El rol del docente en el fortalecimiento de la Inteligencia Emocional en el contexto educativo

Sandra Milena Vergara Mart�nez[1]

[email protected]

https://orcid.org/0009-0006-9416-5835

Universidad Metropolitana De Educaci�n, Ciencia Y Tecnolog�a UMECIT

Bochalema, Colombia

 

Aura Lucia Camargo Silva

[email protected]

https://orcid.org/0009-0001-2247-4296

Universidad Metropolitana De Educaci�n, Ciencia Y Tecnolog�a UMECIT

Tunja, Colombia

Carmen Stella Acevedo Tarazona

[email protected]

https://orcid.org/0000-0002-7892-4153

Universidad Metropolitana De Educaci�n, Ciencia Y Tecnolog�a UMECIT

C�cuta, Colombia.

Luz Karine Jim�nez Ru�z

[email protected]

https://orcid.org/0000-0001-9187-1693

Universidad Metropolitana De Educaci�n, Ciencia Y Tecnolog�a UMECIT

Valledupar, Colombia

 

 

RESUMEN

Como parte de las exigencias que la sociedad actual impone al proceso educativo, la integraci�n de la Inteligencia Emocional en la malla curricular ha centrado la atenci�n en los �ltimos tiempos. Esta demanda deriva en la necesaria revisi�n del rol del docente como actor dinamizador de tal integraci�n. El presente escrito compendia los aportes esenciales que llevan a entender el marco conceptual vinculado a la Inteligencia Emocional y su incidencia en el contexto educativo, para abordar los requerimientos adicionados al docente en su tarea como ejecutor de los pasos esenciales para alcanzar la consolidaci�n de la dimensi�n emocional de los estudiantes. La revisi�n documental confirma que el docente se hace cargo de una responsabilidad invaluable en el proceso formativo integral, siendo requerido como punto de partida su sensibilizaci�n y la propia formaci�n emocional para alcanzar los magnos objetivos asignados a su funci�n.

 

Palabras Clave: rol del docente; inteligencia emocional; contexto educativo.

The role of the teacher in strengthening Emotional Intelligence in the educational context

 

Abstract

As part of the demands that today's society imposes on the educational process, the integration of Emotional Intelligence in the curriculum has focused attention in recent times. This demand derives in the necessary review of the role of the teacher as a dynamic actor of such integration. This paper summarizes the essential contributions that lead to understanding the conceptual framework linked to Emotional Intelligence and its incidence in the educational context, to address the requirements added to the teacher in his task as executor of the essential steps to achieve the consolidation of the dimension students' emotions. The documentary review confirms that the teacher takes charge of an invaluable responsibility in the integral formative process, being required as a starting point his sensitization and his own emotional formation to achieve the great objectives assigned to his function.

 

Key words: role of the teacher; emotional intelligence; educational context.

 

 

Art�culo recibido 25 de ,marzo 2023

Aceptado para publicaci�n: 25 abril 2023

 

 

 

 


INTRODUCCI�N.

Desde sus or�genes hasta la actualidad el c�mulo de investigaciones vinculadas con el constructo Inteligencia Emocional (IE) ha presentado un notable incremento, relacion�ndose en tales estudios el referido concepto con diversas variables como la capacidad intelectual, el rendimiento acad�mico, el crecimiento interior, la resiliencia y las aptitudes en general. As�, durante las dos �ltimas d�cadas las reflexiones en torno a las habilidades emocionales y, consecuentemente, a la conveniencia de implementar la educaci�n emocional han ocupado un lugar relevante por el estrecho nexo que se establece entre tales aspectos y el desarrollo integral.

Particularmente, en el �mbito educativo la centralidad dada al desarrollo de las competencias emocionales obedece a la aspiraci�n de alcanzar en los estudiantes, como lo deja saber Fragoso (2015), una formaci�n integral que abarque elementos de car�cter acad�mico, social, cultural y emocional. Esta formaci�n integral se considera esencial en todos los niveles educativos, siendo, de acuerdo con lo planteado por Morales (2009), un pilar fundamental en la formaci�n universitaria en procura de lograr un desempe�o profesional y ciudadano exitoso. Se desprende de lo anterior que la potenciaci�n de la IE ampl�a los horizontes de actuaci�n asertiva del estudiante en el plano acad�mico, social y laboral.

Ahora bien, las investigaciones desarrolladas en torno a la relevancia e incidencia de la IE en el contexto educativo muestran, en los t�rminos de Eustaquio (2015), el forzoso desarrollo compe�tencial en este contexto. Requerimiento que debe ser cubierto en aras de consolidar la formaci�n del estudiante y brindarle la posibilidad de alcanzar una mejor adaptaci�n a los entornos sociales y laborales, m�s a�n cuando se reconoce que estos �ltimos se muestran cambiantes y exigen, de acuerdo con lo planteado por P�rez, Berlanga y Alegre (2019), un elevado nivel de empoderamiento individual.

Como consecuencia de lo anterior, Fern�ndez et al. (2019) sostienen que en la actualidad se plantea el reto de fomentar �el entrenamiento y la ense�anza de las habilidades emocionales� (p.178), como una manera de desarrollar la dimensi�n emocional sobre la base del conocimiento. Acent�an los referidos autores que �es por ello que se defiende la inclusi�n de estos cursos dentro de las planificaciones acad�micas� (p.178).

Ante este llamado a la inclusi�n de los aspectos inherentes a la IE surge una nueva exigencia intr�nseca a los docentes, quienes deben asumir su formaci�n en el �mbito de las competencias emocionales como un requisito sustancial para su desempe�o. De all� que Keefer, Parker y Saklofske (2018) expresen su apoyo a la necesidad de incorporar el desarrollo de competencias so�cioemocionales en el marco de la formaci�n docente, ya sea en su fase inicial o permanente.

El panorama descrito despierta el inter�s por ahondar, a partir de una revisi�n documental, en los aspectos conceptuales relativos a la IE y el soporte te�rico de su inclusi�n en el contexto educativo, elementos que se abordan en el presente escrito con la intenci�n de valorar la relevancia de la consolidaci�n de la dimensi�n emocional en la formaci�n de los estudiantes en los tiempos actuales, caracterizados por un matiz cambiante y exigente que les aborda con presiones constantes.

DESARROLLO

Inteligencia emocional: Incursi�n del concepto

Para comprender el camino te�rico que le permiti� a la IE ubicarse en el plano de atenci�n que ocupa actualmente se debe partir de la revisi�n de la evoluci�n del concepto de inteligencia. Los esfuerzos por definir el concepto de inteligencia han sido considerables, no obstante, no es posible establecer una conceptualizaci�n �nica. Tales variaciones se han presentado, de acuerdo a lo sugerido por Cifuentes (2017), �debido a los cambios producidos en las sociedades, derivados del desarrollo y avance en el campo del conocimiento� (p.10).

De esta manera, se han asumido posturas como las de Binet (como se cit� en Cifuentes, 2017) que la ubican como un claro rasgo diferenciador entre los individuos, sustentado en la capacidad de juzgar, comprender y razonar, pasando por otras posiciones donde se cataloga como una cualidad del comportamiento adaptativo que permite la adecuada adaptaci�n al medio sometido a cambio permanente (Anastasi, 1986). Destacan tambi�n otras posturas desde las cuales se asume la inteligencia como un conjunto de aptitudes comprometidas en el logro de metas seleccionadas racionalmente, distingui�ndose dos vertientes que definen los tipos de inteligencia, por una parte, la que alude a las capacidades y, por la otra, la referida a las disposiciones, entre las cuales destaca la de ser autocritico (Baron, 1986).

En la transformaci�n del concepto de inteligencia, surgieron definiciones m�s elaboradas que abrieron las puertas a considerar elementos vinculados al contexto y la cultura, as� Neisser et al. (1996) establecen que el rendimiento intelectual var�a en funci�n de diversas causas o factores. En esa l�nea temporal que nos separa hasta la actualidad se han generado una diversidad de definiciones que han permitido pasar de la concepci�n �de una inteligencia unidimensional de un solo factor, a una visi�n o concepci�n multidimensional basada en varios factores que a�n perdura hoy d�a y constituye la base del concepto y la medida de la IE� (Cifuentes, 2017, p.15).

Respecto al concepto de IE, atendiendo a lo planteado por Mayer (2001), la evoluci�n del mismo ha pasado por cinco etapas: a) Primera etapa: en la cual se conceb�a inteligencia y emoci�n de forma separada, etapa que abarca desde 1900 hasta los a�os setenta. Per�odo en el cual tambi�n surge el enfoque psicom�trico de la inteligencia humana; b) Segunda etapa: donde tiene cabida la participaci�n de los precursores de la IE. Abarca desde 1970 hasta 1990, per�odo en el cual se recibi� la influencia del paradigma cognitivo y del procesamiento de informaci�n; c) Tercera etapa: en la cual se establece la g�nesis del concepto por parte de Mayer y Salovey. Esta etapa comprendi� tres a�os, de 1990 a 1993, tiempo en el cual los referidos autores realizan la propuesta del primer modelo sobre los componentes de la IE, se�alando que en esta �ltima se integran tres habilidades: la percepci�n y apreciaci�n emocional, la regulaci�n emocional y la utilizaci�n de la inteligencia emocional; d) Cuarta etapa: difusi�n amplia del concepto. Esta etapa se dio entre 1994 y 1997, lapso en el que se difunde el concepto gracias al trabajo de Goleman (1995). La propuesta del citado autor alcanz� alta aceptaci�n debido, de acuerdo a lo expuesto por Extremera y Fern�ndez (2004), al rechazo a la sobrevaloraci�n del Cociente Intelectual como criterio de selecci�n del personal y a la escasa utilidad de las evaluaciones del Cociente Intelectual para pronosticar el �xito laboral, evaluaciones que tampoco aportaban insumos certeros para predecir el bienestar, estabilidad y grado de satisfacci�n a lo largo de la vida de los estudiantes; e) Quinta etapa: institucionalizaci�n del modelo de habilidades e investigaci�n. Este per�odo inicia en 1998 y se mantiene vigente hasta el presente. Parte de la decantaci�n del constructo aportado por Salovey Mayer (1990), pasando de un modelo compuesto por tres habilidades esenciales a uno integrado por cuatro habilidades: percepci�n y valoraci�n emocional, facilitaci�n emocional, comprensi�n emocional, y regulaci�n reflexiva de las emociones, como se destaca en los aportes de Mayer, Caruso y Salovey (2000).

Esta �ltima etapa ha resultado fruct�fera en cuanto al incremento de las investigaciones relacionadas con la IE, como en la creaci�n de nuevos instrumentos de medici�n. De igual manera, han surgido modelos de IE que se agrupan en dos conjuntos: a) los modelos mixtos, en estos se consideran un amplio conjunto de habilidades, rasgos de personalidad, competencias, destrezas y disposiciones afectivas como elementos que conforman la IE. En esta perspectiva el modelo de Goleman y el modelo de Bar-On pueden se�alarse como los m�s representativos; y b) los modelos de habilidad. Estos se sustentan en los aportes te�ricos del enfoque cognitivo, perspectiva desde la cual se plantean tres esferas como parte de la mente humana: cognici�n, afecto y motivaci�n. En sus trabajos iniciales, Mayer y Salovey (1997), pioneros de estos modelos, consideraron solamente las esferas cognitiva y afectiva para configurar su definici�n de IE, soportando adem�s su enfoque en la consideraci�n contempor�nea de las emociones, posici�n desde la cual se establece que estas �ltimas contribuyen al desarrollo del pensamiento y constituyen un aspecto esencial del procesamiento de informaci�n.

Los referidos autores decantan su definici�n se�alando que la IE es �una caracter�stica de la inteligencia social que incluye un conjunto� de� capacidades� que� explican� las� diferencias� individuales� en� el� modo� de� percibir� y� comprender� las� emociones� (p.10). Distinguen adem�s que estas �capacidades son las de supervisar los sentimientos y� las� emociones� propias� as�� como� las� de �los� dem�s,� de� discriminar� entre� ellas,� y� usar� la� informaci�n� para� guiar� el� pensamiento y las acciones� (Mayer y Salovey, 1997, p.10).

De esta manera, la definici�n aportada permite determinar las cuatro habilidades primordiales de la inteligencia emocional: 1) Percepci�n, valoraci�n y expresi�n de las emociones; 2) Facilitaci�n emocional del pensamiento; 3) Comprensi�n de las emociones; y 4) Regulaci�n reflexiva de las emociones.

Para ampliar el plano comprensivo de las referidas habilidades es oportuno describir cada una de ellas, as� puede indicarse que la primera de ellas alude a �la certeza con la que las personas pueden identificar las emociones y el contenido emocional en ellos mismos y otras personas� (Fragoso, 2015, p.117), por lo que es substancial identificar los mensajes emocionales. El manejo de esta habilidad supone la apropiada expresi�n de las emociones y la discriminaci�n de la transparente manifestaci�n de los sentimientos (Mestre et al., 2008). Por su parte, la facilitaci�n emocional se vincula con la posibilidad de emplear las emociones para favorecer el juicio y cambiar de perspectiva, as� como redireccionar el pensamiento al momento de afrontar la resoluci�n de problemas.

Por otro lado, la comprensi�n de las emociones se refiere al conocimiento del sistema emocional, implicando esto advertir la manera como la emoci�n es procesada a un nivel cognitivo, estableciendo el significado emocional, as� como reconociendo la transformaci�n de los estados emocionales, esto �ltimo permite entender la relaci�n, combinaci�n y transici�n entre emociones (Mayer y Salovey, 1997; Mestre et al., 2008).

Finalmente, la regulaci�n reflexiva de las emociones alude a la �capacidad de estar abierto tanto a los estados emocionales positivos como negativos, reflexionar sobre los mismos y determinar si la informaci�n que los acompa�a es �til sin reprimirla ni exagerarla� (Fragoso, 2015, p.118). El apropiado manejo de esta habilidad permite estar abiertos a la diversidad de sentimientos, sin importar su naturaleza, as� como tambi�n conduce al individuo a distanciarse o no de una emoci�n en funci�n de la utilidad juzgada. De igual manera, la consolidaci�n de esta habilidad conduce a monitorear reflexivamente las propias emociones y las de los dem�s, para manejarlas en funci�n de la disminuci�n de los efectos negativos y la maximizaci�n de los positivos (Mayer y Salovey, 1997; Mestre et al., 2008).

Para afinar la comprensi�n de su postura, m�s adelante los pioneros de los modelos de habilidad establecen que la IE se sustenta en cuatro habilidades b�sicas:

La habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual. (Mayer y Salovey, 2009), p.32).

 

Cabe destacar que los precitados autores enfatizan que, desde su perspectiva, la IE se encuentra conforma a partir de la integraci�n de habilidades de procesamiento de informaci�n, excluyendo de manera expresa las competencias. En este sentido, para establecer una clara distinci�n de posturas como las de Goleman (2000) o Bar-On (2006) fijan una diferenciaci�n entre inteligencia y competencia emocional aseverando que la IE se asocia al conjunto de las habilidades que posibilita razonar con las emociones, en tanto que la competencia emocional hace referencia al nivel de logro emocional alcanzado por el individuo. Entendiendo de manera puntual que las competencias emocionales, como lo establece Saarni (1999), comprende el conjunto articulado de capacidades y habilidades que requiere el individuo para adaptarse y actuar eficientemente en un entorno cambiante con amplia confianza en s� mismo.

En atenci�n a lo antes expuesto, se infiere que dada la riqueza de los aportes de los diferentes autores, la definici�n de IE puede abordarse desde diferentes �pticas. No obstante, en las perspectivas contempor�neas se mantiene la noci�n de la IE como una inteligencia social que promueve en el individuo la direcci�n y control de sus emociones y sentimientos, permiti�ndole �comprender los de aquellos con quienes interact�a, orientando las acciones en funci�n de esta informaci�n (Mayer y Salovey, 1997), de manera que incluye la habilidad para distinguir, valorar y regular las emociones Mestre y Fern�ndez-Berrocal (2007) y la capacidad para reflexionar sobre las emociones y los sentimientos, empleando esa informaci�n emocional para atemperar las emociones negativas y avivar aquellas que sean positivas Fern�ndez-Berrocal y Extremera (2005).�

Campos de incidencia de la lE

Desde sus diferentes �pticas, los investigadores han partido de la consideraci�n de dos �pticas divergentes, la primera conceptualiza la IE como un rasgo de personalidad, sustentado en competencias, mientras que la segunda vertiente la concibe como una habilidad, visiones que han orientado m�ltiples investigaciones que nacen del inter�s por el tema y de la necesidad de establecer la incidencia en diferentes campos como el educativo y el laboral. Espec�ficamente en lo que ata�e al contexto educativo los esfuerzos de los investigadores han aportado informaci�n valiosa que confirma los beneficios en esa �rea, entre ellos destacan los relacionados con la adaptaci�n positiva al contexto educativo, orientados a prevenir el fracaso y la deserci�n (Mega, Ronconi, y De Beni, 2014), as� como sobre la relaci�n entre inteligencia emocional y rendimiento acad�mico (Souto et al., 2015), estudios que procuran atender las preocupaciones en el �rea de la investigaci�n psicoeducativa para �comprender las trayectorias educativas del alumnado que presenta un funcionamiento �ptimo a nivel acad�mico� (Fern�ndez et al., 2019, p.167)

En una l�nea similar, Ortiz y Rodr�guez (2011) sostienen que los procesos mentales son promovidos por las habilidades emocionales, contribuyendo estas �ltimas en los procesos de concentraci�n, as� como en la b�squeda de auto-motivaci�n y el control de situaciones estresantes, permitiendo a los estudiantes alcanzar un desempe�o satisfactorio. Por su parte, Gubbels, Segers y Verhoeven, (2014) se�alan que el mejoramiento de las dimensiones de a IE permite a los estudiantes mejorar la confianza en s� mismos y, consecuentemente, superar la indecisi�n, hecho que repercute de manera positiva en la toma de decisiones tanto en el �mbito acad�mico como en el social.

Ubicados en esta misma l�nea de pensamiento se encuentran los estudios desarrollados por Guerra, Rivera y Vega (2010), quienes establecen la �fuerte influencia que tiene la variable inteligencia emocional sobre el rendimiento acad�mico� (p.4), destacando el papel de la IE como un factor que afecta tambi�n a la motivaci�n. En adici�n a lo anterior, puede se�alarse lo expuesto por Saklofske et. al. (2012), autores que sostienen que la IE, como expresi�n de la habilidad para gestionar las emociones y hacer frente al estr�s, permite optimar la concentraci�n, y, en consecuencia, mejorar el aprendizaje y el rendimiento. Esto es confirmado por Puertas et al. (2020), quienes se�alan que �la correcta adquisici�n y utilizaci�n emocional se encuentra estrechamente ligada al �xito escolar� (p.84)

En una vertiente an�loga resalta el estudio desarrollado por Ariza (2017), cuyos resultados demuestran que �la inteligencia emocional influye en la capacidad para resolver problemas, para relacionarse con el otro, para realizar trabajo colaborativo� (p.193); por lo que se infiere que el grado de desarrollo de la IE logrado por los estudiantes incide de manera favorable sobre su �xito acad�mico y sus interrelaciones. Los resultados alcanzados por el autor precitado ratifican lo expuesto por Mestre y Fern�ndez (2007) respecto a que la IE facilita la adaptaci�n acad�mica y social, le otorga al individuo fluidez en su pensamiento respecto a las emociones, favorece la concentraci�n y promueve el apropiado manejo del estr�s de los estudiantes.

Ampliando lo concerniente a los beneficios y el impacto favorable de la IE en el �mbito educativo Asle-Fattahi y Najarpo-Orostadi (2014) resaltan que los estudiantes que alcanzan adecuados niveles de IE pueden gestionar de mejor manera la ansiedad y la depresi�n, denotando complacencia por el trabajo efectuado y el esfuerzo propio aplicado. De manera complementaria, Puertas et al. (2020) subrayan que la IE �es un factor clave que repercute en el bienestar social y mental de los alumnos, lo que les facilita a comprender su entorno y a tomar decisiones acertadas ante las diversas situaciones conflictivas que surgen diariamente� (p.84)

Considerando los aportes de los autores se�alados se evidencia la relevancia que presenta la regulaci�n y gesti�n emocional en el desempe�o de los estudiantes, as� como la influencia de la IE en el satisfactorio estado mental que les lleva a actuar con madurez emocional tanto en el contexto educativo como en el social. No obstante, la incidencia se extiende hacia otros �mbitos como el laboral, contexto en el cual las habilidades, capacidades y competencias asociadas al manejo emocional �constituyen un componente favorecedor de la empleabilidad de los egresados universitarios que la educaci�n superior necesita contemplar para mejorar la calidad de la formaci�n� (P�rez, Berlanga y Alegre, 2019, p.109).

Precisamente el reconocimiento de la IE como valor agregado para el eficiente desempe�o en el contexto laboral ratifica y mantiene vigente el planteamiento de Bisquerra (2009), quien resalta que las competencias emocionales otorgan un valor adicional a las funciones profesionales. Tal y como lo sostienen Mazalin y Kovacic (2015), en la actualidad surgen con insistencia nuevas demandas que son exigidas a los universitarios cuando egresan, las cuales superan el campo del conocimiento disciplinar para ubicarse en el requerimiento de actitudes asociadas a la capacidad de entrega, la motivaci�n y la superaci�n, as� como de competencias vinculadas al trabajo en equipo y el apropiado desempe�o de roles de liderazgo, por lo que se vislumbra la formaci�n de los nuevos profesionales como un campo apropiado para la inserci�n de la IE a fin de potenciar las habilidades y competencias que le permitan efectuar una integraci�n efectiva al campo laboral.

La b�squeda de este prop�sito impone una exigencia que cubre todos los niveles educativos, pues se hace evidente el compromiso y el papel relevante de las instituciones educativas �en la toma de decisiones relativas a la formaci�n y capacitaci�n de sus estudiantes con el objetivo de ofrecer una formaci�n que cubra los posibles requerimientos que habr�n de afrontar, especialmente en el inicio de su carrera profesional, pero tambi�n a lo largo de toda su trayectoria� (Gilar et al., 2019, p.163).

De all� que las instituciones, y naturalmente los docentes como actores principales, en aras de alcanzar estos objetivos deben mostrar un aut�ntico compromiso por capacitar para una vida plena sustentando su acci�n en la integraci�n apropiada de la dimensi�n emocional. Esta se muestra como la v�a deseable para garantizar la exitosa inserci�n en el campo laboral, dotados de competencias emocionales y un asertivo manejo de las herramientas que les provee su IE para superar las dificultades naturales de los complejos escenarios laborales.

 

 

�El rol del docente en la b�squeda del desarrollo de la IE

Para alcanzar los beneficios previamente mencionados respecto a la incorporaci�n de la IE como l�nea central en los procesos formativos el papel del docente es esencial, no solamente como impulsor de cambios en el clima did�ctico sino como apoyo emocional para los estudiantes. En efecto, Ruzek et. al. (2016) acent�an que dicho apoyo es fundamental para la ejecuci�n de acciones educativas de calidad vinculadas con la motivaci�n y el empe�o del estudiante. Aludiendo al estrecho v�nculo que se establece entre docentes y estudiantes, Herrera, Buitrago y Perandones (2015) sostienen que �ense�ar y aprender son actos que cobran sentido en la relaci�n, en el contacto humano, y se plasman fundamentalmente en el modo de articular dicha relaci�n dentro del aula� (p.147). Raz�n por la cual el papel del docente amerita de una mirada permanente para garantizar que sus acciones efectivamente conduzcan a consolidar la dimensi�n emocional de sus estudiantes y favorezcan la inserci�n futura de los mismos en el complejo y cambiante campo laboral.

Atendiendo a la centralidad que se asigna al docente en la b�squeda de los ambiciosos prop�sitos ya mencionados y entendiendo, como lo plantea Bisquerra (2009), que la IE determina el sustento para abordar los retos planteados en el clima laboral, se requiere que el docente fortalezca de igual manera su formaci�n emocional. Esta �ltima se adiciona para complementar la necesaria formaci�n permanente que requiere el docente para el eficiente cumplimiento de sus funciones, pues, como lo se�alan S�nchez et al. (2014), el desarrollo profesional del docente debe orientarse a �la transformaci�n de los conocimientos, habilidades y� valores� que� contribuyen� a� la� mejora� de� la calidad de la pr�ctica educativa� (p. 289).

Acentuando la relevancia de consolidar la dimensi�n emocional del docente con miras a alcanzar la integraci�n de la IE como pilar substancial del proceso educativo, Torres (2021) hace un llamado a cultivar la sensibilidad del docente en lo referente al impulso de la IE, esto en virtud de que el docente como gestor de la din�mica que se establece en el aula es �la� persona� que� puede� evidenciar� de manera� m�s� transparente� los� avances� y� progresos� de� sus� estudiantes,� as�� como� sus� temores� y vac�os emocionales� (p.267).

En sinton�a con lo anterior, Mart�nez et al. (2021) recalcan la necesidad de valorar las particularidades de los estudiantes ya que cada uno de ellos �parte de una complejidad vivencial entrelazada con sus emociones, que visibilizan a un ser vivo que vivencia, sufre y se alegra, se impacta, se define y co-define continuamente� (p.11).

De esta manera, el docente se ubica en un lugar preeminente en el desarrollo de acciones que tienen como norte consolidar la IE de los estudiantes, a partir de la consideraci�n de sus necesidades singulares y requerimientos emocionales evidenciados. El logro de este prop�sito implica una exigencia adicional al docente, quien debe asumir su propio crecimiento emocional como tarea impostergable e ineludible. El planteamiento de Torres (2021) se encuentra en estrecha vinculaci�n con lo anterior, la autora asevera que esa exigencia envuelve �el convencimiento del docente del car�cter forzoso de alcanzar su propio desarrollo emocional� (p.269), adiciona la autora que tal convicci�n se basa, m�s all� de los beneficios que pueden alcanzarse a nivel personal, en la posibilidad de generar un �impacto en la composici�n y creaci�n de ambientes did�cticos que propicien la comunicaci�n y las sanas interrelaciones en el aula� (p.269).

Debe acotarse que, de acuerdo a lo se�alado por Escolar et al. (2017), �es dif�cil ense�ar competencias emocionales, si previamente no ha existido una� formaci�n� adecuada� para� ello� (p.122), esto permite inferir que la educaci�n emocional del docente es un factor esencial en la b�squeda de los prop�sitos asociados a la integraci�n de la IE eficiente en el contexto educativo.

Sin duda, la s�lida formaci�n emocional del docente puede categorizarse como el punto de partida para desarrollar acciones que contribuyan a alcanzar la integralidad formativa de los estudiantes, tal formaci�n se asocia con el car�cter humanista que subyace en el proceso de incorporaci�n de la IE, de manera t�cita esto conduce al docente a la consideraci�n de teor�as y modelos pedag�gicos que se ajusten a las exigencias impl�citas en esa nueva tarea asignada.

Considerando la loable tarea asignada al docente se requiere potenciar su formaci�n permanente, en particular en aquellos aspectos que apunten al empleo de metodolog�as activas que promuevan formas de aprendizaje sustentadas en la cooperaci�n, donde el docente guie el proceso de establecimiento de relaciones sanas y propici� el apoyo emocional. Involucrarse con estos caminos did�cticos, basados en la cercan�a entre todos los actores del hecho educativo, puede facilitar una mayor motivaci�n y participaci�n del estudiante en su propio proceso de aprendizaje (Longobardi et al., 2016), al tiempo que le hace m�s consciente de sus necesidades emocionales y sus avances en el desarrollo de su dimensi�n emocional.

Lo anterior debe acompa�arse, como lo sugiere Torres (2021), de una visi�n dilatada de la integralidad, lo que supone de manera concreta contemplar la formaci�n �en un contexto m�s amplio que la simple adquisici�n de conocimientos te�ricos y t�cnicos en un campo disciplinar espec�fico� (p.270), adem�s del �necesario desprendimiento de posturas acad�micas de car�cter estrictamente t�cnico, ubic�ndose en un plano de acercamiento a la realidad emocional del estudiante� (p.270). Todo ello rescata el car�cter sensible y humano que debe distinguir el proceso educativo al reconocer al estudiante como un ser con necesidades emocionales que se encuentra inmerso en un mundo de influencias diversas que pueden impregnar de complejidad su existencia.

3. Conclusiones

El car�cter singular de las vivencias y sentimientos de los estudiantes debe captar la atenci�n de docente en su af�n de brindar una formaci�n que se ajuste a los requerimientos individuales. Sin embargo, a la par de este aspecto se ubica la necesidad de considerar las exigencias propias de los contextos sociales y laborales actuales, los cuales les asignan exigencias adicionales a los futuros profesionales.

Justamente, para atender ese c�mulo de aspectos que se adicionan a los de orden t�cnico y disciplinar los docentes deben mantener en un plano de atenci�n primaria su propia formaci�n emocional, para as� encontrarse en disposici�n para consolidar en los estudiantes las habilidades y competencias que le faciliten su adaptaci�n a las exigencias sociales y el manejo adecuado de los estresores que de manera connatural se pueden hacer presentes en su actividad acad�mica.

As�, en el abanico de requerimientos para establecer una exitosa incorporaci�n de la IE como eje formativo, la formaci�n emocional del docente ocupa una posici�n central, siendo necesaria la profundizaci�n en los aspectos conceptuales que soportan el corpus te�rico vinculado con esta tem�tica. �

Si bien el hecho de integrar eficientemente la IE en el contexto educativo se aprecia como un reto inmenso, los beneficios que se han evidenciado en los estudios realizados constituyen un incentivo para atreverse a asumirlo, pues esa experiencia nutre de manera sin�rgica al docente y a los estudiantes, creciendo mutuamente en el camino de alcanzar la anhelada integralidad formativa.

De esta forma, la mirada debe focalizarse en la posibilidad de permitirle al estudiante alcanzar herramientas de car�cter emocional que le permitan abordar su proceso formativo con mayor disposici�n y motivaci�n, superando sus propios temores e indecisiones, convirti�ndoles en sujetos capaces de reconocer sus sentimientos y emociones, ajust�ndolas para crecer sobre la base de su regulaci�n.

Indudablemente, el esfuerzo que realice el docente en aras de consolidar la dimensi�n emocional del estudiante se reflejar� en una mejor adaptaci�n psicosocial, elemento que representa una ventaja para la inserci�n en los actuales contextos sociales cambiantes y, por naturaleza, generadores de estresores que pueden afectar el bienestar emocional. Raz�n por la cual, el fortalecimiento de la dimensi�n emocional es un requerimiento forzoso en el proceso formativo en el contexto educativo actual, y sus frutos pueden reflejarse no solo en la esfera personal sino en la colectiva, generando espacios de mayor tolerancia y aceptaci�n.


 

Referencias

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[1] autor principal.

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