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profesores emocionalmente estables, perseverantes, empáticos, creativos, con confianza en sí mismos, 
sentido del humor, relaciones positivas, resolución de problemas, toma de decisiones, alta autoestima, 
manejo de relaciones difíciles, buena tolerancia a la frustración y al estrés y dedicados a su trabajo. 
Harris (2021) plantea que, debido a la dificultad que acarrea la labor docente, la resiliencia es la clave 
para enfrentar la cotidianidad en las aulas. Los educadores se enfrentan a una cantidad significativa de 
estrés en su día a día, lidiando con alumnos, padres de familia, clases, calificaciones, evaluaciones y a 
veces incluso con las directivas mismas. Pero los docentes no pueden dejarse llevar de sus emociones 
(más aún si son negativas), deben sobreponerse a ellas y afrontarlas, asumiendo todo de la mejor manera 
posible. De este modo, Harris propone 17 acciones que llevan a cabo los docentes resilientes: (i) cuidan 
su salud; (ii) practican el agradecimiento y (iii) el replanteamiento; (iv) comprenden el poder del “no”; 
(v) controlan sus emociones y (vi) conocen sus desencadenantes; (vii) manejan el estrés; (viii) crean una 
red de apoyo profesional; (ix) tienen una vida por fuera del aula; (x) son organizados; (xi) se enfocan en 
lo que pueden controlar; (xii) saben recibir retroalimentación; (xiii) se autodefienden; (xiv) crean y 
controlan sus metas; (xv) se desconectan; (xvi) se divierten y se ríen con sus estudiantes; y (xvii) ayudan 
a los estudiantes a ser resilientes. Por otro lado, este autor también plantea las actitudes y acciones 
(cuatro) que casi nunca realizan los maestros resilientes: (i) casi nunca se castigan por errores pasados; 
(ii) no se quejan demasiado; (iii) no se asustan por el cambio; y (iv) no suelen huir de los conflictos. 
En todo caso, vale la pena preguntarse, ¿qué tanto se está fomentando e inculcando la resiliencia en las 
instituciones  educativas  colombianas?,  ¿qué  tanto  los  planes  de  educación  se  enfocan  en  brindar 
herramientas para que  los alumnos se  vuelvan resilientes?, ¿qué  tanto esta  labor  es relegada a  los 
docentes y no es genuinamente una preocupación de las instituciones? Si bien en los colegios existe una 
asignatura denominada “ética y valores”, esta es una materia secundaria, por así decir, de baja intensidad 
horaria, de la cual solo se habla en el ámbito meramente académico en la clase de una hora de duración 
a la semana. La formación íntegra en ética y valores, pese a que es un pilar de la educación, no siempre 
se lleva a cabo de la manera correcta. Muchas veces son los docentes mismos los que por su cuenta 
ayudan a los alumnos a desarrollar y fortalecer ciertas habilidades, mientras que los colegios no les dan 
los medios suficientes para lograr su cometido. La escuela, por sí misma, no forma a seres humanos 
resilientes, su estructura no está diseñada para eso; en cambio, los profesores, como representantes del