competitividad y resultados.
Luego de este análisis sobre sobre el proceso evaluativo es importante recalcar que este no se refiere solo al resultado cuantitativo, es ante todo una acción reflexiva que permite rescatar todas aquellas posibilidades a tener en cuenta para lograr educar desde enfocándonos en una evaluación pertinente. Estos aspectos son esenciales para comprender la función de la evaluación como fenómeno totalizador que se manifiesta en su integración con las cualidades y relaciones de los compontes del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La cultura de evaluación
Una idea primigenia de cultura de evaluación apunta al anclaje de los procesos de evaluación en las instituciones pertenecientes al sector de educación superior, fundamentalmente, como se refiere en este caso de estudio, en los Institutos Pedagógicos.
En el marco de la complejidad que caracteriza la relación Estado, Educación Superior y Sociedad en la actualidad, a nivel mundial se atribuye un importante rol a los procesos de evaluación. Se aspira que éstos se conviertan en parte esencial del quehacer universitario y que se consolide una cultura de evaluación en las instituciones de este sector. Todo ello a través de procesos de evaluación, tanto internos como externos, que permitan no solamente rendir cuentas a la sociedad por los recursos que ésta invierte en educación superior, sino algo más importante aún, direccionar la transformación universitaria hacia la búsqueda de la calidad y excelencia académica.
Al analizar la tesis del Estado Evaluador (Brunner, 1994) plantea el papel que debe cumplir éste en su relación con las instituciones de educación superior. Una idea que trasciende los límites de un estado benevolente que apoya incondicionalmente a las instituciones de educación terciaria, otorgándoles un financiamiento casi automático que no está acompañado de exigencias para establecer indicadores de desempeño alguno. También advierte que esta idea va más allá del planteamiento de un estado regulador e intervencionista, ubicado al otro extremo del Estado Benevolente, cuya acción e intención resquebraja la autonomía universitaria, al pretender mantener a estas instituciones bajo su estricto control.
En este sentido, resurge la necesidad de una nueva forma de relación entre el Estado, la educación superior y la sociedad a partir de la cual el Estado reconoce tanto la diversidad, la complejidad y el carácter autónomo de las instituciones del sector; al mismo tiempo las financia y promueve la evaluación de acciones y resultados guardando cierta distancia. Así, el Estado no abandona estas instituciones a su propia suerte, sino que busca mecanismos para realzar la necesidad que tienen de mejorar su calidad y formar los recursos de alto nivel que demanda el complejo mundo de hoy.
En ese orden de ideas, el Estado asume así un papel más activo y sensible en torno a la evaluación en las instituciones de la educación superior, y propicia que éstas revisen la connotación de lo que significa la autonomía universitaria, condición que no debe convertirse en un escudo para actuar sin rendir cuentas. Es necesario que a través de la evaluación toda organización aprenda a comprender y a valorar su experiencia. La evaluación supone un aprendizaje para las personas y, por consiguiente, para las instituciones. Lo antes expresado se corresponde con lo planteado por la UNESCO (1996), sobre la necesidad que tienen las universidades de fomentar una cultura de evaluación donde se promueva la calidad, la evaluación y la acreditación; a esto hay que agregar la necesidad de establecer plataformas que permitan asumir nuevos paradigmas educacionales y las proposiciones de la evaluación negociada (Bolseguí y Fuguet 2006).
Esta nueva relación entre el Estado, la educación superior y la sociedad está inmersa en un contexto pleno de cambios en el orden cultural, político y económico; un entorno complejo que ha dado paso a nuevas esperanzas, a una racionalidad diferente, cuyo requisito fundamental es el conocimiento y el aprendizaje de los individuos y de las organizaciones.
Sin embargo, este cambio de época no está exento de la desorientación e incertidumbre propia de una situación de tránsito de un estadio a otro; a un modo de pensar distinto, donde se le asigna mayor importancia a las personas y a su cultura y, por consiguiente, a ciertos aspectos intangibles que se habían soslayado, entre ellos: la libertad, la autorrealización y la renovación ética. Es una invitación a repensar absolutamente todo, parece conveniente reflexionar también sobre las prácticas de evaluación que se desarrollan en los institutos pedagógicos: instituciones que forman parte de un entramado académico, histórico y cultural. Precisamente, la cultura de evaluación apunta hacia una nueva visión de la evaluación y de las prácticas que se desarrollan en estos institutos, para adecuarse a los grandes retos y desafíos que se imponen en la actualidad.
Competencias evaluativas
El concepto de competencia implica la adquisición de conocimientos que permita la resolución de problemas y la toma de decisiones, por lo tanto, las competencias constituyen una combinación de habilidades, destrezas y actitudes. El desarrollo de competencias es un elemento clave dentro del cambio de paradigma educacional. De acuerdo con, Samper y Maussa (2014) las competencias implican el saber hacer, saber sentir y saber pensar; en otras palabras, el desarrollo de las competencias mejora los aspectos cognitivos, refuerza los valores, las actitudes y la práctica de los individuos.
El desarrollo de las competencias involucra la integración de conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que permiten a la persona ser capaz de resolver problemas y tomar decisiones desde una perspectiva crítica y reflexiva, a lo largo de su vida. García y Anido (2016), aseguran que para facilitar la formación del desarrollo de competencias se necesita elaborar situaciones de aprendizaje que originen la adquisición de habilidades, el desarrollo de actitudes y la construcción de los conocimientos que componen el conjunto de las competencias de referencia; así como el conocimiento que le permita identificar las habilidades y actitudes que se requieren para solucionar un problema, resolver una tarea, realizar un servicio con eficiencia y eficacia.
Por otro lado, evaluar es un proceso que permite valorar los aprendizajes alcanzados por los estudiantes. De acuerdo con Del Moral y Villalustre (2013) la evaluación facilita examinar las competencias y habilidades desarrolladas, así como reflexionar sobre su progreso cualitativo al término de su formación, y para Córdoba (2013) la evaluación como parte integral y natural del aprendizaje, lo que implica múltiples procedimientos y técnicas para evaluar las competencias de los estudiantes de manera integral, prevaleciendo las actividades cotidianas y significativas que ocurren dentro del salón de clase.
Tipos de evaluación.
Los tipos de evaluación por competencias son aquellos que se diferencian según el agente o actor, el momento y el propósito o intencionalidad. De acuerdo con Drago (2017) la combinación de estos origina otros tipos concretos de evaluaciones:
Evaluación según el Agente: Himmel (2003) entiende por agente de la evaluación a aquel que evalúa. Es una evaluación integral que: fomenta la participación de profesores y alumnos a través de la heteroevaluación, la coevaluación y la autoevaluación, dando mayor oportunidad a que los resultados efectivamente sean utilizados en el mejoramiento del aprendizaje, de la enseñanza y de la formación en general (p. 210).
§ La heteroevaluación es aquella cuando un docente planifica, diseña y aplica una evaluación a un estudiante, quien se limita a responder a ella. Esta es la forma más común de evaluación en el ámbito educativo.
§ La coevaluación consiste en que un grupo de estudiantes se evalúan entre ellos, ya sea como conjunto o de manera individual (cada integrante del grupo evalúa a los demás compañeros y es evaluado por ellos).
§ La autoevaluación definida por Sarmiento (2013) como aquella en que el estudiante evalúa su propio trabajo o desempeño, a partir de criterios definidos y explícitos. La autoevaluación: representa un papel muy importante en las tareas de evaluación auténtica; su meta principal es ayudar a los estudiantes a desarrollar la capacidad de evaluar su propio trabajo al contrastarlo con estándares públicos y consensuados, al poder revisar, modificar y redirigir su aprendizaje (p. 8).
Evaluación según el momento: es la que se realiza dentro de un curso o asignatura. Esta evaluación se clasifica a la vez en inicial, procesual y final. Drago (2017) define la evaluación inicial, como aquella que se aplica al inicio de un proceso de aprendizaje. Este tipo de evaluación permite conseguir evidencias concretas acerca del punto de partida de los estudiantes con relación a los resultados de aprendizaje que se pretende lograr en un curso o asignatura.
Evaluación procesual: se aplica durante todo el curso o asignatura, tomando en cuenta diferentes momentos para lograr una mirada holística de los logros que se van alcanzado durante el proceso. La final, implica la valoración general del desarrollo de competencias durante el curso.
Evaluación según el propósito: De acuerdo con el propósito o intención la evaluación puede ser diagnóstica, formativa y sumativa.
§ La evaluación diagnóstica: tiene como finalidad verificar los conocimientos previos que traen los alumnos, sean estos adquiridos productos de los cursos anteriores o como parte de la experiencia de la vida misma. Este tipo de evaluación favorece hacer modificaciones en la planificación de la asignatura para optimizar el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje, tomando como referente las condiciones de entrada.
§ La evaluación formativa: se puede definir como el proceso que permite mantener un monitoreo, acompañamiento y seguimiento continuo del aprendizaje de los estudiantes, lo que facilita detectar sus limitaciones y progresos, por tanto, favorece la intervención oportuna y la realización de los ajustes necesarios, tanto en las estrategias de enseñanza aprendizaje implementadas como en el diseño de las actividades y evaluaciones planificadas.
§ La evaluación sumativa: implica asumir responsabilidades de tipo profesional, social e institucional. Es particularmente una responsabilidad profesional y social de los docentes, ya que estos a través de una institución educativa certifican que, al concluir el grado, el estudiante ha adquirido o no las competencias requeridas para desempeñarse laboralmente o continuar estudios de nivel superior, es decir, si ha cumplido de manera exitosa con cada uno de los estándares definidos para la carrera.
El presente trabajo denominado ¿Por qué evaluar? y ¿Qué evaluar? Un escenario para desarrollar competencias es abordado bajo la estructura de una investigación analítica documental y bibliográfica descriptiva, la cual es descrita por Chávez (2007) como un estudio de base documental, tomando en cuenta que el propósito de esta es recolectar información partiendo de documentos escritos susceptibles de ser analizados. En relación con este tipo de investigación documental o bibliográfica esta constituye un procedimiento científico sistemático de indagación, recolección organización, interpretación y presentación de datos e información, alrededor de una estrategia de análisis de documentos.
En tal sentido para Arias (2012) “la investigación documental es definida como: Un proceso basado en la búsqueda, recuperación, análisis, crítica e interpretación de datos secundarios, es decir, los obtenidos y registrados por otros investigadores en fuentes documentales: impresas, audiovisuales o electrónicas” (p.27). Como en toda investigación, el propósito de este diseño es el aporte de nuevos conocimientos. De igual forma Hernández (2014), indica que una investigación documental se enfoca en el conocimiento previo o soporte documental o bibliográfico vinculante al tema objeto de estudio, conociéndose los antecedentes y quienes han escrito sobre el tema.
Al terminar el estudio y después de haber analizado la información recopilada, se puede concluir lo siguiente:
La evaluación no se la realiza solamente con la acumulación de contenidos, para medir al estudiante, sino que representa un medio para aprender de manera conjunta, buscando estrategias permanentes sobre las prácticas evaluativas que contribuyan a que la evaluación sea un proceso de formación para mejorar el proceso de enseñanza aprendizaje. La evaluación es el proceso a través del cual se valoran las actitudes y habilidades de los estudiantes, analizar la información y dar juicios de valor sobre una situación del entorno.
La evaluación educativa debe ser permanente, implementando diferentes estrategias para desarrollar las competencias evaluativas que permitan al docente conocer las fortalezas y debilidades del estudiante para implementar acciones estratégicas y así lograr las metas y objetivos trazados en el proceso educativo.
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