La Implosión
que se avecina al Régimen de Putín
RESUMEN
La capacidad de
control y ejercicio del poder del presidente Ruso Vladimir Putin sobre sus
estructuras políticas, económicas y militares, han llegado a un punto de
inflexión derivado de la rebelión que protagonizó el pasado 24 de junio la
compañía privada militar “Wagner” -fundada y dirigida por el oligarca de origen
ruso Yevgeny Prigozhin- con la amenaza de tomar la ciudad de Moscú y atacar el
liderazgo de las Fuerzas Armadas de ese país. Las actividades en las que se ha
enfocado el Grupo Wagner han sido las campañas de desinformación, propaganda,
pero también ofreciendo servicios de seguridad, entrenamiento a fuerzas
militares, así como en la explotación de recursos naturales en beneficio del
gobierno y oligarcas rusos. Estos acontecimientos en Rusia han puesto en
perspectiva y mostrado el empleo y la importancia de la comunicación en el
ámbito operacional militar en el contexto de conflictos armados y la seguridad
nacional.
Palabras
clave: guerra Rusia-Ucrania;
Vladimir Putin; grupo wagner; estrategia militar; desinformación; propaganda.
The coming Implosion of the Putín Regime
ABSTRACT
Russian President Vladimir Putin's
ability to control and exercise power over his political, economic and military
structures have reached a turning point as a result of the rebellion carried
out on June 24 by the private military company "Wagner" -founded and
directed by the Russian-born oligarch Yevgeny Prigozhin- threatening to take
over the city of Moscow and attack the leadership of the Armed Forces of that
country. The activities on which the Wagner Group has focused have been
disinformation campaigns, propaganda, but also offering security services,
training for military forces, as well as the exploitation of natural resources
for the benefit of the Russian government and oligarchs. These events in Russia
have put into perspective and shown the use and importance of communication in
the military operational field in the context of armed conflicts and national
security.
Keywords: Russia-Ukraine war; vladimir putin; wagner group; military strategy; disinformation; propaganda.
Artículo recibido 16 junio 2023
Aceptado
para publicación 16 julio 2023
INTRODUCCIÓN
La capacidad de control y ejercicio del poder del
presidente Ruso Vladimir Putin sobre sus estructuras políticas, económicas y
militares, han llegado a un punto de inflexión derivado de la rebelión que
protagonizó el pasado 24 de junio la compañía privada militar “Wagner” -fundada
y dirigida por el oligarca de origen ruso Yevgeny Prigozhin- con la amenaza de
tomar la ciudad de Moscú y atacar el liderazgo de las Fuerzas Armadas de ese
país.
Acorde con diferentes
Institutos de Investigaciones (think tanks) que han seguido de cerca las
actividades de compañías privadas militares que ofrecen sus servicios a
distintos gobiernos, el Grupo Wagner ha operado desde el 2010 en países como
Siria, República Central del África, Libia, Mozambique e inclusive se le han ligado
actividades en Venezuela (Andrew S. Bowen, 2023). Por lo que esta fuerza de
mercenarios ha obtenido ventajas en la explotación de las zonas grises en
países cuyos gobiernos presentan vulnerabilidades y con tendencias
autocráticas.
Las actividades en las que se
ha enfocado el Grupo Wagner han sido las campañas de desinformación,
propaganda, pero también ofreciendo servicios de seguridad, entrenamiento a
fuerzas militares, así como en la explotación de recursos naturales en
beneficio del gobierno y oligarcas rusos. Este conjunto de mercenarios
directamente conectados con la cúpula del poder del Kremlin se hizo notable en
la campaña emprendida por el control de la ciudad de Bajmut en la porción Este
del territorio ucraniano y símbolo de la tendencia actual de la guerra
(Jonathan Beale, 2023), por lo que su relevancia e importancia estratégica para
el régimen de Putin, ha sido significativa.
Puede afirmarse que Wagner se
convirtió en un instrumento de influencia del gobierno ruso en términos de sus
relaciones internacionales. Esto le ha permitido al Kremlin no involucrase
directamente con los gobiernos a los cuales se les proporcionan los servicios,
pero con el objetivo de lograr sus intereses nacionales y preponderancia,
aunado a las ganancias comerciales e intereses particulares que se concretan
(András Rácz, 2020).
La rebelión del 24 de junio
2023 por parte del Grupo Wagner, enmarcan los errores de cálculo y las
vulnerabilidades que enfrenta Putin al confiar a un grupo de mercenarios su
estrategia militar en Ucrania y en proyectar poder en otras latitudes. Tales
acontecimientos que han acaparado la atención de los principales lideres
mundiales y de la opinión pública internacional, puede ser el inicio de una
implosión para su régimen con consecuencias desastrosas para la política
interna rusa, así como para la reconfiguración de la actual arquitectura
geopolítica y orden mundial.
El Inicio del Grupo Wagner
El empleo de contratistas ha sido una práctica común con múltiples
beneficios para los países que ven en estos grupos una opción viable para el
logro de sus intereses con un costo político, diplomático, económico y militar
relativamente bajo. Al respecto, Estados Unidos, en su guerra emprendida contra
el terrorismo a raíz de los acontecimientos de las torres gemelas en Nueva York
en septiembre del 2001, utilizó de manera más abierta en Afganistán e Irak
compañías privadas (contratistas) para el logro de sus objetivos tácticos,
operacionales y de seguridad en los diversos frentes (HeidiPeltier, 2020). Estas
aproximaciones en los conflictos asimétricos también conocidos como híbridos
donde intervienen en gran medida acciones de guerra irregular, han sido una
manera de privatizar las intervenciones militares, sin la participación directa
de los Estados, pero con los beneficios políticos, diplomáticos y económicos
conexos.
Desde el colapso de la Unión Soviética, y la diseminación de su gran
ejército, surgió en Rusia el mercado privado de la seguridad, donde aquellos
soldados altamente entrenados tuvieron una gran demanda interna y externa para
proteger grandes corporaciones, pero también a empresarios e individuos
poderosos (Johns Hopkins Applied Physics Laboratory, 2020). Con el ascenso de
Putin al poder es donde estas fuerzas privadas de seguridad se empiezan a
organizar en grupos, y a desempeñar un tener un papel más preponderante en la
maquinaria rusa, considerando los beneficios políticos y militares que la
experiencia occidental les mostró con esta práctica capitalista.
El Grupo Wagner ha sido el resultado de toda esta perspectiva
empresarial, ejerciendo influencia en los diferentes escenarios internacionales
para el logro de los objetivos políticos y militares rusos a un costo
relativamente bajo. Acorde con la comunidad de inteligencia de los países occidentales.
Yevgeny Prigozhin, considerado un personaje muy cercano al presidente ruso y
llamado el “Chef de Putin”, fundó este ejercito privado; quien a partir del
2015 ha incrementado su influencia en el círculo de poder del Kremlin como
instrumento de su política exterior, multiplicador de fuerza y proyección de
poder; operando inicialmente en cuatro países hasta alcanzar en el 2021
presencia activa en 27 naciones, particularmente en África, Medio Oriente,
Asia, Europa y Latinoamérica, en esta última destaca Venezuela. (Doxsee, 2022)
Lo anterior, vislumbra la preponderancia que este grupo representa para el
gobierno de Putin, sin embargo, también visualiza brechas operacionales que las
fuerzas armadas del gobierno ruso y otras entidades del poder no han podido
cubrir, delegando parte de sus responsabilidades a mercenarios.
Un elemento central desde la perspectiva normativa sustentada en la Ley
Internacional Humanitaria es la distinción entre fuerza privada de seguridad y
mercenario. Acorde con el Protocolo Adicional I de los Convenios de Ginebra
indica que mercenario es “…especialmente reclutado localmente o en el
extranjero para luchar en un conflicto armado (…) motivado para participar en
las hostilidades esencialmente por el deseo de obtener ganancias privadas…”
(International Committee of the Red Cross, 1977). Por otro lado, la
privatización de la seguridad es un proceso que está sujeto a determinadas
reglas de operación que fueron determinadas por el Comité Internacional de la
Cruz Roja, a través del Código de Conductas de Proveedores de Servicios de
Seguridad Privada, también llamado documento de Montreaux (International
Committee of the Red Cross, government of Switzerland, 2021). Este instrumento
regula a las entidades de negocio que ofrecen los servicios militares y de
seguridad. Actualmente 58 países y tres organizaciones internacionales se
encuentran adheridas al documento de Montreaux (International Committee of the
Red Cross, government of Switzerland, 2023). Rusia no se encuentra formando
parte de este conglomerado de naciones sujetas a los códigos mencionados; por
lo que el Grupo Wagner es un modelo de negocios paramilitar híbrido que posee
ambas características de mercenarios y de empresa privada de seguridad; cuyo
objetivo ha sido acceder a los mercados de regímenes afines a Putin y por otro
lado, ser una extensión de la influencia del Kremlin pero alejada de las normas
y códigos que regulan su actuación y, que involucren directamente al sistema
estatal ruso.
Capacidades Operativas de la Fuerza Wagner
El posicionamiento doctrinario de Rusia en las guerras del siglo XXI,
destaca la aproximación asimétrica y las acciones indirectas, bajo el enfoque
de una nueva generación de la guerra, como Timothy Thomas señala en su trabajo
académico donde analiza la perspectiva rusa en el abordaje de conflictos a
través de los estudios elaborados por el coronel de reserva Chekinov y el
general retirado Bogdanov de nacionalidad rusa. (Timothy Thomas, 2020)
Ambos militares señalan que el control y la administración de los
principales objetivos y blancos a destruir como son: estaciones eléctricas,
presas y centrales nucleares deben pensarse en realizarse bajo acciones
indirectas mediante el empleo de activos no militares para evitar involucrar al
Estado de las consecuencias humanitarias que puedan ocasionar. (Timothy Thomas,
2020)
De la misma manera, otro elemento central y activo poderoso de la
guerra del siglo XXI que ambos proponen es el uso del espectro psicológico
mediante las campañas de desinformación e información como una estrategia
poderosa para influir en las masas a través del control de la narrativa;
acciones que Rusia ha empleado de manera extraordinaria para compensar sus
carencias y vulnerabilidades tanto en el campo de batalla como en los campos
diplomáticos.
Por lo tanto, cabe mencionar, las capacidades operativas del Grupo
Wagner están enfocadas en tres proyecciones, las cuales se alinean con lo
expresado por Chekinov y Bogdanov, siendo: estratégicas dirigidas al control de
las zonas grises, desestabilizar o estabilizar gobiernos según sea el caso,
proteger los intereses del Estado Ruso y de particulares ligados a la
oligarquía, así como la disuasión a través de la presencia de una fuerza capaz
de actuar de manera brutal para lograr sus objetivos. De combate, enfocándose
en los espectros de reconocimiento avanzado, empleo en masa para el rompimiento
de las defensas del enemigo, acciones disruptivas en puntos estratégicos y
desactivación de minas en las posibles brechas en que circularan las tropas
regulares rusas. Finalmente, en actividades fuera de combate que se
especializan en: asesores de seguridad, sabotaje, subversión campañas de
información y de desinformación, secuestro, asesinatos y entrenamiento de otros
actores sean estatales o no estatales. (Sukhankin, 2019)
Considerando la perspectiva rusa en la nueva generación de la guerra
del siglo XXI y el espectro de capacidades de Wagner, permite tener una
visibilidad de sus zonas de acción, pero también permite observar los desafíos
que representan para los diferentes gobiernos que optan por contratar sus
servicios para lograr sus fines e intereses, asumiendo los riesgos a la
violación sistemática de los derechos humanos de la población que se le
atribuyen a este Grupo en cada una de sus intervenciones, como Alexis Arieff
especialista en los temas de África lo señala en su reporte al Congreso de los
Estados Unidos. Por lo que no hay que descartar en ninguna de sus aristas, los
riesgos y amenazas que representan para el propio régimen de Putin,
considerando las amplias capacidades miliares que ha adquirido Wagner a lo
largo de estos años de intervenciones armadas, en los que ha sido un actor
fundamental.
Perspectiva Normativa
El empleo y operación de empresas militares privadas en Rusia han sido
sin transparencia, manteniéndose en el anonimato y alejadas del escrutinio
público para favorecer intereses económicos. Bajo el artículo 359 del Código
Criminal Ruso de 1996, grupos como Wagner dedicados a proporcionar servicios
militares privados, se encuentran técnicamente en la ilegalidad como Catrina
Doxsee lo ha expresado en su artículo “Los apoderados de Putin”. (Doxsee, 2022)
Y como también lo menciona la autora, “oficialmente el Grupo Wagner no existe”,
en virtud de no estar registrado como organización y no contribuir con
impuestos producto de sus ganancias al Estado ruso.
Por otro lado, Wagner la empresa preponderante del Kremlin ha sido
blanco de múltiples sanciones por parte del gobierno de los Estados Unidos,
pero también por otros gobiernos aliados. Primeramente, en la era Trump se le
sancionó financieramente (Orden Ejecutiva 13660, 2017) y, con el actual
gobierno del Presidente Biden (Orden Ejecutiva 13581, 2023), se la ha designado
como una Organización Criminal Transnacional, considerando las amenazas a diversas
regiones del mundo que esta organización representa para los gobiernos
democráticos. Por lo que uno de los objetivos, es generar un rompimiento de
todas aquellas empresas rusas, chinas y de otros gobiernos disruptivos que
apoyan las operaciones de Wagner, a fin de limitar sus capacidades.
A todo esto, las preguntas obligadas son, ¿estas medidas han sido lo
suficientemente efectivas para debilitar la actual estructura económica y
militar de Wagner? ¿O han sido para afianzar la posición del grupo en las
esferas del poder de Rusia? O sencillamente, ¿han llegado al punto en que
necesitan incondicionalmente el soporte logístico de las fuerzas armadas
rusas?, razón por la cual, se han generado conflictos en la cadena de mando
sobre el control estratégico, operativo y táctico del Grupo, alcanzando su
punto más álgido el pasado 24 de junio, donde vimos a un Putin desconcertado y
sin capacidad de reacción ante una fuerza insurgente acercándose
amenazadoramente a Moscú, que puso al descubierto una debilidad de liderazgo
para controlar sus principales activos estratégicos, bajo el asombro de la
comunidad internacional.
Sublevación Armada en Rusia y el Juego de las
Percepciones
Los recientes acontecimientos en Rusia respecto a la revuelta
encabezada por el grupo militar privado Wagner, pusieron en perspectiva y
mostraron el empleo y la importancia de la comunicación en el ámbito
operacional militar en el contexto de conflictos armados y la seguridad
nacional.
Como se pudo observar, después de las presuntas agresiones de “fuego
amigo” contra las líneas de la organización paramilitar que decantaron la
respuesta de rebelión, las principales acciones que se produjeron en ambos
bandos en conflicto fueron específicamente en el campo de la comunicación para
generar aliados y percepciones positivas, ello como un elemento de las
operaciones multidominio.
La primera acción del grupo Wagner fue convencer de sus razones para
rebelarse bajo el mando de su líder, Yevgeny Prigozhin. Dentro de esta
estrategia se produjo un video en directo en el terreno donde yacían los
cuerpos de sus combatientes que fueron presuntas víctimas del fuego de
artillería rusa. Ahí mismo, el líder del grupo armado privado clamó por
“justicia” y amenazó con ir a Moscú por los responsables de matar a sus
hombres, e incluso llamó a que las tropas rusas a unírsele en su operación que,
según él, no era un golpe de Estado.
A partir de ese momento, la confrontación entre el grupo privado armado
y Rusia escaló en los medios, con especial énfasis a nivel internacional. Las
principales cadenas televisivas, agencias de noticias y noticieros, además de
las redes sociales, hicieron eco de la situación y se empezó hablar de un
“golpe de estado”, “guerra civil”, “crisis militar”.
Se reportó incluso el hackeo a televisoras de diversas poblaciones
rusas con la finalidad de divulgar el mensaje del dirigente de Wagner, Yevgeny
Prigozhin, del alzamiento del grupo paramilitar contratado por Vladimir Putin
para pelear contra Ucrania. También, se difundió un video con la imagen del
presidente ruso donde éste supuestamente llamaba a rendirse a sus militares
leales y a la población a no resistirse a la ocupación de los miembros de la
organización militar privada.
Mientras, en redes sociales y en las noticias en televisión y radio
explotaba el tema y se producía una especie de alarma mundial, donde todos
opinaban con razón y sin razón y se iba formando un “termómetro” de la opinión
mundial y dentro de la misma ex Unión Soviética, aunque hay que destacar que
los informes eran poco claros para entender hasta donde llegaba la revuelta del
grupo armado.
En un primer momento, la información que se propagó en la zona del
conflicto y fuera de las fronteras de Rusia, se referían exclusivamente al
mensaje y amenazas del líder del grupo Wagner, pues las autoridades rusas
dieron pausa antes de iniciar su respuesta multidireccional en medios de
comunicación.
No hubo un posicionamiento inmediato del presidente Vladimir Putin,
sino a nombre de las autoridades se emitieron comunicados sobre la situación y
se comenzó a hacer referencias de descalificación al grupo mercenario. Sería
horas después cuando el líder ruso fijara una posición de fuerza y poder de su
mando ante una amenaza que ya para entonces parecía ya estar descifrada.
Frente a este cúmulo de hechos y teniendo como fondo los entretelones
de la desgastante guerra contra Ucrania, la veloz propagación de información
debe considerarse como un factor relevante en los cambios de percepciones, como
señala Jacqueline Fows en Mecanismos de posverdad: la “inmediatez en tanto
nuevo valor periodístico ha traído como consecuencia una mayor cantidad de
noticias no confirmadas o falsas y ha golpeado uno de los principios básicos
del periodismo: la verificación de la información” (Fows, 2017), lo cual trae
como consecuencia desinformación y en algunos casos, manipulación.
Prueba de la confusión por la amplia difusión de diversos mensajes son
las imágenes contradictorias difundidas en redes sociales durante el día de la
sublevación de Wagner, donde la toma de la ciudad de Restov del Don, donde se
ubica el comando sur de las fuerzas armadas de Rusia y la ocupación de las
citadas instalaciones militares, parecieron no preocupar mucho entre la
población que en diversas tomas divulgadas se encontraban realizando sus
actividades diarias.
En Moscú, la gente no interrumpió tampoco sus agendas por la
publicitada rebelión. Y si bien, el movimiento de vehículos y tropas no alteró
la vida diaria en Rusia, en los confines del mundo, las especulaciones crecían
momento a momento sobre el rumbo que tomarían los acontecimientos,
especialmente sobre cómo repercutiría en la guerra que sostiene los rusos
contra Ucrania y en el ámbito geopolítico por la posible crisis de
gobernabilidad de una de las potencias mundiales poseedoras de un vasto arsenal
nuclear.
Hay que decir que las principales cadenas noticiosas y televisivas
dieron una amplia cobertura a los reportes provenientes de las redes sociales,
especialmente cuando el líder de Wagner, Yevgeny Prigozhin, ofrecía reportes
del avance de sus tropas y llamaba a militares rusos a unírsele en esta
aventura para llegar hasta el Kremlin.
Igualmente, en todo el orbe se vieron en redes sociales y en televisión
escenas de tropas rusas en las instalaciones de la empresa paramilitar de San
Petersburgo, aunque ni un solo vidrio resultó roto en el asalto de los soldados
rusos. Incluso, ya para ese entonces la agencia rusa de noticias Tass o
Sputnik, habían divulgado el mensaje de Putin calificando de traidor a Wagner y
ordenado la captura del líder paramilitar.
No obstante, a partir del primer momento los países que encabezan la
OTAN con Estados Unidos a la cabeza, mostraron cautela sobre el
desenvolvimiento de los sucesos. El gobierno del presidente Joe Biden apuntó
que se encontraban “monitorizando” los acontecimientos e igualmente lo hicieron
Alemania, Francia e Inglaterra. El gobierno de Ucrania mostró precaución en
medios de comunicación frente a la crisis rusa.
Lo cierto es que 24 horas después de iniciada la revuelta se dio a conocer
que el gobierno de Putin y Yevgeny Prigozhin pactaron. La crisis pareció
terminar con la mediación del gobierno de Bielorrusia para que se diera la
orden de que los soldados de Wagner volvieran s sus campamentos y, a cambio,
Putin cancelaran las órdenes dadas al ejército ruso ir en contra Prigozhin y
sus hombres.
Si para analistas el fin fast track de esa crisis causó cierta
perplejidad, al correr de los días resultó aún más desconcertante el conocer
que apenas unos días después de la rebelión se produjo, como ya lo han aceptado
autoridades rusas, una reunión en el Kremlin entre Vladimir Putin y todos los
jefes de Wagner, encabezados Prigozhin, en la cual se habló -de acuerdo con
medios de comunicación- igual de la evolución de la guerra en Ucrania, como de
la fallida sublevación.
El Papel de la Persuasión en los Conflictos Bélicos
Respecto al papel de los medios de comunicación y el uso de la
persuasión en los conflictos bélicos es necesario apuntar que ello no es nuevo,
pues desde la Primera Guerra Mundial su empleo como una estrategia está más que
documentado. Es así que desde aquella época a la par de las tácticas de guerra,
una serie de panfletos eran distribuidos ampliamente por todo el territorio de
los países en conflicto, mensajes en radio y otras formas de manipular llegaban
a diario a los pobladores que después de terminada la guerra, se dieron cuenta
la magnitud de las mentiras y manipulación a la que fueron sometidos.
Por eso ahora en la llamada “guerra de la información”, los medios de
comunicación no solo se han convertido en multiplicadores de fuerza, sino un
arma más para ganar la guerra, pues en la actualidad se ha pasado de lo táctico
a lo estratégico (Thornton, 2015).
Hoy en día se ha comprobado que la estrategia es necesaria en todos los
ámbitos, organizaciones dependen de ella para su supervivencia. De acuerdo con
el historiador Lawrence Freedman, una actitud estratégica es preferible a un
desempeño meramente táctico y abandonado al azar. Para Freedman hay tres
aspectos elementales en la estrategia humana y que son comunes a lo largo del
tiempo y el espacio: el engaño, las alianzas y el uso instrumental de la
violencia. (Freedman, 2016).
Menciona que en El arte de la guerra de Sun Tzu: uno de los principios
estratégicos que se siguen utilizando hasta hoy, es “someter al enemigo sin
luchar, aparentar debilidad cuando se es fuerte”, es decir, utilizar el engaño.
Bajo este contexto, en el conflicto entre Rusia y Ucrania, la
utilización de la desinformación por parte de Moscú se remonta a la época
soviética, siendo el colapso del sindicato en 1991 un mejor ejemplo de ello. En
tanto, los ucranianos tienen como momento paradigmático la Revolución de la
Dignidad de 2013, de acuerdo con Adam Fivenson, en el artículo “One Year Later,
Lessons from Ukraine in Fighting Disinformation”, algunas de las mismas
narrativas se volvieron a implementar para explicar la invasión a gran escala
en febrero de 2022.
Queda claro que en la guerra entre Rusia y Ucrania se combate a diario
informativamente para hacerse de aliados. En el sinfín de mensajes que se
transmiten alrededor del mundo minuto a minuto, las imágenes del conflicto que
se reproducen de forma inmediata y los movimientos de las tropas está al
alcance de todos y puede seguirse a través de satélites.
En su afán de mantener el control, hemos visto cómo Rusia ha cortado
canales informativos, mientras que en occidente replican otras acciones
similares. La guerra informativa ha sido muy intensa y potente. Hay una fuerte
lucha por el control de la información, pues está claro que están utilizando la
información como un arma más de su estrategia. (EuropaMedia, 2022)
En esta era, las tecnologías juegan un papel primordial en la creación
de las narrativas gubernamentales. El control de la información es muy férreo,
e incluso se han agredido o asesinados a periodistas, utilizando sus teléfonos
móviles para geolocalizarlos y los drones que también están al alcance de todos
también son parte de esta guerra imparable de tecnología e información.
Para el estratega James Andrew Lewis, el conflicto de Rusia y Ucrania
nos ha mostrado un nuevo tipo de conflicto cuyo núcleo es la manipulación de la
información para producir un efecto cognitivo. Rusia tiene la doctrina más
avanzada para crear efectos intangibles coercitivos utilizando el efecto
cognitivo, pero sus esfuerzos no son la causa principal del daño a las
instituciones occidentales y su legitimidad. Estos efectos son producidos por
una percepción de imprudencia en la gobernabilidad democrática, y que justo son
amplificados por internet.
De esta forma y volviendo al caso de la sublevación del grupo Wagner,
en materia de comunicación vemos que dentro de la estrategia de los dos bandos
hubo prioridad por lo siguiente: contar con un discurso creíble, aunque éste pudiera
ser falso o no; ocupar masivamente las redes sociales y medios tradicionales,
así como hacerlo con toda la rapidez posible al disponer del conocimiento
especializado y la tecnología para difundir los mensajes bajo una única línea
de mando para su emisión, aunque lo que vendrá en los próximos días podría dar
luz sobre la realidad de los acontecimientos que vimos en Rusia, pues poco a
poco empiezan a perfilarse mayores datos sobre el motivo y las consecuencias de
estos hechos.
CONCLUSIÓN
Lo que hemos observado en la actual estrategia militar rusa en la
guerra contra Ucrania y contra la maquinaria occidental que no ha desistido en
asediarlo, es la aplicación de la nueva generación de la guerra. Las
aproximaciones indirectas a través de agentes no estatales para generar
acciones disruptivas en los diferentes dominios, ha sido una práctica común
para el logro de los objetivos estratégicos a bajo costo político, diplomático
y militar.
Lo que queda claro de los acontecimientos del 24 de junio con la
revuelta de los mercenarios de Wagner en contra de la cúpula militar rusa, son
dos variables significativas. La primera, la falta de control y capacidad de
dialogo del presidente Putin con Prigozhin; confirmándose el aislamiento del
liderazgo del Kremlin en los asuntos verdaderamente sensibles. Segunda, se
evidenció la falla de los sistemas de inteligencia rusa en alertar
anticipadamente sobre la posible sublevación de Wagner, aunado a la falla de la
Guardia Nacional de Rusia sobre la capacidad de garantizar la seguridad
interior ante potenciales actos desestabilizadores por agentes endógenos o
exógenos; poniendo al descubierto las vulnerabilidades de seguridad nacional
del Estado y del régimen.
El desafío lanzado por oligarca Yevgeny Prigozhin y su empresa militar
Wagner pareció, en los medios de comunicación, constituir una crisis en el
corazón de una de las potencias guerreras del mundo y dañar la imagen de uno de
los presidentes considerados como un hombre de línea dura. La información
surgida en los últimos días sobre el encuentro privado entre Putin y Prigozhin
y sus comandantes, apenas 96 horas después de su llamada rebelión, creó un mar
de especulaciones sobre el significado de esa reunión.
Desde la narrativa mediática y del juego de las percepciones hay dos
posibles vertientes dignas de ser analizadas en este contexto. Una, se trató de
una acción concertada, planeada y ejecutada bajo un lineamiento, interés u
objetivo específico. Dos, se trató de una asonada que en verdad puso en
aprietos al gobierno ruso y el destino final de la guerra que declaró a
Ucrania.
Como primer punto hay que considerar que parte de la estrategia rusa
empleada en los conflictos más recientes en los que ha participado, muestra que
como lo ha hecho en el pasado e igual en el actual frente contra Ucrania, a la
par del conflicto armado, el gobierno ruso disputa también una guerra
informativa.
Así, desde muy diversos ángulos vemos que los mensajes que lanzan
ambos gobiernos, el ruso y el ucraniano, bajo la conducción de sus estrategas
en comunicación buscan de uno y otro lado polarizar ideológicamente no sólo a
sus gobernados para proseguir la lucha, sino también a gobiernos aliados con el
fin de radicalizar posiciones y escalar dentro del conflicto sus razones en
búsqueda de respaldo y obtener mayores posibilidades de triunfo.
Si bien, las estrategias militares actuales destacan el poder de la no
violencia y se ha privilegiado la guerra de la información que constituye “la
herramienta política dominante de este siglo”, como dice James Andrews Lewis.
Ciertamente, a nivel mundial hay signos de preocupación en los gobiernos
nacionales por lo que llaman “riesgos políticos” ante la posibilidad de
manipulación de la información, la publicidad y propaganda desde internet que
pueda poner en peligro la legitimidad de regímenes y se pueda crear
inestabilidad política real o simulada.
En este juego de percepciones sobre el conflicto ruso y a pesar de las
estrategias de manipulación, parece que Rusia no ha ganado. En el conflicto
contra Wagner, el presidente Valdimir Putin quedo debilitado; en el caso de
Ucrania, ésta va avanzando en la partida contra las distorsiones en el espacio
de la información, aprovechando tres ventajas clave: preparación profunda,
redes de cooperación y uso activo de nuevas tecnologías, incluida la
inteligencia artificial, que han ayudado a las organizaciones de la sociedad
civil y los gobiernos a generar confianza y contar la historia de Ucrania, lo
cual ha fortalecido el apoyo público en gran parte de Europa y Estados Unidos
(Fivenson, 2023).
Finalmente, bajo cualquier perspectiva, la rebelión de Wagner ha
abierto una herida en el régimen de Putin. Se percibe que la inestabilidad en
el liderazgo del Kremlin podrá tener efectos significativos para la
credibilidad de las decisiones estratégicas en torno al curso de la guerra y
para el futuro del País. La estructura del régimen y sus decisiones políticas
no solo fue amenazada por los mercenarios, sino que mostró al mundo las grietas
del aparato de seguridad ruso, conformándose varios elementos desafiantes para
una implosión del régimen de Putin. Los líderes de las naciones deben valorar,
pero también calcular sobre la nueva arquitectura en que descansará el orden
mundial, el tablero geopolítico, pero también la inestabilidad global que
podría generar tales escenarios en el país más grande de nuestro planeta y con
capacidades nucleares significativas.
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