en el modelo educativo actual
Carlos Andrés Garrido Quintanilla[1]
Unab-Educación Continua
Rengo, Chile.
RESUMEN
La
historia del ser humano y su constante desarrollo ha sido tema de diferentes
autores y enfoques a lo largo de la humanidad, siendo a su vez uno de los
grandes enigmas todo lo referente al futuro, el papel del hombre en la sociedad
y la potencialidad de este como especie e individuo en constante integración.
Si bien no podemos saber cuáles son los desafíos venideros, podemos asumir lo
impredecible y modelar el futuro a través del proceder investigativo
multidisciplinar.
A
través de los siguientes párrafos estableceremos el estado actual de la
educación, sus contradicciones y el papel científico de la pedagogía en el
entendimiento de lo humano y su manifestación en la formación integral de la
personalidad del hombre.
Para
lo anterior y desde un enfoque socio-crítico
reflexionaremos sobre los aportes de la Neurociencia Educacional, limitantes y
preguntas fundamentales.
Palabras clave: pedagogía; neurociencia; neurociencia educacional; desarrollo humano.
Human
development, pedagogy and neurosciences in the
current
educational model
ABSTRACT
The history of human beings and their constant
development has been the subject of different authors and approaches throughout
humanity, being one of the greatest enigmas everything related to the future,
the role of man in society and their potentiality as a species and individual
in constant integration. While we cannot know what the challenges ahead are, we
can assume the unpredictable and shape the future through multidisciplinary
investigative procedures.
Through the following paragraphs we will establish the
current state of education, its contradictions, and the scientific role of
pedagogy in the understanding of the human and its manifestation in the
integral formation of the personality of man.
For the above and from a socio-critical approach we
will reflect on the contributions of Educational Neuroscience, its limitations,
and fundamental questions.
keywords:
pedagogy, neuroscience, educational neuroscience, human development.
Artículo recibido: 10. Junio. 2021
Aceptado para publicación: 16. Julio.
2021
Correspondencia: cgarridobio@gmail.com
Conflictos de Interés: Ninguna que declarar
INTRODUCCIÓN
Sabemos
que los datos ya masificados y analizados desde la sociedad industrial han dado
paso a una información dinámica y de fácil acceso, en donde parte de esta
información ha respondido superficialmente a problemáticas complejas de esta postmodernidad,
con una mirada anacrónica, sin pertinencia y anclada en vestigios
industrializados en cadenas simbólicas de una “caverna tecnológica”, tal cual
expresaba Platón en su alegoría de la República hace varios siglos atrás. Según
Cornellá (2009) el inagotable conocimiento ha generado una interminable infoxicación de
datos.
Ahora
bien, teniendo en cuenta que la fragilidad es propia de los procesos de cambios y de las
interrelaciones complejas de los sistemas (Capra, 2010) , urge comprender cómo gestionar tal incertidumbre, cómo tolerar
el riesgo y qué tipo de educación nos permitirá construir
un conocimiento social, democrático y sustentable, es decir, un conocimiento que asuma el desconocimiento
como parte del proceso, que pueda convertirse en sabiduría y permita el bienestar
general de una sociedad a partir de capacidades cognitivas y socioemocionales
de orden superior (Pérez Gómez, 2017).
En resumen “El conocimiento es navegar en un océano
de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas.” (Morin, 1999 p. 43)
Para
lo anterior, nuestro faro de navegación debe establecer el contexto y finalidad
de todo conocimiento, conocer desde la esencia y asumir la animalidad de lo
humano (Maturana, 1992), proyectarse al futuro de manera estratégica con un fin
claro, que es integrar la condición humana al proceso educativo, evitando con
esto la fragmentación que se ha generado y la improvisada tendencia de ajustar lo
tecnológico y ser subordinados de ello.
Es
por eso que la psicología Positiva se ha centrado en lo que hace que la vida merezca ser vivida (Seligman
,2005), el énfasis en una buena vida y el bienestar han sido temas a estudiar
durante todo el ciclo vital, centrándose en la fortaleza sin negar el
sufrimiento y las limitaciones humanas. Resulta pertinente preguntarse ¿Por qué
hablar de bienestar en una sociedad permeada por la tecnología y el acceso
rápido a la información?, ¿En qué
momento la educación se convirtió en un agente aversivo y que deshumaniza el sentido
de lo humano?
Hacia una Pedagogía Humanizadora
De
las preguntas anteriores se desprende la premisa que el vivir en una sociedad
del conocimiento, no implica que nos apropiemos de él, somos consumidores
pasivos de información, en nuestras cavernas digitales miramos inactivos una
sociedad industrializada, solapada por la tecnología, en resumen, somos una
sociedad que no aprende y recurre a la sabiduría del pasado para asumir
virtualmente los desafíos futuros. Si analizamos aquello, los grandes problemas actuales no
radican en lo natural, lo económico o lo social, el gran problema es el bien inmaterial,
el recurso humano que se ha desvalorizado, fraccionado y minimizado a un
número, un título o una mano de obra más.
Sabemos
que el hombre, en su constante
evolución, se configura así mismo en la relación con
su cultura y pares, resultando primordial formar no solo la dimensión
profesional de este, sino lo espiritual, lo social y lo humano. Así, todo aquello, se
materializa en personas íntegras, cultas y con una visión social, que apunten a
dignificar lo humano en todas las dimensiones de su desarrollo.
En
este sentido, el desarrollo humano no puede ser visto como un proceso ajeno a
lo educativo. La escuela convencional en su visión ciega y de utópica
linealidad, ha invisibilizado el objetivo principal de desarrollar integralmente la personalidad del
hombre. No debemos perder de vista la
educación como un fenómeno social que prepara
al ser humano para la vida, pero a la vez como un proceso que permite la configuración del sujeto potencial y se basa de la plasticidad orgánica para su
educatibilidad.
Por
tanto, es necesario comprender al ser humano desde su
ontogenia, como un constructo
biopsicosocial que se alimenta del medio para asimilar las experiencias,
sacando los insumos necesarios para seguir con su base genética de
construcción. El docente, como profesional del aprendizaje, es quien intenciona
y valida el ambiente como el mayor
potenciador de experiencias, por ende es un escultor natural de desarrollo
humano. Tal cual como el escultor golpea y direcciona cada cincel sobre el
sustrato maleable, el maestro direcciona científicamente toda experiencia de
aprendizaje, con el fin de lograr aquel modelado perfecto en su plástico
neurodesarrollo.
Ante
esto, evidenciamos que la educación actual se centra en la improvisación más que en la gestión
estratégica de sus procesos, desconoce la diversidad propia de todo sistema y
se sigue permeando de tecnologías que se
ajustan a modelos educativos obsoletos, centrados en la memorización, el
asignaturismo y bajo enfoques reduccionistas que asumen el aprendizaje humano
como un proceso centrado en el contenido y no en el desarrollo de habilidades
con énfasis en lo personológico (González
y Mitigan, 1989).
De
igual forma, se declara lo socioemocional como pilar fundamental pero no
se orienta a la formación transversal de
aquello (Goleman, 2006). En una etapa de la historia marcada por la pandemia, en donde lo social se ha limitado y a la vez
se acrecienta en su importancia, se deben
intencionar escenarios para el aprender
a ser y el convivir (Delords, 1994), teniendo como perspectiva un mundo futuro con libertad, autonomía y
para aquello se debe evitar fraccionar lo afectivo de lo cognitivo, puesto que
comparten estructuras comunes y se alimentan el uno del otro (Damasio, 1994).
Tal
como lo expresa Castellanos (1997) una
educación desarrolladora se debe orientar hacia el bienestar y potencialidad, es imperante
contextualizar, establecer lineamientos y objetivos claros de la educación que
necesitamos, dejar de contemplar la sociedad y comenzar desde una postura investigativa-
crítica a visibilizar las contradicciones propias de esta era digital y con
ello del propio quehacer docente. Sin duda, que la situación sanitaria por Covid 19 ha validado la importancia de la
educación en esta nueva configuración social, siendo más evidente la urgencia
de transitar a un cambio de paradigma en la manera que concebimos la educación
escolarizada y como desde el Pedagógica asumimos que los problemas educativos
son problemas científicos y ante esto deben ser intencionados, planificados y con
objetivos claros (López, et.al. 2002)
La
pedagogía, como ciencia social de determinación socio-histórica (Martínez,
2004),
permite comprender científicamente el proceso educativo y si bien aparece posterior
al entendimiento de la educación como fenómeno social, no se limita a un saber
aislado, sino a una ciencia con independencia y sistematización propia, capaz
de comprender el mundo presente con elementos pasados y perspectiva futura.
Al
comprender esta complejidad como un
paradigma que integra y conlleva a percibir lo global, la pedagogía requiere y
es demandada a complementarse con diversas ciencias o áreas del saber para
lograr desde la multidisciplina, el desarrollo
integral del ser humano. Por lo tanto, en esta dinámica propia se requiere una
metodología de investigación común, capaz de establecer científicamente múltiples relaciones y de conformar nuevos
ámbitos del conocimiento. Los cuales, desde el saber pedagógico constituyan una
armónica relación entre la teoría y la práctica.
(Restrepo, 2004)
Ante esta situación, resulta importante identificar los avances de
las ciencias que aportan a la pedagogía desde sus perspectivas y delimitados
campos de estudio, resguardando con ello la autonomía de esta en la comprensión
del proceso educativo y su limitación con otras ciencias, como lo fue en su
momento con la psicología, que si bien se reconocen los aportes de los procesos
cognitivos a lo educativo, muchos de ellos se confunden como teorías pedagógicas.
(Chávez, 2005)
Considerando lo anterior, la simplicidad de trasladar
mecánicamente un hallazgo científico de las ciencias de la educación a la
pedagógica, constituye uno de los
grandes problemas que restringen el entendimiento de la pedagogía como ciencia.
Hoy es común encontrar en la literatura “pseudociencias” educativas que a
través de una “neurofilia” constante y una transdisciplina apresurada,
unidimensiona lo multidimensional del proceso educativo.
En la actualidad, según Mora (2007) esta cultura basada en el cerebro
ha permeado innumerables áreas del saber, siendo el modelo educativo imperante
un terreno fértil para aquello, si bien los aportes empíricos son nuevos, hay
autores que establecen que comienza sus inicios con los estudios de Vigotsky al
relacionar estructuras concretas del cerebro frontal con las funciones
superiores de la cognición (Akhutina, 2002)
El avance tecnológico a fines del siglo pasado, permitió
posicionar a los años noventa como “La década del cerebro”, gracias a las
técnicas de Neuroimagen y el poder que
implicaba estudiar el cerebro “ in vivo” y con ello materializar los procesos
mentales, esto generó una serie de proyecciones y datos que cuestionaban lo
teóricamente establecido hasta el momento y de igual forma, se validaban
principios pedagógicos y didácticos escritos hace años, un
ejemplo de aquello es la célebre obra que da origen a la Pedagogía de
manos de Comenio en su Didáctica Magna .
Sin prever, en un par de
décadas el acervo de información Neurocientífica, se fue consolidando como el
mayor campo de estudio en la actualidad (Sylwester,
1995), ante esto y desde la vereda educativa urge preguntarnos: ¿Seremos
capaces de digerir y dirigir tanta información hacia el bienestar?, ¿Cuánto de
aquello es potencialmente útil a lo educativo y entendido desde la pedagogía?
De acuerdo con lo
anterior, se debe actuar con mesura (Caine y Caine, 1998),
evitando el reduccionismo propio de las Neurociencias como una disciplina. Para
aquello resulta interesante la
definición de Salas, quien posiciona en Chile el enfoque crítico del fenómeno neurofílico
que se hacía sentir en
Europa, el autor define la Neurociencia como “un conjunto de ciencias cuyo sujeto de
investigación es el sistema nervioso, con particular interés en como la
actividad del cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje” (Salas, 2003,
p. 2). Por otra parte el premio nobel Eric Kandel (2001), es uno de los pocos
científicos que establece los aportes de la neurociencia a la pedagogía como
ciencia, indicando la probabilidad que estos nuevos conocimientos impacten a la
manera como el cerebro aprende y consolida tal aprendizaje.
Casi por inercia, desde líneas y enfoques dispares surge la
Neuroeducación bajo el paradigma “Mente, cerebro y educación” comienza esta
nueva era de “Neuroeducadores” y tal como lo plantea
Campos (2011), la Neuroeducación “es
una nueva línea de pensamiento y acción que
tiene como principal objetivo acercar a los agentes educativos a los
conocimientos relacionados con el cerebro y el aprendizaje” (Pág. 3).
Si analizamos lo anterior sumado a lo establecido por Hart (1983) donde plantea la anacronía del enfoque
tradicional de enseñanza- aprendizaje y su contraria metodología a la
fisiología propia del cerebro, surge las siguientes preguntas: ¿Cómo
establecer un diálogo científico entre pedagogía y neurociencia sin tener claro
el objeto de estudio?, ¿Se podrá tener una aplicabilidad directa de avances neurocientíficos
ante un modelo obsoleto de educación?
A las preguntas anteriores se suman autores que se han detenido en este
apresurada carrera neuroeducativa, Bishop (2014) establece
ejemplos y categorías de la aplicación Neurocientífica
en el ámbito educativo, bajo la pregunta
¿Qué es la neurociencia educacional?, invita a una pausa y a asumir le
premura con que se ha trasladado lo “neuro” al ámbito educativo y junto con
ello a la aplicabilidad de aquello y la falta de estudios longitudinales para
su comprensión integral. (Gabrieli ,2016)
CONCLUSIÓN
A
modo de conclusión preliminar se establece que, si bien los hallazgos de la
neurociencia tienen implicaciones educativas en aspectos políticos, curriculares,
didácticos y de la gestión en general, es necesario modelar estas relaciones, establecer
puentes de conocimiento de doble vía y bajo un modelo pedagógico que permita la
integración científica, el diálogo entre ciencias y no el monólogo normativo de
la neurociencia.
Se
debe evitar el tecnicismo que se extiende en el quehacer pedagógico bajo la
falsa ilusión de la receta maestra y la norma universal redundante de lo “compatible con el cerebro” y tal como lo
plantea Lawson (2001), es un gran desafío
para los educadores, pero a la vez una
oportunidad para validar la pedagogía en el entendimiento de las nuevas
ciencias del aprendizaje, entendiendo “lo nuevo” como una resignificación de
los aportes del siglo pasado con una mirada sistémica e integral en perspectiva
futura.
Otro
punto a considerar, está el hecho de establecer Orientaciones teórico
metodológicas a través de una investigación-acción endógena
y participativa, conciliando puentes entre la Pedagogía, Psicología y
Neurociencia con el fin de dar sentido práctico y humano al paradigma
Mente-cerebro y Educación y junto con ello quebrar la brecha entre las
investigaciones de laboratorio y las prácticas pedagógicas.
Según Bruer (2016), son los aportes de las Ciencias Cognitivas (Neurociencias
y Psicología Cognitiva) las que más se ajustan en la fundamentación de metodologías
didácticas para la innovación educativa, será el nuevo reto del futuro en una
educación post covid, que necesitará más que nunca
aportes y la reflexión necesaria para restituir lo humano y el bienestar de una
población que demanda “ser educada científicamente con amor”.
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[1] Doctorando en Ciencias de la Educación, estudios de postgrados en Gestión y currículum, maestría en educación emocional y neurociencia aplicada, Profesor de Biología y Cs Naturales. Académico Cerebrum Latinoamérica, profesor de pre y postgrado en Chile, Perú, Costa rica y Bolivia. https://orcid.org/0000-0002-2426-4065